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Homenaje de escritores colombianos a Madrid y a su Feria del Libro, aplazada por la Covid-19. Colombia es el País invitado de honor en 2020. /Giphy de WMagazín

Homenaje literario a Madrid y su Feria del Libro, aplazada por la Covid-19, hecho por escritores colombianos

Colombia era el País invitado de honor a la cita madrileña que debía realizarse del 29 de mayo al 14 de junio y fue aplazada del 2 al 18 de octubre de manera virtual, por la covid-19. WMagazín invitó a autores a crear un mosaico literario de la ciudad y la feria cuyos textos se acompañan de fotografías alusivas tomadas durante el confinamiento del primer semestre

“Pasarán estos días como pasan/ todos los días malos de la vida” (…) pues “el mismo viento que rompió tus naves/ es el que hace volar a las gaviotas”. Estos versos de Oscar Hahn son recordados por Piedad Bonnett para referirse a este momento de incertidumbre que vive el mundo y Madrid en especial que ha sido el epicentro de la pandemia de la Covid-19 en España y uno de los lugares delicados del mundo. La humanidad entró en un túnel, en una dimensión de entresueño. Casi todo se detuvo y muchas cosas de cancelaron o aplazaron, como la Feria del Libro de Madrid que debía realizarse del 29 de mayo al 14 de junio con Colombia como país invitado de honor. La cita se organiza ahora del 2 al 18 de octubre.

Mientras llegan esos días de otoño madrileño, WMagazín invitó a varios escritores colombianos a rendir homenaje a Madrid que ha estado sumida en la incertidumbre por la pandemia y a su Feria que debía acoger estos días la literatura de su país. Han creado un mosaico literario hecho de recuerdos, sueños, anécdotas, agradecimientos y deseos protagonizados por la ciudad y el Parque de El Buen Retiro donde se realiza el encuentro. Una manera espléndida de recorrer y conocer Madrid  y su Feria del Libro que vive en la memoria de los escritores. Cada texto va acompañado de una fotografía de la ciudad durante los días de confinamiento, una imagen próxima al homenaje que le rinden. A continuación puedes ver y sentir el mosaico literario creado por Piedad Bonnett, Juan David Correa, Jorge Franco, Catalina González Restrepo, Tomás González, Darío Jaramillo Agudelo, Andrés Mauricio Muñoz, Pilar Quintana, Felipe Restrepo Pombo, Juan Felipe Robledo, Daniel Samper Pizano, Marbel Sandoval Ordóñez, Andrés Felipe Solano y Juan Gabriel Vásquez:

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Parque de El Buen Retiro de Madrid, el 1 de junio de 2020. /Fotografía de WMagazín

Piedad Bonnett: Un libro en la mano

En 1991 viví unos meses en Madrid, y fue una experiencia agridulce, en la que se mezclaban unas clases que no vale la pena recordar, con placenteras visitas a los museos, cañas en las terrazas disfrutando de la primavera, y una enorme soledad que yo disipaba, hasta donde podía, sentada en los jardines de El Retiro con un libro en la mano. Pasaron los años y, gracias a la literatura, que me ha llevado allí ya muchas veces, Madrid se fue llenando de amigos entrañables. Cada vez que voy recorro sus librerías, y vuelvo cargada, no sólo de libros, sino del especial afecto que guardo por esa ciudad. El Retiro debería bullir otra vez esta primavera con la Feria del Libro, donde era una dicha encontrarse con los escritores locales y con muchos otros de todo el mundo. No será así este año, en que una España adolorida sigue llorando sus muertos. Pero volverá la alegría de los libros y la alegría madrileña, porque como en el poema de Oscar Hanh “pasarán estos días como pasan/ todos los días malos de la vida” (…) pues “el mismo viento que rompió tus naves/ es el que hace volar a las gaviotas”.

