Enheduanna, la sacerdotisa y la primera persona que firmó un libro recupera su sitio en la historia
Los dos investigadores rellenan “una necesidad y una deuda histórica con una de las figuras más relevantes de la creación literaria”. Lo hacen en 'Ella habla, las ciudades se derrumban' donde analizan su figura, su olvido, su influencia, lo hizo 15 siglos antes que Homero, y traducen varios de sus textos. Una lectura de WMagazín, con la colaboración de Endesa
Presentación WMagazín Enheduanna, sacerdotisa del Imperio Acadio (Mesopotamia), fue la primera persona que firmó un texto, y en él habla de otra mujer, de la diosa Inanna. Escribió y firmó sus poemas 15 siglos antes que Homero y 18 antes que Safo. Ella inauguró el concepto de autoría literaria. Sin embargo, parece no haber sido suficiente: pese a su importancia histórica, esta figura ha permanecido oculta para el gran público.
«Este es el motivo que ha llevado a los escritores Paco Moreno y Laura Rochera a elaborar un estudio sobre ella y a traducir sus tres cantos más importantes. Por primera vez, los autores ofrecen una traducción al castellano de sus textos en Ella habla, las ciudades se derrumban«, señala la editorial Espinas. La introducción es de Ana Valtierra. Se trata de una obra que rellena “una necesidad y una deuda histórica con una de las figuras más relevantes de la creación literaria”.
WMagazín celebra esta edición y publica algunos pasajes sobre el contexto histórico y la biografía de la propia Enheduanna. “Una mujer que decidió firmar sus creaciones, inaugurando así el concepto de autoría. A través de una investigación minuciosa, este ensayo reflexiona sobre la importancia de la autoría y la voz propia en la literatura, y arroja luz sobre las motivaciones de la escritora. Además, se presentan tres de sus cantos más significativos, una obra que merece ser conocida por su calidad y relevancia en la historia de la literatura.
Paco Moreno Valentín (Sevilla, 1976) tiene una marcada formación técnica –arquitecto técnico, ingeniero de organización industrial, máster en project management y MBA– y es un apasionado de la historia y la literatura. Como autor, ha publicado un dietario sobre el Camino de Santiago (Témenos Edicions, 2023) y escribe poesía y cuentos que comparte a través de su cuenta de Instagram @recuerdos_vanos.
Laura Rochera Arnal (Barcelona, 1975) es licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universidad Pompeu Fabra y ha dedicado su vida a la literatura. Ha trabajado como librera, además de como lectora y correctora para RBA, Tusquets y Edicions 62.
El siguiente es un fragmento del análisis y versos del poema Señora del corazón más grande. I n- nIn sa – gur- ra:
«Este poema es un elogio sin fin a la diosa por parte de Enheduanna, una continua exaltación del poder
de Inanna por encima de toda deidad. Sin dejar de situarse en un contexto politeísta, la coloca como
primus inter pares entre todo el panteón, cuenta con un poder supremo y provoca el temor de los demás
dioses».
Huir escabullirse
enfriar el corazón calmarse
son tuyos, Inanna.
Errar vagabundear
pasar a toda velocidad,
subir bajar
alcanzar el primer plano,
son tuyos, Inanna.
Allanar el camino al viajero,
despejar el camino de los débiles,
son tuyos, Inanna.
Enderezar el sendero,
hacer firme el lugar hendido,
son tuyos, Inanna.
Destruir construir
levantar derribar
son tuyos, Inanna.
Convertir al hombre en mujer,
a la mujer en hombre,
son tuyos, Inanna.
Seducir provocar ardiente deseo
las pertenencias los hogares
son tuyos, Inanna.
La riqueza el comercio vigoroso
las ganancias rápidas acaparar aún más
son tuyos, Inanna.
Los negocios prósperos la abundancia de dinero
el endeudamiento las pérdidas ruinosas
son tuyos, Inanna.
Enseñar vigilar
supervisar escrutar
son tuyos, Inanna.
El vigor de vida la modestia adecuada
los espíritus guardianes masculinos,
los espíritus guardianes femeninos,
la revelación de los lugares sagrados,
son tuyos, Inanna.
Adorar en humilde postración,
adorar en lo alto del cielo,
son tuyos, Inanna.
La palabra de repudio,
la palabra de la eliminación,
son tuyas, Inanna. [En este punto de la tablilla hay un hueco, faltan de 10 a 12 líneas]
Repartir tiernas misericordias,
restaurar en tu corazón a alguien,
son tuyas, Inanna.
El temblor de corazón la vigilia
los escalofríos la enfermedad
son tuyos, Inanna.
Tener marido tener mujer
esforzarse en la bondad del amor,
son tuyos, Inanna.
