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La manzana del capitalismo. /WMagazín

La lengua en libertad y los valores de los años 60 fagocitados por el capitalismo

Gutun Zuria, el festival de las letras de Bilbao, empieza su edición 2021 con el encuentro del año pasado, concelado por la covid19, convertido en libro: 'El ensayo empieza aquí'. Escribe una quincena de autores como Tabarovsky que dedica su artículo a reflexionar sobre el lenguaje, las artes y el capitalismo en el siglo XXI

Presentación WMagazín Vuelve Gutun Zuria. Festival Internacional de las Letras de Bilbao (España) tras su cancelación en 2020 por culpa de la pandemia Covid19. La edición de este 2021 se abre este 23 de marzo con la forma que ha tomado la edición del año pasado: el libro El Ensayo empieza aquí. Se trata de una antología de artículos en la que, al igual que hubieran hecho en las charlas y debates, los autores invitados proponen reflexiones sobre la realidad, vista desde su diversidad generacional, ideológica o geográfica. El libro es editado por Azkuna Zentroa y Caniche Editorial.

WMagazín publica el artículo del argentino Damián Tabarovsky sobre la lengua y el mercado, cómo los valores de los años sesenta han terminado absorbidos por el sistema: «Si se lee atentamente el discurso del capitalismo, si se analiza su nuevo espíritu, nos encontramos con el mismo discurso de la crítica artística de los ’60, pero cambiado el sentido, invertidos sus valores, revocadas sus intenciones. No con un discurso que venció a otro, sino con el mismo discurso, pero sin su sentido (como si el capitalismo funcionara bajo el modo del nonsense)».

«Decidimos convertir el festival de 2020 en un libro colectivo y, al mismo tiempo, ese libro en el festival de 2021», explica Iván de la Nuez, asesor de Gutun Zuria, junto a Iñaki Esteban y Beñat Sarasola. «Atendiendo al lugar del erotismo en la organización de la vida cotidiana o a la impronta social de la diferencia. A los géneros y los nuevos sujetos sociales. A la resistencia a la usurpación de nuestros datos y a la puesta en solfa de los rituales contemporáneos. A las aristas de la experiencia cultural y política vasca y a los retosdel cambio inaplazable que demanda el mundo».

Una quincena de escritores y profesionales del mundo del libro participan en la 13ª edición de Gutun Zuria, del 23 al 27 de marzo, con algunas actividades presenciales, pero, sobre todo, virtuales y desde diferentes escenarios. La edición tiene como título AQUÍ. El lugar que recoge todos los dóndes, subtítulo inspirado en un verso del poema Hemendik idazten dugu, de Koldo Izagirre.

Gutun Zuria cuenta con cuatro formatos: tendrá lugar en Azkuna Zentroa, de forma presencial, con las conversaciones entre autoras y autores diversos, pero también tendrá lugar más allá de sus fronteras físicas, y se podrá acceder de manera online. Por otra parte, el Festival se celebrará, por primera vez, de forma presencial desde sedes distintas a Azkuna Zentroa. El Festival activa también un formato de cápsulas, piezas de video que proponen otros tiempos para la reflexión, la palabra y el conocimiento en torno al sistema literario y artístico, que formarán parte del archivo del Centro.

El siguiente es el texto del autor argentino incluido en el libro El ensayo empieza aquí:

LA LENGUA EN LIBERTAD

por Damián Tabarovsky

“Escribo para no ser escrito”, decía Fogwil, escritor argentino formado en la Buenos Aires de los ’70, es decir con cierto aire lacaniano. La frase remite a la tensión entre escritura y contexto, la época o las condiciones materiales de producción de un texto. Eran los años de la sospecha en el uso de la primera persona –que Fogwill se saltea-, sospecha que todavía me es afín. Y sin embargo ya la he utilizado, ya estoy en primera persona. Pero si lo hago es para preguntarme cómo inscribir la primera persona en este contexto, como señalar –como un deíctico: aquí y ahora- la escritura de este texto en una situación excepcional. Escribo estas líneas a mediados de mayo de 2020 en medio de la pandemia de COVID-19, en una Buenos Aires en cuarentena desde hace más de dos meses, por invitación de una institución vasca, en una España y una Argentina ( y más allá, obviamente) con miles de muertos y enfermos. En casi todos los países con fronteras cerradas, restricciones a la circulación, prohibiciones de todo tipo, desocupación, crisis económica y el llamado, en un futuro muy cercano, a la creación de una “nueva normalidad”; frase que parece un mal chiste foucaultiano, como si la noción de normalidad no hubiese sido puesta en cuestión de Nietzche al propio Foucault, de Freud a la antipsiquiatría, del surrealismo a la potencia de los movimientos LGTBQ+, cada tradición por sus caminos, cruces y conflictos, todas cargadas de contenido crítico y de poderosos alcances políticos. En Chile se estaba discutiendo, al fin, un nuevo orden más benigno que el neoliberalismo brutal que han padecido desde Pinochet en adelante. No fue posible seguir con las protestas a causa de la pandemia. En Argentina se esperaba, al fin también, la aprobación de la ley que legaliza la interrupción voluntaria del embarazo, en un país católico, con un Papa argentino en la cima de Roma. No fue posible seguir con ese proceso –al menos por ahora- a causa de la pandemia. Supongo que en otros lados habrá pasado otro tanto, otras discusiones y cuestiones nodales quedaron en suspenso.

