Daniela Tarazona llama a rebelarse contra el mundo digital que comercia y etiqueta las emociones
La escritora mexicana recibe el premio Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL de Guadalajara, por su novela 'Isla partida', con un discurso en el que alerta de "la amenaza de un sistema que comercia con las emociones y nos arrebata la capacidad de elegir, de desear, y nos aleja de lo que somos para esterilizar nuestra vida interior". Lee el discurso en WMagazín, con la colaboración de Endesa
Presentación WMagazín «Vivimos una época extraña. La tecnología provoca que nuestras emociones sean etiquetadas como mercancía y ocurre lo mismo con la literatura». Alrededor de esta idea la escritora mexicana Daniela Tarazona dio su discurso de aceptación del Premio Sor Juana Inés de la Cruz, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), por su novela Isla partida (Almadía). Se trata, según el jurado, de una “novela en donde conviven la poesía y sus significados”. “La estética de Daniela Tarazona apela a lo profundo, al poder de la evocación en la literatura. Magnífica, difícil, plena de emoción y significaciones, de deslizamientos por las pendientes de la cordura y la locura literarias; partida en dos y reconstruida con los pespuntes de la escritura”. El galardón reconoce a la autora de una novela publicada originalmente en español y entrega 10.000 dólares. El premio lo recibió el 30 de noviembre.
WMagazín publica el discurso de Daniela Tarazona:
La diferencia entre el autor y el narrador y la defensa del individuo ante el mundo digital
Por Daniela Tarazona
Quiero dedicar este premio a mi madre: a ti, María Eugenia, con amor infinito y por nuestros ojos que se parecen.
El principio de estas líneas se remonta al comienzo de noviembre, cuando me encuentro en casa, rodeada de las pocas pertenencias que trajimos a España. Con el paso de los días, las palabras mutarán.
He estado pensando en las transmutaciones: el viaje de la autoría hacia sus otras identidades desdobladas; de la responsabilidad del texto en los ojos de la persona histórica que lo escribe y de cómo esos ojos asimilan la identidad de quien narra. Isla partida ha sido para mí el cruce de estas aguas. Soy la responsable de sus páginas y soy, también, el cuerpo que fue habitado por su voz narrativa. Ahora que, a veces, se confunde la responsabilidad de la autoría con el desempeño de una voz dentro del texto, considero importante detenerme para observar la diferencia.
Puedo envilecerme cuando escribo, ser cruel, regodearme en la desgracia de los personajes, mirar con ojos horribles alrededor, porque mi narradora no soy yo. Y puedo prepararme el desayuno, mirar por la ventana del pasillo a los vecinos: la autora que soy sabe espiar a los demás. Isla partida es un testimonio y una ficción. No soy una escritora ejemplar, no me ha interesado dar lecciones de conducta a través de mis libros. En cualquier caso, me he empeñado en desobedecer, en la medida de mis posibilidades. ¿Por qué la literatura tendría que suscribir el buen comportamiento y lo que se impone como el sano juicio? Vivimos una época extraña. La tecnología provoca que nuestras emociones sean etiquetadas como mercancía y ocurre lo mismo con la literatura. Si puedo decir algo como esto y resulta escuchado por ustedes, lo haré. Entonces, digo: Tenemos que rebelarnos contra estas etiquetas reguladoras de nuestros comportamientos. Lo que sentimos tiene que escapar de las pantallas, tiene que irse de allí, darse a la fuga para desconocer las normas que establecen, por ejemplo, los hashtags, porque los Trending Topics son mensajes de la poca elipsis contemporánea. La humanidad está en otro sitio. Estas ideas también reverberan en el ánimo de la protagonista multiplicada de Isla partida. Ella siente la amenaza de un sistema que comercia con las emociones de las personas, que manipula y nos arrebata la capacidad de elegir, de desear, y nos aleja de lo que somos para esterilizar nuestra vida interior.
Cuando me avisaron que había resultado ganadora de este premio -el primero en mi vida- estaba dentro de un edificio antiguo, en Madrid, en el barrio de Chueca: bajé las escaleras alrededor de la herrería que resguardaba el camino vertical del elevador y me quedé en la entrada, del otro lado de la puerta que daba a la calle. Tras recibir la noticia, apenas podía hablar. “Gracias, muchas gracias y muchísimas gracias”, debo haber dicho unas siete veces.
Confieso que pasé un par de días con las neuronas exageradas. Veía o veo aquí -no sé si el texto habrá mutado- personas extrañas demasiado cerca. Sucede que algunas de mis neuronas reaccionan en exceso. Son medio prehistóricas y ultra vintage. La protagonista de Isla partida, que no soy yo, observa delirios y se pregunta sobre ellos a través de los recuerdos; ella es testigo del fin de un mundo. Su memoria ilumina la percepción del entorno que se halla descoyuntado: ya nada significa de la misma manera, las palabras han sido tomadas al mismo tiempo que los cuerpos -hay una nueva lingüística- frente al caos, ella viaja a la isla y también hacia el pasado, porque su trama emocional se ha anudado en los ojos de sus ancestras. No sería la misma si ellas no hubieran sido quienes fueron. Por eso, la novela también es un registro de las herencias que no somos capaces de ver. Lo que vivieron nuestros antepasados nos constituye. Ella expresa su vida individual a través de su devenir múltiple y su identidad en continuo desplazamiento. Ella representa multitudes.
Eso que puede mirarse como “desequilibrio” en la novela: su no linealidad, la velocidad interrumpida, se constituye por fragmentos, por secuencias rotas o miradas desviadas, porque nuestra identidad es una suma desordenada de imágenes, sueños y vivencias, como el propio pulso del pensamiento en estado de alerta, al fin y al cabo ¿no somos, los cuerdos y los locos, seres de la misma especie? Sí. Y nuestra locura conjunta es la construcción de un mundo habitable.
La deriva hacia una sociedad uniforme en la que seamos puros e idénticos aparejada al olvido de nuestra riqueza interior, que va de lo horrendo a lo sublime, sólo nos acarreará sufrimiento. No somos correctos. No podemos ser lo que no está en nosotros, pero sí lo que guarda nuestro corazón: seamos la ferocidad y la falla, la desorientación y la pregunta. Seamos el lenguaje, ese animal perseguido que aparece y desaparece.
Escapar del mundo circundante para regresar más alegre, menos envilecida o más infame, según se presente la necesidad, son mis feroces motivos literarios -y son vitales-. Suelo escribir de a poco, de cuando en cuando, entre las sombras, casi a escondidas, como una criatura que resguarda su alimento. Alguna parte de mi mente piensa que escribo en secreto.
Me siento honrada por recibir este reconocimiento tan prestigioso. Es un sueño cumplido. Saber que Isla partida se incluye en el conjunto de obras magníficas, de extraordinarias escritoras que han trascendido al tiempo, es para mí un orgullo. Obtener el premio que lleva por nombre el de Sor Juana Inés de la Cruz, me asombra y me anima en igual medida.
La novela fue revisada en el taller del que soy parte: “El ranchito”. José Pulido, Maricela Guerrero, Ana Negri, Rodrigo Flores, Karen Plata y Miguel Navarro me extendieron con generosidad sus observaciones sobre ella. Las mejores experiencias suelen ocurrir entre poetas. Y ellos son poetas.
Décadas atrás, en mis años universitarios, tuve la fortuna de asistir a las clases de Gloria Prado, Hugo Gola, José Ramón Alcántara, Julieta Chufanni y Gloria Vergara. Luego, gracias a la buena fortuna, pude encontrarme en Salamanca a Francisca Noguerol.
Agradezco a ellos sus enseñanzas. Quiero agradecer, además, a Almadía, por haber publicado esta novela: a Paty, Gustavo, Guillermo, Vania y a las Aris, que son dos estrellas. Y a Will Evans, editor de Deep Vellum, por creer en mis libros. A Verónica Flores, mi agente literaria y a su equipo de trabajo por su dedicación a lo largo de estos años.
Gracias a mi padre, a mis hermanos, a mis tíos, a mis primos, a mi familia entera. Gracias, Pepe, por tu amor.
Gracias a la Universidad y a la Feria del Libro de Guadalajara por convocar este premio. Gracias a Sara Poot Herrera, Andrea Jeftanovic y Daniel Centeno, quienes eligieron Isla partida y gracias a todas las islas que tengo ahora frente a mí escuchándome. Nos vemos a la salida.
- Isla partida. Daniela Tarazona (Almadía).
Daniela Tarazona (1975) es autora de El animal sobre la piedra (México, Almadía, 2008 y Argentina, Entropía, 2011). En 2012 publicó su segunda novela, El beso de la liebre (Alfaguara), finalista del Premio Las Américas (Puerto Rico) en 2013. En 2020 dio a conocer el libro Clarice Lispector. La mirada en el jardín, en colaboración con Nuria Mel (Lumen). Su novela más reciente es Isla partida, publicada por Almadía en 2021. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés y checo. Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores y miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En 2011 fue reconocida como uno de Los 25 secretos literarios de América Latina por la FIL Guadalajara.
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