Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural

Alain Delon y Claudia Cardinale en ‘El gatopardo’, de Visconti, basada en la novela homónima de Lampedusa, en el Cine Club Literario WMagazín que celebra los 60 años de la película.

‘El gatopardo’, una obra maestra de la literatura y el cine gracias a Lampedusa y Visconti

CINE CLUB LITERARIO Celebramos los sesenta años de la adaptación cinematográfica de la novela que narra los cambios que vive Italia con el Risorgimento, en el siglo XIX, y que simboliza los cambios y alteraciones de la despedida de un mundo y la llegada de otro

Pocas veces un gran libro encuentra una adaptación cinematográfica a su altura. Y El gatopardo, novela y película, son dos obras maestras. Se trata de la única novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957), publicada en 1958, un año después de su muerte. Cinco años después, Luchino Visconti estrenó su hermosa versión en el cine. Es la historia de un tiempo que se va, de los cambios que llegan, de la decadencia que no se acepta, del momento de la pugna con los ajustes para seguir avanzando.

Ese es el mundo que abordamos ahora en nuestro Cine club literario WMagazín, que este verano dedicamos a buenas películas basadas en libros que en 2023 celebran una efeméride importante: los 60 años de El gatopardo.

Esta obra de Visconti llega tras dedicar este espacio a los 60 años de Los pájaros, de Alfred Hitchcock, basada en un relato de Daphne du Maurier; los 70 años de De aquí a la eternidadde Fred Zinnemann, basada en la novela de James Jones; y un siglo de El jorobado de Notre Dame, de Wallace Worsley, basada en el clásico de Victor Hugo.

Te invitamos a la Italia del Risorgimento, en la segunda mitad del siglo XIX, en los días de Garibaldi, con Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), su sobrino Tancredi (Alain Delon) y su esposa Angelica (Claudia Cardinale):

Burt Lancaster (izquierda), Alain Delon y Claudia Cardinale en 'El gatopardo', de Luchino Visconti, basada en la novela homónima de Lampedusa. /WMagazín

La película: 'El gatopardo'

El gatopardo es una película hermosa, una obra maestra del cine y la mejor que hizo Luchino Visconti (1906-1976). Unos actores con actuaciones magníficas, llenas de matices y sensibilidad, guiados por un Visconti que controla el tempo. Y todos entregados a la excelencia: vestuario, diseño artístico, fotografía, edición y el guion a cargo de Suso Cecchi d’Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli y Luchino Visconti. Y todo esto embellecido por la música de Nino Rota.

La película es fiel a la novela: en 1860, Italia vive la unificación, es el llamado Risorgimento, con Garibaldi. La aristocracia se vende para no hundirse, la tradición da paso a una nueva tradición donde se mezcla lo impensable. Todo esto se refleja en Sicilia, en Palermo, en la casa de don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina (Burt Lancaser), que para alejarse de las revueltas emprende un viaje a la casa de campo de Donnafugata. Lo acompaña su sobrino Tancredi Falconeri (Alain Delon), simpatizante de los cambios que llegan. Allí, Tancredi conoce a la hija del alcalde (Claudia Cardinale), un hombre que representa el cambio, se promete con ella y se casan. Afronta la adaptación al nuevo tiempo.

 

EL LIBRO

 

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro, solo escribió esta novela, que fue publicada de manera póstuma un 1958, un año después de su muerte. El gatopardo se convirtió en clásico muy pronto. Aunque Lampedusa intentó, sin éxito, buscar editor en vida. En 1958 apareció en una edición de Giorgio Bassani, bajo el sello Feltrinelli. En 1959 obtuvo el Premio Strega. Alcanzó la popularidad universal con la adaptación al cine en 1963.

 

FRAGMENTO

Al cabo de una hora se despertó descansado y descendió al jardín. Poníase ya el sol y sus rayos, amortecido su poder, iluminaban con luz cortés las araucarias, los pinos, los robustos carrascos que eran la gloria del lugar. Desde el fondo del sendero principal que descendía lento entre altos setos de laurel encornisando anónimos bustos de diosas desnarigadas, oíase la dulce lluvia de los surtidores que caía en la fuente de Anfitrite. Hacía allí se dirigió juvenil y deseoso de volver a verlos. (…) De la fuente de las aguas tibias, de las piedras revestidas de musgos emanaba la promesa de un placer que nunca podría convertirse en dolor. En un islote en el centro de la redonda taza, modelado por un cincel inexperto pero sensual, un Neptuno expedito y sonriente atrapaba a una Anfitrite anhelante: el ombligo de ella, humedecido por las salpicaduras, brillaba al sol, dentro de poco, de escondidos besos en la umbría acuática. Don Fabrizio se detuvo, miró, recordó, lamentándose. Se quedó un largo rato.

-Tiote, ven a ver los melocotones forasteros. Están muy bien. Y déjate de estas indecencias que no están hechas para hombres de tu edad.
La afectuosa malicia de la voz de Tancredi lo distrajo de su aturdimiento voluptuoso”.

(…)

“Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”.
(…)

“La riqueza de los muchos siglos de existencia había cambiado en ornamento, en lujo, en placeres; solamente en esto. La abolición de los derechos feudales había decapitado las obligaciones junto con los privilegios; la riqueza, como un vino viejo, había dejado caer en el fondo de las botas las heces de la codicia, de los cuidados, incluso las de la prudencia, para conservar solo el ardor y el color. Y de este modo acababa anulándose a sí misma”.

(…)

“Aquéllos fueron los días mejores de la vida de Tancredi y de la de Angelica, vidas que hubieron de ser luego tan movidas y tan pecaminosas sobre el inevitable fondo de dolor. Pero ellos entonces no lo sabían y perseguían un porvenir que consideraban más concreto, aunque luego resultase haber estado formado solamente de humo y viento. Cuando se hicieron viejos e inútilmente prudentes, sus pensamientos volvieron a aquellos días con una insistente nostalgia: habían sido los días del deseo presente siempre, porque siempre fue vencido, de muchos lechos que se les ofrecieron y que fueron rechazados, del estímulo sensual, que precisamente por inhibido, por un instante se había sublimado en renuncia, es decir convertido en verdadero amor. Aquellos días fueron la preparación a su matrimonio que, incluso eróticamente, se malogró, pero fue una preparación que se expresó en un conjunto firme, exquisito y breve: como esas sinfonías que sobreviven a las óperas olvidadas a que pertenecen y que contienen abocetadas, con su alegría velada de pudor, esas arias que, al desarrollarse en la ópera, sin habilidad alguna, se malogran”.

(…)

“Antes de acostarse, don Fabrizio se detuvo un momento en el balconcito del tocador. El jardín dormía sumido en la sombra, abajo. En el aire inerte los árboles parecían de plomo fundido. Desde el campanario llegaba el novelesco ulular de los búhos. El cielo estaba limpio de nubes: aquellas que había saludado por la tarde se habían ido quién sabe a dónde, hacia tierras menos culpables, para las que la cólera divina había decretado una condena menor. Las estrellas parecían turbias y a sus rayos les costaba penetrar la mortaja del bochorno”.

***

Serie Cine club literario de verano 2023

El jorobado de Notre Dame, cien años de la película basada en  la novela clásica de Victor Hugo.

De aquí a la eternidad, de Fred Zinnemann, 70 años de una historía contemporánea basada en la novela de James Jones.

Los pájaros, de Hitchcock, 60 años de un clásico basado en un relato de Daphne du Maurier.

Luis Manrique Rivas
Últimas entradas de Luis Manrique Rivas (ver todo)

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter ·