
La escritora española Irene Vallejo en una video entrevista, para WMagazín, sobre cómo ha sido su vida durante los primeros cinco años de su exitoso ensayo ‘El infinito en un junco’ (Siruela). /WMagazín
Irene Vallejo: “La inversión en cultura es una forma de salvación, de ayuda, de sanación”
La autora de 'El infinito en un junco', traducido a más de 40 idiomas en sus cinco primeros años, comparte las enseñanzas que le ha dejado su periplo por el mundo, analiza la situación que vive la palabra hoy, recuerda de dónde venimos todos, explica por qué el diálogo, la confianza y la buena fe son claves para la democracia y avanza detalles de su próximo libro. SEGUNDA PARTE
La pregunta que le hizo a Irene Vallejo aquel niño, en el auditorio Juan Rulfo de la FIL de Guadalajara, no fueron solo las palabras sobre cuál fue la parte más difícil o la que más le costó al escribir El infinito en un junco (Siruela), sino el tono delicado y sincero en que la hizo. Ella le sonrío y le contestó. La pregunta apuntaba al secreto y la respuesta reveló cómo, en medio de la oscuridad, la belleza salva; en su caso en forma de libros, de historias, de conocimientos y de amor hacia la lectura por su milagro de expandir y enriquecer la imaginación, la vida, y, después, porque todo eso le sirvió para crear una obra como El infinito en un junco tan querida por los lectores. (Puedes ver aquí la primera parte de la entrevista)
En Irene Vallejo la cultura fue su refugio en la infancia, su motivación en la juventud y su corazón en la adultez a través de la escritura; y en su periplo por el mundo, en estos cinco años ya largos del libro, ha podido comprobar que “la cultura y la lectura salvan a las personas en bibliotecas, en talleres, en orquestas, en grupos de teatro”. Y que a pesar de que se suela desdeñar, y sea lo primero que se recorta en momentos de crisis, “la inversión en cultura es una forma de salvación, de ayuda, de sanación”.
Y de progreso. La prueba es el testimonio que Irene Vallejo ha legado en El infinito en un junco, porque recuerda cómo el libro no es solo un objeto que genera placer con su lectura, sino un instrumento que guarda y transmite conocimiento y ayuda a formar mejor a las personas. Su libro recuerda de dónde venimos, que somos producto del mestizaje en todos los ámbitos, es el espejo que muestra quiénes hemos sido y quiénes somos realmente por fuera y por dentro, un relicario o arca de la propia existencia de la humanidad con sus luces y sus sombras.

Alrededor de la palabra el ser humano va marcando su destino. Irene Vallejo asegura que “la palabra es muy poderosa. Como decían los sofistas en la antigua Grecia, es como un soberano muy pequeño e invisible, pero que puede emocionarnos, aterrorizarnos, enamorarnos y dominarnos de muchas formas”.
Y uno de esos poderes lo ejerce ella a través de su libro, no solo uno de los más importantes de España en el siglo XXI, sino muy apreciado por gente de todos los niveles. La pregunta de aquel niño es solo la muestra de cómo se dirigen los lectores a la escritora con respeto, confianza y cariño, a la vez. Y ella responde en las charlas y en la firma de sus obras con sinceridad. Se toma muy en serio ese momento, como ya contó en la primera parte de esta entrevista al desvelar el sistema que ha establecido para dedicarle a cada lector unos segundos o minutos de calidad y calidez.
Con 31 años publicó su primer libro, en 2011: la novela La luz sepultada, donde ya deja entrever gran parte de sus intereses, la convivencia y la insensatez de la violencia, a través de una historia en la Zaragoza de 1936 que siente cómo crecen el miedo y la incertidumbre a medida que se acerca la Guerra Civil. Le siguieron las obras El inventor de viajes (2014), La leyenda de las mareas mansas (2015), El silbido del arquero (2015), Alguien habló de nosotros (2017), La mañana descalza (2018), con Inés Ramón, y El infinito en un junco (2019), que tuvo su adaptación a novela gráfica en 2023 a cargo de Tyto Alba.
