El nacimiento del progreso del mundo occidental cuando se abrió la puerta a la razón
El politólogo estadounidense explica en 'La invención del poder. Papas, reyes y el nacimiento de Occidente' que todo empezó con la firma del Concordato de Worms, en 1122. Un recorrido interesante por la historia ante una pregunta con múltiples respuestas
Presentación WMagazín El 23 de septiembre de 1122 empezó el presente del mundo occidental como se conoce hoy: espacio de prosperidad, libertad y tolerancia, a pesar de las grandes imperfecciones. Fue con la firma del Concordato de Worms. Ese día empezó, en serio, la separación de poderes entre la Iglesia y los estados-nación. El camino para terminar con las teocracias y permitir, entre otras cuestiones, avances científicos y dar espacio a la razón. Es la respuesta que da Bruce Bueno de Mesquita a la pregunta de por qué Occidente se convirtió en la civilización más poderosa. Por lo menos, son más los que vienen y quieren venir que los que quieren irse, como dice el experto en el libro La invención del poder. Reyes, papas y el nacimiento de Occidente, en ediciones Siruela.
WMagazín publica un pasaje de este ensayo que trata de responder, de manera original, a uno de los interrogantes sobre por qué, cómo y cuándo Europa se convirtió en lo que es, y en un modelo a seguir por medio mundo.
Bruce Bueno de Mesquita recurre a sus conocimientos como especialista en gestión política y acuerdos de alto nivel para ofrecer su teoría: que un compromiso entre iglesias y naciones-Estado que, a todos los efectos, intercambiaban dinero por poder y poder por dinero, en el Concordato de Worms, firmado en 1122, incentivó el crecimiento económico, facilitó la secularización y mejoró el destino de los ciudadanos. En los siglos siguientes, los que han mostrado una dinámica competitiva similar entre Iglesia y Estado han obtenido a la larga mejores resultados que aquellos que no. Esta génesis planteada por Bueno de Mesquita habla de quiénes somos y de dónde venimos.
Bruce Bueno de Mesquita es titular de la cátedra Julius Silver de Política en la Universidad de Nueva York y director del Alexander Hamilton Center for Political Economy. A través de su consultora en Nueva York, ha ejercido como asesor del gobierno de Estados Unidos para asuntos de seguridad nacional.
El siguiente es un pasaje de La invención del poder:
La invención del poder
Por Bruce Bueno de Mesquita
El rompecabezas al que se enfrenta este libro se puede expresar de una manera muy sencilla: ¿cómo podemos explicar la “excepcionalidad occidental”? Resolver este puzle no es una simple cuestión de curiosidad histórica. Es de la máxima importancia. Su solución definirá las estrategias a seguir para mejorar las vidas de miles de millones de personas hoy día, y ayudará a silenciar las conclusiones equivocadas e incorrectas que explican los éxitos de Europa basándose en la afirmación de que los europeos son culturalmente superiores, de que son trabajadores sumamente aplicados y unos individuos más inteligentes, o que el Dios de Europa y sus religiones están por encima de los de otros pueblos. Dichas explicaciones son incorrectas. Confunden causalidad con correlación, a menudo con desastrosas consecuencias. No por otro motivo he pasado más de veinte años estudiando cómo la rivalidad entre papas y reyes que tuvo lugar hace mil años condujo a Europa a la “excepcionalidad”.
No es mi intención celebrar, denigrar o negar los logros europeos. Mi objetivo consiste más bien en explicar las maniobras estratégicamente calculadas de papas y reyes para alcanzar dichos logros. Con ese fin exploraremos los orígenes históricos de la excepcionalidad occidental entendida como el producto de tres tratados firmados en el siglo XII. Veremos, como una cuestión de lógica, pero con pruebas en la mano, que se puede extraer una relación directa entre esos tratados y las variaciones en la secularización de Europa, su crecimiento económico, su compromiso o su eventual abandono de la Iglesia católica, y la creación de un gobierno parlamentario responsable. Esos vínculos lógicos no pasan ni por la religión ni por la monarquía, si bien ambos son un instrumento para su consecución. El vínculo con la excepcionalidad pasa por la competencia regulada que los tres tratados pusieron en liza. (…).
Esta investigación en torno a la inconfundible evolución económica, política y social de Europa dista mucho de parecerse a nada que se haya ofrecido antes y, de confirmarse, puede servir de modelo para propiciar unos logros no menos definidos en todos los rincones del mundo. Así, lo que de más excepcional parece haber en Occidente —su tolerancia, su prosperidad y su libertad— podría convertirse en algo habitual en todas partes. Tarea difícil, sin duda, puesto que, como todos sabemos, los que mandan no son muy proclives a fomentar la tolerancia y la libertad, aunque no ponen objeciones a la prosperidad.
Los poderosos líderes del presente no se diferencian en este aspecto de sus lejanos predecesores. Los grandes poderes que había en la Europa de la Edad Media, sus papas, obispos, reyes y emperadores, no simpatizaban con la idea de promover la libertad y la tolerancia. Los que hoy ostentan el poder también suelen inclinarse por evitar tales agendas. Pero a pesar de la reluctancia generalizada a amparar la libertad y la tolerancia, algunos —no todos— de los líderes medievales de Europa ayudaron a crear precisamente un mundo así. No lo hicieron movidos por el entusiasmo, sino, más bien, por estar sujetos al escaso marco de decisiones que podían beneficiarlos y que adoptaron en y para el momento. Por suerte, si seguimos la lógica que subyace en las cosas que hicieron (y la evidencia de que ellos respondieron a esa lógica), podemos entender mejor cómo y por qué Europa llegó a ser lo que es, para bien y para mal. (…)
Este libro sostiene que el Concordato de Worms, un acuerdo prácticamente ignorado y olvidado que se firmó el 23 de septiembre de 1122, así como sus precursores, suscritos por la Iglesia católica y los reyes de Inglaterra y Francia en 1107, son el pilar que permitió la mayor prosperidad de Europa del norte frente a la Europa del sur, que unas partes de Europa rompieran con la Iglesia católica cuando otras mantenían su adhesión a ella, que unos reinos europeos desarrollaran gobiernos responsables que destacaron por encima de otros, y que la ciencia arraigara y diera mejores frutos en algunas partes de Europa que en otras. En pocas palabras, el Concordato de Worms puso los cimientos que darían lugar en Francia a la creación de la excepcionalidad occidental y a la gradual dispersión hacia el norte de sus efectos para diseminarse después por todas partes. Esa excepcionalidad, esa tolerancia, prosperidad y libertad comenzaron a forjarse y a extenderse cuatrocientos años antes de Lutero y de la Reforma protestante.
Antes de sumergirnos en la historia de cómo se forjó la excepcional trayectoria moderna de Europa, conviene que nos tomemos un momento para explicar lo que pretende este libro, cuáles son sus orígenes y qué es lo que me cualifica, si acaso, para escribirlo. Mi propósito es animar a una reconsideración de cuanto sabemos acerca del desarrollo económico y político de Europa, en torno al auge que experimentó, en los cientos de años de declive tras el colapso del Imperio romano, sobre la constitución de sociedades que fueron ganando en prosperidad, tolerancia y responsabilidad, y que, lentamente, con vacilaciones, incluso a regañadientes, inventaron el buen gobierno, la transparencia y el respeto por los derechos humanos. Nada, qué duda cabe, es absoluto. Las sociedades occidentales, sean europeas o no, tienen sus defectos y cuentan con un amargo pasado de tiranía y represión. Pero, con todos los defectos que todavía perduran, acuden más individuos a Occidente desde todos los rincones del mundo de los que lo abandonan, y la razón es que Occidente parece haber encontrado la manera de proporcionar a sus ciudadanos una buena calidad de vida.
Aunque gran parte de la historia que relata este libro tuvo lugar hace cientos de años, mi objetivo es mostrar en el último capítulo que dicha historia es, todavía hoy, de una enorme relevancia. El impacto del Concordato de Worms y de otros acuerdos asociados a este se aprecia enseguida en las diferencias que hay en la Europa contemporánea en términos de calidad de vida. Yo, ciertamente, sugiero que otros lugares del mundo aún están a tiempo de aprender de los beneficiosos incentivos desarrollados en los concordatos: es decir, los tratados firmados entre papas y gobernantes laicos en el siglo XII. De adoptar esas iniciativas, aquellos que ya no viven en un mundo dominado por papas y reyes estarían en condiciones de aprender a mejorar su propia calidad de vida tanto en el tiempo actual como en el futuro.
- La invención del poder. Papas, reyes y el nacimiento de Occidente. Bruce Bueno de Mesquita. Traducción: Lorenzo Luengo (Siruela).
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