
Detalle de una ilustración de Powerpaola para el cuento ‘Alegría’, de Margarita García Robayo (Páginas de Espuma). /WMagazín
Cómo surge, se escribe, evoluciona, se enriquece y se ilustra un cuento
La escritora colombiana Margarita García Robayo publica el relato 'Alegría', uno de los mejores de la temporada, y comparte el proceso de creación individual y con la ilustradora
Presentación WMagazín Uno de los libros de ficción más singulares de lo que llevamos de 2024 es el cuento Alegría, de Margarita García Robayo, lustrado por Powerpaola (Páginas de Espuma). La escritora colombiana narra un ecosistema humano, social, emocional y hasta político en una finca llamada Alegría rodeada de selva y múltiples violencias. Lo aborda con un gran manejo del lenguaje donde la tensión entre palabra, personajes y ambiente forman una dimensión viva con una estructura puesta al servicio de intensificar lo narrado. La selva y la naturaleza como un personaje más y la voz narradora como elemento clave..
Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, Colombia, 1980) presentó su obra en la Biblioteca Eugenio Trías, de Madrid (España) con la moderación de Nuria Labari y el acto sirvió para inaugurar la librería El Retiro de las Letras, en la calle Anunciación 2.
La charla trató sobre cómo surgió el cuento y su realización, cómo fue la carpintería de esta historia. WMagazín publica algunos pasajes de esta conversación de los que Margarita García Robayo desvela algunos detalles.
La escritora colombiana es autora de las novelas Hasta que pase un huracán, Lo que no aprendí y Educación Sexual compiladas en el título El sonido de las olas; de varios libros de cuentos, entre los que destaca Cosas peores, ganador del Premio Literario Casa de las Américas 2014; y del libro de ensayos Primera persona (Tránsito). En 2018 se publicó en inglés una compilación de cuentos y novelas bajo el título de Fish Soup formó parte del prestigioso listado Books of the Year del diario The Times. En 2020 se publicó la traducción de su novela Tiempo muerto (Alfaguara) bajo el título Holiday Heart y fue premiada con el English PEN Award. Su última novela es La encomienda (2022) / The Delivery (2023). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, italiano, hebreo, turco, islandés y danés, entre otros.
Antes el comienzo del cuento:
“Cuando no había luna, la carretera no se distinguía de la noche. En las curvas más pronunciadas brillaban las estrellas que habían pintado sobre el pavimento por cada una de las personas que había muerto ahí, en accidentes de tránsito”.
Así se hace un cuento: Alegría
Margarita García Robayo
Origen y evolución
En una entrevista me preguntaban cuál era la forma que había pensado para este cuento y dije la verdad: quizás quise emular esas cajas chinas que están unas dentro de otras, pero muy apretadas, sin posibilidad de que se salgan, salvo si las destapas y las descubres.
En realidad, este texto lo tenía escrito a medias porque era un cuento más corto y cuando Juan (Casamayor, editor de Páginas de Espuma) me habló del proyecto le dije que tenía un cuento sobre mi país que me había pedido una revista en inglés, para una antología. Al final, no lo mandé, no quedé contenta. Cuando Juan me dice esto se lo envié. Debo decir que acá su trabajo fue fundamental, porque no es que yo le entrara un texto terminado, yo le entregué un texto y él me dijo: Me encanta, me gusta, creo que puede crecer por este lado y este lado”. Tomé esos dos comentarios. Con un buen editor hay evolución, pero nunca algo que realmente te sea útil, y aquí fue todo lo contrario. A veces te dan ideas que son buenísimas, pero que son impracticables para lo que ya tienes pensado. En este caso, Juan detectó un par de situaciones dentro del cuento. Me dijo: Mira, ¿sabes qué? creo que puede crecer por acá y por acá. Yo tenía fragmentos extraídos que tenían que ver con esos dos elementos que, básicamente, era esto de convertir la selva que tenía una presencia tan apabullante, hacerla crecer más como un personaje; esto de la selva como personaje se le ocurrió a él. Un par de ideas sobre cómo podíamos hacer que este material que estaba a medias pudiera crecer por algún lado y, por supuesto, también está mi inteligencia en captar eso. Luego nos íbamos a ver en Guadalajara, pero por problemas de salud no pude ir. Nunca me resultó tan productiva una convalecencia, estaba completamente entregada a pensar en esto que me había dicho, y siento que salió bastante rápido y conseguimos algo que no estaba previsto.
El nombre estaba. A mí lo que me pasa bastante es que el comienzo y el final los suelo tener claros, sé hacia dónde voy y cómo quiero que termine. Casi que me surge primero la última línea que el resto del cuento. El desafío es cómo meter, cómo engordarlo, cómo hacer que esa parte del medio crezca, ahí es donde crece la selva colombiana por esa intervención de Juan.
El logro de la ambivalencia
La ambivalencia es la condición con la que estamos más familiarizados en Colombia y en buena parte de Latinoamérica. La de poder experimentar en simultáneo sensaciones tan opuestas. Parte de la idea del título, que lo tuve antes de empezar a escribir, era porque en realidad es el nombre de un lugar, pero, también, porque yo crecí en Colombia con esta idea de que era el país más alegre del mundo, según no sé qué encuesta o estadística. O de que teníamos el segundo himno nacional más lindo después de la Marsellesa. Pero de estos y otros enunciados, el que más se repetía era el de que éramos el país más alegre del mundo, que esto es un gran vividero, que acá se vive mejor; o sea, todas esas cosas que para mí son como simple y llana autoindulgencia porque vives en un lugar tan violento en muchos sentidos porque, aunque no te toque tan de cerca es violento y se crece con esa sensación de que en cualquier momento todo va a reventar.