El infinito en un junco, que ayudó a enriquecer el género del ensayo al fusionar conocimiento, análisis y emoción, se ha traducido a más de cuarenta idiomas, ha vendido más de un millón de ejemplares, ha sido adaptado a novela gráfica, ha recibido varios premios literarios españoles e internacionales y fue elegido, en 2024, como el mejor libro español del siglo XXI en WMagazín, según veinticinco librerías independientes.
Rodeada de la luz matinal de diciembre, Irene Vallejo siguió repasando en esta video entrevista su último lustro:

Winston Manrique Sabogal. En estos cinco años largos de periplo por el que la ha llevado el libro, ¿qué ha confirmado o qué ha descubierto en tantos países? Por ejemplo, en Colombia, estuvo en Quibdó, aparte de que hace unos meses entró a la Real Academia de la Lengua Colombiana.
Irene Vallejo. Después de los años de encierro y de escritura de El infinito en un junco y de los cuidados a mi hijo, haber tenido esta oportunidad de viajar por todos los continentes, conocer gente, periodistas, editores, escritores y las personas que voy conociendo en las filas de firmas y en los eventos, ha sido una ampliación de horizontes extraordinaria y, también, me ha permitido ver Europa desde los ojos de otros continentes y entender las propias contradicciones. Incluso cómo, a veces, no estamos a la altura de nuestras grandes ideas, esas que nos gusta tanto proclamar.
Pero, sobre todo, lo que me ha emocionado es el trabajo de promotores y mediadores de lectura en zonas difíciles, peligrosas, abandonadas. Me parece que ese es realmente el escenario donde continúa en el mundo contemporáneo la aventura de El infinito en un junco, con esas personas que abandonan la seguridad de sus hogares para irse a los territorios más difíciles, los barrios más conflictivos y que, muchas veces, me cuentan qué sienten cuando consiguen atraer a un chico o a una chica joven a un club de lectura, a un taller de escritura, a una orquesta, a un grupo de teatro; saben que le han dado un camino y una esperanza fuera de la delincuencia, de las bandas, incluso de la desesperanza de no saber muy bien cómo encauzar sus vidas.
Entonces, esa función que puede cumplir la cultura en las vidas de la gente, aplicando las ideas de la antropóloga Michèle Petit, que ella siempre ha defendido el ejercicio colectivo de la lectura como una forma de sanar traumas, heridas colectivas, luchar contra la violencia, ver eso realmente encarnado en barrios, en los parques, en las bibliotecas de Medellín, en zonas como el Chocó, ha sido emocionante. Porque si dices que en Europa la violencia se puede sanar a través de la cultura parece un mensaje totalmente utópico y teórico y un poco ingenuo. Sin embargo, he visitado territorios donde esto está sucediendo de verdad y la cultura y la lectura salvan a las personas en bibliotecas, en talleres, en orquestas, en grupos de teatro.
En Bogotá, en la FILBo, tuvimos la oportunidad de compartir un espacio con mediadores de lectura internacional y vino una persona desde Ecuador que nos contó cómo en algunos territorios donde ella trabaja reclutan a los niños para los ejércitos o para el narcotráfico, y cómo las bibliotecas son espacios seguros. Las familias saben que si los niños están en las bibliotecas no van a ser secuestrados como si están en las calles. Es algo real, son lugares donde se protege, se ofrece esperanza, se cambia el rumbo de las vidas. De eso no somos completamente conscientes. Sería bueno que habláramos más sobre eso porque siempre parece que la cultura es lo primero que sucumbe en los momentos de crisis, parece el gasto más gratuito y ostentoso del que se puede recortar instantáneamente cuando, en realidad, estamos viendo en muchos territorios cómo la inversión en cultura es una forma de salvación, de ayuda, de sanación. Además, la Organización Mundial de la Salud está insistiendo en que el arte tiene una función, incluso terapéutica en términos de salud, que deberíamos practicar la lectura y organizarla para la rehabilitación de problemas neurológicos, para tratar el estrés, para, incluso, equilibrar la falta de atención y problemas que están sucediendo en nuestras sociedades debido al predominio de las pantallas.
