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Detalle de la portada de ‘El buen soldado’, de Ford Madox Ford, en Sexto Piso.

Esplendor de los clásicos en nuevas traducciones y ediciones: Safo, James, Greene, Woolf, Ibsen, Alcott, Madox…

La edición española sigue su tarea de actualizar obras del canon. Los invitamos a leer o releer con versiones del siglo XXI libros como 'El final del affaire', 'El buen soldado', 'Mujercitas' o el Teatro de Ibsen y los Cuentos completos de James

Los libros clásicos siempre son la mejor compañía. Ya no solo porque cada vez que se leen parecen un libro nuevo e iluminan aspectos que antes no se habían visto, sino que ofrecen otra mirada sobre el mundo. Además, es una doble celebración cuando vuelven a las mesas de novedades en nuevas traducciones o ediciones acompañadas de estudios de expertos. Y en España esto sucede cada vez más y con obras que se traducen directamente del idioma original.

Varios libros clásicos coinciden esta temporada con estas características, desde el teatro de Ibsen traducido directamente del noruego o Safo en versión de Anne Carson, hasta El buen soldado, de Ford Madox Ford, a cargo de Victoria León; El final del affaire, de Graham Greene, por Eduardo Jordá; los Cuentos completos de Henry James en edición de Eduardo Berti; Mujercitas, de Louisa May Alcott, con prologo de Elena Medel; o la recuperación de Un cuarto propio, de Virginia Woolf.

Los invitamos a disfrutar de grandes obras de la literatura con la mirada del siglo XXI:

'Cuentos completos (1895-1910)', Henry James

Concluyó uno de los proyectos literarios más ambiciosos: el tercer y último volumen de los Cuentos completos de Henry James (1843-1916), con edición a cargo de Eduardo Berti. Se trata del periodo en el que el maestro James, como recuerda la editorial, «terminó de plasmar algunas de sus mayores innovaciones en materia de estrategias y puntos de vista, y en la que se aprecia una madurez con claras señales de ‘cierre’ o ‘balance».

Conocido más por sus grandes novelas, Henry James fue un cuentista excelente y singular. «Si para muchos autores el cuento era una especie de problema o enigma a solucionar, el singular abordaje de James da mucho más peso a los personajes, con sus peculiaridades, contradicciones, hasta lograr obras maestras como «La figura en la alfombra o La bestia en la jungla«.

'El buen soldado', de Ford Madox Ford

En vísperas de la tragedia de la Primera Guerra Mundial Ford Madox Ford (Inglaterra, 1873-Fracia, 1939) sitúa la tragedia de dos matrimonios «perfectos».  Una obra muy recordada por los lectores desde su primera línea, «Esta es la historia más triste que he oído», y por los escritores al tener una estructura muy original con un narrador no fiable en primera persona y el recurso de los flashbacks sin ningún orden cronológico que abrió puertas en la narrativa. El buen soldado se adentra en el ocaso de los matrimonios Dowell y Ashburnham y el torbellino que generan a su alrededor relacionado con la economía, la ruina, el amor, las mentiras o el suicidio y la locura. El lector es testigo del derrumbe. Se dice que su influencia alcanzó a autores como Graham Greene y Francis Scot Fitzgerald.

  • El buen soldado. Ford Madox Ford. Traducción de Victoria León (Sexto Piso).

'El final del affaire', de Graham Greene

En 1951 Graham Greene (Inglaterra, 1904- Suiza, 1991) publicó El final del affaire, una de sus novelas más hondas en lo sentimental y humano al indagar en las ambigüedades y matices en sus personajes respecto al deseo, la ética, la culpa, la fe y la lucha entre el querer y lo que creían el deber. Esta historia entre Maurice, Henry y Sarah desarrolla los mecanismo del deseo y del amor y los celos a partir de una infidelidad. Libros del Asteroide la publica en una nueva traducción de Eduardo Jordá que gana en intensidad y ritmo con uno de los comienzos novelísticos más citados, por lectores y escritores, del siglo XX:

«Una historia no tiene ni principio ni fin: uno elige arbitrariamente un momento de la experiencia desde el cual mirar hacia delante o hacia atrás».

