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Joaquín Rodríguez, escritor, editor y experto en el mundo del libro, autor de ‘Paraíso o la felicidad en las bibliotecas’ (Tusquets). /Foto cortesía editorial -WMagazín

Joaquín Rodríguez: “El mejor regalo que se puede hacer a una comunidad es una biblioteca”

El experto en el mundo del libro publica 'Paraíso o de la felicidad en las bibliotecas', un recorrido por la historia de estos espacios y su función vital en el futuro de la humanidad. Y los cambios que deben asumir: "La biblioteca del siglo XXI es un espacio completamente distinto más proactivo, comunitario y de polialfabetizaciones”

¿Cuál es el mejor regalo que se puede hacer a una comunidad? El de un lugar donde, ahora mismo, se decide parte del destino de la humanidad: una biblioteca, ese espacio poblado de libros, de conocimiento, de memoria y de memorias, de pluralidad, de diálogo con todas las artes y saberes, de ventana al autoconocimiento y aprendizaje del mundo que llevará a tomar decisiones que afectan a todos los ámbitos de la vida por su poder de ayudar a formar un criterio. Porque, aunque la popularidad de las bibliotecas y su acceso a la mayoría de la gente apenas va a cumplir tres siglos, su influencia en la mejora del bienestar es más decisiva cada día. Sobre todo, en este mundo dual, analógico y digital, con su fragmentación, ansias, ilusiones, espejismos y disonancias.

¿Cuál es el mejor regalo que se puede hacer a una comunidad? Fue la pregunta que se formuló Andrew Carnegie, el empresario de origen escocés que creó la mayor red de bibliotecas en Estados Unidos hace más de un siglo. Y es la misma respuesta que da Joaquín Rodríguez, doctor en Geografía e Historia (Antropología Cultural) autor del libro Paraíso o de la felicidad en las bibliotecas (Tusquets). Es el paso más reciente que ha dado tras los anteriores titulados Lectocracia. Una utopía cívica (2023), La furia de la lectura (2021) o Primitivos de una nueva era (2019).

Paraísos es un recorrido por la historia de las bibliotecas, su función, sus usuarios, sus impulsores y sus transformaciones hasta este presente que es como un delta de horizonte impredecible que moldea al nuevo ser humano.

Si en sus orígenes, y hasta el siglo XVIII, las bibliotecas eran espacios elitistas a los que solo tenía acceso un porcentaje mínimo de la población, que a la sazón eran quienes tomaban las decisiones, su apertura y con ella la democratización del conocimiento las ha traído hasta este momento en que su uso público ha dejado de ser pasivo para ser un espacio más proactivo y en diálogo con los diferentes saberes, artes, imaginaciones. Un ágora que busca contagiar el espíritu de la lectura a todo lo demás: una experiencia del conocimiento y de las emociones propias y ajenas, del conocimiento de la vida y del mundo y como un laboratorio moral donde se ayuda a dar soluciones a la propia vida y convivencia.

Un libro puede cambiar la vida de una persona y una biblioteca el destino de una comunidad. Es lo que palpita en Paraíso o de la felicidad en las bibliotecas y de lo que habla Joaquín Rodríguez en un rincón del hall del Espacio Fundación Telefónica de Madrid con su aire de nave espacial del futuro.

 

Winston Manrique Sabogal. Paraíso parece ser el destino natural donde confluyen sus anteriores ensayos sobre la lectura como elemento clave del ser humano en especial, ahora, en este mundo analógico y virtual.

Joaquín Rodríguez. Ten en cuenta que desde el año 92 o 93, que empecé a trabajar en el mundo editorial, he tenido la posibilidad de conocer el ámbito estrictamente de la edición, pero también de las bibliotecas, de los archivos. Por tanto, este ecosistema me resulta muy familiar. En algún momento tenía que suceder. Tienes toda la razón. Yo en 2019 publiqué Primitivos de una nueva era, un trabajo bastante ambicioso que parte de los orígenes, desde el pensamiento simbólico y la escritura hasta la digitalización y sus transformaciones, sin entrar en la inteligencia artificial que entonces parecía incipiente. Transito, a lo largo de toda la historia, por las diversas transformaciones de los soportes de la escritura y la comunicación y de qué manera han impactado en muchas dimensiones: social, cognitiva, personal, etcétera.

