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Detalle de la portada de la novela ‘El artista de la cuchilla’, de Irvine Welsh (Anagrama). /WMagazín

La fuerza de los spin-off, secuelas y precuelas que expanden la riqueza de novelas, cuentos y demás obras literarias

Varios libros confirman esta tendencia que está en el ADN de la literatura desde la 'Odisea', de Homero, salida de la 'Iliada'. Un catálogo reciente incluye desde 'Todas las piezas rotas', bifurcación de 'El niño con el pijama de rayas', de John Boyne, hasta 'De tigres y gacelas' que retoma 'Los gatos pardos', de Ginés Sánchez, pasando por 'Los testamentos' donde Margaret Atwood amplió 'El cuento de la criada'

¿Qué novela o cuento, personaje o escena de la literatura le gustaría que tuviera una continuación, un spin-off o expansión de su universo, sea de la mano de su propio autor o de otro?

Estas bifurcaciones, que están en el ADN de la creación literaria, desde la Odisea, de Homero, que surge de la Iliada, reviven con fuerza este tiempo con escritores y obras muy reconocidas. Varios de ellos explican a WMagazín por qué y cómo se enfrentan a este reto, cuyo universo en expansión no se lo inventó Marvel con sus superhéroes.

La penúltima puerta en abrirse este 2023 es la del mundo Harry Potter de J. K. Rowling que se expandirá en nueve series, además de la ya surgida hace una década con Animales fantásticos. Otro fenómeno global ocurrió en 2018, cuando George R. R. Martin publicó Fuego y sangre, precuela de su serie Canción de hielo y fuego convertida en fenómeno televisivo como Juego de Tronos, iniciada como serie, en 2022, como La casa del dragón.

En el apartado más literario la obra que parece haber animado a otros escritores a expandir sus propios universos es Los testamentos, de Margaret Atwood, que en 2019 retomó su exitosa novela El cuento de la criada, de 1985. A este catálogo se suman:

Claudia Piñeiro con El tiempo de las moscas (Alfaguara), que vuelve, dieciocho años después, a su protagonista de Tuya (1005).

John Boyne con Todas las piezas rotas (Salamandra), donde retoma, dieciséis años después, el éxito planetario de El niño con el pijama de rayas (2006).

Ginés Sánchez con De tigres y gacelas (Tusquets), que cuenta qué pasó con sus personajes de Los gatos pardos (premio Tusquets de novela 2013).

Isabel Bono con Los secundarios (Tusquets), salida de Diario del asco (2020).

Colm Toíbín publicará pronto la secuela de Brooklyn (Lumen, 2009).

Javier Marías retomó en Tomás Nevinson(Alfaguara, 2021) su personaje de Berta Isla (2017), cuyaS dos novelas también se editaron en un solo volumen.

Irvine Welsh celebra, este 2023, treinta años de su exitosa novela Trainspotting, de la cual ha retomado dos personajes con sendas historias: Porno (2002) y El artista de la cuchilla (2016).

Son libros que pertenecen a la tradición de obras como la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; Veinte años después, la secuela de Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas; o A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, continuación de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.

El desafío de retomar personajes, temas o escenas

Cada uno de estos libros tiene un porqué. John Boyne cuenta a WMagazín: “Empecé a escribir El niño con el pijama de rayas en abril de 2004 y se publicó en enero de 2006. A mediados de 2005, mientras trabajaba en el libro, tuve la idea de una novela que presentaría a Gretel, la hermana de Bruno, como protagonista. Era consciente del hecho de que aún habitamos en una época en la que algunos sobrevivientes del Holocausto y algunos de los que participaron en él aún vivían. Y así, en los años transcurridos desde 2006, tomé notas en un archivo en mi computadora que llamé La historia de Gretel. No sentí que fuera un libro que quisiera escribir por mucho tiempo, de hecho, me tomó otros quince años antes de que comenzara a escribirlo”.

