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El escritor japonés Haruki Murakami, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letra 2023, y varios de sus libros. /WMagazín

Haruki Murakami gana el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023 por su narrativa «ambiciosa e innovadora»

El escritor japonés es uno de los autores contemporáneos más populares del mundo en todas las generaciones. Su éxito empezó en siglo XX con 'Tokio blues' y se consagró con 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo'. Según el jurado, "ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades"

Haruki Murakami (Kioto, Japón, 1949), uno de los escritores más queridos por los jóvenes y nuevos lectores de diferentes generaciones de todo el mundo desde finales del siglo XX, ha obtenido el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023. Traducido a más de cuarenta idiomas, y con más de cuatro millones de libros vendidos solo en español, Murakami se hizo universal a partir de su novela Tokio blues (1987), que conectó con los lectores menores de 30 años que desde entonces lo siguen, y se consagró con Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1995). Su nombre suele estar en las quinielas del Nobel de Literatura por su narrativa de temas existenciales, emocionales y preocupaciones contemporáneas con aliento poético.

El Princesa de Asturias, según el jurado, lo obtiene por «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo. Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas. Haruki Murakami es un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea».

Sus obras están pobladas de personajes expectantes asomados al abismo o al cielo o a su propio interior, pero sin dejar de apreciar la belleza que les rodea mientras se activan los cinco sentidos. Preguntas, búsquedas y esperas; soledades, amores y alegrías; existencialismo y goce recorren sus novelas, cuentos, ensayos y autobiografías narrativas.

Murakami es un exitoso narrador y ensayista que explora asuntos universales a través de preguntas filosóficas situadas en un contexto actual y conectadas con la cultura pop a través de una prosa onírica que recuerda al surrealismo y al realismo mágico. Es uno de los novelistas más experimentales de Japón.

Todo esto ha llevado a que se haya «convertido en autor de culto y, según los especialistas, en un escritor inquietante, con una prosa en la que se aprecian influencias de autores como Dostoievski, Dickens, Capote o Vargas Llosa», añade el jurado.

En español, editorial Tusquets ha publicado de Murakami 24 obras, entre ellas, las aclamadas novelas Tokio blues, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Sputnik, mi amor, Al sur de la frontera, al oeste del Sol, Tokio blues. Norwegian Wood, Kafka en la orilla, After Dark, 1Q84 o La muerte del comendador; así como los libros de relatos Sauce ciego, mujer dormida, Hombres sin mujeres o Primera persona del singular. Sus miradas más personales en conexión con su escritura las ha plasmado en: De qué hablo cuando hablo de correrDe qué hablo cuando hablo de escribir o Música, sólo música. Su próxima novela la publicará Tusquets en la primavera de 2024: La ciudad y sus muros inciertos.

El escritor japonés Haruki Murakami, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023, con algunos de sus libros. /WMagazín

Lo personal y lo literario unidos

Haruki Murakami condensa sus intereses personales y literarios -de más de cuatro décadas- en dos de sus obras más recientes: Música, solo música y el díptico La muerte del comendador. Libro 1 y Libro 2:

Estudió literatura en la Universidad de Waseda y regentó durante varios años un club de jazz. Una experiencia que se ve en Música, solo música, donde comparte la correspondencia que tuvo durante dos años con Seiji Asawa, antiguo director de la Boston Symphony Orchestra. Empezaron a hablar de Beethoven y terminaron hablando de Brahms, Bartok y, sobre todo, Mahler. Sobre directores de orquesta como Leonard Bernstein y solistas como Glenn Gould, sobre piezas de cámara y sobre ópera. ¿Qué tiene la música que conecta y hermana a millones de personas? Aquí está parte de esa respuesta. El resultado es una lección magistral de música, donde no solo se aprecia el conocimiento de ambos, sino la pasión y la sensibilidad de Murakami ante la música, que le suscita muchas preguntas para tratar de desentrañar los secretos de cada director, de cada compositor y de cada melodía.

En La muerte del comendador Libro 2 responde a muchas preguntas que quedaron planteadas en el Libro 1 sobre esta historia de múltiples huidas, búsquedas, reflexiones, encuentros y regresos físicos e invisibles protagonizados por un retratista. Es un viaje sobre la vida, la creación y su desarrollo. El detonante es una crisis matrimonial, una de las artes de la vida, que lleva al pintor a instalarse solo en una casa en medio del bosque en Japón. Además, la casa de otro pintor donde el mundo se abrirá a su vida gris con la ópera Don Giovanni, de Mozart, un cuadro misterioso en el desván y figuras y seres propios del universo murakamiano.

En un pasaje de La muerte del comendador. Libro 2, del que WMagazín dio un avance en primicia en 2019, Murakami escribe:

«El domingo también hizo un día espléndido, apenas soplaba el viento y bajo el resplandeciente sol otoñal brillaban las hojas multicolores de los árboles. Unos pajarillos de pecho blanco volaban de rama en rama y picoteaban certeros los frutos rojos del bosque. Me senté en la terraza y me deleité en la contemplación del paisaje. El esplendor de la naturaleza se ofrecía por igual a ricos y pobres, sin hacer distinciones. Como el tiempo… No, tal vez el tiempo no. Quizá la gente rica tiene la opción de comprar tiempo con su dinero.