W. Manrique Sabogal. Buena parte de la evolución del ser humano.

Joaquín Rodríguez. Esa era, pues una obra más ambiciosa, más académica. Luego publiqué dos obras dedicadas a la lectura. Llevaba muchísimos años leyendo a neurólogos, que son quienes han incidido en la importancia de la lectura y la transformación del cerebro lector y de qué manera la revolución digital es más que posible que transforme nuestros cerebros; de qué manera lo va a hacer y de qué manera pueden convivir ambos cerebros. Ellos lo llaman cerebros bitextuales, algo así. Un cerebro tipográfico y un cerebro digital, de qué manera debemos entrenarlos, etcétera, etcétera.

Luego escribí La furia de la lectura. Por qué seguir leyendo en el siglo XXI. La transformación digital es muy posible que nos lleve a convertirnos en personas distintas a las que somos ahora mismo. ¿De qué manera conviene conservar las capacidades cognitivas que adquirimos mediante el ejercicio de la lectura y ante el uso de esa tecnología?

Portadas de libros Joaquín Rodríguez. /WMagazín

W. Manrique Sabogal. Todo esto confluye en Paraíso, donde recuerda tres evidencias de la importancia de leer y de escribir: Adquirimos la conciencia de que somos personajes y protagonistas de una obra de arte que es nuestra propia vida. La segunda es que la lectura permite percibir una cierta distancia con ese personaje en el que nos podemos ver reflejados o con el que nos podemos identificar. Y, tercero, que la lectura y la escritura son un disolvente de esa opacidad de las clasificaciones sociales y un resquicio para la imaginación y para la creatividad. ¿Seguirá esto en este mundo en construcción?

Joaquín Rodríguez. La lectura permite muchas cosas, como lo que acabas de mencionar: interpone una distancia entre ti y la realidad y entre ti y tú mismo. Es decir, facilita que exista un espacio de reflexión, porque al interponer esa distancia te obliga a reflexionar. Etimológicamente lectura tiene mucho que ver con eso. Leer no significa otra cosa que saber elegir.

Pero si te pones a tirar de esa etimología, el saber elegir significa tener la capacidad de tomar decisiones fundamentadas, no utilizar los lugares comunes, no utilizar pensamiento reciclado y prestado. No dejarse arrastrar por las evidencias más comunes.

Llevamos apenas cinco mil años utilizando esa tecnología de la lectura y nos ha transformado completamente. Somos lo que somos porque leemos, ni más ni menos. Es una tecnología tan poderosa porque nos permite hacer justamente eso, hacer un juicio cabal propio. Permite que eso suceda, aunque eso no significa que ese juicio sea bueno o malo. Es una cosa completamente distinta. Pero sí nos convierte en inteligentes porque desarrolla capacidades cognitivas vinculadas con ese ejercicio de reflexión, de atención y de concentración.

En una época como la actual en que nuestra atención se fragmenta, se diluye, se disuelve, la lectura, un libro, es una máquina muy cautivadora. Y muy tiránica. Porque, en realidad, te obliga a que sigas, porque esa es la característica, la propiedad fundamental de su textualidad: te obliga a que sigas de la primera hasta la última línea. Para aceptarlo o para rechazarlo. La lectura es tiránica y moviliza tu atención de una manera que no lo hace ninguna otra tecnología.

Las tecnologías digitales son, en realidad, todo lo contrario. Lo que te animan es a que saltes de un fragmento a otro en una textualidad en la que tú tienes que ir remendando, tú tienes que ir generando una textualidad fragmentaria. Eso no significa que no tenga sentido, pero te obligan a hacerlo de una manera completamente distinta. Y no estamos muy seguros sobre qué clase de capacidades cognitivas irán a desarrollar.

W. Manrique Sabogal. Pero de esos cinco mil años que menciona, es hasta la Ilustración, es decir hace dos siglos largos, cuando, realmente, la lectura empieza a democratizarse. Antes solo leía el 5%, más o menos. Con lo cual, la lectura y el acceso a los libros es algo muy moderno en la historia de la humanidad. Lo que significa que la influencia de la lectura en la evolución masiva del ser humano es muy reciente.

