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Detalle de ‘La lectura’, de la serie de Pinturas negras de Francisco de Goya (1820-1823). /WMagazín

La literatura y la lectura como los mejores aliados de las ideas y los sueños para conjurar tiempos de incertidumbre

El escritor reivindica en 'El intelectual rampante' la función del creador-pensador como pieza esencial del progreso y llave entre lo humanístico y lo tecnológico. WMagazín publica un pasaje sobre cómo "la literatura debe auspiciar la exploración del laberinto mental, conducir una audaz indagación del ser y la inmersión en las profundidades del alma"

Presentación WMagazín El artista cuando crea su obra suele soñar con compartirla. Compartir con alguien eso que lleva dentro y que ha sustanciado en un cuadro, una escultura, una canción, una novela, una idea… Así, el sueño de lo creado es soñar con un destinatario quien no solo contempla y completa la obra, sino que le da una nueva vida y la prolonga, la diversifica al generar nuevos sueños. Sobre todo, en lo que concierne a la escritura. El lector es el protagonista, sin él la imaginación, sueños e ideas del autor quedan a medias y, muchas veces, no son nada. Esto se recuerda en cada página de El intelectual rampante. Chimaera bombinans in vacuo, de Basilio Baltasar (KRK Ediciones), escritor, editor, gestor cultural y director de la Fundación Formentor. Un volumen que reúne piezas de diferente índole, a partir de nombres o ideas concretas que germinaron en la mente de Baltasar (Palma de Mallorca, 1955), publicadas en Claves y La Vanguardia. Y a las que él, ahora, al agruparlas, da una nueva dimensión e intenta hacer lo mismo que hicieron con él, en una invitación a atrapar el subtítulo: Chimaera bombinans in vacuo, quimeras resonando en el vacío.

El intelectual rampante es un libro que vive en sí mismo, nos tiene como destinatarios a todos para compartir una serie de asuntos, hablarnos e interpelarnos, y vuelve sobre sus páginas a través de las reflexiones que germinan en quien lo lee.

Aquí están desde ideas, intuiciones, reflexiones, historias o sugerencias nacidas de las idolatrías de Rembrandt y las premoniciones de Goya, hasta la dramaturgia narrativa de autores imprescindibles de nuestro tiempo como J. M. Coetzee, Mircea Cartarescu y Annie Ernaux, pasando por los mandamientos bohemios de Franz Kafka.

“El intelectual”, escribe Anna Caballé en el prólogo del libro, “hereda el deber de pensar con tal ambición que difícilmente se le puede encauzar. Se debe al oficio de discurrir y permanece ajeno a las consecuencias de su sagacidad. Ninguna otra cosa debe importarle. Su obligación es hacer comprensible la realidad. Y hacer crítico el embrollo en el que nos hemos metido. (…) Ante el despiadado dominio de la ignorancia y la epidemia emocional de la credulidad, el intelectual da nitidez al pensamiento, deshace simulacros, revela imposturas y hace virtuosa la elegancia del discernimiento”.

A ojos de los más adultos, desde los tiempos de Platón, la vida siempre aparece asomada al abismo por culpa de las nuevas generaciones. Y ahora que se viven situaciones verdaderamente inéditas y revolucionarias en un mundo dual, analógico y digital, que trastoca todo, la lectura, que parece recogerse, es una de las mejores opciones.

WMagazín publica un pasaje de uno de los capítulos dedicados a la lectura, al lector. La mejor forma no de combatir la ignorancia, sino de enriquecer el saber y la imaginación como aliados de eso tan mentado llamado felicidad.

Textos como hilos que conectan los tiempos y los pensadores unidos por una misma idea fecunda e inmortal, la lectura. Un homenaje e invitación de Basilio Baltasar al arte de la imaginación hecha literatura. Y porque el ser humano está hecho de historias, relatos escuchados y compartidos; y porque si todo está bien contado será mucho mejor y podrá derrotar al Tiempo y cumplir su cometido. En este pasaje la Literatura, suma de realidad, imaginación, ideas, pensamiento y sueño, en sus múltiples naturalezas, es puerta de creación, de preguntas y de respuestas:

El intelectual rampante

Puerta de marfil y cuerno pulido

Por Basilio Baltasar

“En los tratados que el guerrero, escritor y obispo Sinesio de Cirene envió a su admirada Hipatia de Alejandría se hacen notables observaciones sobre el sentido de la literatura, el papel que le corresponde en la trama del mundo y la influencia que ejerce en la vida de los hombres. El escritor compartió con la legendaria filósofa sus originales reflexiones y el interés puesto en renovar la teoría literaria vigente en su época.

