García Márquez: atlas del amor, el deseo y las pasiones de toda estirpe en sus cuentos y novelas (1)
La publicación del inédito 'En agosto nos vemos', del Nobel colombiano, la historia de una mujer casada de mediana edad que explora su feminidad, su deseo, su sexualidad y sus sentimientos fuera del matrimonio, nos sirve para recordar que el amor es un elemento clave en la obra del escritor y la mujer quien suele tomar las decisiones. Repasamos pasajes amorosos cruciales de toda su obra. Especial de WMagazín, con la colaboración de Endesa
La primera y la última historia de amor, deseo y sexo escritas por Gabriel García Márquez están separadas por medio siglo y las protagonizan mujeres adultas en un bar. En la obra del Nobel colombiano, más que los hombres, ellas suelen tener claro lo que quieren, empujan el destino de los sentimientos y con ello hacen avanzar el mundo.
“Te quiero tanto que no me acostaría contigo”. Es la primera declaración del amor de un hombre que funde deseo y sexo. Es del cuento La mujer que llegaba a las seis, de 1950. El escritor tenía 23 años.
Casi medio siglo después escribió:
“Entonces se sintió fuerte para dar el paso que no se le había ocurrido ni en sueños en toda su vida, y lo dio sin misterios:
– ¿Subimos?
Él había perdido el poder.
– No vivo aquí – dijo.
Pero ella no esperó siquiera a que terminara de decirlo. “Yo sí” dijo, y se levantó y sacudió apenas la cabeza para dominarla. “Segundo piso, número 203, a la derecha de la escalera. No toque, empuje nada más”.
Es la última alineación de deseo, sexo y amor escrita por García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – Ciudad de México, México, 2014) y expresada por una mujer en su inédito póstumo En agosto nos vemos. Pero algo cambió en la redacción final. Una historia nacida a finales del siglo XX como un cuento que se transformó en una novela, que el autor nunca consideró acabada del todo, y que este 6 de marzo de 2024, cuando hubiera cumplido 97 años, se convertirá en el acontecimiento literario del año al ser publicada como una novela corta, de 120 páginas, en todo el mundo (Penguin Random House en español, salvo México y Centroamérica donde lo edita Planeta, en el sello Diana).
Es la vida de Anna Magdalena Bach, una mujer de mediana edad casada que termina explorando sus sentimientos y pulsiones con otro hombre. “Una exploración de la feminidad, la sexualidad y el deseo, absolutamente cautivadora y moderna”, ha dicho Maribel Luque, directora de la Agencia Carmen Balcells, responsable de los derechos del escritor colombiano.
El Nobel colombiano concibió esta historia como parte de un proyecto de cuatro relatos. El primer capítulo de esta nouvelle lo leyó en Casa de América de Madrid (España), el jueves 18 de marzo de 1999. El domingo siguiente salió publicado en la revista colombiana Cambio, de la que era copropietario, y en el diario español El País, en su cuadernillo Domingo.
El amor y el arrojo de las mujeres
En medio de La mujer que llegaba a las seis y En agosto nos vemos el escritor colombiano exploró el territorio de sentimientos, emociones y sensaciones conocidas, intuidas y por descubrir, a partir de la punzada del amor:
Temblor, deseo, seducción, pasión, gozo, sexo, miedo, arrojo, espera, alegría, celos, zozobra, secreto, ilusión, dolor, ternura, desvelo, locura, angustia, juego, grito, cobardía, dicha, desazón, voracidad, duda, tragedia, soledad, pecado, valentía, sueños, inconsciencia, melancolía, resignación, silencio, asfixia, delirio…
…Y todo el séquito de sentimientos y acciones soñadas e inesperadas desatadas por el amor ocupan un lugar central en la obra de García Márquez, cuando no es el eje sobre el cual giran las vidas y derroteros de sus personajes, y crucial en la propia historia que narra.