Joaquín Rodríguez. Los héroes culturales de la Revolución francesa y de la Ilustración, con la educación que empieza a ser popular, lo hacen, también, construyendo las infraestructuras necesarias para que eso suceda, que es dotándole de bibliotecas públicas y escolares.

Es el inicio de la democratización del conocimiento. Saben que, sin el acceso a esos recursos, sin una alfabetización mínima, el pueblo va a seguir cayendo en tiranías, autocracias. Y que el único instrumento de liberación, de emancipación, es la educación mediante el uso de esas herramientas. Y eso pasa desde hace cuatro días. Sí. Pero cambió el mundo.

La verdad es que ni siquiera en la Revolución Francesa triunfa, porque uno de los problemas que encuentran es que enajenan todas las bibliotecas del clero, pero se encuentran con que la mayoría de los libros son en latín y que es imposible gestionar los centenares de millones de obras, y no hay nadie ni que catalogue ni que ordene ni que nada de nada. Por tanto, es un empeño inútil que ni siquiera a finales del siglo XVIII consiguen que prospere.

Entonces, tienes toda la razón: la tecnología existe a lo largo de toda la historia, sin embargo, muy pocos han podido disfrutar de ella, poquísimo. Ha sido una élite que es lo que pretendo contar en Paraíso. Y cómo eso empezó a cambiar y sigue cambiando al ser humano.

 

Joaquín Rodríguez. /Foto cortesía del autor -WMagazín

W. Manrique Sabogal. Son muchos los escritores, ensayistas e investigadores que señalan la lectura como la clave práctica que nos ayuda a conformarnos y reconstruirnos y reconocernos y reconocer la realidad emocional y social, pero, entonces, antes de la Ilustración, por poner parte de aguas, o yendo un poco más atrás con el gran invento de la imprenta de Gutenberg, mediados del siglo XV, de un impacto extraordinario en todos los ámbitos de la vida, porque los libros como los hemos conocido vienen de allí y eso permitió la expansión del conocimiento, ¿qué pasaba y qué pasa con la evolución del cerebro?

Joaquín Rodríguez. El hecho de que proliferen tantas imprentas y que haya toda una industria alrededor del libro, del papel, de la impresión, nos puede decir dos cosas: Hay una élite que accede a todas esas obras que tienen sus bibliotecas privadas, pero también es verdad que tiene que haber una mínima población ilustrada capaz de acceder a eso. La popularización de todo esto no llega hasta el siglo XIX, en el mejor de los casos, o a principios del siglo XX. Y aquí en España estamos discutiendo la República española, primera y segunda república.

W. Manrique Sabogal. ¿Qué papel juegan los periódicos del siglo XIX, tenido en cuenta que empezaron a publicarse historias literarias por entregas, de tal manera que varias de las obras clásicas provienen de ese formato?

Joaquín Rodríguez. Es muy importante lo que dices. Tanto en Paraíso como en el libro previo que fue Lectocracia. Una utopía cívica (Gedisa) y en los dos anteriores que hemos citado, utilizo los ejemplos del cartismo, este movimiento revolucionario popular obrero en Reino Unido, muy importante. Los primeros que leen prensa en voz alta están en las fábricas. Los primeros que construyen bibliotecas populares por suscripción son ellos. Saben que son instrumentos de diálogo colaborativo, de discusión, de reflexión compartida; saben que sin esos instrumentos de transformación de la realidad no van a ir muy lejos. Ellos saben que, si no generan esa infraestructura en forma de bibliotecas, librerías, lectura en voz alta, prensa escrita, suscripciones, no van a llegar más allá de lo que son las declaraciones voluntaristas. Entonces, el movimiento cartista en eso es muy interesante. El movimiento obrero cobra conciencia de sí mismo, de su capacidad de transformación a través de la lectura, la prensa, las bibliotecas obreras, etcétera, etcétera.