Luego la historia continúa así:

«He dicho ‘uno elige’ con el impreciso orgullo del escritor profesional al que, en las pocas ocasiones en que se le ha tomado en serio, se le ha elogiado por su pericia técnica, pero ¿elijo por voluntad propia la oscura noche de enero de 1946, cuando vi a Henry Miles cruzando el parque bajo un vasto río de lluvia, o más bien esa imagen me ha elegido a mí? Según las reglas de mi oficio, lo apropiado, y lo correcto, es empezar justo ahí, pero si en aquel momento hubiera creído en Dios, también debería haber creído en una mano que me daba un golpecito en el codo y me insinuaba: «Habla con él, aún no te ha visto».

Porque ¿qué razón había para que yo hablara con él? Si el odio no es una palabra demasiado exagerada para usarla en relación con un ser humano, yo odiaba a Henry, y también odiaba a su mujer, Sarah. Y él, supongo, tuvo que empezar a odiarme después de los hechos de aquella noche; del mismo modo que tuvo que odiar a su mujer y a ese otro en cuya existencia, por fortuna, ni él ni yo creíamos en aquellos días. Así que esta es una historia de odio mucho más que de amor, y si en algún momento digo algo a favor de Henry o de Sarah se puede confiar en mí: escribo en contra de mis prejuicios porque mi orgullo profesional me impulsa a elegir la casi-verdad por encima, incluso, de mi casi-odio.

Me resultó raro ver a Henry en una noche como aquella: era muy comodón y después de todo —o eso pensaba yo— tenía a Sarah. Para mí, la comodidad es como un recuerdo equivocado en el lugar o en el momento equivocados: si uno está solo, prefiere la incomodidad. Y había un exceso de comodidad en la habitación que yo tenía alquilada en el lado malo del parque —el que daba al sur—, amueblada con los desechos olvidados por los anteriores inquilinos. Se me había ocurrido dar una vuelta bajo la lluvia y tomarme una copa en el pub local. El estrecho vestíbulo de mi casa, atiborrado de trastos, estaba lleno de sombreros y abrigos de desconocidos —el hombre que vivía en el segundo piso había invitado a cenar a unos amigos— y cogí por error un paraguas que no era mío. Luego cerré la puerta con vidriera y bajé con cuidado los escalones que, en 1944, habían recibido el impacto de una bomba y que aún seguían sin reparar. Tenía motivos para recordar aquel suceso y el hecho de que la vidriera —sólida y fea, de estilo victoriano— hubiera resistido la explosión con la misma entereza que demostraron tener nuestros abuelos.

En cuanto empezaba a cruzar el parque me di cuenta de que llevaba un paraguas equivocado…»

  • El final del affaire. Graham Greene. Epílogo de Mario Vargas Llosa. Traducción de Eduardo Jordá (Libros del Asteroide).

'Mujercitas', de Louisa May Alcott

El 30 de septiembre de 1868 Louisa May Alcott, (1832-1888) publicó una de las novelas que más ha inspirado a millones de lectoras en todo el mundo: Mujercitas. La historia terminaba con el regreso al hogar del señor March tras la Guerra de Secesión en Estados Unidos y el compromiso de Meg, la mayor de las cuatro hermanas March. Como el público quiso saber que pasaría con sus vidas Alcott publicó la continuación en 1869: Good Wives, traducida como Aquellas mujercitas o Buenas esposas. Después las dos novelas se editaron en un solo volumen como Mujercitas, aunque luego pidieron a Alcott que suavizara algunos pasajes, revisara otros e incluso quitaron capítulos considerados impropios.

Como recordó WMagazín en un reportaje de 2018, «esta purga alteró la lectura de Mujercitas y contribuyó a que se subestimara. Si en inglés y algunas otras lenguas ese error se subsanó en el siglo XX, en español hasta 2004 no se editó la versión original, la de 1868 y 1869 sin censuras. Una versión lanzada de nuevo por Lumen con motivo de la edición conmemorativa de los 150 años que en España empieza con la primera parte en una versión ilustrada por la finlandesa Riika Sormunen».

