
El escritor español Javier Cercas (Cáceres, 1962), autor de ‘El loco de Dios en el fin del mundo’. /Foto de Marta Calvo – Cortesía Random House
¿Existe la resurrección? El papa Francisco respondió a Javier Cercas
El Vaticano abrió sus puertas al escritor español que plasma su experiencia acompañando al Pontífice a Mongolia en la novela sin ficción 'El loco de Dios en el fin del mundo'. Una exploración religiosa y literaria en la que resurge el interrogante eterno: ¿Por qué mucha gente necesita creer en un Dios?
Dos grandes y eternas preguntas y sus respuestas sostienen el libro El loco de Dios en el fin del mundo (Random House), de Javier Cercas, de 63 años (Ibahernando, Cáceres, 1962): una de ellas tiene que ver con el cristianismo y la otra con casi todas las personas que han poblado y pueblan el mundo:
¿Existe la resurrección de la carne después de la muerte? Esta es la pregunta eterna que se planteaba la madre de Javier Cercas, una mujer muy católica, y que llevó a que el escritor español aceptara la propuesta del Vaticano de acompañar al Papa Francisco a su visita a Mongolia e hiciera un libro sobre él y lo que quisiera, porque tendría acceso a casi todo. La respuesta está en esta novela sin ficción y la responde el propio Papa. Y, además, el libro tiene un final impuesto por la realidad, como la mejor novelista imaginable, que si alguien se lo hubiera inventado nadie lo creería.
¿Por qué el ser humano todavía siente la necesidad de creer en un dios? Esta es la pregunta que se desprende de cada una de las 484 páginas de esta obra polifónica donde Javier Cercas habla con toda clase de personas de la jerarquía eclesiástica y con creyentes de todo tipo. Y a su alrededor otras preguntas, debates y polémicas como el celibato o el clericalismo. Además de los interrogantes sobre el futuro del Papa y la continuación de su legado y las intrigas palaciegas sobre sus políticas y su sucesión.
La realidad para contar el misterio
Sobre el primer misterio y la columna central del cristianismo de la promesa de la vida después de la muerte, la respuesta que recibe Javier Cercas de Francisco es clara y contundente. Lo hace en una conversación privada de unos veinte minutos. El escritor se la traslada a su madre, que tras la muerte de su marido hace varios años siempre se preguntaba si cuando ella falleciera se volvería a ver con él. Cuando el libro está casi acabado la realidad empieza a escribir su propia historia. La madre de Cercas muere. Pero ese no es el final del libro, porque la realidad se empeña en su coautoría insoslayable como si fuera un dictado de los dioses que Cercas escucha.
El loco de Dios en el fin del mundo es una novela en la cual Javier Cercas sigue su exploración de estructuras narrativas basadas en la realidad constatable, en la estirpe de sus aplaudidas Soldados de Salamina, Anatomía de un instante y El impostor. Conviven de manera armónica diferentes géneros: de la crónica al ensayo, pasando por los testimonios, las reflexiones y las descripciones. Con estos recursos y su investigación, Cercas ha creado una obra que ofrece un retrato coral del papa Francisco y del funcionamiento, mecanismo y laberintos de la Iglesia. Voces de aquí y de allá, investigaciones de todos lados imbricadas de manera certera y ágil que convierten al lector en acompañante o copiloto privilegiado de este viaje esparcido de referencias culturales, sociales, intelectuales y políticas de un valor incalculable. Todo ello con la destreza narrativa de un Cercas que ha escrito un thriller sin ficción con lo mejor de la literatura.
Una novela escrita por un autor que dice que no solo investigó todo lo que pudo, sino que intentó hacerlo con la mirada limpia al quitarse los prejuicios porque como reconoce en su primera página:
«Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo».
