Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural

La poeta nicaragïense Claribel Alegría (Estelí, 1924 – Managua, 2018). /Foto de Wikipedia

Claribel Alegría, centenario de una poeta viajera que denunció las desigualdades con poemas de amor

Recordamos a la poeta nicaragüense que denunció las injusticias y el machismo. Publicamos fragmentos de su último discurso, al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2017. Recibirá un homenaje en el festival literario Centroamérica cuenta

“¿Ves ese cúmulo/ de piedra? / Son poemas fallidos / que murieron huérfanos tristes / de los que no quedó / ni un rastro», así empieza Claribel Alegría el primer poema de su último libro, Amor sin fin, publicado poco antes de su muerte, el 25 de enero de 2018. El mismo poemario en el que dice: «Estoy despidiéndome de mí/ debo asaltar el canto/».

Se llamaba Clara Isabel. Nació hace un siglo, el 12 de mayo de 1924, en Estelí, Nicaragua. Se llamaba Clara Isabel, y cuando tenía seis años José Vasconcelos le dijo que era un nombre bonito, pero que por qué no se lo cambiaba por Claribel.

Juan Ramón Jiménez, su esposa, Zenobia Camprubí, y Rainer María Rilke, con su libro Cartas a un joven poeta señalaron la vocación de Claribel Alegría. A la poeta nicaragüense, en el centenario de su nacimiento, dedica su edición 2024 el festival literario Centroamérica cuenta, que este año se celebra en Ciudad de Panamá, del 22 al 26 de mayo. Así que llegan hasta aquí sus poemas, incluido La tortuga:

En mi caparazón
llevo cincelado
el universo
me pesa tanto y más
apenas puedo dar
pasos cortitos
y hundo la cabeza
cuando pienso
que no tengo las llaves
para abrirlo
y escaparme lejos
y reírme desnuda
entre la hierba.

Una poeta nacida en Nicaragua, que vivió en El Salvador, luego en Estados Unidos, después México, Chile, Uruguay, Argentina y España, entre otros lugares.

WMagazín rinde homenaje a esta poeta recordando algunas de sus palabras al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2017. Un discurso que habla del machismo sufrido por la mujer, de poetas que la precedieron, de sus preocupaciones sociales y políticas y de las mujeres escritoras, a quienes aconsejó que se liberaran “del sentido de culpa por no ser amas de casa perfectas y observen lo que dijo Joseph Campbell: ‘Follow your bliss’, es decir, sigue tu vocación”.

Su primer libro fue Anillo de silencio, en 1948, y lo prologó Vasconcelos, cuando la poeta aún estudiaba en la Universidad George Washington. La selección de poemas la realizó su mentor, Juan Ramón Jiménez. Claribel Alegría mantuvo vigente el legado de la vanguardia salvadoreña de los años 30: Salarrué, Alberto Guerra y Claudia Lars.

Entre sus obras más conocidas están Cenizas del IzalcoLuisa en el país de la realidadLa mujer del Río Sumpul y Umbrales es en Clave. Contrajo matrimonio con el diplomático estadounidense Darwin J. Flakoll, con el que tuvo cuatro hijos y por lo cual vivió en los cinco continentes. En la isla de Palma de Mallorca (España) conoció y se hizo amiga de Robert Graves, recordó Sergio Ramírez en un artículo en el diario español El País.

Las siguientes son algunos fragmentos de su discurso al recibir el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana:

“Nací y crecí en una sociedad agresivamente machista. En mi generación, en Centro América, una muchacha de clase acomodada tenía la opción de casarse y ser ama de llaves de su marido, o quedarse casta y virgen amasando rosquillas para sus sobrinos. La mujer campesina o proletaria nunca tuvo otra opción que la de convertirse en esclava de su marido y sus hijos.

En toda América Latina, hasta hace pocos años, eran contadas las mujeres que sobresalían. Nombres como el de Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Claudia Lars, para no hablar de la más grande de todas, Sor Juana Inés de la Cruz, que hace más de trescientos años dijo: ‘Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón’, eran pronunciados con una especie de asombro y de pavor.

La mayoría de las muchachas de mi generación, cuyas familias tenían posibilidades económicas, ni siquiera terminaron secundaria. Se podían contar con los dedos de una mano las que obtenían título universitario.

Sospecho que Sor Juana, en su época, optó por hacerse monja para tener la oportunidad de recibir una educación, que de lo contrario le habría sido vedada.