Provocar una pelea
dentro del lujurioso deleite del amor,
es tuyo, Inanna.
Ser negligente,
ser cuidadoso,
es tuyo, Inanna.
Los siguientes son pasajes del libro para entrar en el umbral de la historia y de la autoría literaria de la mano de Enheduanna:
Ella habla, las ciudades se derrumban. Enheduanna
En Mesopotamia, la relación entre las mujeres y la escritura es dilatada tanto en el mundo terrenal como en el divino. Una de las diosas que contó con más veneración, la sumeria Nisaba, además de ser la diosa del grano adorada en la ciudad de Umma en el Período Dinástico Arcaico I (2900-2800 a.C.), era la diosa de la escritura y los relatos, así como la escriba de los dioses.
Se cree que, en origen, Nisaba era una deidad agrícola, pero dada la necesidad de realizar conteos y conocer los momentos óptimos de siembra y recogida, comenzaría a asociarse a la escritura después de su invención. La unión entre grafía y conteo en agricultura es antigua, y se puede rastrear en multitud de civilizaciones pasadas, por lo que la existencia de una divinidad que protegiera ambos ámbitos resulta dentro de toda lógica.
Nisaba también era la guardiana de la literatura y las composiciones musicales, es decir, su patrocinio sobre la escritura tiene un carácter amplio. De hecho, en las escuelas de escribas, a las que acudían hombres y mujeres, muchos textos terminan con la invocación “alabanza a Nisaba”. No es la única divinidad femenina, son varias las composiciones que mencionan a diosas que escriben o realizan mediciones y operaciones aritméticas, como Innana, a quien Enheduannna dedicó sus poemas
Esta construcción en el imaginario mesopotámico, tan antigua que hace que sea una diosa la encargada de proteger la escritura, debe hacernos pensar que no era un ámbito ajeno a lo femenino, donde Enheduanna fuera una excepción. De hecho, las investigaciones realizadas en los últimos años han puesto de manifiesto cómo las mujeres aprendían el arte de la escritura en las escuelas, ejercían como escribas, sabían leer y escribir de manera básica en el caso de las clases altas, eran capaces de administrar las cuentas de los grandes hogares y participaban en los relatos de los templos. Siendo esto así, cabe preguntarnos: ¿tenemos constancia de más mujeres literatas o escribas en la antigüedad mesopotámica? ¿Qué ha hecho que hayan estado durante tantos años invisibilizadas?
En lengua sumeria, a priori, no existía una distinción de género en el lenguaje para diferenciar las ocupaciones de hombres y mujeres, lo cual ha determinado que históricamente no se haya afirmado la existencia de mujeres escribas, dándose por sentado en muchos casos que fueran hombres.
(…)
La cantidad de mujeres escritoras que tenemos constatadas en la antigua Mesopotamia es de tal envergadura, que se ha intentado buscar una explicación plausible que justificara la existencia de un número tan alto. Como si cierta igualdad de acceso a determinados trabajos no pudiera ser factible en sociedades antiguas (quizá más modernas en estos términos que la nuestra propia). De esta manera, han sugerido que las escribas femeninas recibían formación para trabajar para las mujeres de la alta sociedad y evitar que tuvieran que recurrir al servicio de los hombres. Ser escriba serviría, según esta premisa, como una manera de aislar a las mujeres y evitar al mínimo el contacto con individuos del otro sexo. Sin embargo, según se ha constatado ya, las escribas también trabajaban para hombres, por lo que no podemos explicar su existencia en función de una segregación sexual.
Dado que el acceso a la escritura y la lectura era similar para hombres y mujeres, cabe preguntarnos por qué esta invisibilización del trabajo de las artistas mesopotámicas con el devenir histórico. Por un lado, se debe a que la mayoría de las actividades que requerían el uso de la escritura en formato más literario estaban dominadas por los hombres. Por otro lado, muchos de estos textos no están firmados, y a lo largo de la historia hemos asumido de manera naturalizada (y errónea) que fueron hechos por varones.
(…)
El colofón de varios himnos afirma que fue Enheduanna quien compiló estos textos, y la mayoría de los estudiosos creen que fue ella quien los compuso de manera original, aunque posteriormente, como tantas veces en la antigüedad, se hicieron añadidos.
Curiosamente, sea como fuere, los autores posteriores sí creyeron que ella fue la compositora de estos textos, y así figura en las atribuciones, a pesar de lo cual ha pesado un silencio grande sobre su figura quizá por la falta de datos que susciten el morbo de la sociedad contemporánea, como es el caso de otros ejemplos tipo Safo, donde su supuesta homosexualidad y las pinturas en torno a su apócrifo suicidio inundaron la historiografía del siglo XIX.
