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Jorge Herralde leyendo un libro de Charles Bukowski en los años setenta. /Fotografía cortesía Anagrama

Jorge Herralde: «El éxito de Anagrama es que el descubrimiento de autores es inesperado» (y 2)

Tras recordar las lecturas y personas que despertaron su vocación de editor, Herralde habla de la génesis de la editorial y trata de descifrar la acogida del sello. Desvela cómo es su vida ahora con el 1% de Anagrama y como su presidente

Los libros que cambiaron el destino de Jorge Herralde fueron Santuario, de William Faulkner, que leyó a los 15 años, y El proceso, de Franz Kafka, a los 20. Luego en la veintena llegaron Jean-Paul Sartre y Albert Camus como autores fundamentales, al tiempo que el trabajo de José Janés le hizo soñar con ser un editor. Tras acabar la carrera de Ingeniería Industrial y casi una década de fantasías difíciles de realizar, en septiembre de 1967 Jorge Herralde tomó la decisión de su vida: ‘¡Se acabó! Monto una editorial».

El fundador de Anagrama ha evocado en la primera parte de una larga entrevista cuáles fueron las primeras lecturas y personas que influyeron en su vida como lector y editor. Hoy sus recuerdos reconstruyen la gestación, creación y lanzamiento de la editorial en abril de 1969. (Puedes leer en este enlace de la primera parte de la entrevista)

Esta es la historia de las lecturas e influencias que formaron a un gran editor que ha modelado el gusto literario de millones de personas y trazado parte de la geografía literaria en español. Si en 2019 festejaron los 50 años de Anagramao, este 2020 son los 85 de vida de Herralde y la terminación de la memoria de la editorial.

Tras aquel ‘¡Se acabó! Monto una editorial», las palabras de Jorge Herralde se adentran en la génesis de Anagrama:

“Me fui a ver a mi gran amiga Esther Tusquets para que me diera algunas cartas o referencias a editores franceses porque mi idea era pasar unos ocho días en París visitando editores, librerías, haciendo una inmersión total. Beatriz de Moura, que trabajaba para Esther Tusquets, era la responsable de derechos, es decir que tenía los contactos directos. Recuerdo una carta a un editor francés muy izquierdoso, fundamental allí, llamado François Maspero, que decía: ‘Tienes que recibir a este gran amigo que quiere ser nuestro pequeño Maspero que sacará una editorial a pesar de la censura franquista’. Porque yo tenía mi vocación de editor, justo en unos años sesenta que estábamos entre la Guerra de Vietnam, la Revolución cubana y vivíamos en una dictadura franquista ya en su tercera década que nos había exaltado a muchos.

Y ahí empezó la cosa.

El nombre surgió un día en que visitaba la Agencia de Carmen Balcells y vi el ensayo Senso e anagramma, del filósofo Giancarlo Marmori. Hasta que en abril del 69 nació la editorial. Aparecieron tres colecciones que tenían que salir simultáneas,  pero por una serie de razones salieron con poca diferencia. Una fue Argumentos, ensayos políticos y sociales, con Detalles, de Hans Magnus Enzensberger. Luego una que fue muy apaleada por la censura que empezamos con Los procesos de Moscú, del historiador troskista Pierre Broué. Luego una colección efímera, Textos, que se había contemplado en catalán con libros que me habían gustado mucho publicados en editoriales latinoamericanas y, por tanto, tenían restringido su acceso en España. Empezamos con El oficio de vivir, de Pavese, que fue el primer libro físico de Anagrama que tuve en mis manos. Le siguieron Baudelaire, de Sartre, Tristes trópicos, de Lévi-Strauss.

Así empezó todo. ¡Ah! Ese mismo 1969 fui a mi primera Feria de Fráncfort. Sacamos 15 libros ese año. Pero debo decir que entre 1968 y 1969 la censura me desaconsejó 39 títulos».

En medio de aquella vorágine de ilusiones y libros, Jorge Herralde hizo un fichaje clave en su vida:

«Conocí a Lali Gubern porque frecuentaba a menudo la maravillosa librería Leteradura, en el Paseo de Gracia, fundada en diciembre de 1968, unos meses antes que Anagrama, y que era la más cosmopolita de Barcelona y en la que, entre otros asiduos, figuraban muchos escritores y editores.

