Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa: qué opinaban los autores del boom de sus libros y cómo se apoyaban entre sí
Se publica 'Las cartas del boom', un volumen con 207 misivas entre los grandes escritores latinoamericanos. Un excepcional documento literario, intelectual y humano que muestra tanto la ruta de un momento de esplendor creativo como la de la ideas de sus autores. WMagazín, con apoyo de Endesa, se detiene en los pasajes de más crítica literaria
Muy estimado amigo, querido amigo, muy querido, mi querido amigo, viejo querido, maestro, magisterazo, hermano… Así empiezan estas cartas en las que, palabras adentro, Cortázar es solo Julio o “Sumo Cronopio”, Fuentes es Carlos o “Águila Azteca”, García Márquez es Gabo o “el Coronel”, Vargas Llosa es Mario o “Gran Jefe Inca”.
Esta es la historia de la forja de una amistad entre cuatro escritores y de su posterior enfriamiento a través de 207 cartas y algunas postales, telegramas y faxes. Con ellas, los cuatro crearon la crónica en tiempo real de lo que pensaban entre sí de sus libros convertidos en un fenómeno literario llamado boom, y ellos mismos como sus principales autores.
Son las misivas entre el argentino Julio Cortázar (1914-1984), el mexicano Carlos Fuentes (1928-2012), el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) y el peruano Mario Vargas Llosa (1936) reunidas en el volumen impagable Las cartas del boom (Alfaguara). Un gran documento literario y humano de cuatro autores imprescindibles de la literatura, por lo que representan de sí mismos y por haber cambiado el paisaje de la literatura en español y de aún más allá, así como por la gran influencia a su alrededor, y en autores de varias generaciones.
WMagazín publica algunos pasajes de las misivas más literarias, aquellas en las que comentan los libros que ellos van escribiendo y publicando entre los años sesenta y setenta. Las que muestran la ruta del boom, primero sin darse cuenta y, luego, ya conscientes de lo que hacían con sus obras. Como dijo Carlos Fuentes en 1968: “La obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa, y se establece toda una red que corresponde a algo muy real. Porque yo sé que cada uno de nosotros es muy consciente de lo que están haciendo los demás”.
Las cartas del boom es un libro único que revela la parte creativa, intelectual y humana de estos escritores gracias al excelente trabajo de investigación de los editores Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos. Lo que hace especial a este volumen es la ordenación de este epistolario, que logra dar la sensación de una conversación viva entre los cuatro escritores. Dos fueron distinguidos con el Nobel de Literatura (García Márquez en 1982 y Vargas Llosa en 2010) y los otros dos también lo merecían.
Son como adolescentes hablando de lo que les apasiona y enamora. Se oyen sus voces, a veces en voz alta, veloces, pausadas, meditativas, preocupadas por apoyarse entre ellos. Se expresan con sinceridad y franqueza cuando comentan sus obras.
Ese orden de las cartas convierte a los lectores en testigos del entusiasmo, la alegría, las dudas, las penurias y los avatares que viven los creadores de obras como La región más transparente, Cambio de piel o La muerte de Artemio Cruz (Fuentes), Rayuela y los cuentos de Famas y cronopios (Cortázar), El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad o El otoño del patriarca (García Márquez) y La ciudad y los perros, La Casa Verde o Conversación en La Catedral (Vargas Llosa).
Las cartas del boom muestra cómo evoluciona una amistad, cómo la admiración se transforma en diferentes grados de afectos y sentimientos, cómo el formalismo inicial da paso a la confianza, al humor y a la complicidad. Cómo la identidad individual se va reconociendo en la de los otros, en lo colectivo, hasta aflorar la fuerza interior que llevan desde América Latina en el peregrinaje por diferentes ciudades y países.
Carlos Fuentes abre este volumen con una misiva del 16 de noviembre de 1955 a Julio Cortázar y lo cierra con otra del 14 de marzo de 2012, dirigida a García Márquez, para felicitarlo por su 85 cumpleaños. Pero la verdad es que el gran flujo de cartas llega hasta mediados de los años setenta cuando García Márquez publica El otoño del patriarca y Fuentes Terra Nostra, momento que se considera como el fin del boom. El caso Padilla, de 1971, durante el castrismo en Cuba, empezó a fragmentar la solidez del grupo. Y fue el puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez, en el vestíbulo de un cine mexicano, el 12 de febrero de 1976, lo que puso el punto final.
