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Historia de las ciudades de la música: de Nueva York a Tokio, pasando por Kingston, Ibiza, Londres, Berlín…

'Ciudades de la música. Atlas de lugares imprescindibles de la música mundial', de Guia Cortassa (Lunwerg), es un periplo alegre, vitalista y contagioso que recorre la historia de personas, ritmos y espacios donde han surgido. Acompañantes inolvidables de los siglos XX y XXI

Presentación WMagazín La música está en nosotros, es parte de nuestra memoria y nos constituye y conforma de manera silenciosa. Y las ciudades que habitamos están asociados a determinadas músicas. Muchas de ellas las recordamos con imágenes vivenciales o que hemos visto en algún periódico, revista, película o programa de televisión, y algunas pocas las asociamos a canciones, ritmos, sonidos, bailes… A la música, en suma, porque en ellas han nacido géneros musicales o artistas. Y qué mejor viaje que un recorrido por la historia musical de esas ciudades en los siglos XX y XXI que al nombrarlas nos recuerdan un ritmo concreto que crea una montaña rusa de emociones y ritmos: Liverpool o Berlín o Kingston o París o La Habana o Nueva York o Salvador de Bahía o Ibiza o París o Londres o Tokio… Este es el periplo que nos regla el libro Ciudades de la música. Atlas de lugares imprescindibles de la música mundial, de Guia Cortassa (Lunwerg).

Desde Londres contado por Blur en el apogeo del Brit Pop, hasta las noches en Kingston marcadas por los ritmos reggae, pasando por el sonido underground de Seattle moldeado por Sub Pop.

Guia Cortassa señala que “en estas páginas pasamos del relato de la vida de personas concretas al de las atmósferas culturales que han afectado a países enteros; del examen en profundidad de lugares históricos a las leyendas que continuamente rodean a otros, porque la chispa que ilumina la historia puede surgir tanto del sueño de una joven soltera que canta en un viejo y húmedo sótano como del sentimiento colectivo de todo un pueblo. Habrá quien, en cierto capítulo, no encuentre el nombre que esperaba leer y, en su lugar, descubra otros y se sorprenda”.

Como la misma música, que como los libros, te sorprende según el momento en que te acercas a ella.

WMagazín publica un pasaje de este libro ilustrado para recordar que “la música, como cualquier ciudad, es una experiencia que hay que vivir, que hay que sentir vibrar en la piel, que debe resonar en cada membrana de nuestro cuerpo. Las ciudades, al igual que la música, están siempre en constante evolución, gracias a un proceso de estratificación perenne que hace brotar nuevas semillas en los sedimentos del pasado, humus creativos y culturales que abonan el terreno para nuevas experimentaciones”.

Ciudades de la música. Atlas de lugares imprescindibles de la música mundial

Nueva York

Por Guia Cortassa

Los primeros años del siglo xx fueron un momento de transición para la música estadounidense y para Nueva York, una ciudad que, por primera vez entre las numerosas ocasiones en que este hecho se ha repetido a lo largo de su historia, fue el centro neurálgico de dicha transformación.

Durante el siglo XIX, el género más célebre en la ciudad fue la ópera italiana, que, además de superar en popularidad a la lírica británica, importada por los ingleses a partir de mediados del siglo XVIII, contribuyó a la creación de varios conservatorios y de dos de los más importantes teatros de Nueva York, el Metropolitan Opera House (1882) y el Carnegie Hall (1891). A principios del nuevo siglo, sin embargo, tuvo lugar la transición de la música clásica a estilos más modernos como el jazz y el blues. La figura clave de este cambio fue George Gershwin: con apenas dieciocho años empezó a componer música en el Tin Pan Alley, siendo el primero en combinar el gusto por la melodía clásica con arreglos propios de los nuevos sonidos negros. Entretanto, los teatros de la calle Broadway revolucionaron las artes escénicas al presentar los primeros musicales.

En 1885, muchos editores musicales empezaron a abrir sus agencias en la West 28th Street, en el distrito de las Flores de Manhattan. La zona no tardó en apodarse el Tin Pan Alley. Debido a la mayor severidad de las leyes para la protección de los derechos de autor que se promulgaron a finales de siglo, los cantautores, compositores, letristas y editores empezaron a trabajar juntos para apoyarse unos a otros. Willis Woodward y T.B. Harms fueron los primeros editores que abandonaron la música clásica o los himnos y se especializaron en la música pop.