Imaginamos a la ilustrada Hipatia celebrar con una sonrisa el libro de su aventajado discípulo y leer con asombro su apología del genio creador. Sinesio estaba buscando un lugar intermedio entre las servidumbres de la materia y la elevación de la divinidad, y pronto pudo concluir que entre el reino animal y las estancias del espíritu sólo permanece abierta para el hombre la vía de la literatura.

¿Qué podría ser preferible a pasar el tiempo entre las lecturas y centrado en las actividades literarias? ¿Qué placer más puro? ¿Qué pasión más desapasionada? ¿Cuál menos hundida en la materia? ¿Cuál más libre de mancha?

El aristócrata, que afrontaba los disturbios de su tiempo con ejemplar templanza, hizo en su panegírico una verosímil conjunción entre la joven teología cristiana y la venerable filosofía platónica, subrayando con énfasis unos atributos literarios que hasta la publicación de su tratado habían pasado desapercibidos.

Además de contar la gesta de los hombres y celebrar la bienaventuranza de los dioses, la literatura debe auspiciar la exploración del laberinto mental, conducir una audaz indagación del ser y la inmersión en las profundidades del alma. Sinesio constata cómo deben emplearse las facultades de un intelecto conmovido por su más extraña intimidad y propone entrenarlo con un tenaz ejercicio de introspección.

El cirenaico recomienda a la hermosa Hipatia que preste especial atención a los sueños. “¿Qué podría ser más abundante? ¿Qué más seductor?”. Nuestro autor evoca la peculiar atmósfera de las escenas oníricas, la difusa entidad de unos personajes huidizos y la inversión de las leyes que rigen la vida del hombre, para destacar su inesperada aportación a la plenitud del ser. Así esbozaba una precursora teoría sobre el poder del subconsciente en la creación literaria.

Sinesio aconseja a Hipatia, a la que aprecia como “madre, hermana y maestra en los misterios de la filosofía”, que disponga del tiempo necesario para escribir unos “diarios de por la noche”. Similares —dice— a los comúnmente llamados diarios, “para así tener unas notas que nos informen sobre cada una de las dos fases de nuestra vida”. Le sugiere registrar lo que haya acontecido tanto en la vigilia como en el sueño, pues “resulta prudente poner por escrito nuestras visiones”.

La prudencia que recomienda Sinesio consiste en cultivar el diálogo interior y sacar de la opacidad y la amnesia todo lo que concierne a la vida del hombre; meditar y entender el significado de los sucesos, la razón y la relación que mantienen entre sí los acontecimientos diurnos y nocturnos; integrar en la conciencia las imágenes que contempla el hombre dormido.

Con la pulcra anotación de lo soñado en el “diario de por la noche”, Sinesio se adiestra en una triple disciplina. Atiende las vicisitudes de lo que ocurre en el otro lado de la realidad, analiza las escenas del sueño como si fueran el oráculo del futuro y transcribe el más oscuro testimonio de sí mismo.

Al familiarizarse en términos literarios con las turbulencias de la vida psíquica, Sinesio prefigura las corrientes terapéuticas y artísticas que han modelado la mentalidad contemporánea. Se anticipa a la alianza cultural entablada por Freud y los surrealistas con el mundo de los sueños y, a su manera, invita a reconocer en la vida onírica una escuela de conocimiento abierta a la integridad perdida.

La principal preocupación de Sinesio es resolver las tensiones que sufre el lenguaje y forjar un dominio narrativo que abarque los dos mundos por igual. “¿Qué recurso habrá —se pregunta— para poner al lado de cosas de por sí inconcebibles una naturaleza innombrable?”. Abrumado por las limitaciones impuestas a la palabra, Sinesio afronta uno de los mayores desafíos de la literatura. “En sueños —dice— uno puede vencer, caminar o volar: a todo esto da cabida la fantasía. Aunque —añade—, ¿cómo podría darle cabida el lenguaje?”.