Esta presentación queda clara en la introducción del libro:
“Como cualquier juego, Las cartas del Boom tiene unas reglas de participación. Es el cumplimiento de ellas sin exclusión lo que creemos que explica la costumbre de empezar a contar el Boom con este cuarteto. Las reglas son, de nuevo, cuatro:
- Escribieron novelas totalizadoras.
- Forjaron una sólida amistad.
- Compartieron una vocación política.
- Sus libros tuvieron una gran difusión e impacto a nivel internacional”.
WMagazín se detiene en algunas de las partes más literarias de Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. En la mirada crítica y sincera que intercambiaban sobre sus libros, la mirada de grandes lectores entusiastas, la mirada de seres privilegiados que ven el proceso de creación de algunas obras de sus amigos, la mirada afectuosa de quienes se acompañan, corrigen e impulsan unos a otros.
La región más transparente
7 de septiembre de 1958. De Cortázar a Fuentes:
“Usted ha incurrido en el magnífico pecado del hombre talentoso que escribe su primera novela: ha echado el resto ha metido un mundo en 500 páginas, se ha dado el gusto de combinar el ataque con el goce, la elegía con el panfleto, la sátira con la narrativa pura. No tengo el prejuicio de los ‘géneros literarios’: una novela es siempre un baúl en el que metemos un poco de todo. Pero, Carlos, salvo para los que conocen como usted su México, todo el comienzo del libro, con sus entrecruzamientos, sus flashbacks, sus asomos de personajes rápidamente escamoteados hasta muchas páginas después, provocan no poca fatiga y exigen una cierta abnegación del lector para salir
finalmente adelante”.
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29 de octubre de 1962. De Cortázar a Fuentes:
“De Aura ¿qué te voy a decir con palabras? Es tan maravilloso que cuando Aurora y yo acabamos de leerlo, la misma noche, nos quedamos mirándonos y no se nos ocurrían más que palabras vacías. Desde la primera línea te apoderas del lector, lo privas de todo recurso, lo embarcas en esas aguas negras, en esa increíble atmósfera del relato. Siempre me gustaron tus cuentos, pero este yo creo que va mucho más allá, entra en esa dimensión a la que solo acceden los más grandes, un Poe o un Nerval. Hacía muchos años que no leía un relato tan hermoso”.
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Rayuela
18 de enero de 1964. De Fuentes a Cortázar:
“Sí, escribiré un ensayo porque tengo que hablarles a los demás de Rayuela, lo publicaré, te lo enviaré, quizás te interesen algunas ideas bien puliditas y expresadas sin falta de sintaxis en las que intente ordenar la experiencia de tu libro magistral, pero habré asesinado un poco la vida de tus páginas (y su no-vida, tan importante también), y casi lloraré porque sacrifico a Talita y a Manú, a la Maga y Hhhhholiveira al referirme a ellos en un ensayo literario, hoprobioso, hinnecesario, hortográfico. ¿Y cómo voy a seguir escribiendo mi nueva novela sin que en ella aparezcan las presencias de Rayuela, los primeros seres liberados de la novela latinoamericana, cómo voy a hacer para que mi Ligeia no diga que cuando vivió en Buenos Aires conoció a Talita o la vio tomando un té con masas? No sé, no sé, no sé. Qué frío bárbaro hace, dijo Oliveira”.
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La ciudad y los perros
24 de febrero de 1964. De Fuentes a Vargas Llosa:
“Acabo de terminar La ciudad y los perros, y me cuesta trabajo escribirte y saber por dónde empezar. Siento envidia, de la buena, ante una obra maestra que, de un golpe, lleva la novela latinoamericana a un nuevo nivel, y resuelve más de un problema tradicional de nuestra narrativa. Hablaba con Cohen en Londres y coincidíamos en que el futuro de la novela está en América Latina, donde todo está por decirse, por nombrarse, y donde, por fortuna, la literatura surge de una necesidad y no de un arreglo comercial o de una imposición política, como tan a menudo sucede en otras partes.