Ves a la gente por la calle que dice: Bueno, nos vamos de fiesta porque, total, mañana no se sabe. Esa sensación de que hay que vivir el momento porque no sabes cuánto va a durar es algo que yo tengo muy incorporado en mi recuerdo. De lo que fue crecer en un lugar en el que rápidamente se pasaba de la preocupación o del miedo o del terror que te producía todo lo que estaba pasando a tu alrededor a este naturalizar: ¿Y, ahora, a dónde vamos a ir a comer? Es una gran puesta en escena de la condición de la ambivalencia. Pero, además, de cómo esa especie de resignación irremediable, que no podemos arreglar de ninguna manera de cómo podemos transitarlo de la forma menos perniciosa posible, y de seamos felices; está esa cosa de vamos para adelante, no importa. Encima, me fui a vivir hace como veinte años a Argentina, que es todo lo contrario: todo es trágico, todo es terrible, nos vamos a morir de hambre, esto es un desastre. Justo el extremo contrario, con lo cual cobra mucho más brillo cuando yo me acuerdo de cómo se vivía en Colombia una tragedia infinitamente superior.

La estructura y el narrador
Siento que cada vez nos parecemos más a España. Cada vez nos estamos acercando más, no lo digo como una tragedia, el mundo se hace más global, claro, y los problemas tienden a ser bastante similares. Últimamente estoy pensando más en cómo perfeccionar las formas, los mecanismos, lo estructural. Ya sé que voy a hablar de lo mismo siempre. Las grandes revelaciones no vendrán de mí, pero me interesa mucho encontrar ese mecanismo y ese formato en el que pueda retratarme lo mejor posible y escribir sobre eso que me preocupa, eso que quiero que otros vean y que necesito que lo vean bien. En este caso tuvo que ver mucho la elección del narrador, por ejemplo. Quería que fuera un narrador que estuviera muy por encima de todo, que se pegara mucho a la subjetividad de los personajes, un narrador que supiera mucho más que el lector, mucho más que los personajes, mucho más que todo…
Es una tercera persona que va para adelante, que va para atrás y te hace saltos en el tiempo medio disparatados, a veces. Es un narrador que no pierde el tiempo en detalles, que necesita tener esa perspectiva. Por eso creo que, también, se siente como esa distancia de alguien que está mirando y que está observando y que está diciendo te muevo esta pieza porque necesito moverla para que entiendas esto, te muevo esta otra, salto en el tiempo. Cuando trataba de imaginar este narrador recordé que vi, hace muchos años, muy chiquita, esa película que a lo mejor acá se llamaba de otra manera, yo la vi como Furia de titanes, con un Zeus que tenía como un planetita. Tengo ese recuerdo de que Zeus movía a los personajes: y ahora te va a pasar esto y ahora te va a pasar esto. Yo imaginaba todo el tiempo que era un narrador medio así: ahora vamos a poner a esta en esta situación y le va a pasar esto y esto y esto y esto, o quizás no le pasa nada, mejor hagamos tal. Por eso pongo un narrador que mire de lejos para que tenga más perspectiva y definición de lo que cuenta.
Lo que todo el tiempo estoy tratando es de afinar esa forma, eso que quiero que suceda en la cabeza para después, en el momento de hacerlo, tiene que ser súper expeditivo. Decido sintaxis, narrador, persona, en la cabeza antes de ponerme a trabajar.
Proceso con la ilustradora
Trabajar con la ilustradora fue una cosa espectacular. Yo nunca había trabajado, ni pensé que podía trabajar con alguien un texto mío, me resulta algo tan propio, tan personal, que me resulta algo medio impúdico, incluso. En el primer encuentro que tuve con Paola me dijo que había leído una primera versión y le había encantado. Eso me gustó. Lo que me dijo fue una cosa como de carácter casi esotérico, ampliándome y explicándome mi propio texto. Sentí que su lectura y su interpretación me explicaban a mí misma lo que había escrito. Eso me pareció espectacular. Entonces empezamos a hablar de esto de que creo que sí que fue muy evidente ahí, la sugerencia de Juan de ampliar todo lo que se refería a esa presencia que estaba, quizá, un poco más tímida antes de ese monte que lo rodea todo. En Colombia, no importa la ciudad, siempre hay un monte por todos lados, un escenario selvático, y si no, en tu casa tu mamá planta cosas. Siempre hay una cosa muy apabullante de esa vegetación tan propia de Colombia. Yo recuerdo que la selva a mí me daba miedo, pero también me atraía mucho y decía: Claro, es como una cosa tenebrosa y seductora al mismo tiempo. Es lo que hablábamos de esta especie de ambivalencia que se percibe en todo el libro. Fue una experiencia que nunca había tenido y que atesoraré para siempre, creo que trabajar con la ilustradora aumentó mucho mi propia percepción del texto.
- Alegría. Margarita García Robayo. Ilustraciones: Powerpaola (Páginas de Espuma).
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