Los aspirantes a autores, entre los que se encontraba el célebre Irving Berlin, llamaban a la puerta de todas las agencias con la esperanza de vender sus canciones, en tanto que los song pluggers, pianistas y cantantes que representaban a los editores musicales se ganaban la vida tocando melodías para promover la venta de partituras. Entre ellos cabe citar a George Gershwin, Harry Warren y Al Sherman.

En los años veinte se produjo otra revolución cultural, el renacimiento de Harlem, gracias al cual tanto la música como el arte afroamericano empezaron a difundirse por todos los Estados Unidos, y cuyos géneros principales fueron el jazz y el blues. Dada la mayor influencia del jazz, el blues neoyorquino tenía un sonido más sofisticado respecto al sureño. Del jazz urbano nació un nuevo género, más rápido y rítmico, el bebop, que debe su popularidad a músicos como Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Thelonious Monk. Las grandes bandas y orquestas pasaron rápidamente del jazz al swing, género que dominó el panorama musical en las dos décadas siguientes.

A partir de los años cincuenta, Nueva York fue el centro de otro movimiento, el resurgimiento de la música folk, después de que muchos jóvenes empezaran a interesarse por este género procedente de los Apalaches, además de por el blues y los estilos roots. El Greenwich Village, un barrio joven con fuerte empuje contracultural, se convirtió en el centro de dicho interés. Una de las primeras artistas que se exhibió en los locales de la zona fue Joan Baez, quien, al cabo de unos años, presentaría al público en uno de sus conciertos a un jovencísimo Bob Dylan. Este desempeñó un papel fundamental en la fusión entre folk y rock con la publicación en 1965 de su obra maestra, Like a Rolling Stone, que inauguró el concepto de cantautor, tal y como se entiende hoy en día. Para componer sus canciones, las bandas y cantautores se inspiraban siempre en sus vivencias, en la literatura y en el mundo que los rodeaba, es decir, en Nueva York, lo que hizo surgir un movimiento underground que alcanzaría su cenit en 1967 con el álbum The Velvet Underground & Nico, de la banda homónima creado tras el encuentro de Lou Reed, John Cale y Andy Warhol.

En los años sesenta, otra unión diferente dio origen a una música inédita: de la mezcla entre los ritmos cubanos y puertorriqueños de los barrios hispanos nació la salsa, un nuevo género que se difundió por la vibrante escena jazzística de las grandes orquestas de la ciudad. La enorme oleada de puertorriqueños que se instalaron en Nueva York y buscaron en ella una nueva identidad comenzó a reflejarse en los nuevos sonidos, frescos y rítmicos, que se propagaron de las calles del Harlem hispano a todo el mundo.

En los años setenta, Nueva York vivió nuevas revoluciones. Para empezar, la música disco: miles de jóvenes acudían cada noche a los clubes para perderse entre las luces tenues y las elevadas pulsaciones por minuto en unos locales que llegaron a convertirse en emblemáticos, como el mítico Studio 54.

Más adelante, y debido a un apagón que dejó sin luces a la ciudad la noche del 13 de julio de 1977, se sentaron las bases para el nacimiento de otro género fundamental, el hiphop. La forzada oscuridad desató la violencia, con asaltos y tiendas de instrumentos musicales saqueadas por jóvenes que carecían de medios económicos para comprar el equipo con el que poder tocar y expresarse: esa noche nacieron los DJ y los MC de Nueva York.

De hecho, el hiphop tuvo su origen en las fiestas de barrio en las que los DJ como Kool Herc, Grandmaster Flash y Afrika Bambaataa empezaron a aislar los ritmos de piezas funk y R&B rapeando mientras el público bailaba.

Más tarde, Nueva York albergó la primera escena punk documentada. Partiendo de la influencia de artistas locales como los Velvet Underground y los New York Dolls, la música punk se desarrolló en los clubes CBGB y Max’s Kansas City. Patti Smith, Talking Heads, Blondie, Suicide, Television y otros artistas de la new wave poblaban la música urbana, al mismo tiempo que los Ramones comenzaban a experimentar los sonidos que iban a caracterizar al nuevo punk rock y al sonido de grupos como Swans y Sonic Youth.

Con el cambio de milenio, la escena contemporánea se trasladó a Brooklyn, donde florecieron las bandas Yeah Yeah Yeahs, LCD Soundsystem, Animal Collective y Moldy Peaches, mientras Manhattan enloquecía por los Strokes de Julian Casablancas, entre sellos indie, radios, internet y revistas en línea.

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