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Boom
29 de febrero de 1964. De Fuentes a Vargas Llosa:
“Ahora, al leer una detrás de la otra El siglo de las luces, Rayuela, El coronel no tiene quien le escriba y La ciudad y los perros, me siento confirmado en este optimismo: creo que no hubo el año pasado otra comunidad cultural que produjera cuatro novelas de ese rango”.
7 de abril de 1964. Vargas Llosa a Fuentes:
“Yo también creo que el foco neurálgico de la narración está hoy en América Latina y que ahí tienen que nacer la energía, los mitos, los procedimientos capaces de salvar el género, que aquí en Europa todos parecen decididos a liquidar de un modo o de otro. De veras consterna leer las novelas francesas contemporáneas: son de una frivolidad irritante y uno sale de ellas medio asfixiado de aburrimiento. (…) Decididamente no, de ninguna manera podemos admitir que estos babosos hagan con la novela lo que hicieron con la pintura”.
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La casa verde
30 de julio de 1966. De García Márquez a Fuentes:
“Te decía que leí La casa verde. Es estupenda, y Vargas Llosa tiene ya un pulso de escritor grande, que va para largo. Quiero insistir en esto, porque la crítica aquí no le es favorable: no lo entienden. Lo acusan de confuso, difícil, costumbrista, vacío y mil idioteces más, y es porque este libro carece de la espectacularidad del otro, pero es más denso y amplio, y mucho más maduro. A mí me gustaría que los cabrones gacetilleros se sentaran a escribir un libro para que sepan cómo es la cosa y no hablen tan a la ligera”.
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Tres tristes tigres
2 de junio de 1967. De Cortázar a Fuentes:
“Acabo de leer Tres tristes tigres. Curioso libro, lleno de cosas magníficas, pero totalmente fracasado como estructura novelesca, como libro. El ingenio es el peor enemigo del talento a veces, y en este caso Cabrera Infante no ha podido resistir al casi infernal ingenio que lo habita. Ahora que lo pienso, caigo en la misma opinión que yo mismo les reprocho a muchos críticos de Rayuela, empecinados en preferir los capítulos esencialmente dramáticos y novelescos, dejando de lado el resto; en Tres tristes tigres los capítulos novelescos (todos los que se titulan «Ella cantaba boleros») me parecen lo mejor del libro. ¿Y si me equivocara? ¿Por qué hacer con el libro de Cabrera lo que no me gusta que hagan con el mío? En todo caso la novela tiene materiales estupendos y gentes como tú y yo («cosmopolitas de la cultura», como sabes, tránsfugas de lo telúrico) gozan enormemente con el complicado sistema de alusiones, juegos de palabras, citas y boomerangs en diversos idiomas y planos mentales. Ya me dirás lo que te parece”.
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2 de julio de 1967. De Fuentes a García Márquez y Cortázar:
“Maestro y arcángel. Tu carta acaba de llegar, y yo andaba como chapulín sobre las brasas, a punto de achicharrarme de ganas de escribirte, pero dispuesto a pasar cien años de ansias averiguando tus sucesivos paraderos, y yo con la buena nueva en la punta de la lengua:
CIEN AÑOS DE SOLEDAD ES UNA OBRA MAESTRA. Y como no te lo podía decir a ti, he aquí que en cuanto terminé, afiebrado, conmovido hasta la raíz, deslumbrado, tu
libro, me senté a escribirle a Julio Cortázar porque iba a estallar si no hablaba con alguien que me lo entendiera todo y quizás lo mejor es que te transcriba la carta a Julio y santas pascuas”:
“Querido Julio:
Te escribo por la necesidad imperiosa que siento de compartir un entusiasmo. No sé dónde anda en estos momentos Gabriel García Márquez, y puesto que no puedo escribirle al autor, te escribo a ti, a quien todos debemos tanto (ese TANTO indefinible que es un aire nuevo, un campo más ancho, una constelación que se integra). Acabo de leer Cien años de soledad y siento que he pasado por una de las experiencias literarias más entrañables que recuerdo. (…) Tengo la impresión de haber leído algo así como el Quijote latinoamericano: un Quijote atrapado entre las montañas y la selva, sin campos que recorrer, un Quijote enclaustrado que por ello tiene que inventar el universo a partir de sus cuatro paredes derruidas. Qué maravillosa re-invención del mundo a partir de esa re-invención de los inventos. (…) los Buendía, como don Quijote, solo existen a partir de la literatura, pero la literatura se convierte en la realidad superior porque es capaz de dar vida a los Buendía”.
