Estos son y así suenan los 14 libros que aspiran al V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (y 2)
WMagazín publica en primicia la segunda y última entrega con pasajes de relatos de los otros siete autores preseleccionados al premio de cuento. Se trata de Jaramillo, López, Muñoz, Ortuño, Ospina, Rodríguez y Velázquez y sus historias de humor, ironía, literatura y la fragilidad del ser humano
Presentación WMagazín. El humor, la ironía, el sarcasmo, la literatura misma, los dramas absurdos y la fragilidad del ser humano marcan la lectura de los otros siete autores preseleccionados al V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez: Alejandra Jaramillo Morales, Francisco López Serrano, Andrés Mauricio Muñoz, Antonio Ortuño, María Ospina Pizano, Legna Rodríguez Iglesias y Carlos Velázquez. Se trata de uno de los premios literarios más importantes de su género en español que distingue al mejor volumen de cuentos publicado el año anterior.
WMagazín termina de publicar en primicia los catorce pasajes de cuentos de igual número de autores preseleccionados. Con ellos proponemos un viaje por la geografía de la cuentística más contemporánea de España y Latinoamérica. Un viaje en la voz de tres autores argentinos, tres colombianos, tres mexicanos, dos españoles, y uno de Cuba, otro de Chile y uno más de Perú. De esta preselección de cuentos publicados en 2017 saldrán cinco nombres que se anunciarán en septiembre y el premio al ganador se entregará a comienzos de noviembre, en Bogotá.
Los autores preseleccionados al V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, son: por Argentina son Edgardo Cozarinsky, por En el último trago nos vamos (Editorial Tusquets); Santiago Craig, Las tormentas (Editorial Entropía), y Pablo Colacrai con Nadie es tan fuerte (Editorial Modesto Rimba). Los tres escritores colombianos preseleccionados son: Alejandra Jaramillo Morales, y su libro de cuentos Las grietas (Tragaluz); Andrés Mauricio Muñoz, Hay días en que estamos idos (Seix Barral) y María Ospina Pizano con su libro Azares del cuerpo (Laguna Libros). Los escritores mexicanos preseleccionados son: Antonio Ortuño con La vaga ambición (Páginas de Espuma), Claudina Domingo, Las enemigas (Sexto Piso) y Carlos Velázquez con el libro de cuentos La efeba salvaje (Sexto Piso). Los autores españoles son Francisco López Serrano, con El holocausto de las mascotas (Editorial Baile del Sol) y César Ibáñez París, Los árboles de Petia (Lastura editores). Por Cuba, la escritora Legna Rodríguez Iglesias, por su libro Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara); por Chile, Constanza Gutiérrez, y su libro Terriers (Editorial Montacerdos); y por Perú, el escritor Paul Baudry, autor del volumen El arte antiguo de la cetrería (Editorial Peisa).
Los invitamos a asomarse al universo narrativo de Jaramillo, López, Muñoz, Ortuño, Ospina, Rodríguez y Velázquez:
Alejandra Jaramillo Morales: 'Las grietas'
- Alejandra Jaramillo Morales: Las grietas (Tragaluz Editores) Colombia.
Francisco López Serrano: 'El holocausto de las mascotas'
Comienzo del cuento En las entrañas del bosque:
¡Quieta, Rol, tranquila! –gritó Bea al gran dóberman mientras se giraba hacia la parte trasera del coche con esa mezcla de condescendencia y enternecimiento que acostumbran a usar con sus perros quienes han sido sabia y sutilmente adiestrados por ellos.
Yo estaba sentado en el lado del copiloto, paralizado de terror. Al entrar en el auto no había reparado en la presencia de Rol, que debía de hallarse tumbada en el asiento trasero, hasta que no me hube acomodado en él. Entonces observé por el rabillo del ojo cómo una enorme cabeza de perro, con sus fauces babeantes y sus afilados colmillos, se abalanzaba hacia mí gruñendo y dando feroces ladridos que no eran, ni mucho menos, de bienvenida.
Circulábamos ahora por una transitada avenida de la ciudad en dirección a la autopista. En el interior del vehículo sonaba a todo volumen Klilling is my business de Megadeth, según Bea su grupo favorito, lo cual no me impedía, acurrucado e inmovilizado por el miedo en el asiento, oír a mi espalda los gruñidos hostiles del dóberman, mientras sentía en la nuca su fétido aliento y su continuo babeo.
-No te preocupes –había intentado tranquilizarme Bea a gritos por encima del estrépito de la música, los gruñidos del perro y el ruido del motor-, es una perra muy buena, incapaz de hacerle daño a nadie.