Y, en ese universo, son las mujeres quienes suelen tomar la iniciativa, no solo demuestran su conocimiento del mundo de las emociones, sino que no le tienen miedo. Ellos, en cambio, se envalentonan enredando el mundo con líos y enfrentamientos, pero no son mucho de dar las batallas del corazón, allí muestran orfandades y carencias afectivas dignas de estudio de Sigmund Freud.
“Yo no he escrito una línea que no sea sobre el poder y, sobre todo, sobre el más poderoso, importante, grande y eterno de todos los poderes, que es el poder del amor”, afirmó García Márquez, en una entrevista a Televisión Española, en 1995.
Un tema que le interesó explorar, desde sus inicios, cuando con 21 años, en 1948, escribió en su columna Punto y Aparte, del diario cartagenero El Universal, entre mamagallista y reflexivo:
“El amor es una enfermedad del hígado tan contagiosa como el suicidio, que es una de sus complicaciones mortales”.
Tres años más tarde, uno después de la experiencia de la escritura de La mujer que llegaba a las seis, escribió en el diario barranquillero El Heraldo:
“El amor ha sido siempre una pequeña catástrofe”.
Una pista más clara la expresó con 55 años, en 1982, el año en que obtuvo del Nobel de Literatura, en una entrevista a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, que se convertiría en el libro El olor de la guayaba:
“En el amor (…) cada vez es como si fuera la primera vez, y cada pareja tiene que empezar a aprender otra vez desde el principio como si fuera la primera tentativa de cada uno. La carencia de esta emoción y de este misterio es lo que hace inaceptable la pornografía”.
Minutos después fue contundente:
“Creo que no hay mayor desgracia humana (sobre la incapacidad para el amor). No solo para el que la padece, sino para quienes tengan el infortunio de pasar por dentro de su órbita”.
Después escribiría que “la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices, sino los contrariados”.
Unos años después de su éxito planetario al sublimar la historia de sus padres en El amor en los tiempos del cólera, García Márquez escribió en el diario colombiano El Tiempo: «El amor es el tema más importante que existe en la historia de la humanidad. Algunos dicen que es la muerte. No creo, porque todo está relacionado con el amor. No hay una historia mía que no tenga un poco de amor, si se lee con cierto cuidado».
Después de esto, escribió Del amor y otros demonios, y al año siguiente, en 1995, reconoció en el artículo El amor es mi única ideología por qué ese sentimiento atraviesa su obra: «Conservo el amor: es el motor de mis libros, mi único argumento, mi ideología exclusiva. Creo que el amor es el único discurso en mis libros».
Por ellas continúa el mundo
Gabriel García Márquez siempre reconoció la influencia de su abuela materna, Tranquilina Iguarán Cotes, que lo crió y de sus tías y demás mujeres con quienes creció. El conocimiento y máster de ese mundo desde la cotidianidad y la intimidad femenina de todas las edades y las charlas entre ellas le dejaron las bases y el punto de vista para el ver mundo desde la mirada de las mujeres. Antes de evocar aquel tiempo en sus memorias Vivir para contarlo, lo resumió así en una entrevista a Silvia Lemus, esposa de su amigo Carlos Fuentes, en el diario El Tiempo, en enero de 1994, justo antes de la publicación de Del amor y otros demonios:
«Yo vivía en el mundo de las mujeres, él (el abuelo) era el único hombre en una casa llena de mujeres. Cuando llegué yo era el segundo hombre, pero estaba entre las mujeres y lo veía a él desde el punto de vista de las mujeres, y me daba cuenta de que nadie le hacía caso. El mundo aquel y el mundo entero giraban alrededor del sol por la determinación de las mujeres. Y claro, el centro de ese universo de mujeres era la abuela. La abuela, que se llamaba Tranquilina y que era la persona más intranquila y más móvil que yo recuerde. Desde entonces me formé la impresión de que realmente el poder de las mujeres es el que mueve al mundo, y parece que eso se nota en mis libros.