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2 de diciembre de 1967. De García Márquez a Vargas Llosa:
“Hermano:
¡Eres un bárbaro! Acabo de leer tu nota sobre Cien años —reproducida por El Espectador, de Bogotá, pues nunca recibí Amaru— y estoy sencillamente abrumado. Creo que en el mundo de la amistad se vale un poco de generosidad, ¡pero no
tanta, viejo! Es lo mejor que he leído sobre la novela, y ahora no sé muy bien dónde meterme, en parte agobiado, y en parte avergonzado, y en parte muy jodido por no saber qué hacer con esa papa ardiente que me has tirado”.
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Conversación en La Catedral
24 de noviembre de 1970. De Fuentes a Vargas Llosa:
“De nuevo, Mario, mis felicitaciones y admiración por tu Conversación en La Catedral. Creo que no solo es tu mejor libro, sino la única gran novela política que se ha escrito en castellano. Pienso hacer una edición ampliada de mi ensayito sobre la novela e incluir un largo ‘papel’ sobre tu libro, sobre 62 y sobre Donoso. Aquí, como en todo el continente, los ataques arrecian, y desde luego la literatura es un pretexto para arremeter contra los escritores críticos e independientes”.
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Despedida
14 de marzo de 2012. De Carlos Fuentes a Gabriel García Márquez:
“Muy querido Gabriel:
¡Felicidades por tus 85!
¡Pensar que nos conocimos hace medio siglo!
Nuestras vidas son inseparables.
Te agradezco tus grandes libros.
Tu cuate,
Carlos Fuentes”.
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Uno de los aspectos más bonitos, y hasta reveladores, de Las cartas del boom es ver el lado más humano de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa a través de sus facetas creadoras, de la búsqueda incansable de la belleza en sus obras. Conmueven sus nervios, sus dudas, sus preocupaciones literarias y personales, sus sacrificios. Es una radiografía entrañable de la forja de sueños seguros y temblorosos, a la vez. Esos mismos sueños que siguen haciendo soñar a millones de lectores en todo el mundo. ¡Gracias!
Pero en cuyo trayecto pasan muchas cosas, como le contó García Márquez a Vargas Llosa, el 1 de octubre de 1966, en el proceso de Cien años de soledad, luego de que el autor peruano le contara que estaba varado en la escritura de Conversación en La Catedral:
“Mi querido Mario:
No te ases más la mollera. La carta la mandé a Lima bajo sobre de José Miguel Oviedo con el ruego de que te encontrara a toda costa. (…)
Mi neurosis va más lejos. Cuando estoy escribiendo no puedo trabajar en nada más, aunque mi esposa y mis hijos se mueran de hambre. Me siento a la máquina a las nueve de la mañana y escribo sin interrupción hasta las cuatro de la tarde. A esa hora, con la cabeza como un bombo no tanto por el cansancio como por el cigarrillo, almuerzo cualquier cosa y trato de dormir hasta las seis. Luego empiezo a pensar en el plan de trabajo del día siguiente, tomando notas, hasta después de la media noche. Para no interrumpir el ritmo, he copiado capítulos enteros sin necesidad cuando materialmente no me sale nada nuevo o tengo pereza de escribir. Más aún: siempre tengo que escribir en tiempos de calor. Cuando llega el frío, se me bloquea el cerebro y todo se va al diablo. No he podido adquirir la cachaza de Fuentes, que es capaz de escribir sentado en una cuchilla de afeitar. De modo que entiendo muy bien lo que me dices. Sin embargo, tienes la suerte de estar ahora en una ciudad que, por razones misteriosas, es la mejor para escribir, aparte de ser, para mi gusto, la mejor del mundo. Yo llegué allí en plan turístico, y algo me obligó a encerrarme en un cuarto donde materialmente se levitaba en el humo del cigarrillo, y escribí en un mes casi todos los cuentos de la Mamá Grande. Perdí el viaje y me gané un libro. Estoy seguro de que, una vez pasado el desconcierto inicial, te sucederá lo mismo”.
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Magnífico y entretenido leer estas cartas entre amigos escritores que escriben sus inquietudes y emociones los unos a otros.
Muy interesante y de aprendizaje literario leer estás cartas de tan ilustres escritores latinos