Circe Maia o por qué leer su poesía transparente como “método de conocimiento de la realidad”
La escritora uruguaya es distinguida con el XX Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca 2023 que arroja luz sobre una de las poetas casi secretas de América Latina que merece tener más lectores. Publicamos pasajes del prefacio de Jordi Doce y poemas de 'Múltiples paseos a un lugar desconocido. Antología poética (1958-2014)', de Pre-Textos
Presentación WMagazín Hay escritores muy buenos que no son tan conocidos por el gran público fuera de su región o de su país. Aunque algunos, por fortuna, ganan lectores y reconocimientos internacionales. Uno de estos últimos casos es el de la poeta uruguaya Circe Maia (Montevideo, 1932) que “ha convertido la poesía en un método de conocimiento de la realidad, que se basa en la experiencia diaria con un lenguaje transparente y exacto”. Este es uno de los motivos por los que Circe Maia fue distinguida, en otoño de 2023, con el XX Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca, por una trayectoria de una docena de poemarios, el primero de ellos cuando tenía doce años. El jurado añadió en su argumentario que le concedía el galardón por ser «una obra personal y de influencia en español que, por la valoración del conjunto de la obra poética y por su valor literario sin duda constituye una aportación relevante al patrimonio cultural de la literatura hispánica”.
WMagazín celebra este galardón a la autora latinoamericana con la antología Múltiples paseos a un lugar desconocido. Antología poética (1958 – 2014), que editorial Pre-Textos vuelve a presentar, con la selección y el prefacio de Jordi Doce. El volumen, de 2019, reúne poemas de libros como En el tiempo (1958), Presencia diaria, El puente, Cambios, permanencias, Dos voces, Destrucciones, Superficies, De lo visible, Breve sol y Dualidades.
A Circe Maia su padre le publicó su primer poemario a los doce años, Plumitas. Estudió en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. Fue profesora de Filosofía en colegios e institutos y académica, víctima de la llamada dictadura cívico-militar de Uruguay (1973-1985): en 1972 fue arrestada junto a su marido, quien estuvo preso durante dos años, y ella fue destituida del colegio donde era profesora. Desde poco antes de que finalizara la dictadura procede la gran mayoría de sus poemarios.
Los siguientes son algunos pasajes del prefacio de Jordi Doce y varios poemas de Circe Maia:
Múltiples paseos a un lugar desconocido. Antología poética (1958-2014)
Prefacio, por Jordi Doce
Entre los poetas estrictamente contemporáneos (y recuerdo también que me alegró encontrar, a modo de confirmación o prueba del nueve, dos admirados nombres familiares: Eduardo Milán y Rafael Courtoisie) brillaba con luz propia una poeta entonces para mí desconocida. Su nombre era Circe Maia y su obra, escueta y pudorosa, contrastaba con el tono más o menos exuberante del resto. Bastaba con ir pasando las páginas de la antología para detectar al instante sus poemas: islas de palabras rodeadas de blanco, pequeñas esculturas flexibles que introducían una cuña de sosiego en un libro pródigo en versículos y espesuras verbales. Se incluían ahí, no sé, doce o catorce piezas breves que me atrajeron de inmediato y que siguen estando entre mis favoritas, quizá porque fueron las primeras que me llevé a los ojos: un tono reticente y a la vez cordial, la herencia del simbolismo tamizada por la lección de la oralidad y los ritmos conversacionales, frescura y elegancia, interés por el mundo natural y el tiempo secreto de las cosas, Vermeer y Morandi, el misterio de los arrabales y de la penumbra hogareña pero también el esplendor laborioso de las estaciones. Para entendernos, como si la llaneza y la “palabra en el tiempo” de Antonio Machado se hubieran aliado con la precisión y el detallismo sensoriales de Jorge Guillén. O, por retomar la comparación que hice entonces en mi fuero interno: como si la claridad diamantina de un Charles Tomlinson se hubiera hecho más suave y maleable, como si el verso se hubiera impregnado de cadencias domésticas, propias de la vida familiar. Hay en Circe Maia la misma obsesión fenomenológica que en el poeta inglés, pero su sintaxis es otra, más suelta, más humilde, como en este poema característico de su libro De lo visible (1998):
EL LENGUAJE DE LAS ASIMETRÍAS
El placer de seguir, punto por punto,
lo que los ojos ven: el placer cierto
de desviarse un medio milímetro
–la mirada guiada por la mínima
torcedura del tallo–
y enderezar después y seguir paso a paso
las ramas dobles casi paralelas,
una a cada lado del delgado tronco.
Casi iguales… El «casi» se siente entre los dedos,
la finísima trama de las asimetrías
casi como un lenguaje.
¿Y qué dice esta lengua tan compleja?
Dice que como nada es idéntico a nada
lo que se dice aquí vuelve a decirse en otro
tono, otro matiz, otra distancia
pero jamás enteramente uno
ni enteramente ajeno.
Solemos asociar la modernidad a sus movimientos más lenguaraces o excesivos, pero olvidamos que una de las vetas más productivas del movimiento moderno es justamente su reivindicación de una nueva «objetividad», una mirada nueva o limpia sobre el mundo, despojada de prejuicios y retóricas fosilizadas: ahí entran tanto la pulsión geométrica o constructiva como la influencia del arte y la poesía orientales, el deseo de brevedad y condensación, la búsqueda de líneas claras y formas tangibles, la lectura depurada de los signos de la naturaleza. Circe Maia representa, en la poesía en lengua española, la vigencia de ese ideario, cercano por un lado a Michaux, Francis Ponge, William Carlos Williams y al Pound imagista, y por otro a poetas griegos como Yannis Ritsos o Yorgos Seferis, a los que ha traducido y comentado con lucidez en su colección de ensayos La casa de polvo sumeria (2011).