En 1978 empezamos  a vivir juntos y la convencí para que trabajara en Anagrama en 1986 (la librería ya había cerrado) donde ha sido una indispensable colaboradora como es bien sabido, el mejor ‘fichaje’ de mi vida (seguido muchos años después de Silvia Sesé)».

Jorge Herralde (izquierda), Sergio Pitol y Lali Gubern. /Fotografía de Daniel Mordzinski -Cortesía de Anagrama

Jorge Herralde sonríe. No hay nostalgia, no hay melancolía. Hay pasión, entusiasmo. Una alegría juvenil. Creada Anagrama la historia que sigue es más o menos conocida y él y los diferentes medios de comunicación la han recordado este último año alrededor de la celebración del medio siglo de la editorial: un inicio con libros comprometidos políticamente y abiertos a tendencias sociales o sexuales y temáticas que hoy son tendencia en el mundo.

En 1973 nacería el Premio Anagrama de Ensayo, en 1977 aparece la colección Contraseñas, o la “literatura forajida” como la llama Herralde; en 1982 el panorama español es otros, los intereses son otros con la democracia y surge Panorama de Narrativas o la llamada “peste amarilla” con su ventana a lo mejor de la ficción del mundo; en 1983 llega Narrativas hispánicas que rastrea el mapa literaria de la lengua española y posterior al boom latinoamericano y crea el premio Herralde de Novela.

Medio siglo de una editorial de autor, personal, a imagen del gusto de Jorge Herralde con más de cuatro mil libros en distintas colecciones que trata de descifrar su éxito o la conexión con sus lectores:

“Creo que los libros de Anagrama están relacionados, en cierta manera, con una curiosidad intelectual y literaria, unas singularidades, una tendencia. Creo que el éxito, si se quiere llamar así, es la reiteración de gratas sorpresas para el lector y el descubrimiento de autores es totalmente inesperado.

Sigo leyendo. Me acuesto muy tarde, tres o cuatro, y me levanto hacia las nueve y sigo con mis compromisos. Con los años, más que un libro que me acompañe en la lectura lo que tengo es un género relacionado con biografías, diarios y, sobre todo, biografías de editores”.

A él también lo han leído mucho en los últimos meses porque publicó Un día en la vida de un editor. Y otras informaciones fundamentales, en Anagrama, claro. El escudo y memoria con el cual la editorial afrontó su año de festejos y lectura esencial sobre su vida como editor, que es parte importante de la vida editorial en español.

Jorge Herralde (izquierda) con Silvia Sesé y Carlos Feltrinelli. /Fotografía de Andrea Resmini – Cortesái de Anagrama

Hoy, tres años después de aquella evocación de sus inicios como lector y soñador de editoriales, y aún con los ecos de los festejos de Anagrama, Jorge Herralde condensa este tiempo y el que viene en una respuesta acorde al mundo dual, analógico y digital, al hacerlo por correo electrónico:

“Podría decir que con la satisfacción del ‘deber autoimpuesto cumplido’, pero sigo yendo a la editorial, colaboro con Silvia Sesé y con el equipo, correspondencias varias, presentaciones de libros, viajes editoriales, etcétera. Y me lo paso bien. Naturalmente recuerdo el título de un western Murieron con la botas puestas.

Ultimísimas lecturas: La vida secreta. Tres historias verdaderas, Andrew O’Hagan, y Cómo ser famosa de mi amiga Caitlin Moran, lecturas más que recomendables. Y sigo leyendo por las noches la inacabable obra de Josep Pla”.

Son los orígenes pasionales del lector y editor Jorge Herralde buscado y mentado por muchos, cuyos libros de Anagrama han leído y leen millares de personas aunque no sepan que la deuda es con él y ahora con Silvia Sesé. El hombre que de usar un seudónimo sería el de Nadie.

Jorge Herralde con una parte de los escritores que acudieron a la fiesta de los 50 años de Anagrama. /Foto cortesía de Anagrama

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Winston Manrique Sabogal

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