La tentación de dar protagonismo a personajes secundarios en nuevos libros ronda a los autores. Aunque no siempre tienen claro con qué personaje quieren expandir su obra. La experiencia de John Boyne fue la siguiente:

“Sabiendo que mi personaje central, Gretel, sería un personaje tan ambiguo, ni heroico ni villano, y trataba, sin embargo, de ganarme la simpatía y el interés del lector. Por un lado, nació en un tiempo, lugar y familia sobre los que no tenía control, y no tuvo más remedio que viajar con esa misma familia al campamento representado en El niño con el pijama de rayas. Era demasiado joven para entender completamente lo que estaba pasando al otro lado de la cerca y no jugó ningún papel personal en ello. Por otro lado, toma la decisión consciente después de la guerra, cuando es un poco mayor, de no presentarse a los aliados aún sabiendo que cada pequeña información que les diera sobre los campamentos podría haber sido útil para mejorar los últimos días de tantos prisioneros judíos que fueron asesinados allí”.

El caso de Ginés Sánchez es diferente. Desde que estaba escribiendo Los gatos pardos se le ocurrió:

“De alguna manera esa idea siempre se había quedado en el tintero. En Los gatos pardos se había generado un universo, un poco faulkneriano, salvando las diferencias. Pero era el concepto de fauna en ese microcosmos dentro de su submundo aparte aplicándole las normas de la realidad, pero recreado desde la ficción. Y dije: hemos encontrado algo parecido, todo este concepto de Murcia y las cosas que se pueden hacer por los pasillos interiores. Lo sabía desde el principio. Cuando escribía Los gatos pardos me di cuenta. La cuestión primordial aquí fue Rocío. La gran pregunta que se quedó en Los gatos pardos fue: ¿Cómo está Rocío? Como si ella existiera. Igual que hay esta novela hay para otras”.

El reto, entonces es recuperar ese universo original con estilo, voz y credibilidad: “El problema que tienes”, cuenta Sánchez, “es que el libro tiene que sonar a Los gatos pardos. No puedes decepcionar a tu público con ese concepto bizarro y descarnado. Fue fácil encontrarlo. Tuve que leer de nuevo la novela y tomar referencias sobre dónde dejé a los personajes. No podía contradecirme. Fue como volver a encontrarme esos personajes en la calle”.

Continuar las historias de otros autores

Una variante de estas novelas expandidas por sus propios autores son las continuaciones de clásicos hechas por otros escritores. Es el caso de títulos que van desde La muerte en Venecia (1912), de Thomas Mann, que hizo Luisgé Martín en Tadzio (2000); al Quijote que retomó Andrés Trapiello en El final de Sancho Panza y otras suertes (2014); y hasta Lo que el viento se llevó (1936), de Margaret Mitchell, retomada por Alexandra Ripley con la novela Scarlett (1991).

Una de las últimas en abordar con éxito un gran clásico fue la española Irene Reyes Noguerol con De Homero y otros dioses (2018). La escritora cree que retomar personajes de obras clásicas “es una idea que, si se trabaja a conciencia, puede llevar a resultados muy interesantes. De un modo u otro, todos los autores nos dejamos influir por nuestras lecturas previas, pero usar personajes desarrollados por los demás supone un verdadero reto, porque la reescritura debe evitar caer en dos extremos: la repetición de lo ya dicho y la invención casi sin conexiones con el personaje original, usando su nombre solo como una excusa o un reclamo publicitario. Cuando eso se consigue, podemos leer obras que demuestran la circularidad de la literatura, el ciclo que parte del autor, alcanza al lector y, en un momento dado, logra no cerrarse, sino adquirir una continuación a manos de otra persona. Me parece un gran homenaje a los maestros que nos han precedido y una comprobación de que la escritura, como la energía, no se crea ni se destruye; se transforma”.

¿Qué libro o personaje le gustaría que continuara?