Yo quería estudiar medicina, pero mi padre, médico de la vieja estirpe, me miró horrorizado y me dijo que, de ninguna manera, que los estudiantes de medicina hacían bromas groseras con deshechos anatómicos y que no estaba dispuesto a exponer a eso a su preciosa niña.

Tuve que pasar tres años aprendiendo a tejer, cocinar platos exquisitos y tocar Para Elisa en el piano, antes de rebelarme y amenazar con hacerme monja o casarme con el primero que pidiera mi mano y divorciarme en seguida. Ese fue el golpe maestro. Una mujer divorciada era un horror en ese tiempo. Inmediatamente me mandaron a Los Estados Unidos a estudiar.

Para ese entonces yo ya escribía, pero me lo tenía muy bien guardado. Si mi secreto hubiese trascendido, mis amigas me habrían mirado como a un bicho raro y mis amigos se habrían sentido atemorizados ante una literata pedante, o me habrían tomado por una libertina.

Ahora hay un gran número de muchachas universitarias que estudian literatura y están enteradas de lo que pasa en el mundo. (…)

Mi poesía era lírica. Jamás se me ocurrió en ese entonces escribir poemas que reflejaran la miseria de mis pueblos. Pensaba que los dictadores centroamericanos eran tan inevitables, tan irremediables como los terremotos y las tormentas que sacuden mi región.

Después fui cambiando, escribí poemas en que se reflejaba el sufrimiento, las injusticias, las barbaries. Más que poemas políticos, yo los llamo poemas de amor.

En mis últimos libros, hablo mucho de mitología. Me identifico con Penélope, Artemisa, La Malinche, hasta con Medea me identifico. Son los mitos griegos los que más han influido en mí.”

Y uno de esos poemas dice en unos de sus pasajes:

Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta…

Más adelante Claribel Alegría continúa:

“En septiembre de 1979, dos meses después de haber triunfado la Revolución Sandinista, viajamos a Nicaragua por seis meses para documentarnos acerca de la épica de Sandino y de sus sucesores del FSLN, y escribir un libro que luego se publicó en México bajo el título: Nicaragua, la Revolución Sandinista.

Preocupaciones sociales y políticas tienen cierta tendencia a deslizarse en mi poesía, simplemente porque la situación política en Centroamérica es una de mis mayores obsesiones y siempre he escrito bajo la espuela de la obsesión. Sin embargo, mi mayor obsesión es tratar con todas mis fuerzas de que mi próximo poema sea menos imperfecto que el anterior.

El machismo en Centroamérica, lentamente y de mala gana ha tenido que admitir a la mujer en las oficinas de trabajo y en los medios de comunicación. En Nicaragua, por ejemplo, después del triunfo de la Revolución, empezaron las mujeres a ocupar cargos importantes en el gobierno y en otras esferas. Hasta una mujer presidenta hemos tenido.

Las mujeres escritoras del Primer Mundo rompieron moldes en la década de los veinte, pero no fue sino hasta en los cuarentas y cincuentas que las filas de las mujeres escritoras del Tercer Mundo empezaron a crecer ostensiblemente.

Luego vino el movimiento de liberación femenina en los 70 y las mujeres agresivamente, empezaron a exigir iguales derechos en el campo editorial y a probar que debían ser escuchadas. Esto invita a una pregunta que ha perseguido a las mujeres escritoras por varias generaciones: ¿hay una literatura masculina y una literatura femenina? Si es así, ¿cuál es la diferencia?

Pienso que hay dos tipos de literatura: la buena y la mala. y que el sexo del autor no tiene nada que ver con la calidad de su obra. Como bien decía Sor Juana, ‘la inteligencia no tiene sexo’.

(…)
En cuanto a las mujeres escritoras, les aconsejo que se liberen del sentido de culpa por no ser amas de casa perfectas y observen lo que dijo Joseph Campbell: ‘Follow your bliss’, es decir, sigue tu vocación”.

***

Suscríbete gratis a la Newsletter de WMagazín en este enlace.

Te invitamos a ser mecenas de WMagazín y apoyar el periodismo cultural de calidad e independiente, es muy fácil, las indicaciones las puedes ver en este enlace.

Descubre aquí las secciones de WMagazín.

Poetas en la portada de WMagazín.
WMagazín

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter ·