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Detalle de la portada del libro ‘Contra el cambio’, de Martín Caparrós (Anagrama). /WMagazín

La riqueza del neo Nuevo periodismo como aliado de la literatura y contra la crisis de los medios de comunicación

Hace 50 años, en 1973, Tom Wolfe publicó el libro 'El Nuevo periodismo' y etiquetó un estilo y corriente periodística antigua que vive desde los 60 una cierta popularidad. Hoy afronta un momento de exploración, aunque los medios no terminan de darle el lugar que merece. Varios de sus mejores autores en español reflexionan sobre el presente, porvenir y desafíos: Elena Poniatowska, Martín Caparrós, Juan Villoro, Gabi Martínez, Paco Cerdà...

“Dios sabe que nada nuevo abrigaba mi mente, y mucho menos en cuestiones literarias, cuando conseguí mi primer empleo en un periódico”.

Contar, relatar, seducir… Esta es la historia milenaria en continua metamorfosis de un grupo minoritario de personas que busca convertir a la gente en testigo de la vida que no vive, de los hechos de la realidad con recursos literarios y creativos sin faltar a la verdad. Y compartida, aquí, por algunos de sus principales narradores.

Uno de ellos es Tom Wolfe, que confesó, en 1973, el citado episodio embrionario de su vida como periodista en un libro que etiquetó una práctica antigua bajo el concepto de Nuevo periodismo. Medio siglo después, ese mismo periodismo narrativo ha dado un salto evolutivo y se ha enriquecido al borrar las fronteras de los géneros periodísticos y literarios, al mezclar recursos escritos y audiovisuales de diferentes soportes, al reinventar sus formatos tradicionales y técnicos que potencian el mestizaje creativo y al incentivar historias, directamente, a libros en la llamada No Ficción. Y, de paso, ha insuflado vida a la literatura al encaminarla hacia rutas de vanguardia.

A pesar de ello, es un neo Nuevo periodismo que sigue siendo minoritario, pero que puede ser el mejor aliado para paliar parte de la crisis de la profesión y de los medios de comunicación en los albores de la revolución digital y de los cambios de hábitos de consumo de la gente y para reducir la presencia en las redacciones del “piloto automático” con enfoques obvios que destierran la creatividad. Se trata de potenciar el punto diferenciador en un momento en que los medios están emboscados por los refritos informativos, los avances tecnológicos continuos, la financiación, la politización, las fake news y el imperio del clic que los ha llevado, en general, a la pérdida de confianza, credibilidad y prestigio. A lo que se suman los miedos imprevisibles que empieza a desatar la inteligencia artificial.

Un campo tan minado como necesario, donde este neo nuevo periodismo vive cambios, aportaciones y retos compartidos, en WMagazín, por varios de los autores más relevantes de este género en español, como Elena Poniatowska, Martín Caparrós, Juan Villoro, Gabi Martínez y Paco Cerdà. Todos con novedades literarias y títulos recientes, a los que hay que sumar las recuperaciones de obras de Gabriela Wiener y, próximamente, se conocerán los ganadores del Premio Anagrama de Crónica/Fundación Giangiacomo Feltrinelli y del III Premio de No Ficción Libros del Asteroide.

De izquierda a derecha: Elena Poniatowska, Martín Caparrós, Gabi Martínez, Juan Villoro y Paco Cerdà. /WMagazín

Ellos y otros colegas crean piezas que recrean la vida, la información, con la mixtura de géneros y técnicas literarias que aspiran a la intemporalidad, al ir más allá de los meros hechos o denuncias en busca del placer de la lectura. Ahijados de Heródoto y de Tucídides, cuya voz aún hechiza al lector con su relato, del año 430 antes de Cristo, sobre la peste de Atenas:

“Elevaron, asimismo, súplicas en los templos, consultaron a los oráculos y recurrieron a otras prácticas semejantes; todo resultó inútil, y acabaron por renunciar a estos recursos vencidos por el mal”.

De esas voces milenarias, junto a la de los juglares que iban de villa en pueblo contando noticias, se ha pasado a las grandes crónicas y reportajes, mientras toman impulso los libros de No ficción y novelas gráficas; en los llamados podcast, versiones afinadas de los radio documentales; y en la combinación y reinvención de soportes con los fotorrelatos y los videorrelatos donde se acompasan, conviven y complementan la palabra escrita, las imágenes, los vídeos o los audios. Vueltas y revueltas exploratorias para volver al origen de una voz que cautive, pero en versiones contemporáneas.

Es una escritura que va más allá de los autores estadounidenses reconocidos del género como Joseph Mitchell, Truman Capote, Norman Mailer, Hunter S. Thompson, Gay Talese, Joan Didion, Barbara L. Goldsmith, Rex Reed, Terry Southern y el propio Tom Wolfe. Y, más adelante, de europeos como Rysard Kapuściński.

América Latina siempre ha sido un buen escenario para este periodismo que busca la alianza con la literatura, al tiempo que la literatura amplía sus linderos, recuerda Juan Villoro. Desde el colombiano Gabriel García Márquez con sus crónicas en El Espectador, entre las que destaca Relato de un náufrago (1955), y el argentino Rodolfo Walsh con Operación masacre (1957), dos hitos del periodismo literario o de la literatura periodística; hasta la mexicana Alma Guillermoprieto, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2020. Entre los españoles, destaca Manuel Chaves Nogales cuyas crónicas de los años 20, 30 y 40 recuperó la editorial Libros del Asteroide.

En Latinoamérica, en las últimas décadas, se ha fomentado este periodismo con instituciones como la Fundación Gabo, nacida como Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Cartagena de Indias; con revistas como la chilena The Clinic, la peruana Etiqueta Negra, creada por Julio Villanueva Chang (2002-2017), o Gatopardo, que nació en Colombia en 2000, pero desde 2006 pasó a manos mexicanas; y proyectos formidables de podcast como Radio Ambulante, con el escritor Daniel Alarcón como presentador y productor ejecutivo. En España, en la última década uno de esos espacios es la revista Jot Down.

El panorama de este periodismo no es halagüeño para la mexicana Elena Poniatowska (París, 1932), Premio Miguel de Cervantes 2014, y una de las periodistas que, desde muy joven, en los años cincuenta del siglo XX, ya hacía nuevo periodismo sin que supiera que lo estaba haciendo. “Ahora ningún periódico dedica muchas páginas a un reportaje, todo se dirige a la televisión. Los jóvenes ya no leen, solo los medios visuales y electrónicos jalan a la juventud. Creo, sinceramente, que el periodismo escrito va a desaparecer, a menos que se considere que un mensaje por el celular pueda considerarse una novela. Los grandes reportajes ya se publican en libros”, afirma la autora de clásicos del género como La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral (1968), escrito quince años antes de que Svetlana Alexiévich publicara su primera obra de testimonios y su trabajo fuera distinguido con el Premio Nobel de Literatura en 2015. Poniatowska empieza a contar así aquella masacre de 1968:

“Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco lo serán ellos, niños-blanco, niños que todo lo maravillan, niños para quienes todos los días son día-de-fiesta, hasta que el dueño de la barraca del tiro al blanco les dijo que se formaran así el uno junto al otro como la tira de pollitos plateados que avanza en los juegos, click, click, click, click y pasa a la altura de los ojos, ¡Apunten, fuego!, y se doblan para atrás rozando la cortina de satín rojo. El dueño de la barraca les dio los fusiles a los CUÍCOS, a los del ejército, y les ordenó que dispararan, que dieran en el blanco y allí estaban los monitos plateados con el azoro en los ojos, boquiabiertos ante el cañón de los fusiles. ¡Fuego! El relámpago verde de una luz de bengala. ¡Fuego! Cayeron pero ya no se levantaban de golpe impulsados por un resorte para que los volvieran a tirar al turno siguiente; la mecánica de la feria era otra; los resortes no eran de alambre sino de sangre; una sangre lenta y espesa que se encharcaba, sangre joven pisoteada en este reventar de vidas por toda la Plaza de las Tres Culturas”.

Elena Poniatowska muestra cómo la emoción, la investigación y el rigor recrean los hechos que renuevan las formas.

Los cambios y aportes del (re) Nuevo periodismo

En cincuenta años, desde que Tom Wolfe bautizará este estilo de escritura, “el mayor cambio del Nuevo periodismo es que cada vez está más claro que un buen reportaje –o crónica o como quieras llamarlo– no tiene por qué ser solo escrito: que la proliferación de medios técnicos permite crear relatos híbridos, hechos de palabras, fotos, videos, links, animaciones, que lo enriquecen mucho”, afirma Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957). El autor argentino obtuvo el premio Ortega y Gasset 2023 a la Trayectoria profesional, y publica en Argentina su Biblioteca Caparrós (Random House), tras el éxito de Ñamérica (2022), y se anuncia para 2024 El mundo entonces. Una historia del presente (Random House).

Los cambios técnicos, añade Caparrós, “consiguieron que los grandes periódicos perdieran el control de la difusión de información. Lo cual trajo algunos problemas y muchos beneficios. Tú y tu medio (WMagazín) no habrían podido existir hace 40 años, por ejemplo. Y, así, varios otros donde, en este momento, se está haciendo el mejor periodismo”.

Gabi Martínez (Barcelona, 1971), uno de los autores españoles que mejor ha sabido crear las mixturas literarias y periodísticas, desde comienzos del siglo XX, primero desde medios impresos y después a través de libros de viajes, a los que luego incorporó realidades complicadas de la relación del ser humano con la naturaleza, llamada Liternatura.

Una gran aportación del nuevo periodismo, considera Martínez «ha sido liberarse, definitivamente, del corsé narrativo al que se asociaban las ‘historias reales’ demostrando que una narración periodística puede ser tan ambiciosa y arriesgada como cualquier ficción. El nuevo periodismo sentó las bases para escribir un periodismo desencadenado. Así que tenemos el marco teórico, sabemos que hay un universo de no ficción por explorar. Lo extraño es que se explore tan poco. Y entre los que más han explorado, destacaría a autores de libros de viajes, que han jugado un papel muy importante, porque muchos de sus libros conectan de pleno con el periodismo literario”.

En la llamada liternatura se sitúa Delta (Seix Barral), el libro que acaba de publicar Gabi Martínez y que es un ejemplo perfecto: el periodista y escritor se instaló durante un año en la última casa antes del mar en el delta del Ebro (España), la primera que, seguramente, desaparecerá en la zona cuando el cambio climático termine de fundir los hielos polares y las aguas del mar suban.

El mexicano Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) cree que el nivel de este periodismo en español es extraordinario. Lo complicado, lamenta, “es ejercerlo, porque estamos en el advenimiento de las plataformas y divulgar cosas serias no pasa por su mejor momento”. Reconoce que “el periodismo ha perdido confianza en sus propios recursos y debe recuperarlos”.

Con una mirada hacia atrás y hacia el horizonte, Villoro considera que “la crónica escrita desde América Latina ha sido particularmente hábil para vincular la emoción con la información. Lo más íntimo y los sentimientos que conforman la intimidad con la vida pública”.

El autor de títulos como Tiempo transcurrido. Crónicas imaginarias y ¿Hay vida en la Tierra? advierte una característica sobre cómo son los latinoamericanos: “Somos fácilmente sentimentales, que a la segunda copa de tequila nos abrimos con mayor facilidad que un noruego. Tenemos más porosidad a combinar la vida pública con explicaciones de vida íntima. Eso no siempre se da. En Estados Unidos, por ejemplo, hay muchos escrúpulos, derivado del protestantismo ascético para no mezclar el trabajo y el placer”.

La No ficción y beneficios para la literatura

Con En la Patagonia, Bruce Chatwin, recuerda Gabi Martínez, introdujo la abstracción en la no ficción: “No es su pieza más sublime, donde lo borda es en Los trazos de la canción, pero ahí rompe el molde al demostrar que escribiendo no ficción puedes hacer un Miró, un Picasso. A partir de entonces, el campo de la no ficción se abre. Lo llamativo es que no tantos autores hayan optado después por tomar esa vía. Será que no es muy comercial”.

Para Paco Cerdà (Genovés, España, 1985) un gran salto es esa no ficción: “Una mezcla de géneros –la crónica que piensa, el ensayo que narra, la investigación que revela y contextualiza– que amplía el radio de aquel viejo-nuevo-viejo periodismo”. Y llegan a su mente, en tropel, nombres: “Pienso en Éric Vuillard, en Antonio Scurati, en Svetlana Alexiévich. Pienso en David Remnick, en Leila Guerriero, en Martín Caparrós. Pienso en Patrick Radden Keefe, en Patricia Nieto, en Carlos Manuel Álvarez”.

Una de las claves de su forma de trabajar, cuenta el autor de 14 de abril (II Premio de No Ficción Libros del Asteroide, sobre los hechos que rodearon la proclamación de la Segunda República en España), es que intenta “que la no ficción sea ‘no fricción’. Es decir, un género que permite deslizar una narración de hechos reales sin obstáculos, sin roces ni resistencias para el lector. Con las técnicas de la ficción, con la ambición estilística asociada a la ficción, pero con el compromiso real de la no ficción”.

En eso lleva desde comienzos del siglo XXI la peruana Gabriela Wiener, primero desde el periodismo impreso y luego a través de libros. Es una autora que ha sabido armonizar su mirada y sentir muy personales con temas originales más allá del testimonio para denunciar algo desde el yo, hacia lo social. “La intimidad, la vulnerabilidad, la vergüenza, la oscuridad, lo que guardamos en silencio, son mi creación y mis materiales artísticos. Eso también hace que mi trabajo sea una denuncia”, dijo Wiener, según recogió hace unas semanas The New York Times en la elogiosa reseña de su libro Huaco retrato (Random House).

El diario estadounidense recuerda que, “además de la raza, el sexo también ha estado en el centro del trabajo de Wiener. Escribió Sexografías (reeditada ahora por Random House), una colección de historias gonzo en primera persona que exploraban, sin restricciones, varios aspectos de la sexualidad. Este enfoque poco convencional y kamikaze de la escritura ha llevado a los críticos a etiquetar su trabajo no como literatura, sino como ‘testimonio’. Pero a ella no le importa lo que piensen los críticos literarios, según dijo: ‘Cada día me siento menos ‘un verdadero escritor’. Y con orgullo”. Wiener se considera una “trabajadora de libros”, más cercana a los artistas que han hecho arte a partir de su dolor.

Gabi Martínez no tiene dudas de que “uno de los espacios donde el (re) nuevo periodismo se está expresando mejor es la liternatura. Abordar la inteligencia de un lobo, un tigre, un pulpo… entrar en la biodiversidad de una montaña o un humedal, dar voz a lo que hasta ahora se tomaba por mudo, es uno de los grandes impactos de las últimas décadas. Una consecuencia lógica de los nuevos intereses colectivos. Ese periodismo está ocupando el lugar de las fábulas, y aunque las élites súper intelectualizadas en general urbanas y por eso ajenas a las biologías extramuros no le hayan hecho demasiado caso, es una forma de vanguardia. Impulsada por cada vez más autoras, que encuentran en esas narraciones una forma natural de presentar la nueva sensibilidad de este mundo. La proliferación de mujeres es otra novedad”.

Editoriales como Anagrama y Libros del Asteroide son algunas de las que impulsan esta escritura con sus premios. Silvia Sesé, editora de Anagrama, dice que desde 2018 están “comprometidos con el periodismo narrativo, o crónica literaria más bien, de forma que inauguramos el premio de Crónica que desde la convocatoria de este año cuenta, también, con el compromiso de la Fundación Giangiacomo Feltrinelli”. El fallo del jurado se hará público en el HAY festival de Cartagena. (Aquí las bases)

Esta apertura del neo Nuevo periodismo, añade Paco Cerdà, “Solo es el principio, como augura la llegada de la inteligencia artificial. Y, sin embargo, qué curioso: es el viejo formato de siempre –el libro– el que está revolucionando nuevas maneras de contar y mirar la realidad. Y qué curioso, también: es el viejo secreto de siempre el que no deja de funcionar: trabajar mucho, publicar poco y nunca dejar de caminar”.