Yo no lo sabía, hasta que lo dijo un crítico en un análisis de mis libros. Dijo que analizando mis personajes femeninos se llega a la conclusión de que yo pienso que las mujeres son el centro del mundo y que las mujeres mantienen la continuidad de la especie, mientras los hombres andan haciendo locuras históricas. Creo que es cierto, pero yo no sabía que lo creía. Me dio mucha rabia porque yo prefiero que esas cosas sean inconscientes en la creación. Cuando son conscientes tiene una tendencia a mecanizarse. Cuando analicé mis libros desde ese punto de vista, me di cuenta de que yo pensaba eso. Ahora es al contrario: en vez de hacerlo espontáneamente, me defiendo de eso y trato de que no se note, porque siento que ya no es mío, sino un valor agregado por un crítico».
Ante el comentario de Silvia Lemus sobre si «las mujeres son el centro del universo, de los hombres cuando menos», García Márquez fue claro:
«No. La idea es que mientras todos los hombres andan haciendo locuras para empujar la historia, las mujeres están garantizando la continuidad de la especie. Eso, como relación, es estupendo. Además creo que es real, válida y afortunada».
Amores de toda edad y estirpe
En esa misma entrevista con Silvia Lemus es cuando García Márquez asegura que el amor siempre es joven, toca a todas las personas porque se abre paso solo más allá de prejuicios y que estos son los responsables de las desdichas de muchas personas:
«El problema del amor imposible en los viejos es social, es cultural completamente, porque se considera una vergüenza que a cierta edad se tengan amores. Pero no te imaginas la cantidad de cartas de viejos amantes tardíos que he recibido después de El amor en los tiempos del cólera. Las coleccionamos. Pero ésa es la historia de mi vida , me dicen, la cuentan y es exactamente la misma historia. Sucede como sucedía con los homosexuales. Ahora parece que hubiera más homosexuales que antes. Siempre los ha habido, pero ahora la sanción social, la persecución, es menor. Ganaron un territorio, conquistaron ese territorio y ahora parece que hubiera muchos, pero siempre los ha habido. Y siempre ha habido amores de los viejos, pero era una vergüenza que un viejo los tuviera. No, señor. Viva el amor!».
Si bien el amor, el deseo, la seducción y el sexo laten en sus libros, y «todos los síntomas del amor son como los del cólera», por eso le puso ese título a su novela, es en Cien años de soledad donde crea un ecosistema asilvestrado y muy variado de este sentimiento, cumplido o insatisfecho. Es parte de la física y la química de Macondo, el pueblo mítico donde empezó todo, y determinante en su destino, como se ve en estos pasajes:
“Trató de disuadirlo. Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a los desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa. Pero Cayetano no lo oyó.
Intrigado con ese enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella lo quisiera terminó por quererla. Petra Cotes, por su parte, lo iba queriendo más a medida que sentía aumentar su cariño, y fue así como en la plenitud del otoño volvió a creer en la superstición juvenil de que la pobreza era una servidumbre del amor. (…)
En aquel Macondo olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa donde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas voladoras, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra. (…) Pero cuando se vieron solos en la casa sucumbieron en el delirio de los amores atrasados.
Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo. (…) Un domingo, a las seis de la tarde, Amaranta Úrsula sintió los apremios del parto. (…) Sólo cuando lo voltearon boca abajo se dieron cuenta de que tenía algo más que el resto de los hombres, y se inclinaron para examinarlo. Era una cola de cerdo. No se alarmaron. Aureliano y Amaranta Úrsula no conocían el precedente familiar, ni recordaban las pavorosas admoniciones”.
Destellos de ese poder del amor nacido del propio amor, del deseo, de la pasión, del sexo, de la curiosidad o cualquier otra cosa, las criaturas garciamarquianas son como juguetes de Cupido y Afrodita. La siguiente antología de pasajes literarios de Gabriel García Márquez muestra por qué el amor se vale de cualquier artimaña para cumplir su cometido, porque los caminos del amor son inescrutables, y de toda estirpe:
- Próxima entrega: los mejores fragmentos de amor en cuentos y novelas de Gabriel García Márquez. Puedes verlos AQUÍ
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No soy experta en GM, sí lectora y admiradora desu obra. Me gustaría que se editase.