La primera novela que Pasolini escribió se edita en español, un choque de ideales y culpa homosexual
'La aldea de Romàns' es la historia que el escritor y cineasta italiano escribió en 1949 sobre un cura que se enamora de un joven del partido comunista. WMagazín avanza un pasaje
Presentación WMagazín La fe en el sacerdocio, la creencia en la enseñanza a los jóvenes y las pulsiones eróticas que generan tormentos en un cura de pueblo se reúnen en el que fuera el debut novelístico de Pier Paolo Pasolini (1922-1975) que se edita por primera vez en España: La aldea de Romàns (Altamarea). Una nouvelle escrita en 1949, pero publicada de manera póstuma en 1994.
WMagazín avanza un pasaje de esta historia con tintes autobiográficos en la cual el poeta, narrador, ensayista y cineasta recrea en un pueblo del norte de Italia, que recuerda a sus lugares de la infancia, los dilemas a los que debió enfrentarse como el fervor religioso, el deseo de contribuir a un mundo mejor, los primeros pasos hacia el partido comunista, los sentimientos homosexuales… Rutas de ideales que empiezan a cruzarse hasta chocar.
En La aldea de Romàns el cura protagonista afronta un «doble choque entre su genuina vocación y una realidad que no logra adaptar a los dogmas de su apostolado: por un lado, el desconcertante descubrimiento de la insuficiencia de la religión como instrumento para entender la realidad social; por el otro, el contraste entre sus creencias y las pulsiones eróticas que experimenta hacia un joven parroquiano», como bien señala la editorial.
«Me siento humillado, descontento, devorado por un remordimiento constante e impalpable. En mis oraciones hay una fricción dolorosa entre el fervor y mi impotencia para abandonarme», revela el sacerdote Paolo.
El siguiente es el pasaje de La aldea de Romàns donde un veinteañero Pier Paolo Pasolini cita sus sueños que son tormento:
'La aldea de Romàns'
26 de febrero
Pierino muestra señales de cierta presencia viva; han sido suficientes dos o tres palabras, y detrás de su tez ligeramente pálida ha relampagueado toda una vitalidad reprimida. ¿Se ha disparado un muelle o estoy tan ciego que no me había dado cuenta antes? Notaba en él silencio, sumisión, cierta sabiduría más que infantil ya, cierto escepticismo, sí, eso también, que le hacía mantenerse un poco de lado, deliberadamente sin relieve. Pero siempre conseguía ganarse cierta confianza particular por mi parte y por la de sus compañeros. Ahora, en cambio, siento en él el entusiasmo de las inteligencias mediocres, encogido y algo rígido, pero sin dejar de ser milagroso.
Renato también ha salido a flote. Ha tenido algunos momentos de inspiración ingeniosos y divertidos: es un testarudo, un sensitivo sin imaginación y con fuertes aptitudes hacia el razonamiento.
Todavía nada de Cesare: está encerrado en su belleza.
27 de febrero
Me pregunto un poco alarmado si no debería limitarme a ser un intermediario del amor, un camino por el que pasa el amor. Es indudable que conseguir ser amado tal vez sea necesario para obtener el famoso entusiasmo, la confianza de los chicos en el estudio… ¿Pero no será esta tal vez una de las habituales y tremendamente lógicas justificaciones que busco para enmascarar mis terribles insuficiencias, el fracaso de mi persona? No estoy en estado de gracia, ¡y hace mucho tiempo que no lo estoy!
30 de febrero
Veo con bastante frecuencia a Renato que, como da clases en el Centro de Artes y Oficios de San Vito, pasa todos los días por San Pietro en bicicleta. Por lo general, se para a verme al atardecer y se queda una media hora. Ahora hablamos sobre todo de enseñanza: él está muy interesado en mi escuela. De sí mismo habla poco, prefiere mantenerse a un lado. Yo he renunciado a hablar con él de Dios y me avergüenzo de haberlo hecho: tiene un alma verdaderamente religiosa, por más que diga que no cree, entiende a Dios tal vez mejor que nosotros, que yo.
Me enteré de que vive con sus parientes de Marsure desde hace un par de años. Su padre era romano y durante la Gran Guerra, luchando en Friul, conoció poco después de Caporetto a la mujer que había de convertirse en la madre de Renato. Ambos han muerto: él en Francia (huyó alrededor de 1930 por razones políticas, uniéndose al movimiento Justicia y libertad).
Al pasar por Marsure, vi la casa donde vive Renato: se encuentra en la plaza y es una de las más «burguesas» del pueblo: una casa señorial, en definitiva, dado que sus parientes tienen campos que explotan con aparceros.
(Noche)
Creo que en el pueblo nadie sabe nada de las ideas subversivas de Renato: todos me hablan muy bien de él y con particular respeto; su familia, además, es conocida por su integridad y religiosidad tradicional.
Desde el día en que bajamos del tren juntos en Marsure, solo lo había visto de pasada, raras veces, y nos intercambiamos algunos abochornados saludos. Empezamos a tratarnos el día de la Epifanía.
Yo estaba en Borgo Monte, al borde del Paseo del Recuerdo mirando una gran hoguera que ardía en la oscuridad. En la explanada donde se había levantado el enorme brasero había una multitud vocinglera de hombres y niños: algunos saltaban a través de las llamas; las viejas, a su alrededor, gritaban en dialecto fórmulas propiciatorias. Lejos y cerca, por todos los campos, en toda la llanura, hasta los pies de los montes, brillaban otros fuegos. Allí estaba yo embelesado cuando oí que me llamaban. Era Renato, en bicicleta: nos pusimos a conversar de inmediato; y me dio una infinidad de explicaciones sobre las costumbres campesinas, yo le hablé por primera vez de la escuela.
- La aldea de Romàns. Pier Paolo Pasolini. Edición e introducción de Nico Naldini. Traducción de Carlos Gumpert (Altamarea Ediciones).
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