Cabe aquí subrayar un hecho importante: Enheduanna fue el autor/a literario, hombre o mujer, más antiguo del que se tiene constancia en toda la historia de la civilización, escribiendo muchos siglos antes de que Homero o Heródoto hicieran su aparición. Sus escritos fueron copiados siglos después, y sirvieron como modelo para las plegarias de los babilonios, los himnos griegos e incluso para algunos salmos de la biblia hebrea.
A pesar de esta importancia, acrecentada por el descubrimiento en 1927 del Disco de Enheduanna por parte de Leonard Woolley en la antigua ciudad sumeria de Ur, la figura de la literata languideció en el siglo XX remitida a algunos pequeños epígrafes dentro de las publicaciones académicas.
(…)
Conocíamos El poema de Gilgamesh, de escritor anónimo, como el más antiguo jamás escrito, pero nunca nos habían hablado de esta mujer, que ostenta el inmenso valor de ser la primera firma de la historia. El primer texto firmado pertenece a una escritora, Enheduanna, y en él nos habla de otra mujer, de la diosa Inanna.
Enheduanna vivió en la ciudad-estado de Ur, en el sur de la región de Sumeria, entre el 2285 y el 2250 a.C. Fue Suma Sacerdotisa del Imperio Acadio. Estaba consagrada al dios sumerio de la Luna –conocido como Nanna o Nannar–, una de las mayores deidades del panteón mesopotámico. Hija del rey Sargón I de Acad, Enheduanna es el nombre que recibe su título y con el que firmaría las tablillas de barro en las que escribió sus textos con escritura cuneiforme, pero se desconoce su nombre de nacimiento. Este es, no obstante, el nombre que eligió como autora.
De su existencia conservamos un extraordinario testimonio gráfico. En 1927, la expedición de arqueólogos dirigida por el británico sir Leonard Woolley encontró, excavando en la ciudad sumeria de Ur, un disco fragmentado de calcita de 25 centímetros de diámetro y 7 de espesor. Al unir los pedazos, los arqueólogos se encontraron con la representación de cuatro figuras de perfil, con el rostro vuelto hacia la izquierda, observando un altar.
Tras ellos hay un zigurat, el típico templo escalonado propio de la antigua Mesopotamia. De entre estas cuatro personas destaca una figura femenina más alta, vestida con una túnica y adornado su cabello con un trenzado y un tocado ceremonial. En la parte anversa del disco se identifica a esta figura mediante una inscripción que reza: “Enheduanna, Suma Sacerdotisa, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna”.
(…)
En el año 2334 a.C., el rey acadio Sargón conquistó el territorio sumerio. Los acadios eran menos sofisticados que los sumerios, pero Sargón expandió sus dominios y creó una dinastía, fundando el primer imperio conocido del mundo, que perduró en el tiempo hasta el 2000 a.C. Afortunadamente para el tema que nos ocupa, los poemas, cantos e himnos de Enheduanna siguieron recitándose durante años y copiándose durante siglos, pues eran la base para la enseñanza de la escritura en las escuelas de escribas, lo que ha hecho que hayamos podido encontrar tablillas en las que aparecen. El escritor Sophus Helle, autor del libro Enheduanna: the Complete Poems of the World’s First Author, recientemente publicado, mantiene la teoría –nada descabellada– de que los poemas que hoy atribuimos a Enheduanna son también autoría de los escribas que han ido copiando los textos siglo tras siglo, pues seguro que incluyeron algunas variaciones personales e incluso pudieron adaptar el texto a cuestiones históricas de su momento. Igual que consideramos hoy a los traductores y, como tales, figuran en las cubiertas de los libros y reciben derechos de autor.
Sargón fue un gran estratega que pretendió que las culturas sumeria y acadia se asimilaran la una a la otra. No buscó la sustitución, sino la comunión, y así su imperio se enriqueció con lo mejor de las dos culturas. El proceso no fue fácil, así que, para forjar la unión, decidió nombrar a su hija Suma Sacerdotisa del dios Nanna. Los sacerdotes estaban considerados intermediarios entre los dioses y los hombres, y los encargados de trasladar los designios y las voluntades de las deidades, por lo que gozaban de posiciones de poder y responsabilidad. Colocar a Enheduanna en el templo del dios de la Luna como sacerdotisa –y propiciar así la unión entre dioses sumerios y acadios– fue una maniobra política de su padre con la finalidad de consolidar su reinado y proporcionar estabilidad al imperio.
- Ella habla, las ciudades se derrumban. Enheduanna. Paco Moreno Valentín y Laura Rochera Arnal. Introducción: Ana Valtierra (Editorial Espinas).
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