«Escribí El infinito en un junco para reconstruir la historia milenaria de los libros y las librerías y agradecer tantos siglos de resistencia. Ahora tengo infinitas razones para la gratitud. Soy consciente de que vuestro apoyo y vuestras recomendaciones han impulsado este ensayo más allá de mis fantasías más temerarias. Levantó el vuelo porque le tejisteis las alas”. Así expresó Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) “el caudal de agradecimiento” a las librerías españolas por elegir su ensayo como el mejor libro español del siglo XXI, según la encuesta hecha por WMagazín con 25 librerías independientes de España. Se trata de una obra sobre la historia de la historia de los libros con una narrativa entre la épica, la fábula y el relato de mil aventuras.

El motivo de esta selección con las librerías fue para celebrar el primer cuarto de siglo de la riqueza, la diversidad y las búsquedas literarias de los escritores españoles y por la presencia de España como País invitado en la 38ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), del 30 de noviembre al 8 de diciembre de 2024.

El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, publicado por Ediciones Siruela en septiembre de 2019, se ha traducido a más de cuarenta idiomas, ha vendido más de un millón de ejemplares y ha sido adaptado a novela gráfica. Irene Vallejo fue una de las cinco apuestas e invitadas de WMagazín, en la Feria del Libro de Madrid de 2019, unos meses antes de que su libro llegara a librerías, a leer el principio de su obra y a explicarla en nuestro ciclo Avances Literarios de viva voz.

Librerías y resistencia

La escritora recibió esta noticia en la Feria del Libro de Viena. En el vídeo donde agradece a los libreros la elección de su ensayo recuerda la importancia de estos espacios en la vida personal y social, así como los motivos que la llevaron a escribir esta obra:

“Desde niña siempre pensé que una de las finalidades principales de la vida adulta era irse a las librerías a zambullirse entre libros y hablar con la gente carismática que las capitanea. Nada me conmueve tanto, y en lo más hondo, como la amistad y los regalos que vienen de aquí: de mi querida familia librera.

Recuerdo mi fascinación y mi sorpresa al descubrir buceando en los textos antiguos los orígenes milenarios de vuestro oficio, una aventura que ha sobrevivido a todas las borrascas del tiempo. Siempre he pensado que si Sócrates se pasease por nuestras calles contemporáneas se refugiaría del ruido y la furia en el interior de las librerías. Es más, le recordarían al ágora de Atenas, espacios donde cultivamos la cultura, el comercio y la conversación. Donde los libros son detonantes de lecturas que conducen a diálogos y viceversa. Donde las palabras, tan manoseadas en otros ámbitos, aquí son acariciadas, la guarida de la filosofía y la poesía. Desde los tiempos de los griegos parlanchines y de esos locos romanos, como diría Astérix, hasta hoy, las librerías renacen bajo nuevas formas para cobijar ese placer pecaminoso de las historias.

Escribí El infinito en un junco para reconstruir esta historia milenaria y agradecer tantos siglos de resistencia. Ahora tengo infinitas razones para la gratitud. Soy consciente de que vuestro apoyo y vuestras recomendaciones han impulsado este ensayo más allá de mis fantasías más temerarias. Levantó el vuelo porque le tejisteis las alas. Vuestro talento más asombroso consiste en hacer posible lo impensable, aquello que los algoritmos o los cálculos convencionales hubieran descartado de inmediato. Jamás olvidaré vuestra generosidad y apoyo. Las librerías sois territorios indómitos en nuestras calles, barrios, ciudades y pueblos. Ninguna es igual a otra. Y vuestra pluralidad protege nuestra libertad. Estoy convencida de que durante este nuevo milenio seguiréis siendo los oasis de avituallamiento que los lectores críticos necesitan. En vuestras mesas y estanterías las utopías esperan días más propicios, larga vida”

Las lecturas de Irene Vallejo

La realidad es que El infinito en un junco acompañó a los lectores españoles durante el año del confinamiento y la pandemia Covid19, en 2020 y 2021. A partir de ahí su proyección internacional no ha cesado. Y si esta obra acompaña cada vez a más lectores, el libro que suele acompañar a su autora en sus pensamientos y lecturas no es uno solo:

“Son más de los que caben en esta respuesta, porque mis pensamientos están poblados de ficciones, filosofía y versos. De una manera muy especial me habita el poeta peruano César Vallejo. Mi madre siempre cuenta que se enamoró de mi padre cuando él le regaló Trilce. No todo el mundo puede decir, como yo, que le debe la vida a un libro. En familia lo leemos, lo recitamos, lo hemos convertido en un código secreto para comunicarnos.

La coincidencia del apellido podría hacer pensar en un remoto parentesco, pero mis abuelos no guardan recuerdo de una rama peruana de la familia. Yo he decidido falsificar mi árbol genealógico, como se solía hacer para inventarse una estirpe noble. Afirmo sin pruebas que César fue sin duda mi bisabuelo”.

Y así como su libro ha sido un gran descubrimiento para lectores habituales y esporádicos, Irene Vallejo también ha disfrutado de hallazgos literarios españoles en este siglo XXI:

“De nuevo me resulta difícil elegir solo un hallazgo, descubro constantemente grandes libros contemporáneos. De este siglo XXI me fascina la literatura de Sara Mesa y de Juan Gómez Bárcena, los dos construyen libros siempre inquietantes, sutiles y fascinantes. Como escritora de ensayos me transformó leer un libro publicado en 2010, Visión desde el fondo del mar, de Rafael Argullol. Estoy en deuda con La España vacía, de Sergio del Molino, y Librerías, de Jorge Carrión. Ambos devolvieron la alegría a un género que muchos consideraban árido y apto solo para especialistas. Me interesa todo lo que publican Pilar Adón y Andrés Barba. Aún sigo bajo el impacto del Martinete del rey sombra, de Raúl Quinto. En los últimos años me ha impresionado la escritura de Irene Reyes-Noguerol o Andrea Abreu. Y seguiría enumerando más y más”.

Irene Vallejo suele recordar cómo desde niña la sedujo la lectura a través de cómics y versiones infantiles de la mitología griega y los relatos homéricos y las historias que les leían y contaban sus padres, la transmisión que ella hace a su hijo tiene una historia parecida con resultado diferente:

“He intentado transmitirle mi amor por la mitología griega, que para mí fue la puerta de entrada a las historias, pero parece que esa pasión no es hereditaria. A mi hijo le interesan sobre todo los libros de no ficción infantil, donde aprende sobre inventos, sobre animales, sobre fósiles, sobre ríos y países. Le atraen especialmente los atlas ilustrados, allí puede viajar deslizando la punta del dedo índice. Uno de sus libros favoritos es Paisajes desconocidos del sistema solar, basado en las imágenes del radiotelescopio del Observatorio de Atacama, con ilustraciones de Aina Bestard. Tengo que confesar que a los dos nos encanta y con él aprendemos juntos: es una joya. Siempre insisto en el gran regalo que significa leer a los niños antes de dormir, y así enriquecer su imaginación, su vocabulario y sus horizontes de curiosidad. Además, redescubrir los libros infantiles con mirada adulta es estupendo. Qué suerte tener la coartada de un hijo para volver a ellos”.

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