Bea seguía conduciendo impasible; mostrando, ante la feroz hostilidad del animal hacia mí y su persistente babeo sobre mi cuello, esa indolencia embobada con que algunas madres contemplan con una sonrisa extasiada en los labios cómo su pequeño vástago nos destroza la biblioteca o nuestros mejores discos, mientras maldecimos por dentro poniendo una sonrisa de resignación e impotencia al no poder, en presencia de la madre, darle un guantazo al cabroncete destructor.
Ante la imposibilidad de salir corriendo, y a falta de otra cosa mejor que hacer, aquella situación, y la sensación de extremo peligro en que me hallaba, invitaba cuando menos a considerar los pasos que me habían llevado hasta ella.
Bea, que trabajaba de empleada en una gasolinera en donde yo solía repostar, y con la que llevaba algún tiempo tonteando, tras suscitarse en uno de aquellos fugaces pero intensos flirteos nuestra común afición al senderismo, había aceptado acompañarme a una excursión al monte a condición de que fuéramos en su coche. Al principio no di importancia a aquel requisito, al fin y al cabo hay gente que sólo es capaz de moverse en coche si conduce, algunos llegan incluso a marearse si no lo hacen. Sólo ahora comprendía el alcance de su imposición aparentemente inocua y la terrible realidad que encerraba.
Yo había hecho ya mis planes respecto a aquella amena jornada de campo. Tenía muy clara la estrategia que debía seguir durante el viaje e incluso había elegido un lugar tranquilo en el corazón del bosque. Desde el comienzo de nuestros escarceos todo había ido viento en popa, y a lo largo de aquella idílica excursión debía ir marcando el terreno poco a poco, procurando que lo que tenía que ocurrir al final ocurriera. Todo consistía en que la buena disposición que Bea venía evidenciando hacia mí hallara el cauce adecuado. Pero la buena disposición de una mujer es algo que, al parecer, no siempre debe darse por sentado. La realidad, como dijo un poeta, trae verbos irregulares que es preciso aprender a conjugar, y ahora, con la maldita perra detrás acechando mis gestos, atenta al más mínimo amago de acercamiento a Bea para abalanzarse con sus afilados colmillos sobre mi yugular, las cosas no se prometían tan fáciles.
Entre tanto su despreocupada dueña conducía a toda velocidad y Megadeth continuaba sonando a todo volumen en el reproductor de cedés.
-Espero –gritó – que no te moleste que haya traído a la perra. No tenía con quien…
- Francisco López Serrano: El holocausto de las mascotas (Editorial Baile del Sol) España.
Andrés Mauricio Muñoz: 'Hay días en que estamos idos'
- Andrés Mauricio Muñoz: Hay días en que estamos idos (Editorial Seix Barral). Colombia.
Antonio Ortuño: 'La vaga ambición'
- Antonio Ortuño: La vaga ambición (Editorial Páginas de Espuma) México
María Ospina Pizano: 'Azares del cuerpo'
Comienzo del cuento Azares del cuerpo:
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva.
—José Lezama Lima, Llamado del deseoso
Con la mano carnosa y firme Martica agarró la de Mirla y se la apretó contra la ingle.
—Téngasela aquí.
La fuerza con que la manicurista la obligaba a tocarse sus propias partes siempre la sorprendía.
—Ábrame más las piernas, levánteme la derecha contra la pared y tiémpleme más aquí.
Martica estiró la piel rugosa y manchada de su clienta. Con la otra mano untó la paleta de cera caliente que despedía olor a limón. Aplicó el líquido pegachento sobre los montículos donde nacían las nalgas de la vieja. Solo durante las escasas sesiones de depilación de los últimos años Mirla se había percatado de esas regiones de forma tan palpable. Había ido perdiendo el hábito de esculcárselas.
Martica arrumó los labios como cuando le hablaba a la difunta perra pequinés que decoraba la sala de su casa en quietud disecada.
—Está flaca, señora Mirlita, qué pecadito. Yo sé que está triste, pero tiene que comer.
Frotó la tira de lienzo blanco sobre la cera untada en la piel y la haló con firmeza.
—Sí, ¿no? Eso es lo que me dice Nora últimamente. Hasta con la niña me manda preguntar si he comido bien. Yo creo que me hacen falta todas esas saliditas que hacíamos con Pepe. Ay carajo, Martica, no me vaya a dejar eso morado.