Techos y cielos del centro de Madrid el 25 de abril de 2020. /Fotografía de WMagazín

Juan David Correa: Esto no es Madrid

Seis letras. Mad-Rid. Un viaje perverso. Un amanecer entre hidrantes que se prendieron al amanecer del verano de 1997 cuando la canícula incendiaba el pavimento. El oso y el madroño. La calle de la Ópera tan sola a las nueve  de la noche de un día de invierno de 2014. Me detengo en Sol y me pregunto si podría vivir allí. Camino toto un día por El Retiro. Me pierdo en El Prado. Soy un vil turista. Mi escritura es pura superficie. Nunca he entrado en Madrid. Aterricé en 1994, a los 18, en la pista de Barajas. Llovía. Era principios de noviembre. Después volví en el 97. Dormí en el apartamento de una bióloga que hacía experimentos con un hongo que solo crecía en los tomates. He comido jamón y tortilla en la Plaza Mayor. No he tomado tragos en lugares exóticos. Ni siquiera me interesan los lugares exóticos. Una noche, bastante enfermo, viajé en el metro hasta una fiesta en Matadero y no pude entrar. Otra noche  tomé demasiadas cervezas en Lavapiés y pensé que podría vivir allí. La M-30. 1994: Reina, la hija de mi tío Evelio, y su piso en algun lugar al que jamás podré regresar y su amable esposo marroquí. La vida es un inventario inane. «Fui por un Picasso y me empacaron un Botero / entré al Museo del Prado y era la casa de Alcorado / La Gran Vía es una tienda de Rancho y Licores / Esto no es Madrid / Esto no es Madrid» oigo a Eduardo Arias cantando operáticamente con la Orquesta Sinfónica de Chapinero.

  • Juan David Correa (Bogotá, 1976) es autor de El barro y el silencio (Laguna Libros).
Biblioteca Nacional de España en Madrid, el 25 de marzo de 2020, en el décimo día del confinamiento. /Fotografía de WMagazín

Jorge Franco: Un idioma como en casa

Casi siempre las ciudades nos llegan antes de que uno llegue a ellas. Primero hay una foto (antes eran postales), una canción, una historia, algo que hace desear ese sitio y soñar con visitarlo. Madrid me llegó con España a través de su música. Yo escuchaba baladas románticas y en muchas surgía el nombre de una calle, de una ciudad, o de una puerta como la de Alcalá. Y una cosa llevó a otra. Las compañías de teatro clásico español que visitaron Medellín formaron en mí una historia de esa ciudad que ya quería conocer. Y luego el cine, donde vi a Madrid por primera vez. Por las vueltas de la vida pasé por Londres y París antes de conocer Madrid. Mi primer pensamiento fue una perogrullada, algo que sabía desde siempre pero que, al poder comprobarlo con mis propios oídos, me sonó maravilloso: ¡hablan español!, pensé. Me emocionaba saber que en esa ciudad, que yo devoraba con los ojos, hablaban el idioma con el que me criaron, y solo eso bastó para sentirme como en casa. Habrá sido también el punto de partida de esta vida mía dedicada a las palabras que, hace siglos, también nos llegaron de España.

  • Jorge Franco (Medellín, 1962) es autor de la novela El cielo a tiros (Alfaguara)
Madrid, calle de la Cruz, el 20 de marzo de 2020, la soledad del día cinco del confinamiento. /Fotografia de WMagazín

Catalina González Restrepo: La ciudad de las posibilidades

Madrid ha sido para mí la ciudad de las posibilidades, de soñar con otro mundo, de los libros, los amigos y el gin tonic, del amor y el deseo.

Me he dejado llevar por sus calles, en el Madrid de los Austrias, el Barrio de las Letras, la Gran Vía, el Paseo de La Castellana o Fuencarral. La última vez que la visité llegamos por azar, sin guía, a la Plaza de España, donde pedimos la iluminación de don Miguel. Más tarde terminamos en un pequeño parque con los lugareños, donde simplemente dejamos pasar el tiempo.

Hace diez años tuve la fortuna de vivir cuatro semanas en la Residencia de Estudiantes, gracias a una beca del Curso de Formación para Editores Iberoamericanos. Allí imaginé una vida dedicada a la edición independiente y pude llevarla a cabo en Luna Libros. Por esos días también empecé a escribir mi libro de poemas Dos veces extranjeros, con el que cumplo un conjuro.

En Madrid he viajado de noche sola en el metro, y me han partido el corazón.

En Madrid he vivido sin miedo y a mis anchas.