Al plantear como imperativo la expansión de una lengua atrofiada por las deficiencias cognitivas del hombre unilateral, nuestro gramático fue más allá de las convenciones académicas y se adentró en una prolífica gnoseología. Precisamente por prestar atención a sus sueños y por anotarlos en su dietario nocturno, por ejercitarse en el reconocimiento de un territorio abandonado por la conciencia, Sinesio pudo recibir las lecciones de un extravagante maestro literario:

[…] él dispuso mi mente, armonizó el estilo, tachó unas cosas e introdujo otras en su lugar. Todo mi aparato lingüístico tan exuberante e hinchado como era por la novedad de sus términos, debido a mi celo por imitar el ya extraño dialecto ático, lo redujo a unos límites moderados y puso freno a esa hinchazón, amonestándome por medio de una divinidad que me dijo esto o me explicó qué era aquello o me mostró algunos defectos innatos de mi lengua que debían pulirse.

Alentado por la paideia nocturna, el de Cirene dio cuenta de una potestad onírica vinculada a la perfección literaria y describió el sueño como el vehículo de una divinidad involucrada con la belleza, la precisión y la elocuencia del lenguaje. “El que desee fama futura entre los hombres —advierte nuestro autor— y sea consciente de que puede crear en sus páginas obras inmortales debe perseguir esa manera de composición contraria a las normas”. En vez de invocar el patronazgo de las musas o esperar la posesión extática de la inspiración, el poeta aleccionado en las postrimerías de la Antigüedad deberá estudiar un nuevo topos literario, una “composición contraria a las normas”, y encontrar la enseñanza allí donde nadie la había buscado. El escritor que incuba sus sueños en el lecho de un santuario filológico confía en el desvelo de un dios recóndito, un dios dispuesto a corregir los “defectos innatos” de la lengua y a enmendar los desperfectos de la literatura.

Deberíamos dar un salto de quince siglos para seguir leyendo textos que hablen del sueño con la misma consideración. Cuando en septiembre de 2001 el filósofo Jacques Derrida recibió en Frankfurt el Premio Theodor W. Adorno pronunció en su discurso ciertas interrogaciones sobre una ética del sueño “que no sea dimisionaria, irresponsable y evasiva”. Sugirió entonces ponderar las experiencias oníricas “como si el sueño fuese más vigilante que la vigilia y el inconsciente más pensador que la conciencia”. Derrida homenajea al filósofo de la escuela de Frankfurt en cuya memoria el ayuntamiento de la ciudad celebra la influencia de su obra y cuenta el sueño que tuvo el malogrado Walter Benjamin mientras se dirigía, sin saberlo, hacia su ocaso: “La más bella de las mujeres era grafóloga y estaba acostada en su cama cuando retiró la manta que la cubría para dejarme ver su cuerpo y las imágenes que yo había debido escribir hace años”.

Veintiocho siglos antes Homero había puesto en labios de Penélope un viejo relato sobre las visiones del sueño. Según la esposa de Ulises, los sueños que llegan pasando a través de las puertas de marfil nos engañan trayendo palabras que no se realizan; los sueños que cruzan las puertas de cuerno pulido se cumplen para el mortal que los ve. Virgilio quedó vivamente impresionado por la idea de las dos puertas y la puso en boca de Anquises. Acompañado por la Sibila, Eneas recorre las cavernas del infierno y oye contar a su añorado padre que por la puerta de cuerno tienen fácil salida las visiones verdaderas; por la puerta primorosamente labrada en blanco y nítido marfil, los manes envían a la Tierra sus imágenes falaces”.

Y el relato continúa en este capítulo, hasta llegar al presente de Cartarescu y su magistral nido creativo de sueño y realidad convertidos en gran literatura… ideas, más sueños bifurcados en los otros textos de El intelectual rampante.

  • El intelectual rampante. Chimaera bombinans in vacuo. Basilio Baltasar (KRK Ediciones).

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