¿Qué terminará siendo la pandemia de COVID-19? ¿Una simple interrupción del curso de las cosas o la irrupción de una novedad? Sobre esta cuestión gira buena parte de la discusión intelectual de estos días. Algunos ven en el presente una profundización de lo que ya estaba aconteciendo –la aplicación de un estado de excepción, etc.- sin que exista hoy ningún valor de novedad, sino un estado de agravación de lo dado. Otros piensan en la posibilidad para un cambio radical, que incluiría, incluso, la formulación de un nuevo tipo de comunismo. El futuro es un imán que nos atrae, de ahí la necesidad de establecer prospectivas. No soy ajeno a esa ansiedad, pero tal vez para merodear en torno a una reflexión sobre la posibilidad del ensayo como modo de pensar la literatura y el arte –al fin y al cabo, el pedido que recibí para este artículo residía en pensar en y desde el ensayo- debamos reparar, antes de en lo que va a suceder, en lo que ya está sucediendo, y en los modos en que eso que ya está sucediendo acelera mucho de lo que ya estaba sucediendo y cómo eso afecta a la escritura, o más aún, a la circulación de las palabras.

Lo que venía sucediendo es un proceso de precarización laboral (mucho más que laboral, en realidad) sin precedentes. Pues ahora se ha dado un paso más en esa dirección. Asistimos al triunfo del teletrabajo, de los soportes digitales, de la deshumanización de lo social, de la imposición de nuevos y más sofisticados instrumentos de control social en dispositivos portables, de un nuevo disciplinamiento del deseo. Y también, al triunfo de los grandes conglomerados concentrados, sobre todo de empresas como Amazon y las de entrega a domicilio (delivery) es decir, inmensas corporaciones de servicios e intermediación con logística de entrega rápida y puerta a puerta, gran peso de lo digital –con modalidades de compra virtual- y condiciones de trabajo absolutamente flexibilizadas, carente de los más mínimos derechos laborales.

En toda gran crisis no solo no todos pierden por igual, sino que incluso hay algunos que ganan. Ganan porque ante todo logran imponer su lengua, es decir, un modo de vida, un modo de estar en el mundo. Un modo Glovo de vivir. Por supuesto que esta situación alcanza a la lengua –objeto final de esta reflexión- . La lengua misma es afectada, desde hace tiempo, por una situación de flexibilización. Desde mucho tiempo atrás -tal vez desde la invención de la imprenta pero mucho más agudamente desde las últimas décadas- la lengua es una mercancía que opera en el mercado. Un bien que circula por líneas, fibras ópticas, teléfonos celulares, satélites, pantallas de todo tipo, nodos, tablets, mensajes de texto, redes sociales; una mercancía capaz de ser depositada (archivada) en discos duros, elementos móviles, procesadores digitales, y también, claro está, en soporte papel (libros, revistas, actas judiciales, certificados de defunción). La lengua se compra y se vende. El idioma, considerado antaño como una riqueza intangible, se ha vuelto un valor cotizable en el mercado. Con 450 millones de hispanohablantes (el tercer idioma más hablado del mundo), la lengua castellana va en camino a convertirse en uno de los commodity del capitalismo global (como ya lo es el inglés) aunque, teniendo en cuenta que la mayoría de los hispanohablantes viven en América Latina, probablemente termine siendo el commodity de la pobreza.

Esa precarización de la lengua, esa mercantilización extrema de las palabras y por lo tanto del sentido de lo social, tiende a acrecentarse en estos días de incertidumbre viral. Un proceso que venía sucediendo desde hace décadas –el de la inversión del sentido de las palabras- parece haberse acelerado como nunca antes.

