
Detalle de la portada del libro ‘Fiascos S. A’, de Miguel Ángel Noceda (Debate). /WMagazín
España, cercada por la corrupción y los delitos de las empresas privadas durante la democracia
El periodista experto en economía del diario El País publica 'Fiascos S.A. Los grandes fracasos empresariales de la democracia' (Debate), una gran radiografía de uno de los problemas más enraizados. Publicamos un fragmento clave
Presentación WMagazín En momentos en que España afronta con el gobierno del presidente Pedro Sánchez escándalos de corrupción, vale la pena recordar algunos de los casos más sonados en el sector privado desde la democracia. Miguel Ángel Noceda, periodista de El País, especializado en economía, repasa buena parte de todo esto en Fiascos S.A. Los grandes fracasos empresariales de la democracia (Debate)
WMagazín publica un pasaje de este ensayo que sirve de espejo sobre la realidad española cercada continuamente de situaciones de corrupción en todos los ámbitos y niveles. Un fragmento que habla por sí solo del destino que ha tenido que afrontar el país.
Noceda ha seleccionado los casos que más huella han dejado en España desde la llegada de la democracia: los que han destapado los mayores escándalos de corrupción y otros delitos, desembocando en procesos judiciales que aún siguen sin resolver o tras los que la mayor parte de sus protagonistas terminaron en prisión. Hablamos de la Rumasa de José María Ruiz-Mateos, la Banca Catalana de Jordi Pujol, el Banesto de Mario Conde, la Terra de Juan Villalonga, la Gescartera de Antonio Camacho, la Bankia de Rodrigo Rato o la Abengoa de Felipe Benjumea, entre otros.
Fiascos S.A. Los grandes fracasos empresariales de la democracia
Miguel Ángel Noceda
El Diccionario de la lengua española define «fiasco» como «fracaso o decepción» y, en alguna acepción recogida en otros glosarios, como «desengaño o resultado adverso de una cosa que se esperaba sucediese bien». Es decir, lo que le ha ocurrido a un gran número de empresas en la historia de España, en muchos casos después de largas etapas de esplendor. Pero, ya fuera por una mala gestión, ya por la adversidad de los mercados o por no haber sabido adaptarse a ellos, ya por la falta de innovación o por la caída de las ventas, terminaron precipitándose al abismo. Normalmente, todos esos fiascos, de los que he seleccionado los que más huella han dejado durante la democracia, van acompañados por escándalos de corrupción y otros tipos de delitos, y han desembocado en procesos judiciales que enviaron a la mayor parte de sus protagonistas a prisión o que todavía están por resolver.
Desde la instauración de la democracia no ha habido periodo en el que no se haya producido algún episodio de este tipo. Algunos ya venían gestándose desde el franquismo, etapa en la que se produjeron escándalos de tal calibre —Matesa, Redondela, Sofico o Fidecaya— que el régimen, muy propenso a taparlos para no mostrar debilidad o falta de eficiencia, no logró ocultarlos. La Transición, que hay que escribirla con mayúscula por lo que significó, tuvo que atajar las malas prácticas a las que estaban acostumbradas las empresas y los empresarios. Sin embargo, tanto en épocas de vacas gordas como de crisis profunda, casos como estos no han dejado de suceder.
Todos los fiascos tienen su protagonista —como toda obra tiene su autor— y, la mayoría de ellos, algunos personajes secundarios cuya aparición en el escenario resulta imprescindible para entender la trama. Unos (fiascos) y otros (protagonistas) están íntimamente ligados. Esta recopilación ofrece aquellos casos de mayor repercusión mediática, cuyos responsables han pasado además por sonados procesos: la Rumasa de José María Ruiz-Mateos, la Banca Catalana de Jordi Pujol i Soley, el Banesto de Mario Conde, el grupo KIO-Torras de Javier de la Rosa, la Ibercorp de Manuel de la Concha, la Terra de Juan Villalonga, la Gescartera de Antonio Camacho, la Martinsa de Fernando Martín, el Grupo Marsans de Gerardo Díaz Ferrán, la Bankia de Rodrigo Rato, la Pescanova de Manuel Fernández Sousa-Faro, la Gowex de Jenaro García Martín, el Banco Popular de Ángel Ron y la Abengoa de Felipe Benjumea.
