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Detalle de la portada del libro ‘Los trazos que hablan’, de José Antonio Millán /WMagazín

La importancia de la escritura a mano y el debate sobre si se debe o no enseñar en la era digital

El lingüista y escritor publica 'Los trazos que hablan. El triunfo y el abandono de la escritura a mano' (Ariel), una obra centrada en la escritura de Occidente que es justa con esa realidad y necesaria para conocer una parte importante de lo que somos y cómo somos. Publicamos cinco pasajes sobre su historia y posibles consecuencias si se acaba esta práctica

Presentación WMagazín La escritura a mano es el milagro que encontró el ser humano para convertir en símbolos o letras lo que pensaba, sentía, imaginaba, planeaba, deseaba, soñaba y sabía. Logró hacer visible su mundo interior para compartirlo, expresarlo y dialogar con los demás a través del movimiento de la mano junto con el uso de otro elemento que lo plasmara sobre una superficie. Pura magia. Un paso más dentro del gran milagro que había sido el lenguaje, el habla. Y ambos se fundieron en una forma que ha tenido una biografía especial muy viva a través de los tiempos y culturas. Pero que hoy empieza a estar orillada, injustamente, en el umbral de la era digital, gobernada por teclas o incluso sistemas informáticos que con un texto o una voz pueden simular una escritura manual.

Sobre ese organismo vivo que plasma expresión, conocimiento y saber escribe José Antonio Millán el libro Los trazos que hablan. El triunfo y el abandono de la escritura a mano (Ariel). Una obra centrada en la escritura de Occidente que es justa con esa realidad y necesaria para conocer una parte importante de lo que somos y cómo somos hoy, de una práctica que nos ha constituido como seres humanos.

WMagazín publica una lectura de Los trazos hablan, basada en cinco pasajes clave de la historia de la escritura a mano y la reflexión de Millán sobre el futuro. Un ensayo que describe muy bien en sus primera páginas una de las personas que más sabe sobre la historia de los libros y su importancia, Roger Chartier:

“Este libro es tan prodigioso como la historia que narra. Su punto de partida se encuentra en la profunda ansiedad que produce en nuestro tiempo la desaparición de la escritura a mano. Para conjurarla, José Antonio Millán convoca la historia de muy larga duración de la escritura. Con una erudición vertiginosa y amena, los cuarenta y un capítulos conducen al lector desde los jeroglíficos hasta las pantallas digitales y proponen una historia global de los soportes e instrumentos de la cultura escrita. El recorrido lleva de la tipología de las escrituras a las prácticas escriturales, desde los métodos de enseñanza a los usos de lo escrito, desde los objetos y gestos a las imágenes y metáforas. El impresionante viaje convence el lector de los innumerables poderes y placeres de la escritura manual y de la cruel pérdida que sería su desaparición. Así, este magnífico trabajo de filólogo se convierte en una seria advertencia para el presente».

José Antonio Millán.

José Antonio Millán (Madrid, 1954) es lingüista, editor, traductor, articulista y escritor. Ha escrito libros infantiles además de otras obras sobre la lengua o la edición electrónica. Ha sido director del Centro Virtual Cervantes y ha colaborado en la creación del diccionario en CD-ROM de la Real Academia, entre otros proyectos.

El siguiente es el viaje que te proponemos por la biografía de la escritura en Occidente, en manos de José Antonio Millán, a través de cinco paradas en la historia:

'Los trazos que hablan. El triunfo y el abandono de la escritura a mano'

Por José Antonio Millán

Los dibujos sagrados

Vamos a partir de los jeroglíficos egipcios, porque están en el origen remoto de nuestro alfabeto. Hay un debate antiguo acerca de si fueron ellos o la escritura cuneiforme mesopotámica (a la que nos asomaremos en el siguiente capítulo) los que inauguraron históricamente la cultura escrita, quizás porque se partía de la idea de que ésta había surgido una sola vez. Sin embargo, el descubrimiento de la escritura jeroglífica maya demostró que la escritura podía aparecer independientemente en distintos lugares. Y la profundización en el estudio de los primeros balbuceos gráficos demostró que su advenimiento podía ser una cuestión gradual, más que un estallido repentino. (…)

 

El alfabeto, propiamente dicho

El alfabeto fenicio llegó, probablemente a través de Chipre, a ser adoptado por los griegos hacia el año –1000 (antes de Cristo). De hecho, el mismo nombre ‘fenicio’ es una creación de los griegos para aludir a un conjunto de pueblos que probablemente se denominaban a sí mismos por sus ciudades de origen, como Tiro o Sidón.

Los griegos conocían el origen fenicio de su escritura, que relacionaron con uno de sus héroes, Cadmo, el mayor vencedor de monstruos antes de Hércules. Naturalmente, este mito reforzaba el prestigio del alfabeto. También eran conscientes de que para adaptarlo se habían tenido que introducir cambios. Así lo contaba el historiador Heródoto en el siglo V a C. El griego era una lengua indoeuropea y no semítica, por lo que tuvo que adaptar el alfabeto fenicio utilizando algunos símbolos consonánticos, correspondientes a sonidos que no necesitaba, para representar vocales. De nuevo, tuvo que haber aquí alguien que analizara las posibilidades del alfabeto fenicio y lo que hoy llamaríamos la fonología de la lengua griega, hasta concluir qué adaptaciones eran necesarias.