  • Catalina González Restrepo (Medellín, 1976) es autora del poemario Dos veces extranjeros (Pre-Textos).
Puerta de Madrid del Parque del Retiro, el 1 de junio de 2020, la cidaud empieza a salir del confinamiento. /Fotografía de WMagazín

Tomás González: Soñé con Madrid

Estuve en la ciudad hace ya muchos años y sólo por una semana. Llevaba tal vez tres meses sin salir de la finquita cafetera donde vivía entonces, cerca de Bogotá, cuando de repente me vi en un hotel de Madrid, con un jet lag enorme. El parque de El Retiro quedaba cerca, y en parque pasé el tiempo que me dejaba libre el hotel mismo –minibar, buffet, etcétera– y mis obligaciones con el evento literario en el que estaba participando. Para mí Madrid fue El Retiro. No tenía cafetales, cierto, pero sí un palacio de cristal con un estanque donde se levantaban unos cipreses acuáticos hermosísimos que me recordaron los humedales de Mississippi –con los que también he soñado–. Aquellos árboles, el palacio y su transparencia, y una estatua del diablo que encontré de repente en una glorieta son las tres cosas que más recuerdo de aquel sueño. El Príncipe de los demonios era aquí todavía ángel, pero en el tramo final de su caída. Era Satanás cuando aún tenía alas de pluma, no de membrana. En Turín hay otro monumento al diablo, en Quito, en La Habana, en Lieja, en Arequipa y hasta en Oklahoma. El diablo está en todas partes, diablos es lo que hay, pero ninguno se precipita con tanta levedad y tanta angustia como el de Madrid.

Fuente del Parque del Retiro de Madrid, el 1 de junio de 2020. /Fotografía de WMagazín

Darío Jaramillo Agudelo: Viviría en Madrid

Alguna vez me preguntaron que si fuera a vivir en algún lugar fuera de Colombia, cuál escogería. Respondí que Madrid. Porque cerca hay gente que quiero, por la sequedad del aire, porque es un lugar donde no parece haber prisa.

Durante muchos años, por motivo del trabajo que tuve, venía a la feria de El Retiro a comprar libros para una cadena de bibliotecas públicas. Ya no tengo ese trabajo, pero me quedó el hábito y seguí viniendo muy puntualmente: en esa parte de la vida que no sucedió por culpa de la peste, está que hoy no debería estar confinado en mi casa, sino paseado por ese hermoso parque que contribuye grandemente a hacer que esta feria del libro, la de Madrid, sea la más grata feria que conozco.

La más grata y la más completa; no creo que haya una oferta de títulos en castellano más amplia que la que se reune cada año, salvo el 2020, por estos días. Tanto, que me aconsejo ir varios días y recorrerla por partes. Y, siempre, hay una tarde en que voy a la caseta de Pre-Textos por si alguien quiere mi firma: ya es un ritual al que concurro siempre con el poeta Mariano Peyrou.
  • Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947) es autor del poemario El cuerpo y otra cosa (Pre-Textos) y acaba de reeditar la novela Cartas cruzadas (Pre-Textos).
Paseo de Coches del Parque del Retiro donde se realiza la Feria del Libro de Madrid, el 1 de junio de 2020. /Fotografái de WMagazín

Andrés Mauricio Muñoz: El Retiro aguarda nuestros pasos

En 2020 nos hemos visto abocados a hacerle frente a una devastación de una dimensión que nuestra generación no conocía. El mundo, España y Madrid han sido testigos. Pero es sabido que la historia de la humanidad está poblada de asechos y resistencias. El Parque del Retiro se ha erguido en el pasado después de las ruinas de la guerra. Aquel que suele celebrar la vida, que acoge el culto por los libros, el encumbramiento de las letras, por fuerza mayor tuvo que postergar la fiesta, concediéndonos la oportunidad de hacer este año la más grande intervención humana en que la vida se sobrepone a la muerte, a pesar de los caídos. Así que nos esperan sus árboles con singularidades majestuosas, pero también discretas. El Paseo de Coches, que custodia con su sombra irregular el tránsito de los lectores en sus exploraciones tímidas, asombros genuinos o la celebración íntima de quien encuentra un título que le había resultado esquivo, aguarda nuestros pasos.

  • Andrés Mauricio Muñoz (Popayán, 1974) es autor de Las margaritas (Seix Barral).
De izquierda a derecha: Real Academia Española, iglesia de san Jerónimo y el Museo del Prado, en 1 de junio de 2020 en Madrid. /fotografía de WMagazín

Pilar Quintana: Rezos por Maren y por Madrid

Madrid, para mí, es una amiga. Mi amiga se llama Maren. La conocí en los Estados Unidos a finales de los ochenta, cuando las dos teníamos diecisiete años. Estábamos en un programa de intercambio estudiantil en un pueblo de Iowa. Las dos únicas hispanohablantes en quién sabe cuántos kilómetros a la redonda.

