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Detalle de la portada de ‘Mejor el fuego’, de Juan Carlos Yrigoyen. /WMagazín

Expedición a la intimidad en cinco libros sobre amores, deseos, sexo y miedos

Íñigo Redondo, Fernanda Trías, Giuseppe Caputo, Margarita García Robayo y Juan Carlos Yrigoyen son cinco de los trece autores de la colección Mapa de las Lenguas 2021 que busca descubrir y potenciar a escritores en español

Las grandes exploraciones y descubrimientos están en la intimidad de cada ser. Ese es el viaje que hacen en sus recientes libros cinco escritores a sendos territorios con las luces y sombras e inquietudes alrededor de los amores y deseos de diferente naturaleza y a los miedos que acechan y afloran dentro mientras por fuera nada parece delatarlos. Hasta que…

Rincones de aquellos mundos los desvelan Íñigo Redondo  en Todo esto existe, Fernanda Trías en Mugre rosa, Giuseppe Caputo en Estrella madre, Margarita García Robayo en El sonido de las olas y José Carlos Yrigoyen en Mejor el fuego. Son cinco de los trece escritores y títulos que conformarán la colección Mapa de las lenguas para 2021, en Alfaguara y Literatura Random House. Esta apuesta por geografías literarias que merecen tener más lectores a nivel panhispánico empezó en 2015. Fue «con el ánimo de presentar en España el hervidero de talento latinoamericano que era desconocido aquí. Dos años después prácticamente todos los países donde tenemos sede tenían su propio mapa y era una iniciativa donde cada país construía su propia lista y títulos para presentar al año. Ahora aprendimos que la unión hace la fuerza y decidimos presentar una única lista”, explica Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, Lumen, Taurus, Debate y Publicaciones Académicas de Penguin Random House.

Este viaje a esas cinco obras lo empieza Íñigo Redondo (Bilbao, España, 1975), uno de los autores revelación y de los grandes hallazgos literarios de 2020. “La literatura permite dejar entrar muy profundamente a quien presta atención en ese momento”, asegura el autor de Todo eso existe cuyo título lo dice todo. Esta novela inquietante escrita con sumo cuidado y belleza narra la historia de un profesor y una alumna que acoge en circunstancias especiales.

Lo relevante, agrega el escritor español, “es cuando tocas mimbres que son propios e íntimos. Mi novela trata, en cierto modo, de la intimidad, de lo que ocurre detrás de cada uno, de las ventanas y fachadas de cada calle. De esa realidad íntima inaccesible vista desde lejos que puede tener cualquiera, y que cuando logras acercarte lo suficiente, que como en mi libro podría ser vista como algo censurable, reprobable o delictiva, esa aproximación permite entender al otro y despertar en el lector una cierta sensación de comprensión”.

Los sentimientos se abren paso como quieren y donde quieren, de tal manera que cuando las personas se dan cuenta ya han echado raíces que, a veces, hay que desyerbar como la maleza. Todo esto existe. Redondo insiste en que “los sentimientos se abren paso en los personajes y en el lector. El milagro de cada libro es que toca a cada lector y se convierte en un debate en cada uno”.

Esa conversación entre autor y lector y entre los personajes consigo mismos están presentes en Estrella madre, de Giuseppe Caputo (Barranquilla, Colombia, 1982). El narrador colombiano recorre los afectos y sentimientos íntimos de un hombre-niño. Hay unos capítulos, desvela Caputo, “que dan cuenta de la persistencia con la que el protagonista-narrador se pregunta no sólo por el paradero de su madre sino también por la forma como puede/debe pensar su historia común. ¿Cómo cuento esto? ¿Cómo narro nuestra relación?”.

Una historia muy de dentro con preguntas que se hizo el propio autor mientras escribía. “El otro día dije en algún evento que, como la esencia de la espera es resistirse a terminar (como nos recuerda Andrea Kohler en El tiempo regalado), y como el protagonista sabe que si se resigna a la ausencia de la madre tendrá que despedirse definitivamente de ella, la misma estructura de la novela, de alguna forma, emula su estado psíquico: es decir, la misma novela se resiste a terminar, posterga la despedida. En el capítulo Pensar un final, por ejemplo, la gran amiga del protagonista, Luz Bella, le hace preguntas que lo obligan a pensar su espera. Cito un fragmento: “¿Qué vas a hacer? ¿Cuánta plata te queda?”. Mi amiga insiste, me arrincona. “Tienes que pensar qué vas a hacer”. Yo no quiero pensar. Y no quiero esto: olvidarla. Podría esperarla más… “¿Qué te imaginas haciendo, mejor dicho? ¿Qué te gustaría? ¿Vas a esperar hasta cuándo?”. Y que repita esa pregunta, ¿hasta cuándo?, me ayuda a pensar. ¿Cuánto más voy a esperar?”.

Preguntas cuyas respuestas la gente se niega  aresolver o aceptar. Incluso en los sentimientos familiares y ciertas dependencias afectivas. Los recovecos de esos lazos los recorre Margarita García Robayo (Barranquilla, Colombia, 1980) en las tres novelas cortas que conforman El sonido de las olas. Y antes o durante su mirada a su alrededor hace lo propio consigo misma. Autora y narradora y protagonista son parte del paisaje y por eso su mirada parte de ella sobre ella como si fuera otra, como se lo diría otra persona. Al comienzo la novela da una clave:

“Yo no era como ellos, yo me di cuenta muy rápido de dónde estaba y a los siete años ya sabía que me iba a ir. No sabía cuándo ni a dónde. A mí me preguntaban: ¿qué quieres ser cuando grande? Y yo decía: extranjera”.