La realidad, no contenta con forzar el final del libro, se volvió a entrometer, esta vez en el día elegido para su presentación ante los medios de comunicación, en el Instituto Cervantes de Madrid: el lunes 31 de marzo de 2025, día de San Benjamín, patrono de los evangelizadores; un diácono y mártir en la Persia de los siglos IV y V, cuando el cristianismo vivió una persecución cruel.
¿Por qué creer en un dios?
“La novela ha atenuado mi suprematismo ateo”, confesó Cercas. Tras contar la propuesta del Vaticano, cuando estaba en la Feria de Turín de 2022, le pregunté:
¿Después de haber estado en los confines del mundo católico y de haber hablado con tanta gente del Vaticano y de la Iglesia por qué cree que todavía existe la necesidad de creer en Dios para mucha gente? ¿Qué conclusión saca de todo esto? Sabiendo que ya en el siglo XIX Friedrich Nietzsche oficializó la muerte de Dios.
“Al final no sé si existe la resurrección de la carne y la ida eterna, no lo sé. Pero sí puedo decir que el Papa contesta a esa pregunta que el loco sin Dios, le hace al loco de Dios. Y hay una respuesta, para mí completamente inesperada.
¿Por qué creer en Dios? …
Es como una necesidad básica de los seres humanos…
Cuando pensamos ahora, desde nuestro laicismo, a veces un pelín supremacista, a mí este tipo de ateísmo, que lo he practicado toda mi vida, se me ha pasado un poquito. Sigo siendo ateo, pero el supremacismo lo he atenuado un poco. Hay una frase de Hannah Arendt, que se cita al final del libro obsesivamente, porque este libro es muy obsesivo, como soy yo, donde Arendt, que se consideraba a sí misma agnóstica, decía: ‘Los ateos son necios que creen saber aquello que no se puede saber’. Nosotros desde nuestro ateísmo actual generalizado, tal vez no tanto como parece, porque cuando empiezo a hablar de este libro con gente los católicos afloran por todos lados, creía que todos éramos ateos como yo, pero no es verdad, y la gente lo es de muchas maneras. La idea de Dios insensata, la idea loca de la resurrección de la carne, de la vida eterna, las miramos con suficiencia: pobre gente, humilde, un poco inculta; y nosotros con la razón, la ciencia, pero resulta que esto lo ha creído gente muy lista y muy inteligente. Ya no hablo de san Agustín y santo Tomás, de Kant, de Newton, que eran muy listos, hasta del propio Einstein que creía en el Dios de Espinosa, que se identifica con la naturaleza, pero que en última instancia es Dios. ¿Por qué esto? Sobre esto se ha escrito mucho. Creo que hay una necesidad básica…
A mí quien me ayudó a dejar el cristianismo fue Nietzsche, que leí de manera encarnizada, que es el gran revelador, el gran enemigo del cristianismo. Lo leí con pasión en la adolescencia cuando dejaba la creencia. Una de las ideas de Nietzsche fundamentales, que para mí fue siempre importante, decía con palabras gruesas que el cristianismo era una religión de esclavos. Y esto era el peor pecado para Nietzsche, una religión que devaluaba la vida. Porque, según él, el cristianismo lo que decía es: Esta vida es un valle de lágrimas, pero si aguantamos aquí y nos portamos bien y somos sumisos en la otra vida se nos compensará. Y tiene razón en parte, y en parte no tiene razón. Para empezar, porque Jesucristo lo que decía era: ¡Quien me siga recibirá cien veces más y luego la eternidad! O sea, no es que esto no valga nada, ¡esto vale la bomba, porque vas a recibir cien veces más y luego la eternidad!
Pero hay algo mucho más brutal: ¿Qué es eso de una religión de sumisos? Lo que dice de verdad el cristianismo es que no nos morimos. El cristiano se niega a morir. Es una rebelión contra la muerte. Mi madre, a la que yo creía tan sumisa y obediente, decía que no le daba la gana de no volver a ver a mi padre que ya había fallecido. Mi madre, cuando murió mi padre, siempre decía: “Entiendo que se haya muerto, lo que no entiendo es que no vaya a volver a verlo”. Y el cristianismo lo que hace es la máxima rebelión posible, una rebelión contra la muerte, no hay mayor rebelión que esa.