(…)
Dos notas, sin embargo, distinguen la poesía de Circe Maia y hacen de su lectura una experiencia seductora, una de las más hospitalarias en nuestro idioma. Por un lado, el correlato mítico o literario, préstamo de sus amados poetas griegos que asoma de manera ocasional para dar profundidad (temporal, imaginativa) a la reflexión del poema. Así «Visita del arcángel Gabriel» o «Prometeo (de un cuento de Kafka)», donde el mito, además, se lee al trasluz de su reelaboración contemporánea. Por otro, el tono suelto, casi conversacional de los poemas, esas «palabras de familia» con que se desgranan y envuelven al lector. Digo «envuelven» porque, en efecto, algo tienen de confidencia, de palabras que dan vueltas en torno a un núcleo vacilante, hecho de preguntas y breves apartes que simulan el compás del monólogo interior: hay exclamaciones, comienzos elípticos o in medias res, interpelaciones que buscan, tal vez, la complicidad del lector…
El resultado es una poesía que habla como ninguna otra en nuestro idioma. Una aleación en la que resuena el legado del simbolismo, de Juan Ramón en adelante, y el metal afectuoso, abierto y hasta algo didáctico de una voz familiar que sabe, con Teresa de Jesús, que Dios anda entre fogones: el hogar, los niños, los afectos cercanos y las rutinas domésticas son otros tantos espacios de la iluminación que comparecen en sus poemas y propician el salto meditativo.
A lo largo de los diez libros que componen su obra desde la publicación de En el tiempo en 1958 (si descontamos el juvenil Plumitas e incluimos Destrucciones, libro de poemas en prosa editado en 1986 que tiene algo de viga maestra del conjunto), la poesía de Circe Maia es un ejemplo de naturalidad, mesura expresiva y percepción lúcida. También de raro decoro: no hay aquí confesiones no pedidas ni exabruptos subjetivos; las pocas veces que habla de sí misma lo hace casi en tercera persona, con una impersonalidad que nunca es huraña o distante. Muy al contrario. Sentimos que eso que se nos cuenta con palabra cordial nos incumbe aunque sea misterioso, o elusivo, o difícil de entender por nuestra parte.
Poemas
Por esto
PORQUE apegué el reseco corazón a la tierra
junto a los viejos troncos de húmedas raíces
y absorbí hasta las venas su vida fría y lenta,
porque sentí ascender la savia en el silencio
y escuché en el silencio crecer los verdes gajos,
los arroyos minúsculos y el vaho de la tierra,
renegué de mi sangre tibia y desordenada
alzándose y cayendo en mareas absurdas.
No quise más mi cuerpo, mi mirada sedienta.
–Ojos de un agua mansa,
piel de corteza fría
y lisura de piedra.–
Limpia luz de rocío, que no quiso mirarte
sino ver desde ti el aire, el agua en sombra,
el temblor verde, arriba.
Y no escuchar los pájaros, sino estar en el golpe
de alas, en el vuelo
hacia el azul sombrío.
Las cosas
¿PARA quién son entonces
tranquilas, quietas, siempre
quedándose
mientras tú y yo nos vamos?
Como si atravesáramos una plaza, de noche,
nosotros con la noche,
de la mano del viento,
y atrás vamos dejando
bancos desiertos, piedras,
faroles apagados,
árboles entrevistos,
vistos de paso, apenas.
¿Y para quién se quedan
–ya casi ni las vemos–
tranquilas, apoyadas
en su aire sin tiempo?
Exterior
TODO está afuera,
nada queda dentro.
Tú mismo estás afuera, a medio hacerte,
a medio construir, como esa casa
llena de andamios.
Lo más hondo no es íntimo: está afuera.
Hondura de vivir día por día
con otros, entre otros.
Falsa hondura del abismo
que sólo tú has pisado
y entre sueños has visto.
Demasiados abismos verdaderos
hay que cruzar, despójate de sombras,
mira el real abismo:
se ha abierto como un tajo sobre el suelo
de la querida tierra
y tal vez no lo has visto.
Imagen final
El último sol no le dijo: soy el último sol.
Nada le previnieron.
El agua resbaló sobre su cuerpo y él no supo
que era el modo en que el agua
decía: adiós. No supo.
Nadie le dijo nada.
Cuando llegó la noche, llegó para quedarse.
Y él no lo supo nunca.
*
A la hora final
cada uno tendrá su pequeño paisaje
para borrar con él esa penumbra
de habitación de enfermo.
Este trozo de río no está mal, por ejemplo,
para guardarlo así: las costas verdes
rodeándolo, brillante, silencioso.
Y son dos movimientos:
mientras el bote avanza
sin ruido, hacia delante,
la imagen, al contrario,
va hacia atrás, silenciosa,
abriendo el pensamiento
y ancla profundamente.
Cuando toque soltar amarras
de una vez para siempre
el viajero no habrá de ver los muros
–frascos, cama, remedios–
sino este río inmóvil
bajo la luz del sol, resplandeciente.
Raíces
HOY de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que crecían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas… ¿Y esto?
¿De lo oscuro a lo claro un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse,
dicen las raíces
temblando.
Inevitable
TE muestran el camino
por el cual no quieres andar
pero no hay vuelta:
si sigues vivo,
el «ejército de las calamidades»
te dará alcance.
Te dará vergüenza
de ti mismo.
Parece que tu yo verdadero
se desprendió y salió y te cuesta alcanzarlo.
Va demasiado rápido.
- Múltiples paseos a un lugar desconocido. Antología poética (1958 – 2014). Circe Maia. Selección y prefacio de Jordi Doce (Pre-Textos).
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