Veamos más de cerca la historia de este proceso. En El nuevo espíritu del capitalismo, Boltanski y Chiapello plantean que en la década de 1990, el capitalismo, primero para sobrevivir y luego para expandirse y desarrollarse, recuperó, absorbió e hizo suyo, buena parte de las consignas, usos y valores de la crítica artística de tradición anticapitalista (vanguardista y de izquierda). Esa tradición surge a mediados del siglo XIX y su figura paradigmática es Baudelaire (aunque Boltanski en La souffrance à distance, libro anterior, lo data en Sade). Se trata de una crítica moral y al mismo tiempo estética: para Baudelaire el triunfo de la burguesía implica el éxito de la hipocresía, del egoísmo, de la miseria y del gusto medio: la utilidad como valor supremo, el intercambio mercantil como nuevo modo de lazo social. Baudelarie encarna el perfil del poeta solitario, el dandi, el que toma nota de lo que ocurre alrededor, el avance devastador de la ciudad moderna. La ciudad capitalista es el escenario de la corrupción, de la aparición de figuras sospechosas; mendigos, prostitutas, viejos con rostros fantasmales.

Esa tradición llega a su punto extremo en Mayo del ‘68. Ese es el tiempo en que la crítica estética muta en política. En el ’68 todo es estético, y luego todo es político. Ahora Boltanski y Chiapello señalan que aquellos valores y deseos que en los ’60 poseían un carácter contracultural, revolucionario, vital; en los ’90 se volvieron los motores ideológicos del capitalismo. Consignas que en los ’60 implicaban un corte radical con el pasado, con la familia, con el mundo del trabajo, con la historia inmediata; hoy funcionan como instrumentos de cohesión social, como la ideología de la época. ¿Cuáles eran esos deseos revolucionarios de los ’60? Mayor flexibilidad en la vida cotidiana; mayor autonomía personal; el elogio del cambio permanente, de la incertidumbre, de la creatividad; la crítica a las estructuras rígidas, a la burocracia, al Estado; el cuestionamiento de las instituciones cerradas y la defensa de los vínculos en red; la búsqueda del placer, la preponderancia del deseo; la utopía de un mundo global.

Pues bien, este es el programa del capitalismo contemporáneo. Al menos hasta ahora.

Son todas batallas ganadas, es decir: perdidas. Cambiadas de signo. La flexibilidad llegó, pero al mundo laboral, dejando un tendal de desocupados y excluidos. La incertidumbre guía la vida cotidiana, y allí se ven las manifestaciones xenófobas exigiendo más seguridad, más policía. Las empresas trabajan en red, y todo ha sido tercerizado, precarizado. La globalización es total, y sólo liberó los mercados financieros y las energías militares. Lo que está ocurriendo hoy no es sólo la derrota del pensamiento de los ’60, como tan a menudo se menciona, porque eso implicaría la existencia de otro discurso, el discurso victorioso que fuera diferente al derrotado, que lo contradijera, lo doblegara. Las cosas no ocurren bajo el modelo nietzscheano según el cual la historia se desarrolla como guerras de hablas (de doxas, diría Barthes) en donde el discurso ganador borra las huellas de la existencia de la propia batalla -no deja rastros de que existió un combate- y así se vuelve habla cotidiana, lengua naturalizada. Tampoco funciona sobre la ironía marxohegeliana de la repetición de la historia como comedia. Nada de eso ocurre: si se lee atentamente el discurso del capitalismo, si se analiza su nuevo espíritu, nos encontramos con el mismo discurso de la crítica artística de los ’60, pero cambiado el sentido, invertidos sus valores, revocadas sus intenciones. No con un discurso que venció a otro, sino con el mismo discurso, pero sin su sentido (como si el capitalismo funcionara bajo el modo del nonsense).

Si la época actual (la fase del capitalismo que generó la mayor exclusión social de la historia, la mayor desigualdad, la injusticia global más flagrante, la guerra como método preventivo, el ascenso de integrismos de todo tipo) lleva a cabo, como discurso hegemónico, el programa estético de los ’60, ¿significa que el arte, la literatura y la crítica estética tienen responsabilidad en lo que ocurre? O dicho de otro modo: ¿Tienen el arte, la literatura y la crítica estética algo crítico para decir sobre nuestro presente?

Este programa de capitalismo global surgido en los ’80 y ’90 parece hoy, en medio de la pandemia, puesto en crisis. De cómo se resuelva esta crisis sabremos el camino que hemos tomado. Un reflejo básico y esperable del capital será retomar y profundizar lo dado, las condiciones de vida neoliberales que padecemos desde hace décadas. ¿Lo logrará? ¿O, en cambio, habrá actores sociales, discursos, ideas capaces de desviar el curso de la historia?

Son preguntas imposibles de responder hoy. Pero sí sabemos que es imprescindible recuperar para la lengua su capacidad de sustraerse al mercado. Es el momento de repensarlo todo, incluido la utopía de una lengua en libertad.

  • El ensayo empieza aquí. Varios autores (Letra Kaniche / Azkuna Zentroa Alhóndiga-Bilbao).

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Damián Tabarovsky
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