W. Manrique Sabogal. Aquí conectamos con lo que empezaba y tomo la pregunta que recupera en Paraíso y que se formulaba Andrew Carnegie: ¿Cuál es el mejor regalo que se puede hacer a una comunidad? Se lo pregunto a usted.

Joaquín Rodríguez. Es un ejemplo sorprendente porque la mayor red de bibliotecas públicas del mundo, en Estados Unidos, la genera un empresario privado, de la siderurgia, muy contestado por el Partido Socialista en ese momento, que le reprocha ese paternalismo.

Creo que el mejor regalo que se puede hacer a una comunidad es una biblioteca.

Pero, en otro extremo, está el caso que cito de Bogotá, en Colombia, en el sector de Ciudad Bolívar. Allí hay millones de personas asentadas, donde no disponían de recursos municipales, donde la mayoría de las personas tuvieron que dárselas a sí mismos en autogestión y solidaridad de la comunidad.

¿Cómo se puede convertir la lectura, siguiendo lo que decía Paulo Freire, en un ejercicio de introspección, de análisis del pasado, de las condiciones que te han llevado a convertirte en lo que eres? O lo que sucede, ahora mismo, en un instrumento de discusión comunitaria y en un momento de proyección de la comunidad al futuro, ¿qué queremos llegar a ser?

Freire decía: “La lectura no es simplemente una tecnología para decodificar”. Por supuesto, pero necesitamos fluidez para poder hacerlo. La lectura es una herramienta que debe servirnos para analizar el pasado, quiénes somos, de dónde venimos, qué es lo que ha sucedido, cómo nos hemos convertido en lo que somos, qué nos está sucediendo ahora mismo y qué queremos llegar a ser. La lectura debe propiciar que eso suceda.

Por tanto, una biblioteca tiene que ser un espacio que contribuye a que eso pase. Y para que eso pase pueden suceder muchas cosas. Claro que puede haber préstamo y lugares de lectura en silencio. Pero también necesitas espacios de discusión comunitaria.

Necesitas espacios donde cada cual pueda contribuir con su gota de conocimiento a la riqueza de la biblioteca. Hay muchas experiencias y en Ciudad Bolívar están construyendo, están escribiendo sus memorias y esas memorias forman parte del catálogo de la biblioteca. Al mismo nivel que libros y autores del canon universal. Es decir, no hay una jerarquía de conocimientos, todos son valiosos porque todos contribuyen a la evolución de la comunidad, a la supervivencia de la comunidad. Hemos pasado de un extremo a otro.

¿Cómo hemos llegado a un paraíso absolutamente reducido y a un paraíso popular y autogestionado en donde el conocimiento de cada cual vale tanto como el de cualquier otra persona? Porque ese conocimiento contribuye a la evolución y supervivencia de la comunidad y se valora el hacer, la producción, no solamente la recepción.

En América Latina se percibe con toda claridad que hay todavía respeto y reverencia por la cultura y el libro y por la lectura; y esto no sucede aquí.

El problema de la cultura en general es que todos, incluyéndome a mí, tendemos, por una parte, a participar de la cultura espectáculo. Ver los espectáculos está bien, es una cultura reverencial a la que todos vamos como ovejas, y ese canon tiene un sentido, puede ser arbitrario, pero hay una parte de la cultura igualmente importante: la producción de cultura por parte de todos nosotros.

Todos tenemos algo que decir de nuestra memoria, de nuestra identidad, de nuestro pasado, de nuestra familia de nuestro entorno, de nuestra lengua. Y todo eso tiene que dar origen a un testimonio recogido en algún sitio.

 

W. Manrique Sabogal. Usted habla de la necesidad de “despojar de su pompa” a las bibliotecas para acercarlas a la gente, y al revés, de convertirlas en un espacio de realización personal, en ágoras de polialfabetizaciones.

Joaquín Rodríguez. Una anécdota: en la presentación de uno de mis libros en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, tuvimos una conversación previa y alguien dijo que no estaba de acuerdo en que las bibliotecas tuvieran actividades distintas a la lectura, como escuchar música o ver películas o diálogos comunitarios.