Martica le arrancó los pelos débiles, los pocos que a su edad le quedaban así de oscuros en todo el cuerpo.
—Ya, ya, lista para la playa y para su debut en televisión. Pero eso sí prométame que esta semana come mejor que se me está volviendo puro hueso, qué pecadito.
Martica no creía que Mirla fuera a irse de viaje como le había anunciado en las últimas dos citas. Seguro lo decía por imaginarse la falta que haría en el mundo, para encontrar algún rescoldo de vitalidad. Cómo se iba a ir de viaje con la poca plata que tenía desde que se había quedado sola. Ni siquiera le había pagado a Martica el último mes de manicuras, pedicuras y cera, que no eran poca cosa. Ella no había querido cobrarle porque no era costumbre suya andar haciendo cuentas con la gente que estaba en duelo. Tampoco se la había tomado muy en serio cuando Mirla le preguntó si la podía conectar con una clienta suya que trabajaba en telenovelas para ver si le salía un trabajito como actriz. Martica le había prometido llamarla, a ver qué podían hacer.
Mirla andaba confundida con algunas cosas desde la muerte de Pepe. Los hijos de él, que siempre le habían increpado hablar del amor a su edad y terminar con una mujer judía, llegaron a la casa de Mirla la semana después de la cremación anunciando que se llevarían algunas cosas que le pertenecían a su padre —unas estatuas precolombinas, algunos cuadros y varios muebles coloniales que Pepe había conseguido tiempo atrás en la demolición de un convento del centro de Bogotá—. Fuera de una modesta cuenta de ahorros que Pepe había abierto a nombre de ambos para un futuro viaje a Curaçao en busca de los antepasados de Mirla, la única otra herencia contundente que le dejó el difunto fue una serie de chucherías de dudoso valor que se resistían a destilar su fantasma.
—¿Vio Martica que conseguí otras tijeritas? ¿Usted cree que las pueda subir al avión?
Desde la tragedia Mirla alimentaba una creciente colección de tijeritas de todo tipo. Como empresaria del cuerpo, catalogadora de uñas, pelos y pellejos, Martica no podía entender ese interés por el brillo de unas tijeras más allá de su utilidad. Pero le celebró la iniciativa a la clienta, fingiendo curiosidad, como estrategia terapéutica. En vida Pepe había sido un coleccionista de colecciones. Mirla llevaba sesiones consultándole a Martica sobre qué hacer con ellas. ¿Guardaba o regalaba cientos de cajitas de fósforos de todo el mundo, relojes de pulsera antiguos que habían pertenecido a generaciones anteriores de Valencias, afiches de cine de viejas películas de Hollywood y, la más rara y la que Mirla menos entendía porque nunca había estado inmersa en los fetiches católicos, la colección de relicarios donde yacían astillas de huesos de santos o beatos decimonónicos? Martica había coincidido con ella en que esa podría despertar algún interés mercantil. Hasta le ayudó a Mirla a poner un anuncio en los avisos clasificados del periódico pero nada que aparecía algún interesado.
- María Ospina Pizano: Azares del cuerpo (Laguna Libros). Colombia.
Legna Rodríguez Iglesias: 'Mi novia preferida fue un bulldog francés'
- Legna Rodríguez Iglesias: Mi novia preferida fue un bulldog francés (Editorial Alfagaura). Cuba.
Carlos Velázquez: La efeba salvaje
- Carlos Velázquez: La efeba salvaje (Sexto Piso). México.
Los ganadores del V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez en sus ediciones anteriores son: en 2017 el español Alejandro Morellón por El estado natural de las cosas (Caballo de Troya), en 2016 el colombiano Luis Noriega por Razones para desconfiar de sus vecinos (Penguin Random House); en 2015 la boliviana Magela Baudoin con La composición de la sal (Plural Editores); y en la primera edición, en 2014, el argentino Guillermo Martínez, con Una felicidad repulsiva (Destino). Este premio es una convocatoria del Ministerio de Cultura de Colombia y la Biblioteca Nacional de Colombia. Surge de la iniciativa del Plan Nacional de Lectura y Escritura “Leer es mi cuento”, que promueve el Gobierno Nacional de Colombia. Nació con la intención de aumentar los índices de lectura en el país, así como de respaldar y promover la calidad literaria de este género y ampliar el espectro de concursos literarios dentro y fuera de Colombia. Puedes ver aquí el artículo sobre ganador de 2017: Alejandro Morellón, AQUÍ.
- Puedes leer aquí la primera entrega de Estos son y así suenas los 14 libros que aspiran al V Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.
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