Hacíamos todo juntas. Si yo salía con un muchacho ella salía con el amigo del muchacho, y viceversa. A veces dormíamos en la misma cama. Luego de diez meses regresamos a nuestros países. Yo a estudiar en Bogotá y ella en su ciudad. La amistad continuó por carta. Conocí Madrid en la escritura de Maren. Luego seguimos por correo electrónico.

Pilar Quintana (derecha) y su amiga Maren cuando tenían 17 años.

A finales de los noventa peleamos. Nos reconciliamos a principios de los dos mil. Ella quería hijos y los buscó, sin éxito, por largo tiempo. Durante todo ese tiempo, yo no quería. Me dieron ganas ya cuarentona, a principios de los dos mil diez. Fue difícil decirle a Maren que estaba embarazada. Fue difícil para ella escucharlo. Adoptó una cachorra y yo escribí un libro sobre una mujer que, como no puede tener hijos, adopta una cachorra. Vi crecer a su cachorra y ella vio crecer mi panza y luego a mi hijo por Skype. Desde hace unos años, todas las mañanas, Maren nos envía a sus amigos un videomensaje a través de WhatsApp para desearnos un buen día. Durante el pico de la pandemia en Madrid sus videomensajes no llegaban. Estaba enferma. Todas las mañanas le escribía para preguntar cómo seguía y si podía hablar. Me decía que no, que tosía mucho, que se sentía mal. Por las noches veía el horror en las noticias y yo, que no creo en dioses ni rezo, rezaba por Maren y por Madrid. Las dos se recuperaron, y es un alivio de nuevo despertarme todas las mañanas con el videomensaje de buenos días de Maren en mi WhatsApp.

  • Pilar Quintana (Cali, 1972) es autora de La perra (Literatura Random House).
Calle de la Espada en el barrio Lavapiés, de Madrid, el amanecer del 3 de mayo de 2020. /Fotografía de WMagazín

Felipe Restrepo Pombo: Un poco en casa

Pasé una temporada en el altillo de un edificio en la calle de San Cosme y San Damián, en el barrio Lavapiés, unas cuadras arriba de la estación de trenes de Atocha. Para llegar, atravesaba andenes solitarios y debía pasar por encima de algunos junkies que se quedaban tirados después de una noche de viaje. Era otoño y en las tardes soplaba un viento helado que anunciaba la llegada del invierno. El barrio era entonces –hace unos 15 años– una mezcla de varios mundos: en ella se juntaban los vecinos del barrio de toda la vida con los turistas que bajaban por el Paseo del Prado y se encaminaban hacia el Retiro o el Museo Reina Sofía. No fue una temporada particularmente feliz. Pero, desde entonces, tengo un cariño enorme por Madrid: sus plazas, terrazas, museos, galerías, restaurantes y bares tienen un ambiente único. Y, aunque es una de las ciudades más turísticas del planeta, los madrileños han logrado mantener una calidez de barrio auténtica. Cada vez que regreso recuerdo ese altillo de Lavapiés y me siento un poco en casa.

Paseo de La Castellana, de Madrid, el 25 de marzo de 2020, apenas hay tráfico en una de las vías más concurridas y bonitas de la ciudad. /Fotografía de WMagazín

Juan Felipe Robledo: Sitios donde he sido feliz

Habré ido seis o siete veces a Madrid, esa ciudad que es para mí luz y belleza y memoria viva. He visto allí uno de los cuadros que más me han conmovido en toda mi vida en el museo Thyssen-Bornemisza, el “Retrato de Giovanna Tornabuoni” de Ghirlandaio, el rostro de una mujer angelical que celebro en un poema que escribí hace años. He comido cordero hasta tener que pedirle al mesero bicarbonato, que recuerdo me llevó a la antigua usanza, en un frasco a rebosar con una cuchara de plata, que me sorprendió y calmó con su sola visión el malestar, un poco, claro. Ha sido la ciudad donde leí poemas en Casa de América, donde he celebrado la amistad y el amor. La Residencia de Estudiantes, en lo alto de esa colina de los chopos de la que habla Juan Ramón Jiménez, el Paseo de la Castellana, la Gran Vía, el Museo del Prado, Plaza España, el Café Comercial son nombres de sitios maravillosos de esa ciudad donde he sido feliz, es para mí una de las formas posibles del cielo en esta tierra, y hoy le va mi saludo, mi amor viejo de lector de Francisco de Quevedo, en medio de la tormenta y el dolor de esta peste que deseamos de corazón nos deje pronto para volver a celebrar con un fino o una caña o un gin-tonic el milagro de estar vivos en las palabras y los cuerpos.