Por supuesto que en las infraestructuras bibliotecarias tienen que seguir existiendo esos espacios. Pero vivimos en un mundo digital, necesitamos desarrollar alfabetizaciones vinculadas con esa transformación, necesitamos introducir soportes y textualidades que tengan que ver con la digitalización de las bibliotecas; no podemos ignorarlas, deben formar parte del acervo de una biblioteca. Son textualidades complementarias que generan disposiciones completamente diferentes. Despiertan, activan en el cerebro.

Una biblioteca se convierte en un complejo muy difícil de gestionar: tiene que hacer convivir textualidades antiguas, infraestructuras que le den acomodo, por una parte, más con todo lo nuevo que acabo de mencionar. Todo lo digital lleva consigo nuevas alfabetizaciones, nuevos soportes, nuevos instrumentos, nuevas herramientas. Y luego el papel de la lectura. Tiene que darles cabida y adecuar los espacios para que los propios ciudadanos generen conocimiento mediante el uso de esas herramientas. Todo el movimiento de bibliotecas maker, un concepto anglosajón difícil de traducir, es la idea de que la biblioteca pone a tu disposición la infraestructura, las herramientas, los instrumentos y la comunidad para que tú generes cosas con esas herramientas.

W. Manrique Sabogal. La biblioteca se convierte en un espacio de producción. Deja de ser un espacio pasivo y pasa a ser proactivo.

Joaquín Rodríguez. Exacto, no es solamente recibir, sino aportar, es de doble vía. Ahora es más difícil porque entran los usuarios con otras alfabetizaciones, con otras herramientas y producen nuevos conocimientos… Hay que integrarlos en el acervo de la propia biblioteca, haciéndolos convivir. La biblioteca del siglo XXI es un espacio completamente distinto más proactivo, comunitario y de polialfabetizaciones.

W. Manrique Sabogal. Desacralizar y deselitizar las bibliotecas, convertirlas en cruce de caminos del conocimiento y sus formas, en puntos de encuentro.

Joaquín Rodríguez. La biblioteca es un espacio que realmente puede ser vivido en comunidad. Que puede ser, incluso, cogestionado por la comunidad. No te quiero decir con esto que se pueda prescindir de la acción de una biblioteca. Pero sí que le dé parte de la capacidad de cogestionar infraestructuras, espacios y objetivos. Esto se empieza a ver más en América Latina, seguramente por las propias necesidades del lugar.

W. Manrique Sabogal. Usted escribe. “Nada de lo que tiene que ver con la creatividad, con la producción de su colaboración y la experimentación o la innovación debe ser ajeno a las bibliotecas”. En un mundo digitalizado que está cambiando los hábitos y costumbres de la gente, ¿cómo pueden las bibliotecas contribuir a mejorar la información y contrarrestar la desinformación?

Joaquín Rodríguez. Por una parte, talleres y, por otra parte, clubes de lectura de las bibliotecas. ¿Qué significa? Un taller de lectura es que te dan herramientas para aprender a leer, no a decodificar. Es decir, se supone que tienes la suficiente fluidez y que ya sabes leer, significa que te plantees las preguntas pertinentes en un ejercicio reflexivo sobre lo que estás leyendo, y ahí siempre hay una especie de guion que te permite ayudar a desplegar ese proceso de reflexión. Esos son los talleres de lectura que hay en muchas bibliotecas.

 

W. Manrique Sabogal. En un mundo digital que parece primar la individualidad o el aislamiento, el cara a cara y el encuentro personal cobran fuerza.

Joaquín Rodríguez. La lectura de los libros en papel genera una abstracción individual, porque cuando tú lees, te aíslas. Hay un momento de paz, de sosiego, de silencio. Eso también sucede en internet. Las dos tecnologías en eso no son neutrales. Las dos tienden a generar individualización, por lo menos en ese momento. Sin embargo, las dos también pueden ser herramientas de socialización. ¿Cómo?:

La lectura mediante los clubes de lectura, que es cuando tú pones en común con otras personas puntos de vista que pueden ser complementarios o divergentes. Por eso son tan ricos e interesantes los clubes de lectura, te ayudan a comprender que la lectura no es solamente personal o unilateral, sino que al construir el significado de algo requiere de múltiples puntos de vista, que la verdad normalmente no la tiene una persona nada más, sino que la verdad, en buena medida, es fruto del intercambio de puntos de vista y el llegar a un punto, más o menos en común, y eso lo propicia la lectura. También acuérdate de las promesas de internet que inicialmente prometía esa forma de socialización.

