‘El señor de los anillos. Los anillos de poder’: vuelve la épica de Tolkien, el origen de la lucha en la Tierra Media
Recordamos al gran autor británico y cómo surgió su clásico literario con motivo del estreno de la serie de televisión inspirada en sus obras. Publicamos dos fragmentos de la novela
«Descubre la leyenda que forjó los anillos». La Tierra Media con toda su mitología y épica creada por J. R. R. Tolkien (1892-1973) vuelve con El señor de los anillos. Los anillos de poder. Una historia en la Segunda Edad, que funciona como precuela a los hechos conocidos, convertida en serie por Prime Video, de Amazon, que se estrena en las plataformas de televisión de pago el 2 de septiembre, la misma fecha del cumpleaños de Bilbo Bolsón. Son nueve capítulos, uno cada viernes, y la segunda temporada se acaba de anunciar. Aunque los dos primeros capítulos, dirigidos por el español Juan Antonio Bayona, se estrenan el 31 de agosto en cines de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Australia, Argentina y Colombia.
Si la trilogía de El señor de los anillos transcurre en la Tercera Edad de aquel mundo, esta serie narra algunos hechos de la Segunda Edad, es decir, el tiempo anterior en el cual se forjan los anillos de poder y se ve el ascenso de Sauron. Estos acontecimientos no corresponden a un libro o relato concreto de Tolkien, sino que se basan en las referencias existentes en la famosa trilogía y El Hobbit, junto con su apéndice, sobre los que sí tiene derechos de autor Amazon. La historia de la Tierra Media tiene cuatro edades.
Patrick McKay, de la productora, según The Hollywood Reporter, dijo que la serie está «arraigada en el trabajo del autor. Sentimos que esta historia no es nuestra, pero es la estamos administrando, estaba aquí antes que nosotros y estaba esperando en esos libros para estar en la Tierra». Otras fuentes consultadas para levantar este mundo televisivo son los capítulos El consejo de Elrond y La sombra del pasado, la sección Concerning Hobbits, del prólogo, y canciones como La caída de Gil-galad y La canción de Eärendil.
«Tres anillos para los reyes elfos bajo el cielo. Siete para los señores enanos en sus salones de piedra. Nueve para los hombres mortales, condenados a morir. Uno para el señor oscuro en su oscuro trono en la tierra de Mordor donde yacen las sombras», con estas palabras del prólogo de El señor de los anillos: La comunidad del anillo, de Tolkien, se reabren las puertas de la Tierra Media. Tiene un papel protagónico la joven Galadriel, que como su hermano muerto en la batalla final de la Era anterior, terminará creando un grupo con elfos, enanos y humanos. Galadriel es interpretada por Morfydd Clark, cuyo personaje caracterizó Cate Blanchett en la exitosa trilogía cinematográfica de Peter Jackson.
Tolkien, poeta, filólogo y lingüista, escribió las primeras historias entre 1937 y 1949 y la culminó en El señor de los anillos, publicada entre 1954 y 1955. Es el resultado de sus narraciones anteriores inspiradas en episodios de su infancia, su propia experiencia en la Primera Guerra Mundial y sus lecturas de grandes obras.
La novela se convirtió en un clásico del género fantástico y en referente de la literatura del siglo XX. Un long seller que en 2001 obtuvo una gran popularidad global gracias al estreno de la primera parte de la trilogía de Peter Jackson. Las siguientes películas se estrenaron en 2002 y 2003, Las dos torres y El retorno del Rey.
La lucha del bien y el mal a través de señuelos como el poder y la codicia se escenifican en la Tierra Media. Un mundo de gran diversidad de razas, credos y formas de ver la vida de criaturas de diferente naturaleza que van desde los humanos hasta los árboles, pasando por razas antropomorfas como hobbits y elfos. Todos ellos tratarán de destruir el llamado Anillo único para que no caiga en manos de Sauron, el Señor oscuro, y evitar que las tinieblas caigan sobre el mundo.
Te invitamos a leer un par de fragmentos de El señor de los anillos:
La cabalgata de los Rohirrim
Pero el rey, inmóvil, montado en Crinblanca, contemplaba la agonía de Minas Tirith, como si la angustia o el terror lo hubieran paralizado. Parecía encogido, acobardado de pronto por la edad. Hasta Merry se sentía abrumado por el peso insoportable del horror y la duda. El corazón le latía lentamente. El tiempo parecía haberse detenido en la incertidumbre. ¡Habían llegado demasiado tarde! ¡Demasiado tarde era peor que nunca! Acaso Théoden estuviera apunto de ceder, de dejar caer la vieja cabeza, dar media vuelta, y huir furtivamente a esconderse en las colinas.
Pero en ese mismo instante hubo un resplandor, como si un rayo hubiese salido de las entrañas mismas de la tierra, bajo la ciudad. Durante un segundo vieron la forma incandescente, enceguecedora y lejana en blanco y negro, y la torre mas alta resplandeció como una aguja rutilante; y un momento después, cuando volvió a cerrarse la oscuridad, un trueno ensordecedor y prolongado llegó desde los campos.
Como al conjuro de aquel ruido atronador, la figura encorvada del rey se enderezó súbitamente. Y otra vez se le vio en la montura alto y orgulloso; e irguiéndose sobre los estribos gritó, con una voz mas fuerte y clara que la que oyera jamás ningún mortal:
¡De pie, de pie, Jinetes de Théoden!
Un momento cruel se avecina: ¡fuego y matanza!
Trepidarán las lanzas, volarán en añicos los escudos,
¡un día de la espada, un día rojo, antes de que llegue el alba!
¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!
Y al decir esto, tomó un gran cuerno de las manos de Guthlaf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.
-¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!
De pronto, a una orden del rey, Crinblanca se lanzó hacia delante. Detrás de él, el estandarte flameaba al viento: un caballo blanco en un campo verde; pero Théoden ya se alejaba. En pos del rey galopaban los jinetes de la escolta, pero ninguno lograba darle alcance. Con ellos galopaba Éomer, y la crin blanca de la cimera del yelmo le flotaba al viento, y la vanguardia del primer éored rugía como un oleaje embravecido al estrellarse contra las rocas de la orilla, pero nadie era tan rápido como el rey Théoden. Galopaba con un furor demente, como si la fervorosa sangre guerrera de sus antepasados le corriera por las venas en un fuego nuevo; y transportado por Crinblanca parecía un dios de la antigüedad, el propio Orome el Grande, se hubiera dicho, en la batalla de Valar, cuando el mundo era joven. El escudo de oro resplandecía y centelleaba como una imagen del sol, y la hierba reverdecía alrededor de las patas del caballo. Pues llegaba la mañana, la mañana y un viento del mar; y ya se disipaban las tinieblas; y los hombres de Mordor gemían, y conocían el pánico, y huían y morían, y los cascos de la ira pasaban sobre ellos. Y de pronto los ejércitos de Rohan rompieron a cantar, y cantaban mientras mataban, pues el júbilo de la batalla estaba en todos ellos, y los sonidos de ese canto que era hermoso y terrible llegaron aun a la ciudad.
Las dos torres
(Cuando Gandalf cuenta a Aragorn, Legolas y Gimli como sobrevivió al mundo oscuro en la lucha contra el Balrog)
-Sí, juntos te seguiremos -dijo Legolas-. Pero antes me aliviarías el corazón, Gandalf, si nos dijeras qué te ocurrió en Moria. ¿Nos lo dirás? ¿No puedes demorarte ni siquiera para decirles a tus amigos cómo te libraste?
-Me he demorado ya demasiado -respondió Gandalf-. El tiempo es corto. Pero aunque dispusiésemos de un año, no os lo diría todo.
-¡Entonces dinos lo que quieras y lo que el tiempo permita! -dijo Gimli-. ¡Vamos, Gandalf, dinos cómo enfrentaste al Balrog!
-¡No lo nombres! -dijo Gandalf, y durante un momento pareció que una nube de dolor le pasaba por la cara, y se quedó silencioso, y pareció viejo como la muerte-. Mucho tiempo caí -dijo al fin, lentamente, como recordando con dificultad-. Mucho tiempo caí, y él cayó conmigo. El fuego de él me envolvía, quemándome. Luego nos hundimos en un agua profunda y todo fue oscuro. El agua era fría como la marca de la muerte: casi me hiela el corazón.
-Profundo es el abismo que el Puente de Durin franquea -dijo Gimli- y nadie lo ha medido.
-Sin embargo tiene un fondo, más allá de toda luz y todo conocimiento -dijo Gandalf -. Al fin llegué allí, a las más extremas fundaciones de piedra. Él estaba todavía conmigo. El fuego se le había apagado, pero ahora era una criatura de barro, más fuerte que una serpiente constrictora.
»Luchamos allá lejos bajo la tierra viviente, donde no hay cuenta del tiempo. Él me aferraba con fuerza y yo lo acuchillaba, hasta que por último él huyó por unos túneles oscuros. No fueron construidos por la gente de Durin, Gimli hijo de Glóin. Abajo, más abajo que las más profundas moradas de los enanos, unas criaturas sin nombre roen el mundo. Ni siquiera Sauron las conoce. Son más viejas que él. Recorrí esos caminos, pero nada diré que oscurezca la luz del día. En aquella desesperanza, mi enemigo era la única salvación y fui detrás de él, pisándole los talones. Terminó por fin por llevarme a los caminos secretos de Khazad-dûm: demasiado bien los conocía. Siempre subiendo fuimos así hasta que llegamos a la Escalera Interminable.
-Hace tiempo que no se sabe de ella -dijo Gimli-. Muchos pretenden que nunca existió sino en las leyendas, pero otros afirman que fue destruida.
-Existe y no fue destruida -dijo Gandalf -. Desde el escondrijo más bajo a la cima más alta sube en una continua espiral de miles de escalones, hasta que sale al fin en la Torre de Durin labrada en la roca viva de Zirakzigil, el pico del Cuerno de Plata.
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