Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural

Estand de Escritores independientes, en FIL Monterrey 2022. /Foto WMagazín

La escritura como territorio de salvación del yo del exilio, del dolor, las violencias y la guerra

La escritora y psicóloga mexicana participa en la FIL Monterrey con una conferencia en la que denuncia los estragos de la guerra de Ucrania, la insolidaridad con los exiliados y el riesgo de deshumanización de todos. Puedes leer su texto completo en WMagazín

Intervención de la psicóloga y escritora Mónica Salmón (Cuernavaca, México, 1978) en la sesión Las otras guerras: resistencia silenciosa del exilio, en la Feria Internacional del Libro de Monterrey (México), del 8 al 16 de octubre de 2022.

“¿Cuánto de humano hay en un ser humano y cómo proteger el ser humano que hay dentro de él?”, se preguntaba Dostoievski. Esta pregunta me hace reflexionar si realmente lo que llamamos humano es de una naturaleza bondadosa. Partiendo de eso, ¿cuánto de humano había en un escrito que yo les tenía preparado para esta presentación? Honestamente, no lo había. Lo comprendí después de conocer en París a Eugenia Luchaniuc. Al terminar la entrevista regresé a mi hotel, leí el documento que había preparado para ustedes y no sólo lo rompí, también me ahogué en llanto. Entrevisté a Eugenia para mi programa Café sin ego; la pueden ver en Instagram. Ustedes se preguntarán, ¿quién es Eugenia Luchaniuc?

Eugenia es una mujer ucraniana refugiada en Francia. Eugenia eres tú, soy yo, es mi abuela rusa Ruth, es todo aquel que ha sido exiliado de su país, es el sufrimiento de su pueblo, es la voz de las madres y abuelas, es el llanto de los hijos, es la voz de nosotras las escritoras.

De antemano les pido una disculpa por hablar sobre un tema tan profundamente doloroso desde la comodidad en la que nos encontramos aquí. Justo en este instante en el que nosotros estamos aquí Eugenia está en Francia, exiliada, sintiendo pánico, angustia, terror que se convierte en agonía constante y que parece no llegar a su fin. Qué impotencia no poder detenerlo, no poder hacer más por ella, por ellos. Qué impotencia no poder ayudar realmente. Con nervios y con una profunda tristeza abordé el tema del exilio con Eugenia, del sufrimiento de las mujeres, de los abusos, de los asesinatos de los jóvenes. No hablamos de la muerte
de su hijo, no me atreví a mencionarlo. No cabe duda que la guerra nos afecta a todos.

Sinceramente nunca imaginé tomar de la mano a una madre que ha perdido a un hijo en una guerra y que esconde al otro para no perderlo también. Este fue el motivo por el cual rompí el texto que había preparado. Prefiero hablarles de ella, de Eugenia, porque para mí hablar de ella es hablar de todos los exiliados. El dolor y sufrimiento humano es igual en 1492, en 1939 o en 2022. Deberíamos haber aprendido, pero parece que no aprendemos nada y aquí estamos repitiendo historias, arrastrando muertos, sufriendo destierros, presenciando horrores. Hoy tengo más empatía y siento más nostalgia por el silencio que guardó mi abuela exiliada y que nunca quiso romper.

La psicóloga y escritora Mónica Salmón en la FIL Monterrey 2022. /Imagen tomada del Instagram de la autora

Qué difícil me ha sido encontrar una explicación a lo que estamos viviendo en estos tiempos. Tan informados y a la vez tan limitados para aprender de los errores del pasado. Escribo la fecha y no logro comprenderlo: 2022. Como bien dijo Sigmund Freud, la guerra nos quita los sedimentos culturales y nos convierte en seres primitivos. Nos muestra la cara de la maldad.

No encuentro argumentos para consolar ni respuestas que se le puedan dar a una madre que perdió a su hijo y esconde con terror a otro para no perderlo. Una madre que escribe una carta a su gobierno para explicarle que ya murió su hijo menor y que no puede perder al otro. Vive en un mundo con una naturaleza neurótica, vergonzosa, primitiva. Y encima tiene que aprender un nuevo  idioma, una nueva cultura y sus costumbres, y lidiar con aquellas miradas y voces de aquellos que no los quieren allí, que no los quieren recibir. Dice Svetlana Aléxievich en su libro La guerra no tiene rostro de mujer que el exiliado para sobrevivir tiene que renunciar a sus recuerdos. Sus pensamientos están ocupados por los miedos, la violencia es permanente y los valores quedan afuera.

¿En dónde queda el yo en el exilio? Queda en el silencio, en la tensión, en el anhelo. Sobre todo el yo se esconde en la necesidad de contar una historia, nuestra historia, la historia de nuestras abuelas. El yo se esconde en las venas, en los recuerdos. Victor Frankl nos demuestra que podemos crear una realidad mucho más noble después de haberlo perdido todo, que hay un sentido a la vida aún después de haber sobrevivido a un campo de exterminio. Ese sentido es un propósito. Nuestro propósito como escritoras es ser el vínculo del dolor, es contar las historias, traer al presente a los muertos, asomarnos a su tiempo, todo esto para evitar el olvido, para que nada nunca se olvide. Escribimos para sacarlos de su soledad, del dolor y del anonimato. Son las obras las que nos devuelven el alma. Ejemplo de esto lo podemos vivir tras la lectura del libro Olvidarás el fuego, de Gabriela Riveros. Darnos cuenta que las letras nos abren una ventana al tiempo, donde es posible encontrar palabras de consuelo. Es con y en la literatura que hacemos posible regresarlos del fuego, y los podemos oler, ver, sentir y abrazar de nuevo. Es gracias a las letras que podemos ver las pupilas de un Joseph Lumbroso.

Solo aquel que narra su historia sabe que está vivo; es allí dónde se encuentra el yo. Me queda claro que hay dos tipos de seres humanos: aquellos que sienten placer por destruir y aquellos que sentimos la necesidad de construir, que nuestra pulsión de vida está llena de amor y que nuestro llamado es siempre a favor de la empatía.

Y no me queda más que decir, como reza la canción de Mercedes Sosa:

Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente
Solo le pido a Dios
Que la guerra no nos sea indiferente.

  • Mónica Salmón (Cuernavaca, México, 1978). Estudió psicología en la Universidad Intercontinental y en la Sorbona. En 2013 publicó Debajo de mi piel, homenaje a la memoria de su madre que expresa su experiencia ante el dolor y la lucha por la vida. Gracias al cobijo de un poderoso matriarcado, compuesto por una abuela inmigrante rusa y su madre y hermana, surge su admiración por la fuerza y la voz femenina. En 2012 recibió el máximo galardón Canadem Premio Nacional de la Mujer por su valiosa aportación al género femenino. Su primera novela es Que quede entre nosotros (Plaza y Janés).

***

Suscríbete gratis a la Newsletter de WMagazín en este enlace.

Te invitamos a ser mecenas de WMagazín y apoyar el periodismo cultural de calidad e independiente, es muy fácil, las indicaciones las puedes ver en este enlace.

Para quienes conocen poco o nada WMagazín el siguiente es un Fotorrelato de la revista:

Descubre aquí las secciones de WMagazín.

Conferencias y discursos de grandes escritores en la portada de WMagazín.
Mónica Salmón
Últimas entradas de Mónica Salmón (ver todo)

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter ·