El arte de decir adiós: importantes escritores, cineastas, artistas, músicos y deportistas se despiden
Tres grandes escritores y un director de cine anunciaron su retirada progresiva: Mario Vargas Llosa, John Banville, John Irving y Martin Scorsese. En la música lo hizo Joan Manuel Serrat, mientras Bob Dylan y los Rolling Stones insinúan sus últimas giras. Recordamos diferentes clases de despedidas: desde las silenciosas hasta las programadas por capítulos
“Los dioses, amablemente, nos regalan un primer verso, pero, a nosotros, nos corresponde dar forma al segundo, que debe resonar con el otro”, dijo Paul Valéry. Es lo que hacen los poetas y demás creadores quienes, a su vez, cuando ven que las palabras ya no resuenan con la siguiente, como debe ser, empiezan a pensar en cuándo dejarán de hacer lo que aman y les da la vida con la que crean mundos literarios. Los penúltimos en expresar su adiós a la escritura, o su intención, en 2023´, fueron el Nobel peruano Mario Vargas Llosa (86 años), el estadounidense John Irving (81) y el irlandés John Banville (78). Siguen la ruta de anuncios que hicieron, en 2012, el Nobel de Literatura húngaro Imre Kertész; en 2014, el gran autor estadounidense Philip Roth (1933 – 2018); y, en 2015, la Nobel canadiense Alice Munro.
En otras artes, han avistado su despedida el director de cine Martin Scorsese (81), la galerista española Juana de Aizpuru (89) y en la música lo hizo Joan Manuel Serrat (80) y la anunciaron los cantes urbanos Daddy Yankee y Nicky Jam. Mientras tanto, grandes artistas mayores de 70 años como Bob Dylan, Bruce Springsteen y los Rolling Stones insinúan, cada dos por tres, que harán sus últimas giras. En los últimos años, la salida más artística y pensada, a la altura de su arte, la hizo David Bowie, el 8 de enero de 2015, cuando lanzó Blackstar y murió dos días después.
La gracia de los dioses hacia los creadores no es por siempre, ya sea por motivos físicos de los autores o, simplemente, porque el soplo de inspiración se desvanece antes de llegar a sus oídos. La pregunta es si un verdadero autor puede dejar de escribir y abrazar la jubilación voluntariamente. Si un cineasta, un actor, un artista, un músico llevan bien su retirada.
Diez clases de despedidas
El saber decir adiós es todo un arte. No es fácil encontrar el momento idóneo para una retirada a tiempo y digna, que no siempre se consigue. Hay creadores y deportistas que prolongan demasiado su retirada hasta convertirla casi en una agonía pública. Hay varias clases de despedidas:
- Silenciosas. Es el caso de la gran mayoría de autores al ver, entre otras razones, cómo los abandona el talento y deciden dejar de publicar para conservar su nombre en buen lugar y no eclipsarlo con obras por debajo de su nivel. Buscan una salida digna.
- Enigmáticas. Es el grupo más misterioso: autores que publican jóvenes o relativamente jóvenes, una o tres obras espléndidas o tienen una carrera corta y callan. Son paradigmáticos y legendarios los casos de los escritores Arthur Rimbaud, Harper Lee, Juan Rulfo, J. D. Salinger, Carmen Laforet. Un tema al que Enrique Vila-Matas dedicó su libro Bartleby y compañía. En el cine, dos de los casos más significativos son los de las actrices Greta Garbo, que entró en el silencio en mitad de su gloria, y Shirley Temple, que se retiró con 22 años.
- Reacias a la realidad. Son las personas que ven cómo disminuyen sus cualidades creativas, pero insisten en demostrar que aún pueden seguir creando obras de calidad, pero, la realidad, es que el resultado suele ser cada vez peor. En los últimos años lo escenifican mucho grandes glorias de la música como Bob Dylan, Bruce Springsteen, Iggy Pop, Rolling Stones…
- Los incumplidos o arrepentidos. Son quienes anuncian su retirada y no la cumplen. En literatura está la Nobel canadiense Alice Munro, que en dos ocasiones (2006 y 2015) dijo que, probablemente, no volvería a escribir; desde entonces ha publicado tres volúmenes de cuentos y obtuvo el Nobel en 2013. En cine es el caso de Clint Eastwood como director, que, con 78 años, dijo en 2008, que Gran Torino sería su última película. Desde entonces ha dirigido seis más.