Las personas se cuentan a sí mismas todo el tiempo. Elaboran los hechos en una migración continua den dentro hacia fuera y viceversa. Lo dice a su manera el peruano José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976) en Mejor el fuego. Cuenta la historia y avatares de un homosexual. El sexo, los deseos sentimentales reflejados en el cuerpo, en la piel, mientras la cabeza va por otro lado, a veces. Una expedición a las nuevas rutas del sexo y el deseo para ir a las viejas rutas del mundo interior. El comienzo de la novela indica el camino:

«Días que no se deciden entre el calor y el frío. Iguales a mí durante esa primavera de 1996, cuando cumplí los veinte años dividido entre la abstinencia forzosa y un solitario furor. La primera oportunidad que tuve para salir de ese círculo opresivo me la ofreció mi madre. Necesitaba consultar los correos electrónicos del trabajo desde la casa y por eso instaló una computadora con internet en la sala de estar. Dijo que no tenía problema con que la usara, pero me recordó que la conexión dependía de la línea telefónica y su uso estaba racionado a una hora diaria. Elegí ocupar la máquina en las noches, cuando todos dormían, y entonces curioseaba en los hoyos negros de esa naciente galaxia que se presentaba ante mis ojos: la pornografía y las salas de chat. Sobre el porno, recién se encontraba en sus inicios virtuales y tendía a enfocarse en imágenes y videos de reducidas dimensiones a un lado de la pantalla. Casi todo era demasiado chocante, explícito y de mal gusto. Con el tiempo la oferta se diversificaría y en ello se perderían los mejores años de mi juventud; pero aún faltaba bastante para eso».

Pronto aflorarían los miedos inimaginables. Pocas cosas tan íntimas y con tantos laberintos en el ser humano como los temores, los miedos propios o impuestos que delinean o determinan parte de las vidas. La uruguaya Fernanda Trías (Montevideo, 1976) lo ha expresado en su obra literaria y en la última, Mugre rosa. “El miedo es una emoción que me interesa mucho, porque marca cada una de nuestras decisiones. Dime cómo es tu vida y te diré de qué miedos has estado huyendo”, sentencia Trías.

Lo expresó desde La azotea (Tránsito editorial) donde el miedo es el tic tac de la narración. Solo que en esa novela corta, explica Trías, no se sabe si la amenaza es real o imaginaria. ¿Acaso siempre se sabe? “Mientras que en el contexto de Mugre rosa, en el que la población es diezmada por una enfermedad que se produce por el contacto con el viento o el agua contaminados, y que no sabemos si es o no es contagiosa, el peligro es real”.

En esta nueva novela, la escritora uruguaya reconoce que da un paso más en esa exploración del miedo que coincide con una situación real y mundial. Lo que le interesaba, sobre todo, “eran las diferentes reacciones de los distintos personajes ante la misma situación catastrófica. ¿Qué hacer en una situación así? (¿Qué hacemos, hoy, en una situación de pandemia donde la amenaza es exterior e invisible?). En Mugre rosa, la mayor parte de la población decide buscar un lugar más seguro. Algunos buscan la manera de salir del país, otros deciden migrar, una migración interna hacia tierras más seguras, abandonan sus casas y todo lo que antes fue su vida. Pero otros, como es el caso de la narradora y su círculo cercano, deciden quedarse y resistir”.

Una opción que le permite a la escritora desplegar otros miedos que muchas veces no son percibidos como tales. “Resistir desde el encierro, claro, y uno de los conflictos entre los personajes principales es ese: quedarse en las zonas contaminadas ¿es una forma de dignidad?, ¿o es una insensatez?, ¿o es un suicidio?, ¿o es soberbia? Pero ¿cuáles son las motivaciones soterradas? Sobre eso también reflexiona la narradora, ¿quien no tenga urgencia de salvarse es porque está expiando algún tipo de culpa y la paga con su propia vida?, ¿acaso no se siente merecedor de nada?, ¿o simplemente arrastra consigo una apatía, un desapego, por el que ha dejado de interesarse por su destino?”.

Recuerda Fernanda Trías que el miedo es una reacción del sistema límbico: «fight, flight, freeze», luchar, huir o quedarnos congelados. Es una emoción muy antigua, que cumple la función de protegernos, de darnos la señal de alerta y ayudarnos a sobrevivir, pero también es por miedo que muchas veces quedamos atrapados en situaciones terribles, porque el dicho ‘más vale malo conocido que bueno por conocer’ es muy real. Los seres humanos le tenemos miedo a lo desconocido, y, en ese sentido, es natural que esa nada que se extiende más allá de una simple ‘decisión’ nos aterre tanto. Creo que, la mayoría de las veces, descubrimos que lo que hay del otro lado no es tan grave, y que le tenemos miedo a los fantasmas”.

De ellos, de fantasmas de diferente índole y procedencia están poblados estos cinco libros inquietantes que viajan al interior del ser humano y exploran y dan nombre o rostro a diferentes emociones, necesidades, secretos.

Winston Manrique Sabogal

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