  • Mujercitas. Louisa May Alcott. Ilustraciones de Riika Sormunen. Prólogo de Elena Medel (Lumen).
  •  Puedes leer en WMagazín el reportaje sobre Mujercitas en este enlace.

'Si no, el invierno. Fragmentos de Safo', traducción de Anne Carson

Preferiría ver su deseable andar
y el juego de la luz sobre su rostro
antes que carros lidios o filas de soldados
con ganas de guerrear

Estos versos de Safo en versión de Anne Carson, directamente del griego para el inglés pasadas al español por Aurora Luque, forman parte de una de las grandes noticias editoriales recientes en español: la publicación de Si no, el invierno. Fragmentos de Safo. La editorial Vaso Roto presenta una edición trilingüe, griego, inglés y en español con traducción de la poeta Aurora Luque. Carson presenta en este volumen el poema Oda a Afrodita, el único completo, y 192 fragmentos de la poeta de Lesbos. La traducción de la escritora canadiense ilumina las reflexiones de Safo (630 a.C.) sobre el amor, el deseo, el matrimonio, el exilio y otros aspectos de la condición humana. La versión que hace Aurora Luque, traducida del inglés de Carson, es formidable con el espíritu y la hondura y belleza de las palabras de Safo que cobran una gran actualidad y recuerdan su inmortalidad.

'Teatro (1877-1890). Henrik Ibsen'

Henrik Ibsen (Skien, 1828 – Cristianía, Oslo, 1906) volvió con más fuerza en el mundo gracias al trabajo de una nueva traducción de su gran obra en ocho idiomas: español, indio, chino, ruso, árabe, egipcio, persa y japonés. Un proyecto que ha llevado ocho años titulado Ibsen in Traslation impulsado por el Ministerio de Exteriores de Noruega, NORLA y el Centro de Estudios Ibsenianos. Henrik Ibsen, creador de obras como Casa de muñecas, Un enemigo del pueblo y El pato silvestre, ha tenido múltiples interpretaciones en más de un siglo lo cual le otorga un nivel especial dentro de los clásicos al cuestionar los modelos de familia y sociedad de una época dominada por la moral victoriana.

La espléndida  traducción al español la hizo Cristina Gómez-Baggethun. El volumen reúne los ocho dramas principales: Los pilares de la sociedad (1877), Casa de muñecas (1879), Espectros (1881), Un enemigo del pueblo (1882), El pato silvestre (1884), La Casa Rosmer (1886), La dama del mar (1888) y Hedda Gabler (1890).

 

'Un cuarto propio', de Virginia Woolf

«Es notable, pensé, […] la transformación que una renta fija opera en el carácter de las personas. […] No necesito odiar a ningún hombre; no me puede hacer mal. No preciso adular a ningún hombre; no tiene absolutamente nada que darme. Imperceptiblemente adopté una nueva actitud hacia la otra mitad del género humano. Era absurdo culpar a una clase o a un sexo en conjunto. Grandes masas de gente nunca son responsables de lo que hacen…».

Las palabras de Virginia Woolf  (Inglaterra, 1882-1941) en este gran ensayo de 1929 no han dejado de resonar desde entonces por lo que dice y cómo lo dice con una altura literaria e intelectual reservada para muy pocos. Basada en conferencias que había dado, Woolf crea un narrador ficticio para hablar de una realidad imperiosa y reflexioanr sobre una historia: la de las mujeres escritoras dentro de una tradición dominada por los hombres.

Antonio Muñoz Molina dice: «Qué escritora más inmensa: más serena y rotunda en su enfado de mujer harta de limitaciones impuestas y de condescendencias masculinas, qué radical su defensa de la literatura, del oficio de escribir, de la alegría y la conmoción de leer».

Santiago Vargas

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