Si lo piensas es un poco brutal. Y hay que estar un poco loco, o mucho, para creer esto”.
El duelo de la fe y la razón
En una breve entrevista que le hice en privado, Cercas insistió en la idea de que a él lo que le interesaba era que el Papa respondiera a la pregunta de su madre. Además de concluir que “este papa es revolucionario porque lo que quiere es volver al cristianismo primitivo, estar con los débiles, con los pobres y con los que necesitan, con la periferia. Es un Papa anticlerical”.
En un pasaje del libro, cuando Cercas habla con el cardenal Brunelli sobre la fe, este le dice:
“Hay una palabra que Bergoglio usa a menudo: la palabra ‘atracción’. Ha dicho: ‘La fe es una atracción’. Eso ha dicho: una atracción como la que sientes por una mujer. Es decir, no es el fruto de un razonamiento, sino de algo que te atrae, que te imanta.
-La fe quizá no deba prescindir de la razón -acepto- pero con la razón no se llega a la fe”.
Tras leerle su propia respuesta le pido que la amplíe:
“Esto es una discusión con varios de ellos. El máximo exponente de esto es santo Tomás. Que hace una demostración de una inteligencia deslumbrante de la existencia de Dios racionalmente. Estoy de acuerdo, puedes no prescindir de la razón, pero solo con la razón no se llega a ella. La fe requiere un salto al que le puedes llamar de muchas maneras. Me gusta mucho un personaje, el cardenal Torrentino, un poeta de altísima categoría, con el cual coincidimos, y que me dijo exactamente eso, la fe es una intuición; como la intuición poética que te permite sentir determinada cosa, que hay cierta verdad. La fe es como la intuición poética, la intuición de que eso existe, Hay un salto ahí. Bergoglio dice que es un don. Y son las dos cosas, no son contradictorias. Un don que te lo dan, a mí me lo dieron mis padres”.
El loco, explicó el escritor, es el papa Francisco: “Es un Papa especial. Es el primer papa jesuita, el primero suramericano y, asombrosamente, es el primer papa que se llama a sí mismo Francisco, por san Francisco de Asís. Y Francisco de Asís se llamaba a sí mismo ‘el loco de Dios’. En cuanto al ‘fin del mundo’, Mongolia es simbólicamente el fin del mundo, pero además él, Francisco, viene del fin del mundo…. Recuerden su primera alocución, en la que la primera frase que dijo fue: ‘Buenas noches a todos’, lo cual ya era novedoso. Luego dijo algo así como: ‘Mis hermanos han ido a buscar al papa nuevo ‘casi al fin del mundo’. O sea, a la Argentina…
Yo soy un loco reprimido, pero en los libros me desmadro. Es la ventaja de los libros. Este es el libro más loco que he escrito. Lo protagoniza un loco, el libro está lleno de locos… Porque para creer en esto es preciso, dice Francisco, estar un poco loco. Y yo añado que para irte de misionero a lugares donde casi no hay católicos, a 50 grados, para ayudar a los pobres… hay que estar un poco loco y tener un superpoder, que es la fe. Es imposible no admirar a esa gente.
Me llamo ‘loco sin dios’ por el fragmento de Dios en La gaya ciencia de Nietzsche, donde un loco sale a la calle con un farol encendido gritando: ‘Dios ha muerto, Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado’. Todo indica que el loco está desolado. Con razón, porque, como dice Iván en Los hermanos Karamázov, ‘si Dios ha muerto, todo está permitido’ la base de nuestra civilización ha dejado de existir”.
