Colombia y su tradición literaria que protagonizará la Feria del Libro de Madrid 2020
El país suramericano es el Invitado de Honor en la 79ª edición de la cita madrileña, del 29 de mayo al 14 de junio. WMagazín repasa los hitos narrativos colombianos que son referencia de la literatura en español y de la que son hijos la gran generación de autores que estará en Madrid
Si la poesía es el ángel guardián de la literatura colombiana, la novela es lo que le ha dado a Colombia un sitio en el canon latinoamericano y universal y un lugar privilegiado en el imaginario de los lectores de medio mundo.
El carnero, Manuela, María, La vorágine, Cien años de soledad y La virgen de los sicarios. Son libros de distintas épocas y estilos, pero unidos por dos aspectos clave: son obras colombianas y convertidas en referencia, hitos o que fueron pioneras en Latinoamérica en sus respectivos movimientos literarios y algunas ensancharon el territorio de la creación literaria a nivel global.
Esas son las raíces literarias del país que este 2020 es el invitado de honor en la 79ª Feria del Libro de Madrid: Colombia (del 29 de mayo al 14 de junio). Una larga tradición narrativa que nace con El carnero, de Juan Rodríguez Freyle, que escribió crónicas históricas entre 1636 y 1638 aunque se publicaron en 1859, pero que lo convirtió en pionero durante la Colonia; y sigue con Manuela, de José Eugenio Díaz Castro, publicada en 1856 que fue guía para la nueva novela latinoamericana; luego María, de Jorge Isaacs, de 1867 que es un hito de la novela romántica con nuevas incorporaciones; La vorágine, de José Eustasio Rivera, de 1924 que es una de las obras esenciales del modernismo hispanoamericano; hasta llegar Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que iluminó en 1967 una periodo de esplendor de la literatura latinoamericana con resonancia mundial conocido como el Boom; y en los años noventa La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, que casi inauguró en 1994 el subgénero literario para abordar con altura las violencias desatadas por el narcotráfico y el cruce de nuevas problemáticas urbanas que se han extendido por los países latinoamericanos y abordadas con un carácter muy contemporáneo y realista por los escritores.
Esas obras han creado a lo largo de los últimos siglos un gran río literario hasta llegar a este presente que es un gran delta narrativo con una variedad de escritores y riquezas temáticas y estilísticas que hacen de la literatura colombiana una de las más interesantes del mundo occidental. Este delta narrativo ofrece nombres muy prestigiosos y muy conocidos a nivel internacional como William Ospina, Piedad Bonnett, Laura Restrepo, Darío Jaramillo Agudelo, Pablo Montoya, Héctor Abad Faciolince, Santiago Gamboa, Juan Gabriel Vásquez, Tomás González, Evelio Rosero o Jorge Franco Ramos.
Junto a ellos otros autores contemporáneos que enriquecen el ecosistema literario de Colombia, muchos de ellos editados en otros países, como Pilar Quintana, Marbel Sandoval Ordóñez, Roberto Burgos Cantor, Ricardo Silva Romero, Margarita García Robayo, Octavio Escobar Giraldo, Yolanda Reyes, Carolina Sanín, Juan Cárdenas, Ángela Becerra, Juan Manuel Roca, Melba Escobar, Felipe Restrepo Pombo, Giuseppe Caputo, Juan David Correa, Gloria Susana Esquivel, Rubén Orozco, Gilmer Mesa, Andrés Felipe Solano, Juan Álvarez, Ricardo Cano Gaviria, Antonio García Ángel, Andrés Mauricio Muñoz, Luis Noriega, Sergio Ocampo Madrid, Antonio Úngar, Marta Renza, Lilián Pallarés, María Ospina Pizano, Mario Mendoza, J. J. Junieles, Alejandra Jaramillo Morales, Paola Guevara, Juan Diego Mejía, Alberto Donadío, Marco Schwartz, Efraim Medina, Íngrid Rojas, Juan Esteban Constaín, Daniel Ferreira, Consuelo Triviño Anzola, Enrique Serrano, Paola Guevara, Juan Gossaín, Alonso Sánchez Baute, Jaime Manrique, Alonso Salazar, Gustavo Bolívar, Cristian Romero, Gustavo Tatis…
Invitado de honor
Un universo literario en expansión y renovación continua que hizo que la Feria del Libro de Madrid quisiera que Colombia fuera el país invitado de honor en 2020. Lo habitual, explica Manuel Gil, director de la Feria, “es que sea el país el que se dirija a la Feria para interesarse por venir a acompañarnos, en este caso fue la Feria la que se dirigió a Colombia, a través de la Embajada de Colombia en España, para sugerirles venir a nuestra feria”. El motivo para Manuel Gil es claro: “Había que premiar el esfuerzo de Colombia, y el público lector español debía empaparse de la riqueza de un conjunto de nuevas creadoras y creadores que estaban impulsando una eclosión editorial muy intensa y culturalmente muy importante, mostrar este potencial creativo a la sociedad lectora española es el objetivo. Y no solo literatura, también edición universitaria y académica, artes escénicas, cine y música, ocupando distintos espacios de la ciudad, y con su epicentro literario en la Feria”.