- Adioses por capítulos. Son los autores que con edades avanzadas dicen que no van a hacer más proyectos largos porque les requiere mucho tiempo y energía, y prefieren centrarse en obras más cortas. En literatura está el estadounidense John Irving, y en el cine Martin Scorsese.
- Las dudosas. Son aquellos creadores que, tras acabar una obra, terminan tan exhaustos que creen que no podrán acometer otra más de ese nivel y hablan de que será lo último que hayan hecho. En este grupo podría incluirse a Javier Marías (1951-2022), que lo expresó varias veces, como en 2007, cuando terminó su ciclo novelístico Tu rostro mañana, que le requirió casi diez años de escritura, y con Berta Isla (2017).
- Idas y venidas. Hay autores y creadores que nunca anuncian nada, pero callan durante largo tiempo y vuelven. En literatura está el caso de Ramiro Pinilla y en el cine el actor Daniel Day-Lewis, cuya última película ha sido El hilo invisible (2017)
- Los obligados. Son los autores que por circunstancias ajenas a su voluntad dejan de crear por un accidente o una enfermedad. Es el caso del mexicano Sergio Pitol (1933-2018) y del argentino Ricardo Piglia (1941-2017).
- Adiós en lo alto. La de importantes autores que con anuncio o no de retirada dejan su oficio tras una aplaudida trayectoria. Por ejemplo, Milan Kundera.
- Resucitados involuntarios. Los que se retiraron a tiempo, pero sus herederos, albaceas y/o editores se empeñan en prolongar su retirada con inéditos póstumos, como ocurrió con Harper Lee, cuando se editó el primer manuscrito de su única novela, Matar a un ruiseñor. O con Gabriel García Márquez que, al parecer, no consideró acabada y no publicó una novela corta que este 2024 se edita, En agosto nos vemos (Random House).
La procesión va por dentro
Lo cierto es que el tiempo se agota para todos. La gracia de los dioses no es infinita, y lo que ellos dan es solo el comienzo de un juego, como lo dice Paul Valéry, en su reflexión completa:
“Los dioses, amablemente, nos regalan un primer verso así por nada; pero a nosotros nos corresponde dar forma al segundo, que debe resonar con el otro, y no ser indigno de su antecesor sobrenatural. No son demasiados todos los recursos de la experiencia y de la mente para hacerlo comparable al verso que fue un regalo”.
Pero quienes más anuncian su retirada son los grandes deportistas y bailarines de ballet clásico. Saben, desde que entran en ese mundo, de su pronta retirada debido a que las condiciones físicas de alto rendimiento suelen acompañarlos hasta rondar los 40 años. Uno de los episodios más emotivos lo protagonizó el tenista suizo Roger Federer, en 2022 y, ahora, lo hace el tenista español Rafa Nadal que pospone su retirada, por motivos físicos, desde hace un par de años, y que se ha dado este 2024 como el año clave para ver cómo reacciona su cuerpo.
Todos sueñan con una retirada a tiempo, buscan ser recordados en su mejor momento. Temen el vacío que puedan sentir tras abandonar lo que aman con devoción y les ha dado la vida.
Uno de los autores que mejor ha contado estos finales es Geoff Dyer en Los últimos días de Roger Federer y otros finales (Random House). Es una antología de historias de grandes nombres y sus despedidas que se lee como una mezcla de emoción, nostalgia y alegría por lo que hicieron y, sobre todo, por cómo enfrentan su adiós esas personas en quienes un dolor emocional profundo es inevitable. Dyer reconstruye esos finales de manera exhaustiva, con delicadeza, respeto y muchas reflexiones sobre el arte, la entrega, la búsqueda de la excelencia, el amor y la pasión de lo que se hace y a las marejadas de sentimientos encontrados cuando ellos empiezan a vislumbrar que el tiempo se acorta. Que el adiós es inevitable.
Milan Kundera escribió en La insoportable levedad del ser: “Si el eterno retorno (la idea de Nietzsche) es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad”.
Así fueron sus anuncios de despedidas
Todo final es un comienzo, y todo comienzo es un final, lo dejan claro las motivaciones de algunos de los escritores cuando han anunciado sus despedidas. Y, de paso, dejan una gran pincelada de su autorretrato personal y creativo:
Imre Kertész, el Nobel húngaro, dejó claro en noviembre de 2012 el porqué de su adiós a la literatura y confirmó cuál era su objetivo literario: “Ya no quisiera escribir. La obra que está tan relacionada con el Holocausto ha concluido para mí”.