La proximidad o empatía con algunos personajes o escenas literarias es tal que muchos lectores querrían saber que pasó con ellos, que fueran retomados en la literatura. Lo escritores responden:

Ginés Sánchez: “La verdad es que ahora mismo me vienen a la cabeza más spin-offs sobre situaciones que sobre personajes concretos. Por ejemplo, un spin-off sobre el cuento de Monterroso y el dinosaurio. Aunque es indudable que se perdería el efecto que el cuento consigue. O, por ejemplo, de aquel cuento que Bolaño le atribuía a uno de sus poetas, en el que a una mujer le van brotando sexos por todo el cuerpo y termina en un burdel de carretera hasta que una mañana los mata a todos y se pierde en el desierto”.

Irene Reyes Noguerol: “Me encantaría leer una reinterpretación de los cuentos y leyendas tradicionales. A lo mejor no consistiría en continuar literalmente esas historias, sino en revisitarlas para buscarles una nueva posibilidad, un nuevo ángulo o punto de vista más complejo y sin moralejas. Muchas veces nos olvidamos de la riqueza que supone la tradición oral y nos centramos únicamente en la literatura escrita con nombres y apellidos. Pero también me interesa el misterio del anonimato, de lo transmitido y modificado de generación en generación, de las voces sin mayúsculas que nos han regalado a todos estos relatos desde que éramos niños, muchas veces madres, abuelas, bisabuelas que ni siquiera pudieron acceder a una educación, pero que manejaban el poder de recrear estas narraciones centenarias. Me gustaría que pudiéramos volver a estos cuentos sin infantilizarlos, sino con una mirada nueva y adulta sobre esas historias que han crecido con nosotros y que hicieron que muchos comenzáramos a entusiasmarnos con la literatura”.

John Boyne: “Una de mis novelas favoritas es The Slap, de Christos Tsiolkas, un gran escritor australiano. Esa novela explora la vida de un grupo de amigos en Melbourne, muchos de ellos de ascendencia griega, y me encantaría leer una secuela de ese libro algún día, para descubrir dónde estuvo cada uno de ellos más adelante en la vida. Recientemente, leí que Colm Toíbín publicará una secuela de Brooklyn el próximo año, y tengo muchas ganas de leer eso”.

Colm Tóibín es uno de los mejores escritores contemporáneos. Su novela Brooklyn (2009) relata la historia de una muchacha irlandesa que se va a Nueva York en los años cincuenta en busca de mejor futuro. Ahora la historia vuelve a las manos de Toíbín bajo el título de Long Island. Los hechos suceden veinte años después. La protagonista, Eilis Lacey, está en los años setenta y vive con su esposo Tony Fiorello y sus hijos en Long Island. Pero “una noticia impactante al comienzo de la novela impulsa a Eilis de regreso a Irlanda, a un mundo que pensó que había dejado atrás hacía mucho tiempo y a formas de vivir y amar que pensó que había perdido”.

Como dijo Enrique Vila-Matas en una entrevista a WMagazín, sobre su novela Mac y su contratiempo, acerca de lo original:

“La repetición como movimiento es parecido al recuerdo, porque el recuerdo es hacia atrás y la repetición es un avance. La originalidad es una cosa de la que se es consciente. Hay gente que si cree en la originalidad es porque no lo ha entendido bien. No hay originalidad. No conocemos los orígenes y, por tanto, lo que hacemos es repetición de algo que ya tuvo lugar. Tú puedes modificar la repetición y hacer algo nuevo porque modificas y eres tú el que escribe aquello”.

Ovidio es un padrino, un surtidor de toda esta filosofía de expandir el universo de personajes, temas o escenas literarias. Su Metamorfosis es una fuente inagotable de spin-offs, secuelas y secuencias, no solo de la literatura sino de todas las artes.

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Winston Manrique Sabogal

2 comentarios

  1. Soy Julio García Gómez, gestor de comunicación cultural. ¿Me podéis facilitar email de contacto de redacción para enviaros información de libros, autores?

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