No somos del todo conscientes de todos estos beneficios y tendemos a menospreciar el papel que el arte y la cultura pueden tener y en el pensamiento en nuestras sociedades. Es algo que hay que reivindicar, en lo que hay que insistir y hay que demostrarlo. Eso ha sido un profundo aprendizaje que he vivido, muy especialmente, en Latinoamérica. Allí he tenido la sensación, realmente, de que iba a aprender de todas esas experiencias para traerlas aquí, para ayudarme a defender todo aquello en lo que siempre había creído, pero que tiene una dimensión más poderosa de lo que solemos pensar.
W. Manrique Sabogal. Para usted, la palabra no es solo un elemento con el cual trabaja sino que tiene alma, ¿qué piensa de su uso en estos momentos tan conflictivos en el que tratan de secuestrarla, manipularla, desvirtuarla y dividirnos con ella?
Irene Vallejo. La palabra es muy poderosa. Como decían los sofistas, en la antigua Grecia, es como un soberano muy pequeño e invisible, pero que puede emocionarnos, aterrorizarnos, enamorarnos y dominarnos de muchas formas. Desde que hay memoria hay una lucha por el discurso y la palabra. Siempre ha habido ese interés por secuestrar la palabra y los argumentos. Un texto de Julio Cortázar dice que existe el riesgo de abandonar las palabras y de que se marchiten. Hay ciertas palabras, decía él, si no recuerdo mal, que sustentan nuestra esperanza y no podemos fallarles a esas palabras, ni traicionarlas, ni dejar que se desdibujen y se ensombrezcan.
A la palabra hay que cuidarla y mantenerle una cierta lealtad. Ese es uno de los motivos por el que Sócrates se dedicaba, principalmente, a las definiciones: salía a la calle y hablaba con la gente pidiendo, simplemente, que definiesen conceptos como justicia, piedad, amistad, amor, ley… Y todo eso que parece tan sencillo y compartido, a la hora de la verdad lo miramos desde distintos ángulos y no somos capaces de ponernos de acuerdo en lo más básico.
Por eso no hace falta estar dialogando, escuchando, leyendo y acercándonos a las mentes conflictivas de las personas porque hay otras maneras de derrotar esas burbujas en las que nos están encerrando. Siempre me gusta explicar que, precisamente, los libros nos ayudan a combatirlas, mientras que las pantallas, buscadores digitales y redes nos suministran contenido que nos afianza en nuestros prejuicios y en nuestros sesgos, nos da más la razón, incluso nos radicaliza en aquello que pensamos. Y los libros siempre nos retan, nos desafían, no tienen contemplaciones con lo que nosotros pensamos; nos llevan a otros lugares. Eso es lo que hace que, en mi opinión, creen un mundo de complejidad. Los buenos libros son el mejor instrumento frente a las pantallas y las redes sociales que nos están polarizando y radicalizando.
W. Manrique Sabogal. Ya que ha recordado a Sócrates y su ejercicio de ir a la búsqueda de definición de términos y conceptos, ¿Qué palabras cree que deberíamos aplicar más en la actualidad?
Irene Vallejo. La idea de diálogo es esencial porque nos estamos alejando cada vez más. Es curioso que con las redes sociales e internet, que llegaron con la promesa de comunicación sin restricciones a todos los rincones del mundo, tenemos la sensación de que las distancias se acentúan. Hablamos menos con quienes no piensan como nosotros, y en las fiestas familiares dejamos de hablar de política o ideas a tal punto que nos separan, y la vehemencia llega hasta perder amistades o relaciones con personas cercanas. No estamos cultivando el arte del diálogo y, cada vez, nos encastillamos más en nuestras posiciones. Eso es algo que me preocupa. Tenemos menos paciencia para escuchar a las otras personas y, cada vez, les atribuimos más rápidamente etiquetas, sobre todo en redes sociales, como un progre, un facha, un woke y, realmente, no nos escuchamos. Directamente colocamos esos filtros sin atender a los argumentos de otras personas. Damos el salto a creer que quien no piensa como nosotras lo hace de forma intencionada. Y así es como se están rompiendo comunidades.
Todo esto tiene mucha importancia porque la democracia necesita confianza. Y, precisamente, son las dictaduras y los totalitarismos los que se nutren de la desconfianza. Ahí hay una palabra importante. Los antiguos romanos le hacían templos a la buena fe. Tener conciencia de la buena fe de otras personas es importante, porque cuando desconfías de ellas, de alguna manera, la empujas a que se conforme. Son procesos que se van reforzando constantemente.