A las diez en punto apareció por la cuesta el Toyota Prius azul claro. Shoko Akikawa llevaba un fino jersey beige de cuello vuelto y unos pantalones estrechos de algodón de color verde claro. Lucía una modesta cadena de oro. Su peinado era casi perfecto, como la semana anterior, y cuando movía la cabeza, dejaba al descubierto su elegante cuello. Llevaba un bolso de ante colgado en bandolera y unos zapatos marrones tipo náutico. Vestía de manera sencilla, pero se notaba que cuidaba todos los detalles. Sin duda, tenía el pecho bonito y, según la información de carácter íntimo aportada por su sobrina, no se ponía relleno en el sujetador. Sus pechos me atraían, aunque solo fuera desde una perspectiva puramente estética».

De cómo descifrar la realidad a los sentimientos

La editorial de Murakami en español, con Juan Cerezo al frente de Tusquets, define así la obra del autor japonés:

«Es el creador de un universo literario único e inconfundible, caracterizado por la atmósfera onírica que impregna todas sus obras, por la importancia otorgada a los sentimientos y por los elementos fantásticos —como la existencia de mundos paralelos, la animación de objetos y de animales— que aparecen en sus novelas y relatos.

Sus obras abordan, principalmente, la dificultad de descifrar la realidad, y también el modo en que el hombre puede acercarse y vivir en esa realidad tan ajena o aparentemente incomprensible; en su aproximación a este problema, ofrece a sus lectores una manera de aceptar la condición humana que reconcilia con la vida.

Su universo literario es un crisol refinado de referencias cultas, de alusiones a la tradición occidental (desde Dostoievski hasta Scott Fitzgerald, Orwell y Chandler), pero también de manifestaciones de la cultura popular como la música (sea rock, jazz o música clásica), el cine o las series de televisión».

El comienzo del éxito con Tokio blues

En 1987, Murakami publicó Tokio blues y conectó con los lectores menores de 30 años. Una novela sobre el despertar al mundo real, a los avatares y torbellinos sentimentales y emocionales, a las preocupaciones profesionales y a las dudas existenciales que se amalgaman como una sola experiencia. Este es un pasaje de la novela:

«A principios de julio recibí una carta de Naoko. Era una misiva breve. (…) Leí la carta más de cien veces. Y siempre que lo hacía me invadía una tristeza insondable. La misma que sentía cuando Naoko me miraba fijamente a los ojos. Era incapaz de soportar aquel desconsuelo, pero no podía encerrarlo en ninguna parte. Los sábados por la noche seguía sentándome en la silla del vestíbulo y dejaba pasar el tiempo. Nadie iba a llamarme, pero tampoco tenía otra cosa que hacer. 

A finales de mes, Tropa-de-Asalto me regaló una luciérnaga. La había metido en un bote de café instantáneo. Dentro había unas briznas de hierba y un poco de agua; en la tapa se abrían unos pequeños agujeros para la ventilación. A la luz del día, parecía un vulgar insecto como los que se ven en las orillas de las charcas. Hacía varias semanas que habían empezado las vacaciones de verano y en la residencia sólo quedábamos él y yo.

Al caer la noche, la residencia estaba tan silenciosa que hacía pensar en unas ruinas. Tomé el bote con la luciérnaga y fui a la azotea. Estaba desierta. Una camisa blanca tendida en una cuerda, que alguien había olvidado coger, se mecía con la brisa nocturna como si fuera la piel de un animal. El tanque cilíndrico aún estaba caliente tras haber absorbido durante todo el día el calor de los rayos del sol. Me senté en aquel espacio reducido y me apoyé en la barandilla. Una luna blanca casi llena flotaba en el cielo. A mi derecha se veían las luces de Shinjucu; a mi izquierda, las de Ikebukuru. Los faros de los coches formaban un río de luz que discurría entre las calles. Un zumbido sordo, mezcla de varios sonidos, flotaba en una nube sobre la ciudad.

Dentro del bote la luciérnaga brillaba con luz mortecina. La luz era demasiado débil; el tono, demasiado pálido. Hacía mucho tiempo que no había visto una luciérnaga, pero creía recordar que éstas desprendían una luz mucho más nítida y brillante en la oscuridad de las noches de verano. Tenía grabada en mi memoria la imagen de un bicho que desprendía una luz llameante. (…)

Intenté recordar cuándo había visto una luciérnaga por última vez. (…) Cerré los ojos y me sumergí un momento en el recuerdo. Oía el viento con una claridad meridiana. Aunque no soplaba con fuerza, en mi cuerpo dejaba a su paso un rastro extrañamente brillante. Abrí los ojos y comprobé que esa noche de verano era, si cabe, más oscura.

Destapé el bote, saqué la luciérnaga y la deposité en un reborde que sobresalía unos tres centímetros del depósito. La luciérnaga se sostenía a duras penas en su nuevo hábitat. Dio una vuelta alrededor del perno tambaleándose y se subió a unos desconchones de la pintura que parecían costras. De pronto avanzó hacia la derecha, se dio cuenta de que aquello era un callejón sin salida y viró de nuevo hacia la izquierda. Después se encaramó muy despacio a la cabeza del perno y se acurrucó. Permaneció inmóvil, como si hubiese exhalado el último suspiro.

Durante mucho rato, ni la luciérnaga ni yo hicimos el menor movimiento. El viento soplaba a nuestro alrededor. Las incontables hojas del olmo susurraban en la oscuridad.

Esperé una eternidad».

La obra de Haruki Murakami la publica editorial Tusquets, puedes consultarla AQUÍ.

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Winston Manrique Sabogal

Un comentario

  1. Un divulgador de culura es un prócer en todo sentido y nos merecemos una calle o un rincón de una plaza ojalá donde niños y ancianos. Habría qur terminar con los próceres de charreteras y espadas, con sus medallas de lata tienen bastante. Felicitaciones y gracias.

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