Zigzaguear por las capas de una obra matérica de Antoni Tàpies.

Dar movimiento a las personas anónimas de René Magritte.

Recolocar las piezas de un cuadro de María Blanchard.

La manera de mirar y acercarse a las artes ha traído nuevas propuestas en la era digital. Nada escapa a su revolución. Ni el arte tradicional de los grandes artistas que en esta exposición adquiere una dimensión que despierta sensaciones novedosas en el espectador que no ve las obras originales, pero sí encuentra la oportunidad de interactuar con ellas en una dimensión digital y virtual que abre una ventana al arte del futuro.

Eso es parte de lo que propone Intangibles. Una exposición digital de la Colección Telefónica que explora un nuevo relato visual y diálogo entre nueve de sus artistas más significativos, sus obras y el público. Además, trasciende el concepto espacio/tiempo al realizarse de manera simultánea en ocho ciudades: Madrid, Ciudad de México, Bogotá, Quito, Lima, Santiago de Chile, Montevideo y Mar del Plata. Se ha buscado el mejor diseño digital para cada obra usando tecnología como la fotogrametría, el videomapping, la experiencia inmersiva y envolvente del 3D o el pintado digital para:

Poner música a uno de los instrumentos de un cuadro de Juan Gris.

Pintar de manera automática un lienzo de Roberto Matta.

Sentirse dentro del interior de una escultura de Eduardo Chillida.

Intangibles es una exposición muy sugerente donde cada obra es una instalación hecha exprofeso para ella y así sacar el mayor número de posibilidades en el espectador ante una obra que cobra vida y que él puede enriquecer. En Madrid se puede vivir la experiencia en el Espacio Fundación Telefónica (calle Fuencarral, 3) hasta la primavera de 2020. El objetivo de la exposición es una reflexión sobre cómo la revolución digital ha impactado en la manera de acercarse al arte en sus límites físicos y sensoriales.

Eso ha llevado a que aquí «el visitante está en el centro del proyecto», afirma Pablo Gonzalo, responsable de Cultura Digital de Fundación Telefónica. Porque la forma de contar y ordenar los museos y las colecciones de arte han entrado en un territorio experimental acorde al mundo dual, analógico y digital, que puede convertir al espectador en coprotagonista y en un ser activo, curioso y creativo de la muestra al poder, por ejemplo:

Sumergirse en un cuadro de Paul Delvaux.

Reinterpretar los iconos visuales de Joaquín Torres García.

Escuchar la descripción de un cuadro de Pablo Picasso y pintarlo en un lienzo digital.

Es la línea creativa y disruptiva que ha encontrado Fundación Telefónica para exhibir algunas de sus obras en el mundo digital y participar del debate sobre cómo presentarlas y, también, señalar rutas de creación. Los artistas elegidos en Intangibles fueron ellos mismos rompedores en sus ámbitos. Algo que se aprecia en la exposición que al permitir una interacción con las obras permite conocer mejor sus obras y tratar de comprender al artista (En este enlace puedes ver la web del proyecto).

«El paradigma ha cambiado todo. Me interesa como se está reescribiendo la realidad», señala Daniel Canogar, uno de los artistas españoles pioneros en arte virtual y digital que ha participado en el proyecto de Intangibles. Para Canogar se trata de «una reflexión sobre el arte de exponer, de crear y de apreciar la obra». En varias ocasiones ha dicho que la experiencia cotidiana de la gente con la tecnología, «desde la sobreinformación hasta la obsolescencia, es la materia prima de la que se nutre su arte».

Las referencias de la exposición «surgen de iniciativas sueltas de ciertas instituciones por mostrar sus colecciones de otro modo y de llegar al público de una manera diferente a la tradicional», explica Laura Fernández Orgaz, responsable de Colecciones y Exposiciones itinerantes de Fundación Telefónica y comisaria de la muestra. Temas que han quedado reflejados en algunos libros de ensayo o biografías y autobiografías de algunos artistas. Uno de ellos es El Museo imaginario, de André Malraux, que Laura Fernández leyó con motivo del proyecto. Se trata, asegura la comisaria, «de un ejercicio histórico artístico que hace Malraux partiendo de la flexibilidad que le permite la fotografía. A partir de ahí establece una manera de contar la historia del arte, diferente».

Si se da un paso más atrás en la historia del arte, hasta los clásicos, entonces es «imprescindible», añade Fernández, «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin, por su vigencia en el marco de la imagen digital». A estos dos títulos se suma Im/previsto: Narrativas digitales, de Fundación Telefónica, al dar diferentes ejemplos en cuanto a formatos y contenidos.

Para ampliar y completar esta experiencia, WMagazín propone la lectura de algunos libros especializados y sobre los artistas de la muestra.

Una de las instalaciones más atractivas es la de Juan Gris centrada en la posibilidad de poner música a su cuadro La guitare sur la table (1913). Parte de su vida y su sensibilidad como uno de los artistas cubistas por excelencia se revela en el libro Correspondencia y escritos (Acantilado). Estos textos muestran a un Juan Gris más íntimo y al ritmo de las vanguardias y los tiempos rápidos y cambiantes en las primeras décadas del siglo XX. Su interés por la estética y sus cambios lo constatan documentos de artistas como Picasso o Gertrude Stein, mientras que María Blanchar y Vicente Huidobro dan cuenta de su interés por «las novedades de la cultura española».

El desarrollo tecnológico de Rene Magritte es sobre la obra La Belle Societé y pistas sobre su mundo en general se aprecia en la biografía René Magritte visto por varios autores, en edición Turner. Es un libro singular y un objeto a la vez con las voces de seis especialistas en su obra. Ellos recorren la creación y el pensamiento del pintor surrealista belga que indagó en la percepción de la realidad. Un artista que cuestionaba la realidad real y la realidad pictórica, de tal manera que es famoso su cuadro donde dibuja una pipa y titula Esto no es una pipa. Su relación con las formas tridimensionales y percepción de la realidad se conjugan en esta instalación.

La experiencia de estar dentro de una obra tallada por Eduardo Chillida es muy especial. Su filosofía del arte y de la vida se revela en el libro Escritos (La Fábrica). Páginas que cuentan de primera mano las reflexiones y sensaciones del artista vasco. La relación de sus sentidos y pensamientos con la naturaleza que era el material principal de su obra para que esta la acompañara.

El acercamiento a la obra de María Blanchard es con el cuadro Nature morte cubiste (1919). Consiste en que en una pantalla se proyecta la obra y en una mesa delante el espectador puede manipular unos cables con figuras del cuadro para organizarlos como desee. Blanchard es una de las pocas mujeres de la Vanguardia que mantuvo una cierta distancia con Picasso. Sobre su mundo creativo y personal y cómo este influyó en su creación escribe Carmen Bernárdez Sanchís en el libro María Blanchard, editado por la Fundación Mapfre.

Todo lo que sea para difundir el arte es bienvenido, dice Nélida Piñón, escritora y académica de la lengua brasileña y premio Princesa de Asturias de las Letras 2005. «Las tecnologías pueden ayudar a transmitir la sensibilidad». Por eso la pregunta de Daniel Canogar: «¿Qué sentido tiene hoy una exposición como las de toda la vida en este nuevo paradigma?».

• Intangibles. Una exposición digital de la Colección Telefónica se expone en Espacio Fundación Telefónica, de Madrid, calle Fuencarral 3, y en siete ciudades latinoamericanas hasta la primavera de 2020.

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