Dialogo, confianza y buena fe parecen haber entrado en el descrédito y con ello todo lo comunitario, eso es preocupante. La idea de John Donne de que no somos islas es algo que me obsesiona sobre cómo concebimos las comunidades y nos ayudamos unos a otros; y que nadie quede excluido y abandonado me parece algo esencial en el progreso. Es algo de lo que me he beneficiado cuando nació mi hijo, porque la sanidad pública española asumió su tratamiento y nos permitió salir adelante y a mí poder cumplir mi sueño de ser escritora. Después de haber vivido eso, este es uno de los grandes acontecimientos de mi vida.
W. Manrique Sabogal. Usted compartió esa experiencia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), y expresó su agradecimiento público.
Irene Vallejo. Ese apoyo sirvió, sobre todo, para que no naufragaran nuestras vidas. En otros sistemas sanitarios nadie te garantiza un tratamiento completo y los gastos generados por una situación grave, como era la de mi hijo, hubiera sido uno de los primeros motivos de ruina familiar en sociedades avanzadas. Mi vida hubiera sido otra si nos hubiéramos endeudado para que mi hijo tuviera un tratamiento que, seguramente, no hubiera sido tan completo como el que tuvo. Es algo importante comentar e insistir en ello.
Para mí la libertad fue la sanidad pública que me permitió salir adelante del momento más duro de mi vida y me dio la libertad para dedicarme a aquello que era mi ilusión, mi sueño, mi vocación, mi trabajo y mi trayectoria de tantos años. Si no hubiera recibido esa atención hubiera perdido la libertad y las riendas de mi propia vida. La verdadera libertad la tenemos cuando las necesidades esenciales y básicas están garantizadas para todo el mundo. Dejar a la gente abandonada en esa ruina es la peor manera de arrebatarles la libertad.

W. Manrique Sabogal. Tengo entendido que va a ralentizar su agenda para empezar un nuevo proyecto literario relacionado con los cuidados.
Irene Vallejo. Han sido cinco años, es un número simbólico, o más, porque empezamos en aquella Feria del Libro de Madrid de 2019, antes de la publicación del libro, con las lecturas que apadrináis desde WMagazín todos los años con las novedades del otoño que leen algunos escritores. Allí fue, donde diría que empezó el camino de El infinito en un junco, de tu mano y a tu lado.
Es el momento de replegarse un poco, de dedicar mucho tiempo a leer. Algo que me ha pasado es que he tenido que hablar más tiempo de lo que he podido dedicar a leer, y la proporción tiene que ser siempre leer muchísimo y hablar poco para que lo que hables esté bien pensado y elaborado. Quiero leer, darle forma al proyecto. Tengo una idea bastante clara del camino que quiero investigar en esta idea de los textos híbridos, entre la ficción y la no ficción, con esa reflexión sobre el cuidado y las humanidades que están ahora en el centro de muchos de los debates, aunque no las mencionemos expresamente. Es el cordón umbilical que une la cuestión del cuidado del planeta y del cambio climático y el futuro con los cuidadores dentro de la sociedad y los cuidados familiares que nos afecta a todos, en casi todo. La idea de la enfermedad y la vulnerabilidad, porque nos quieren convencer de que somos personas autosuficientes, olvidando todas esas fragilidades que en cualquier momento pueden manifestarse y convertirnos en personas dependientes. Todo eso que he vivido con mi hijo me ha dado, también, una experiencia directa. Pero antes falta leer, investigar, trabajar. Me interesa mucho el tratamiento filosófico de todos esos conceptos. La teoría y la vida confluyen y se trata de ver cómo podemos encontrar una vía de iluminación en estos tiempos tan desconcertantes dentro de los focos del pensamiento que parece que fueran una minoría, pero creo que sería maravilloso que formaran nuestras vidas.
W. Manrique Sabogal. Hay varios libros recientes sobre la vida digna de los enfermos y sobre la atención que necesitan los cuidadores familiares y la desprotección por parte de los gobiernos, porque todo recae en las familias.