El problema no es la herramienta, es cómo la usamos. Todo son tecnologías, la lectura es una tecnología, la escritura es una tecnología, a menudo lo olvidamos. No hay ningún ser humano genéticamente predispuesto ni a leer ni a escribir.  Es algo cultural.

W. Manrique Sabogal. En una sociedad con más lectores de toda la historia, hay más libros, periódico o soportes informativos, pero ¿no resulta paradójico cómo se ha dinamitado la convivencia y el acuerdo sobre la verdad? ¿Qué está pasando?

Joaquín Rodríguez. Gran parte del esfuerzo que yo he hecho en los últimos años lo he disfrutado mucho en los libros, yo me gradué en mi licenciatura en historia, por tanto, me doctoré en antropología, y siempre busco la génesis de las cosas. En dos de los libros dedicados a la lectura pongo los ejemplos de los jerarcas nazis y de la revolución maoísta.

Los nazis era sublimes lectores que llevaban diarios de lectura y anotaban lo que disfrutaban haciéndolo. ¿Cómo es posible que fueran sublimes lectores por la noche y asesinos despiadados por las mañanas? O ¿cómo en la Revolución Cultural China sucedió lo mismo? Mao era un consumado lector que trabajó de bibliotecario durante gran parte de su juventud. Y que se convirtió en el gran bibliotecario, porque sabía que ese pequeñito libro rojo era muchísimo más potente que una bomba atómica normal. Porque podía transformar la mente de miles de millones de personas. Por tanto, la lectura en sí misma no conduce ni a nada bueno ni a nada malo. Es una tecnología.

¿Qué podemos hacer para que esa tecnología contribuya algo positivo? Yo reivindicaría, y hablábamos de eso antes, la etimología de la palabra. Si leer es ser capaz de tomar decisiones, de conducirse fundadamente, yo tengo que fomentar un tipo de lectura que, realmente, contribuya al fortalecimiento del criterio individual. A que no te dejes engatusar por los lugares ni las opiniones comunes. Y eso no es tan sencillo. Porque yo puedo hablar fundadamente de un tema, pero del resto, probablemente, me deje arrastrar por la opinión común, por el lenguaje vulgar, la opinión prestada.

Freire decía que la lectura debe servirme para entender de dónde vengo y qué ha pasado, pero también debe ayudarme para saber qué es lo que quiero llegar a conseguir. Es esa forma de leer las cosas la que nos ayudaría a generar espíritu crítico.

W. Manrique Sabogal. ¿Encuentra alguna relación de este momento con el retroceso de la enseñanza de las humanidades y de la historia desde hace varios años?

Joaquín Rodríguez. Es parte de eso. Y los gobiernos de España, para centrarnos en España, son culpables. Tanto los del Partido Popular como del Partido Socialista, de no haberse impuesto un plan. El retroceso en la enseñanza de las humanidades tiene que ver con este momento de crisis de los valores de la democracia. Coincide con eso, sin memoria y sin la fundamentación. Sin un criterio fundamentado somos veletas que se dejan arrastrar por el sentido del viento en cada momento. Y eso lo estás viendo ahora mismo, pero son responsables, tanto el Partido Popular que no quiere que se haga memoria de ninguna de las maneras, como los otros, que han llegado tarde y mal y no han sido suficientemente insistentes.

Pero, por ejemplo, en Alemania se hizo un trabajo extraordinariamente sistemático sobre la memoria histórica tras la Segunda Guerra Mundial, sobre la memoria nazi, en todos los colegios, en la televisión, medios de comunicación. Y aun así eso no asegura que luego no pase lo que pasa, porque fíjate el partido Alternativa por Alemania, de ultraderecha, que es la segunda fuerza política. Es decir, ni siquiera con ese ejercicio consigues salvaguardar un régimen democrático y de igualdad.

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Winston Manrique Sabogal

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