Las dos primeras letras griegas eran alfa y beta (que por supuesto dieron origen a la palabra alfabeto), y sus nombres provenían de sus antecedentes semíticos, ya sin memoria de su origen. (…)

La simbología de la letra Y según una representación de Geoffroy Tory (siglo XVI)

 

Las primeras letras

La enseñanza de la escritura y la lectura dentro de nuestra tradición permanece notablemente uniforme a lo largo del tiempo. Hay que recordar que la escritura exige al menos cuatro habilidades bien diferenciadas: por una parte, la motricidad fina que permite trazar signos de pequeño tamaño y con regularidad, por otra, el dominio espacial que permite escalarlos a diferentes tamaños y distribuirlos armoniosamente sobre el soporte, las habilidades estrictamente lingüísticas, que permiten codificar el sonido de la lengua en letras, y por fin el dominio de las convenciones ortográficas, que alteran y matizan ese código. (…)

 

¿Cómo se aprende a escribir?

¿Cuál es el proceso mediante el que un niño pequeño aprende a escribir? Esta pregunta es clave, porque su respuesta puede orientar la forma en que hay que llevar a cabo la enseñanza. Una de las visiones más fértiles es la que estudia cómo el niño va planteándose y resolviendo hipótesis sobre qué es escribir1. En la primera etapa, diferencia el dibujo de la escritura: aunque ambos se llevan a cabo mediante líneas y curvas, el primero sigue las formas de los objetos y la segunda no. En esta etapa se pueden escribir frases consistentes en secuencias más o menos lineales de caracteres indefinidos: los niños están imitando la linearidad y la sucesión de signos. Hay indicios muy interesantes que apuntan a que desde estas primeras etapas ya están presentes elementos rítmicos en la escritura, en el sentido de que hay tendencia a trazar elementos similares con duraciones afines. Esto indicaría que, a pesar de ser un constructo cultural, la escritura apela a predisposiciones previas a la gestión de movimientos en el tiempo. (…)

 

Conclusiones

Este libro ha intentado recordar los muchos logros prácticos y culturales que están ligados a la escritura manuscrita. Llegados a su término, la pregunta básica que queda en el aire es: ¿habría que mantener en los sistemas educativos la enseñanza de la escritura manual (ya sea ligada o en letra de imprenta)? ¿O se trata más bien de una habilidad del pasado, tal vez admirable, pero que carece de cualquier sentido en nuestro mundo?: algo parecido a encender fuego frotando dos maderas, de importancia histórica innegable, pero que nadie propondría que se incorporara a la enseñanza.

Para contestar a esta nada sencilla pregunta estará bien partir de una primera reflexión: aunque parezca otra cosa, los medios de escritura tecnológica, del teclado a la conversión voz-texto, no están disponibles para toda la Humanidad en todo momento. Hay aún muchas personas que están todavía al margen del desarrollo técnico, y que van a seguir estándolo. Tampoco van a funcionar siempre y constantemente las caras y contaminantes infraestructuras que soportan nuestras redes digitales, y convendría que ante una interrupción de los sistemas de comunicación hubiera algún repuesto.

Respecto a la influencia de la escritura sobre el desarrollo del lenguaje, podemos afirmar que no hay todavía una distancia temporal suficiente para advertir qué consecuencias tiene, por ejemplo, el uso temprano y predominante del teclado sobre las habilidades lingüísticas de las personas que llegan a adultas sin haber escrito propiamente a mano. Cuando comentamos que la escritura manual favorece la motricidad fina y tiene importantes consecuencias cerebrales y cognitivas, no podemos aún hacer la comparación con lo que ocurriría a personas de la misma cultura que no hubieran tenido ese entrenamiento.

En cualquier caso, si se mantienen las tendencias actuales, nos encontraremos con una Humanidad dividida en cuatro: a) personas en sociedades tradicionales, que en el mejor de los casos tendrán acceso a tecnologías clásicas de la escritura; b) personas en países en vías de desarrollo, con educación nula o mínima y posibilidad de empleo de teléfonos móviles, que ya son prácticamente ordenadores; c) personas en países desarrollados en cuya educación ha desaparecido de hecho la práctica de la escritura manual; y d) elites educadas que habrán tenido formación en escritura así como en acceso a las tecnologías digitales. Si quienes postulan que la escritura manual desarrolla el lenguaje están en lo cierto, esto significaría de facto que existirá una minoría que tendrá acceso a los frutos más depurados de la cultura occidental (como creadores y como consumidores), y una gran mayoría que no. Los trabajadores del futuro ya no necesitarán leer un complejo manual de operación de una maquinaria, ni escribir a mano un informe: tendrán acceso a vídeos de formación y dejarán constancia oral (con notas de voz o en transcripción automática) de lo que necesiten. Mientras tanto, las clases altas, los nuevos mandarines, podrán escribir una carta amorosa a mano, redactar al teclado un texto de especial complejidad, o practicar, con fines artísticos, una perfecta caligrafía.

  • Los trazos que hablan. El triunfo y el abandono de la escritura a mano. José Antonio Millán (Ariel).

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José Antonio Millán
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