  • Juan Felipe Robledo (Medellín, 1968), es autor de Donde se usa la palabra alma (El Ángel editor, Quito).
Plaza Mayor de Madrid el 29 de mayo de 2020, silencio en uno de los lugares históricos más concurridos de la ciudad. /Fotografía de WMagazín

Daniel Samper Pizano: Madrid por montera (Una excusión como cualquiera otra)

Empezar en el museo taurino de la Plaza de las Ventas y comprobar que no venden monteras… caminar hacia al centro por la calle de Alcalá… comprar una bolsa de patatas fritas en Manuel Becerra… comer un bocadillo de jamón en el Museo del ídem… torcer en Príncipe Vergara hacia Ortega y Gasset… saludar al Marqués de Salamanca y darle luego la espalda en pos de Serrano… pasear por Ortega y por Serrano sin comprar nada… cruzar la Castellana a la altura de la plaza de Colón… entrar al Museo de Cera para una experiencia inolvidable… remontar la calle Génova…. detenerse en la plaza de Santa Bárbara y comprar tres libros de segunda mano… beber una cerveza helada… continuar por Hortaleza hasta la Gran Vía… virar a la derecha, cambiar de acera súbitamente y perderse por los callejones de la Salud y la Abadía… salir a la Puerta del Sol… cuidar la billetera… echar por la calle Mayor… girar a la derecha en busca de la iglesia de San Ginés…. guardar un minuto de silencio por el alma de don Francisco de Quevedo… recoger los pasos e irrumpir en la Plaza Mayor… comprar una montera… regresar a la Plaza de la Ventas con ella puesta.

Daniel Samper Pizano (Bogotá, 1945) es autor de Camas y famas. Las más raras hisotiras de amor de este puto mundo (Aguilar).

Puerta de Alcalá en Madrid, el 1 de junio de 2020, expresa el luto de la ciudad por la muerte de casi 9.000 personas aquí y más de 27.000 en España. La Puerta de Alcalá está en la esquina del Parque del Retiro donde se realiza la Feria del Libro. /Fotografía de WMagazín.

Marbel Sandoval Ordóñez: Encuentro con Benedetti y más libros

Mayo del 86

El 1 de mayo de ese año caminé, junto a una colega chilena, por las calles de Barcelona acompañando durante un rato las manifestaciones de los trabajadores que con banderas rojas y mucho entusiasmo celebraban el día del trabajo. Felipe González era presidente y se preparaba para repetir gobierno. El fin de ese mes, el sábado 31, paseaba por el parque del Retiro en Madrid visitando las casetas de la Feria del Libro, maravillada porque algunas de las arboladas calles llevaban nombres de resonancia muy cercana: Venezuela, Cuba, Perú, Uruguay, Costa Rica, Argentina, Nicaragua, República Dominicana, México, Colombia.

Era mi primera feria del libro en Madrid y la 45 que se realizaba. En su inauguración habían hecho un homenaje al recién fallecido Enrique Tierno Galván, el emblemático alcalde de Madrid en los años de la movida, aunque ese 86 era de plena movida aún. Disfrutaba Madrid a plenitud y cada una de las sorpresas que me ofrecía, como aquella de ver en las casetas a autores de renombre, esos que desde la lejana Colombia, en ese entonces muy lejana, podíamos considerar inalcanzables. ¡Ahí estaban! Al alcance del que quisiera detenerse para hablar con ellos o pedir un autógrafo.

Por supuesto que lo hice. Llegué hasta donde Mario Benedetti firmaba y compré de nuevo Inventario. Creo que para ese año ya estaba Inventario dos. Pero me llevé, de nuevo, el primero. Y luego resistí la tentación de comprar muchos libros más, porque había decidido que de regreso a Colombia, de nuevo lejana hoy por cuenta del coronavirus y los espacios aéreos cerrados, el mayor peso del equipaje se lo dejaría a los dos tomos de la Vigésima Edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua y al Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos de F.C. Sainz de Robles. No me llevaba los libros, pero sí las palabras.