Irene Vallejo. Uno de los principales objetivos es hacer más sencillo, flexible y llevadero todo este trabajo que, al final, asumen las personas con un enorme costo laboral y de la vida privada. Cómo nos ponemos de acuerdo para facilitar todo esto y dar ayudas y anclajes y eliminar obstáculos del camino, de manera que podamos estar seguros de que tenemos la posibilidad de cuidar a los nuestros y no se convierta en un camino de soledad, agotamiento y empobrecimiento. Debería ser algo más central en el debate político. No sé si vienen tiempos muy propicios, creo que políticamente no, pero, de todas maneras, hay que plantearlo. Es importante hacer esa exploración literaria que ya la está haciendo mucha gente, y que para mí es uno de los temas acuciantes.

W. Manrique Sabogal. Usted colabora con diferentes proyectos de fomento de lectura y, además, de su columna mensual en El País, de España, escribe en otros medios.
Irene Vallejo. Busco hacer esos puentes de colaborar con la prensa latinoamericana, en Colombia, en Perú, en México, en Argentina y en Uruguay. Desde mi primer viaje a Colombia les pregunté a mis editores si habría posibilidad de algunas colaboraciones. Estoy involucrada en proyectos de promoción de la lectura en los países donde he estado, con proyectos locales o con la Fundación Motete en Colombia. En México con la Fundación para las Letras Mexicanas donde se conceden becas a creadores jóvenes, en Argentina con escuelas rurales, en Chile con comunas…
En España en el hospital donde cuidaron a mi hijo, el Miguel Servet de Zaragoza, está el proyecto Érase una voz, donde cada mes van narradores orales. Es una forma de estimular a los niños para que pidan cuentos a sus papás. Me siento en deuda con todo lo que he recibido en la vida, desde las becas que me permitieron estudiar, hasta la sanidad pública que ha cuidado a mi hijo. Y, ahora, esta enorme oportunidad. Eso solo se puede devolver a través de otras personas. Es una forma de devolver todo lo que he recibido en estos cinco años.
W. Manrique Sabogal. En una ocasión me dijo que a su hijo Pedro, cuyo nombre es un homenaje a Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que tiene diez años, le gustan los libros de no ficción y temas sobre el sistema solar.
Irene Vallejo. Ese tipo de libros son los herederos de las enciclopedias infantiles que teníamos nosotros; son un género que, prácticamente, ha desaparecido y era maravilloso. ¡Cuántas horas habré dedicado yo en mi infancia a los atlas y las enciclopedias! Navegaba con la punta del dedo por continentes, iba a buscar palabras, conceptos y me entretenía por el camino y perdía el hilo con imágenes, fotos, mapas, gráficos… Y te llevabas conocimientos aparentemente azarosos que luego integrabas en la vida. A mi hijo le gusta la no ficción infantil, leer sobre países, ríos, planetas, culturas, arte, todo… Ahora se hacen cosas maravillosas. Me gustan porque confían en la inteligencia de los niños y en su curiosidad que está un poco menospreciada cuando es, precisamente, durante la infancia cuando hay un momento en que, por lo que sea, esa curiosidad tan viva en los niños corre el riesgo de morir aplastada o atrofiada, porque no se les ha dado suficiente alimento y no insistimos en que aprender es uno de los grandes placeres de la vida. Siempre he mantenido esa curiosidad desde la infancia, creo que tiene que ver con que mis padres me estimularon y es lo que intento hacer con mi hijo. Que pregunte todo sin que nunca le preocupe si la pregunta es tonta o no. Todas las preguntas son valiosas y a todas hay que intentar contestar; y si no sabemos algo vamos juntos a buscar la respuesta en una enciclopedia o en el celular, donde sea, pero hay que validar sus preguntas, siempre.
La literatura me gusta, también, por la digresión. Me encantan los libros que hacen digresiones y, a veces, encuentras que una digresión es mucho más fascinante que la línea recta.
- Primera entrega: Irene Vallejo: “La verdadera libertad la tenemos cuando las necesidades esenciales y básicas están garantizadas”
- Segunda parte de la entrevista: Irene Vallejo: “La inversión en cultura es una forma de salvación, de ayuda, de sanación”
- Tercera y última entrega del especial: Irene Vallejo y ‘El infinito en un junco’: las claves de su origen y de su éxito universal
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Un acercamiento muy productivo a la trayectoria de la gran Irene Vallejo. Gracias.