La elección de Javier Cercas para esta misión, según el propio escritor, es que “pensaron en un ateo, porque Bergoglio se caracteriza, como el misionero que no pudo llegar a ser por culpa de los problemas pulmonares que aún le afectan, por ir a hablar con quienes no son católicos. Tiene esa vocación. La idea era que un ateo como yo fuera a la Iglesia a contar qué es la Iglesia. Por su parte, un acto de coraje. Y ni siquiera me han pedido leer el libro antes de publicarlo”.
Un Papa revolucionario y anticlerical
Uno de lo aspectos que más interesó a Cercas es el que el Papa es anticlerical, como él:
«El clericalismo es el cáncer de la Iglesia’, dice Francisco. Es creer que el sacerdote está por encima de los fieles. Y él detesta esto, está con los fieles. Dice que el sacerdote tiene que estar por delante del rebaño para guiarlo, y dentro del mismo, y detrás para ayudar. Y todos los males de la iglesia vienen de quienes se creen por encima de los fieles. Por ejemplo, con los abusos sexuales, que son abusos de poder. También están los males del constantinismo (del emperador Constantino), de la unión del poder político y de la religión”.
Por todo eso, Javier Cercas opina que “los detractores de Francisco son muchos y muy poderosos y sueñan con darle un giro a la Iglesia. Pero creo que no va a ser tan fácil”. Lamenta que en el mundo estén en auge ideas contrarias a las de Francisco. Aunque el escritor ve difícil revertir los cambios que ha impuesto el Papa en su Iglesia, entre otras cosas porque el 80% de los cardenales que elegirán a su sucesor los ha nombrado él mismo, y “el centro de la Iglesia ya no está en Europa, ni en Italia”.
Sobre las acusaciones de que blanquea al Vaticano y a la Iglesia Católica, Javier Cercas es contundente en recordar: “Los escritores no nos dedicamos a juzgar sino a entender. Entender no es justificar, si acaso es darse instrumentos para no cometer los mismos errores”.
Y recordó a William Shakespeare: “No se dedica a juzgar a Ricardo III, el mayor asesino de la historia, sino a entenderlo. (…) La literatura es útil siempre y cuando no pretenda serlo, lo que sería propaganda; si a eso lo llaman blanquear, es un argumento pobre y falso”.
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TEOLOGÍA
El papá de Teófilo se llamaba Teófilo y el papá de Teófobo
se llamaba Teófobo. Teófilo y Teófobo nacieron sin nombres,
como todo el mundo, y si bien Teófilo fue nombrado como
tal por su papá desde antes de haber nacido, con Teófobo la
cosa fue distinta porque su papá prefirió esperar a que fuera su
hijo quien eligiera él mismo el nombre que quisiera. Y bueno,
Teófobo decidió llamarse igual que su papá.
Teófilo y Teófobo no se llevaban bien en su adolescencia
porque Teófobo se burlaba de Teófilo acusándolo de absurdo
fantasioso mientras que Teófilo sostenía que Teófobo era un ser
absurdo (los dos se acusaban mutuamente de absurdos) que se
negaba tontamente a ver lo que era evidente a simple vista.
Un día en que se caldearon los ánimos entre ambos, muy
coléricos y desafiantes se gritaron por gran casualidad con exac
tamente las mismas palabras proferidas al unísono:
¡¡TÚ ERES UN SER PROFUNDAMENTE EQUIVOCADO!!
Quedaron enemistados y dejaron de hablarse durante cier
to largo tiempo.
Ahora, cuarentones ya, Teófilo y Teófobo son grandes ami
gos que se emborrachan juntos todos los sábados y se van a sus
casas del brazo y cayéndose, canturreando con voz beoda:
¡Teófilo y Teófobo!
¡Teófilo y Teófobo!
Beberán contentos cerveza todos los sábados
Hasta que llegue el cercano final
Si lo aceptaran, me gustaría que lo editaran para que tenga una estructura visible de cuento (porque eso es lo que es). Si no lo aceptan, no hay problema de mi parte. Gracias por la atención.