  • Marbel Sandoval Ordóñez (Bogotá, 1959) es autora de Las brisas (Punto de Vista).
Puerta del Sol, de Madrid, el 20 de marzo de 2020. Uno de los lugares emblematicos de España en el quinto día del confinamiento por la Covid-19./Fotografía de WMagazín

Andrés Felipe Solano: Alentó mi primera novela

En Madrid por fin encontré el tiempo y la disposición para leer La conciencia de Zeno de Italo Svevo. En Madrid salí decidido a empezar una pequeña colección de libros de fotografía después de visitar Ivory Press y en medio de la luz de Madrid vencí mi natural desidia a la hora de comenzar a escribir una nueva novela. Gracias a ese impulso pasé días enteros en la biblioteca Benito Pérez Galdós de Conde Duque tomando apuntes feliz, ávido y despreocupado, como quien se come un gran pedazo de sandía en verano. Mi primer libro publicado fuera de Colombia salió gracias a la editorial madrileña Demipage y fue su director, David Villanueva, el que me llevó por primera vez a la librería Tipos Infames. Pero de todos esos regalos –aparte de las copas en La Venencia y en Casa Candi, justo al lado de donde viví aquellos seis meses-, uno de los más preciados fue el que me hizo un librero madrileño. Preguntando por Knut Hamsum y Denis Johnson, no sé qué operación mental lo llevó a recomendarme a Wilhelm Genazino. Confié a ciegas. Salí con Un poco de nostalgia y a la semana volví por otras tres novelas del alemán. Sin Madrid no habría llegado jamás a ese escritor al que me siento hermanado. Así que gracias, Madrid.

  • Andrés Felipe Solano (Bogotá, 1977) publicará Los días de la fiebre (Tiempos de hoy) el 23 de junio.
Comienzo de la Gran Vía de Madrid, el 20 de mayo de 2020. La vía más popular de la ciudad aún está entresueños. /Fotografía de WMagazín

Juan Gabriel Vásquez. Una ciudad de libros y amigos

Mi Madrid es una ciudad de libros y de amigos. Debía de tener veinticuatro o veinticinco años cuando la visité por primera vez, durante una escala aérea que no habría debido ocurrir, y las pocas horas que pasé en la ciudad se me fueron buscando las casas de Cervantes y Lope de Vega, y luego leyendo El invierno en Lisboa en una edición de quiosco que había traído desde Colombia. En mi memoria caprichosa, la Gran Vía ha quedado asociada sin remedio a la lectura de Hadjí Murat en un lugar que ya no está, y sólo recuerdo cierto restaurante Vips porque allí ocurre una escena de Javier Marías. El Parque del Retiro, hogar de la feria, es un inventario de descubrimientos, y nunca he podido liberarme de la impresión de que prefiero visitarla como lector que como novelista. Cuando tengo el placer de firmar libros en esas casetas, sólo puedo pensar en el privilegio de quienes están del otro lado: los lectores caminantes o caminantes lectores. Pero la próxima vez que vaya a la Feria sentiré, además, una emoción nueva: esa admiración que siempre me ha producido el coraje. Eso es lo que Madrid ha demostrado en estos tiempos difíciles. Ojalá podamos celebrarlo juntos, y pronto.
Giphy del Paseo de Coches del Parque del Retiro de Madrid, donde se realizará la Feria del Libro de Madrid aplazada del 2 al 18 de octubre. /WMagazín

Así sería la Feria del Libro de Madrid aplazada a octubre

La Feria del Libro de Madrid de la era de la Covid-19 está casi lista: oscila entre una obra de ciencia ficción y de suspense pero muy realista. Un asomo a realidades mixtas.

Por primera vez en varias décadas el Parque de El Buen Retiro de Madrid no recibe estos días de junio la peregrinación de millares de lectores que acuden por sus cuatro puntos cardinales al encuentro editorial y literario, en el Paseo de Coches. Este 2020 lo harán en octubre, del 2 al 18, y se verán inmersos en un capítulo de una historia inédita: una feria en una especie de burbuja de seguridad sanitaria con la tercera parte de su longitud habitual y público con mascarilla, dos controles de acceso con toma de temperatura, dos personas cada diez metros cuadrados con mascarillas, libros pasados por rayos ultravioleta cada vez que alguien los toque, firmas de escritores con colas muy reguladas con la distancia de seguridad y algunas actividades digitales en un asomo al mundo dual, analógico y digital.

Puedes leer la enrevista a Manuel Gil, director de la Feria, explicar cómo es el proyecto de esta cita cultural y editorial en este enlace de WMagazín.

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