Philip Roth fue muy sincero en su anuncio de despedida, en 2014, y reveló por qué es uno de los escritores más relevantes del último medio siglo: “Sé que no voy a escribir tan bien como antes. Ya no tengo energía suficiente para soportar la frustración. La escritura es frustración, es una frustración cotidiana, ni hablar de humillación. Es como el béisbol: se falla un 75% de las veces. Ya no puedo afrontar más esos días en que escribo cinco páginas y las tiro. Es algo que ya no puedo hacer”.
Alice Munro expresó, en 2015, sus intenciones: “Estoy muy contenta. No es que no ame la escritura, pero uno llega a una fase en la que piensa diferente”.
John Banville había insinuado en varias ocasiones que pronto dejaría de escribir sus novelas más literarias. En febrero de 2023, en entrevista a Javier Ors, para el diario español La Razón, con motivo de la presentación de su novela Las singularidades (Alfaguara), el autor irlandés dijo: «Tengo setenta y siete años, y tardé entre cinco y seis años en escribir este libro. Me he dado cuenta enseguida de que esta sería mi última novela de este estilo que voy a escribir. Quizá siga con la serie policíaca, que me exige menos esfuerzo, pero no creo que vaya a embarcarme de nuevo en un proyecto así de complejo. Por eso quería resumir la obra de mi vida en una historia. He alcanzado determinada edad y ya me observo para ver si empiezo a perder las palabras. Hasta ahora no ha sucedido, pero llegará un día en que me costará encontrarlas. Sería una tontería zambullirme en un proyecto y no poder acabarlo porque soy mayor. Eres joven y los jóvenes contempláis todo desde otro lado, pero te diré que a partir de los cuarenta años se envejece mucho más rápido de lo que crees».
John Irving reveló en una video entrevista por su reciente y voluminoso novela El último telesilla (Tusquets), en otoño de 2023: “No es una novela de despedida en absoluto, de hecho, ya he escrito 14 capítulos de la siguiente. Trabajo cada día. Es una despedida de la última novela larga, son de estas de las que me despido. Tengo esperanzas y la intención de seguir escribiendo. La alternativa a morir es ser viejo y a mí me gusta mucho hacerme viejo, me siento muy afortunado por no estar muerto».
Mario Vargas Llosa, pocas semanas después presentó su reciente novela Le dedico mi silencio (Alfaguara) como su última novela y luego, en una entrevista con Andrea Aguilar, en el diario español El País, se despidió de las columnas de opinión donde desvela sus motivaciones. A la pregunta que funde sus dos facetas, “En más de una ocasión ha defendido que el periodismo es un ‘complemento inseparable de su vocación literaria’, algo que le ha permitido mantener una conexión con el mundo real. Pero, ¿de qué manera siente que ha influido su trabajo como novelista en su producción periodística?”, Vargas Llosa respondió:
“Es más fácil decir cómo ha influido el periodista en el novelista que al revés. Para poder escribir novelas yo he necesitado siempre tener un pie en la actualidad. Yo no soy un escritor de literatura fantástica, sino realista, y además el hecho de vivir tantas horas, todos los días, embebido en la ficción, ha significado la necesidad de salir de ese mundo de imaginación y ver, tocar, el mundo real, salir de la torre de marfil. Seguramente ser novelista aporta algo a la hora de escribir columnas, porque el novelista tiene una cierta sensibilidad al ver la actualidad, y eso debe reflejarse de alguna manera”.
Y a la pregunta de si un autor puede retirarse como escritor, el Nobel de Literatura contestó: “No, seguramente uno sigue soñando novelas cuando deja de escribirlas. Y sigue leyéndolas, por supuesto. Por ejemplo, ahora estoy releyendo Madame Bovary, aunque por primera vez en español”.
A pesar del dolor o de la nostalgia que puedan sentir, los creadores siguen escribiendo o creando sus mejores obras en su mente. Son como el gran protagonista de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, que cierra su magistral historia así: “Allá arriba, junto al camino, en su cabaña, el viejo dormía nuevamente. Todavía dormía de bruces y el muchacho estaba sentado a su lado contemplándolo. El viejo soñaba con los leones marinos”.
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