Desafíos y retos

Sobre el futuro de este periodismo, Martín Caparrós no cree que los medios “dediquen menos espacio’ a los textos de buen periodismo porque nunca le dedicaron casi ninguno. Como en todos los demás terrenos, nos empeñamos en crear una edad dorada que –como corresponde– nunca existió. Yo llevo más de 35 años publicando este tipo de periodismo y te puedo asegurar que nunca fue ni más fácil ni más difícil: siempre fue complicado, por más que insistamos en creer que todo tiempo pasado fue mejor”.

 Una idea que comparte Gabi Martínez, para quien los medios no son el espacio actual del nuevo periodismo, “una forma de narrar demasiado libre para asumir las condiciones de las empresas mediáticas. Los medios suelen tener algo de jaulas y ese periodismo tiene más que ver con lo indómito, de modo que unos y otro no casan”. Insiste en que los libros son un medio más natural para este género “singularmente emancipado y por eso incómodo e incluso peligroso. Muchas editoriales también están incluidas en grandes corporaciones, pero, curiosamente, ahí al escritor, aunque esté solo, se le toleran más atrevimientos”.

A eso se suma el llamado “piloto automático” en los medios de comunicación. El hecho de que “cada vez se permiten menos desvíos de la línea programada, menos ‘experimentos”, lamenta Martínez. De hecho, añade el autor español, “del boom del nuevo periodismo solo quedan rescoldos en la prensa escrita, donde, por cierto -y esto va en consonancia- también se ha aniquilado la figura del antes respetado francotirador. Por corrección política, pasó a llamarse librepensador, una palabra demasiado elegante para la vulgaridad actual así que no tardó en desaparecer… y ahora… ¿dónde está? ¿Dónde queda esa figura del periodista asilvestrado que, con estilo personalísimo, desnuda igual a una que a otro? ¿Dónde está la indomable con cabeza o el esteta brutalizado que proponen una sintaxis o un vocabulario nuevo? Y, sobre todo, ¿cómo lo llamamos? Al eliminar su nombre se ha extinguido la posibilidad de ser “eso”. No digo que no exista semejante perfil, pero sí que se ha borrado el nombre común y aglutinador que identificaba a ese pseudogremio revoltoso, quizá para que no sospeches que en algún lugar hay otros nuevos periodistas desbocados en sintonía y, cuando alguien venga a por ti porque te metiste en un jardín, experimentes la soledad de tu independencia, y la pagues, sintiendo que nadie está contigo”.

Uno de los grandes desafíos del neo Nuevo periodismo actual, asegura Gabi Martínez, es “escribir un libro coral con una penetración psicológica de cada uno de los protagonistas (incluidos seres no humanos) tan grande que se lea como auténtica ficción. Un libro biodiverso. Ir más allá de Capote, al abarcar un coro mayor, y explorar todas esas cabezas como si leyeras una novela de Jonathan Franzen, de Philip Roth. Pero eso necesita muchos años, es decir dinero o una enorme paciencia. Y, desde luego, ninguno de los dos sobra en el nuevo viejo periodismo”.

Desde su lugar de trabajo en casa, en Ciudad de México, Juan Villoro recuerda a otra gran autor del género, a Tomás Eloy Martínez (Argentina, 1934 – 2010), cuando decía que “el periodismo no solamente trata de fijar el presente y darnos una idea de lo que fue el pasado, sino que el periodismo, en su mejor aspecto, es una intervención sobre el porvenir. Es decir, el futuro se está diciendo hoy. Estamos, de alguna manera, mandando una botella a las generaciones futuras”. Hoy, ahora.

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