Los ecos literarios colombianos estarán presentes en la feria madrileña a través de los autores contemporáneos. Aquellos que han salido de una frondosa y larga sombra llamada García Márquez, pero que hoy están en las librerías de medio mundo con total autoridad. Desde finales de los años setenta, ha señalado en varias ocasiones Cristo Rafael Figueroa, experto en literatura de la Universidad Javeriana de Bogotá, “se advierte un viraje en la perspectiva y en la concepción de los narradores colombianos, quienes cada vez menos preocupados por permanecer en Macondo, inician nuevos caminos y exploran nuevas formas para generar otros imaginarios. Estos trayectos pueden sintetizarse en una preocupación por representar lo citadino, en una insistencia de revisar la historia y en una exploración del lenguaje y del proceso mismo de escritura como objeto de representación literaria”.
Una manera de contribuir a subsanar, además, agrega Manuel Gil, que “España presenta una fuerte asimetría de conocimiento de las realidades literarias y creativas de América Latina, una disonancia en la reciprocidad del conocimiento mutuo”.
Antes de que Colombia desembarque en el Parque del Buen Retiro con sus escritores repasamos los hitos literarios colombianos de donde, en buena medida, proceden ellos y así entender mejor su literatura:
El carnero de Juan Rodríguez Freyle, es señalada como la obra emblemática de la literatura colonial neo-granadina. Su espíritu es el de la crónica sobre algunos de los acontecimientos más relevantes de la Conquista y la Colonia, lo que deja un retrato más o menos aproximado de la Colombia de los siglos XVI y XVII, y por extensión del resto del continente, de las colonias españolas. Por eso el nombre completo del libro es El Carnero. Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias Occidentales del mar Océano y fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá, primera de este Reino donde se fundó la Real Audiencia y Cancillería. Un libro que inaugura la gran tradición literaria colombiana con estas palabras:
“Todas las criaturas del mundo están obligadas a tributar dobladas gracias a Dios, Nuestro Señor, que con su gran piedad y misericordia las sustenta”.
Manuela, de José Eugenio Díaz Castro, se publicó primero por entregas en el diario El mosaico en 1858 y en dos volúmenes en 1889. Corresponde a los albores de la república y es considerada como la mejor novela del país antes de María, de Isaacs. Un mundo que se ve desde el comienzo:
“Eran las seis de la tarde, y a la luz del crepúsculo se alcanzaba a divisar por debajo de las ramas de un corpulento guásimo, una choza sombreada por cuatro matas de plátano que la superaban en altura”.
María, de Jorge Isaacs, apareció en 1867 y representa la novela romántica, sobre todo las líneas francesas, protagonizada por los amores desencontrados de María y su primo Efraín, y con un tercer elemento: el paisaje, la finca El paraíso. Un clásico cuyo romanticismo se aprecia desde sus primeras líneas:
“Era yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en el colegio del doctor Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel tiempo”.
- Puedes ver el artículo María, germen de la literatua colombiana en este enlace de WMagazín.
La vorágine, de José Eustasio Rivera, se publicó en 1924 y representa el modernismo latinoamericano. Se trata de la historia del poeta Arturo Cova y su amante Alicia que también tiene como tercer personaje central el paisaje, el espacio en el cual se desarrolla: los llanos orientales y la selva amazónica colombiana. En la historia de amor también hay denuncia por las condiciones de los indígenas y los colonos esclavizados durante la fiebre del caucho. Una novela con una influencia importante en las siguientes generaciones y con uno de los mejores comienzos de la literatura colombiana:
“Antes que me hubiera apasionada por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica».
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, llegó a las librerías de Buenos Aires (Argentina) el 5 de junio de 1967. Desde el comienzo se convirtió en un fenómeno literario que conectó con el público y la crítica. El Nobel colombiano narra la historia de la familia Buendía como fundadores del poblado Macondo donde transcurre el ciclo de la vida: desde el génesis hasta el apocalipsis. Es el ejemplo más popular del llamado realismo mágico con uno de los inicios literarios más conocidos:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar el día que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
- Puedes ver el especial Viaje a Macondo: Medio siglo de Cien años de soledad, en este enlace de WMagazín.
La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, se editó en 1994 y fue un terremoto por su temática y estilo y los caminos que abrió a la literatura. Una mirada muy real, dura y poética sobre problemas de la Colombia de entonces como el narcotráfico y todo lo que de él deriva, desde las drogas hasta el sicariato, es decir la violencia citadina moderna en un tejido social que empieza a pudrirse. Vallejo con esta novela casi inauguró un subgénero literario sobre estas temáticas violentas en las ciudades y que en México ha sido una onda importante con las novelas del narco. Una historia que se abre con estas palabras:
“Había en las afueras de Medellín un pueblo silencioso y apacible que se llamaba Sabaneta. Bien que lo conocí porque allí cerca, a un lado de la carretera que venía de Envigado, otro pueblo, a mitad de camino entre los dos pueblos, en la finca Santa Anita de mis abuelos, a mano izquierda viniendo, transcurrió mi infancia. Claro que lo conocí”.
Como también conocerán un poco mejor los madrileños la literatura colombiana actual en la 79ª Feria del Libro de Madrid. Un asomo a ese futuro lo adelante Manuel Gil: «Tenemos noticias de un fuerte despliegue de autores y autoras que nos visitarán, lo que supone afirmar con rotundidad que el éxito de Colombia como País Invitado de Honor, será un éxito clamoroso».
Y la historia de la tradición poética y ensayística de Colombia será en otro capítulo.
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