Son todos los que están, aunque existieron más. Algunos de estos últimos los he incluido como parte de capítulos por estar relacionados con ellos —Galerías Preciados con Rumasa; Explosivos Río Tinto y Cros con KIO-Torras; Air Comet y Spanair con Marsans— y que, por sí solos, tuvieron menor incidencia mediática o no llegaron a ser judicializados. Otros, en los que no había relación alguna, los he agrupado en el último capítulo. Es el caso de la eléctrica Fecsa, que concentra la situación de «quiebra técnica» que arrastraba el sector tras el franquismo; las estafas de Afinsa y Fórum Filatélico, que captaron y engañaron a miles de inversores; las constructoras OHL e Isolux, que se vieron superadas por las deudas; el grupo Cantoblanco de Arturo Fernández, un imperio hostelero que se vino abajo; y Fagor, cuya quiebra puso en entredicho el modelo cooperativista de Mondragón. (…)
Todos, se quiera o no, son parte de la historia empresarial española y, por tanto, de la historia de España. En efecto, a partir de los fiascos que recoge este libro se recorren los acontecimientos económicos, que no son pocos (la crisis bancaria de los primeros años de la Transición, la reestructuración sectorial que dio lugar a la concentración bancaria, la intervención de Rumasa, el derrumbe de Banesto, la reconversión y privatización de los grupos estatales, las relaciones de los agentes sociales entre ellos y con los gobiernos, la entrada en la Comunidad Económica Europea, los acuerdos de Maastricht y la moneda única, el boom de internet, las burbujas tecnológica e inmobiliaria, la reestructuración de las cajas de ahorros y la caída del Banco Popular, las crisis económicas que se atravesaron durante todo este periodo), pero también políticos, algunos en retrospectiva (la legalización del PCE, las primeras elecciones y la financiación de los partidos políticos, el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981, la primera victoria de los socialistas, el referéndum de la OTAN, la huelga general del 14-D de 1988, la fuga del director general de la Guardia Civil, el encarcelamiento del exgobernador del Banco de España, los fallidos intentos de José María Aznar para alcanzar el poder hasta lograrlo a la tercera, el nombramiento de amiguetes al frente de las empresas públicas para terminar la privatización, la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero tras los atentados de Atocha en marzo de 2004, la detención del exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato). Al final, son hechos interrelacionados en los que no es fácil distinguir si tuvieron origen en la política o en la economía, pero que, en cualquier caso, demuestran que ambas están íntimamente ligadas.
En todos existe, no obstante, un hilo conductor que pone en evidencia la falta de suficientes mecanismos de control para frenar los desmanes de sus protagonistas o el mal uso de los ya existentes. Ante ello, cabe la pregunta de qué habría sido si se hubiera actuado como se debía y no dilapidando los recursos. Seguramente, se habrían evitado muchos sofocones, pero eso no deja de ser ciencia ficción sobre lo que pudo ser y no fue. Además, resulta en extremo complicado pelear contra las adversidades que plantea la condición humana cuando aparecen oportunidades de obtener dinero fácil y dar sonados pelotazos, palabra que se ganó una cuarta acepción en el Diccionario como «operación económica que produce una gran ganancia fácil y rápida» y dejó de escribirse en cursiva.
Por otro lado, de la descripción de los hechos se colige el retardo con el que se ponen en marcha los procesos judiciales que los casos aquí descritos han acarreado. Cabe reclamar, por tanto, la necesidad de agilizar los mecanismos con los que cuenta la justicia.
Pese a todo, lo cierto es que el país dio un vuelco absoluto desde el cambio de régimen, sobre todo tras el impulso que propició la entrada en la Comunidad Económica Europea y la política de apertura internacional iniciada a partir de entonces. Aunque hubo intentos de frenar los avances por parte de fuerzas retrógradas, el crecimiento y la modernización experimentados permitieron consolidar la democracia y poner al país entre las principales economías del mundo. España puede presumir de una economía abierta y de contar con un importante ramillete de empresas que son referentes internacionales —y en algunos casos líderes— en los sectores bancario, de la construcción, de las telecomunicaciones, energético, espacial, aéreo, asegurador, de la moda, del comercio, farmacéutico, hotelero, logístico y, sin dejarlo de lado, en el deportivo; sin olvidar las miles de empresas medianas que han hecho camino por el mundo y dan ejemplo de buena gobernanza y eficacia. El tejido empresarial, caracterizado por la abundancia de pymes, ha mejorado y ha ido superando las eternas asignaturas pendientes de diversificación geográfica y competitividad. En la actualidad, gran parte de las ventas de las empresas que cotizan en el IBEX 35 proceden del exterior.
- Fiascos S.A. Los grandes fracasos empresariales de la democracia. Miguel Ángel Noceda (Debate).
***
Suscríbete gratis a la Newsletter de WMagazín en este enlace.
Te invitamos a ser mecenas de WMagazín y apoyar el periodismo cultural de calidad e independiente, es muy fácil, las indicaciones las puedes ver en este enlace.