Las brujas y su poder mágico en la literatura de todo el mundo y épocas
'El libro de las brujas', de la escritora paquistaní, recrea historias de diferentes culturas alrededor de esta figura. Con un pie en lo sobrenatural y otro en la realidad, la obra es una voz que son muchas voces en las que se reflejan miedos y deseos del ser humano, de la sociedad
Presentación WMagazín La bruja es una de las figuras de la oscuridad presente en diferentes culturas del planeta que ha sobrevivido a todos los tiempos y se ha adaptado al imaginario universal de cada época. Con un pie en lo sobrenatural y otro en este, donde desarrolla un sin fin de papeles, a los niños asusta, a los jóvenes inquieta y a los adultos… trasnocha… Lo cierto es que algunas mujeres han sido perseguidas de verdad y llevadas a la hoguera en tiempos de la Inquisición y aun hoy, a su manera. La escritora de origen paquistaní Shahrukh Husain ha recreado relatos de estos personajes de diferentes países y épocas en El libro de las brujas (Impedimenta), que en su amenidad literaria retrata al ser humano en mezquindades y fantasías, una ventana para vernos en otros tiempos y comprobar que, quizás, no se ha cambiado mucho.
Con una voz que son muchas voces, Shahrukh Husain cuenta historias que reflejan la fantasía de la gente y la sociedad, el pensamiento tribal del ser humano que esconde miedos y deseos y, a como de lugar, trata de justificar hechos y/o buscar respuestas a situaciones cuyo razonamiento no entiende. Tenebrosas, la mayoría, y algunas blancas, «la bruja es el máximo ejemplo de la feminidad en toda su complejidad», asegura Shahrukh Husain.
WMagazín publica dos relatos de esta antología que da cuenta de la riqueza de ese imaginario colectivo. En El Libro de las brujas Shahrukh Husain sobrevuela un mundo tan misterioso como seductor: mujeres desafiantes y druidas salvajes; damas vengativas, sabias ancianas y niñas de mal comportamiento; mujeres que cometieron la osadía de pasarse de la raya; cariñosas brujas-zorro japonesas, terroríficas banshees célticas que aúllan en la oscuridad; reinas de la noche como Lilith y sus hijas; o magas como Hécate, asociada a la luna, a los portales y a los fantasmas.
La palabra bruja procede desde tiempos prerromanos, y la presencia de su figura está en el propio origen de la literatura con Lilith en Epopeya de Gilgamesh, hace 35 siglos. Luego, con Circe, ocupa un lugar clave en Odisea, de Homero, pasa por la literatura en la Edad Media con títulos como Celestina, de Fernando de Rojas; toma una fuerza espléndida en obras como Macbeth, de William Shakespeare, atraviesa realidades y condenas a muerte vergonzosas en la Inquisición, que luego servirían a Arthur Miller, en 1953, para conectar con el presente de su país por las persecuciones del macarthismo en Las brujas de Salem. Entre medias, la figura de la bruja poblaría los cuentos infantiles y libros como El maravilloso mago de Oz, de L. Frank Baume, llevado con éxito al cine, en 1939, por Victor Fleming, y Las Crónicas de Narnia, segunda parte, con El león, la bruja y el ropero, de C.S. Lewis, con la Bruja Blanca. Y llegaría a las nuevas generaciones con un éxito mágico en la serie de novelas de Harry Potter, de J. K. Rowling, luego adaptadas al cine.
El libro de las brujas se abre con unos versos de William Butler Yeats:
¿Cuándo vi por última vez
los anchos ojos verdes y los largos cuerpos sinuosos
de los leopardos negros de la luna?
Las brujas ermitañas, señoras nobilísimas,
con todo y sus escobas y sus lágrimas,
sus enérgicas lágrimas, se fueron.
Se perdieron los santos centauros de los montes;
solo me queda el hastiado sol.
La heroica madre luna se hundió en el destierro;
tengo cincuenta años, y ahora
he de sufrir la timidez del sol.
Shahrukh Husain nació en 1950 en Karachi (Pakistán). Hija del príncipe Ahmed Husain y de Sabeeha (Ahmed) Husain, se licenció en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, y es una apasionada de la mitología y del folclore. Afirma haber sido presa del influjo de las brujas desde la infancia y que eso ha hecho que se involucre en el mundo de lo sobrenatural. Es autora de El Libro de las Brujas (1993) y de La Diosa (2003). Su adaptación de la novela de Anita Desai, In Custody, para la productora Merchant Ivory, la hizo merecedora del Premio Nacional de Cine de la India en 1994. Reside en Londres, donde es miembro del Royal Literary Fund.
Bienvenidos a la luminosa oscuridad de las brujas:
'El libro de las brujas'
Por Shahrukh Husain
La locura de Finn
Cuento irlandés
Un buen día, Finn y los fieles guerreros de su clan, los fianna, llegaron a un cruce del río Slaney y se detuvieron a descansar. Mientras estaban allí sentados, se les apareció una joven sobre una roca redonda del río: llevaba un vestido de seda, una capa verde adornada con un broche dorado y una corona de oro, un símbolo de la realeza.
—Guerreros de Irlanda: que uno de vosotros se acerque a hablar conmigo de inmediato —dijo la joven.
Fue Sciathbreac, el portador del escudo, quien se acercó.
—¿Qué quieres de nosotros? —le preguntó.
—Quiero a Finn, hijo de Cumhal —respondió la joven.
Entonces Finn se acercó para hablar con ella:
—¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? —preguntó Finn.
—Soy Daireann, hija del dios Bodb Dearg, hijo de Dagda —dijo—. Y he venido porque deseo convertirme en tu esposa, con la condición de que me traigas el regalo de boda que te voy a pedir.
—¿Y qué regalo es ese?
—Debes prometerme que seré tu única mujer durante todo un año, y después, me tendrás que conceder la mitad de tu tiempo.
—No prometeré tal cosa a ninguna mujer del mundo, y a ti tampoco —dijo Finn.
Al oír eso, la joven sacó una copa de plata de debajo de la capa, la llenó con un poderoso brebaje y se la entregó a Finn.
—¿Qué es? —preguntó el guerrero.
—Es hidromiel de los dioses, algo más fuerte que el terrenal —dijo Daireann.
Finn no tenía por costumbre rechazar ningún brindis que se le ofreciese, así que aceptó la copa, bebió de su contenido y, de repente, pareció haber perdido la cordura. Se volvió hacia sus fianna y empezó a reprocharles todas las desgracias, equivocaciones y torpezas que habían cometido en las batallas, y todos esos desatinos los decía por culpa de la ponzoña que le había dado a beber la joven.
Y así, los jefes de los fianna de Irlanda se levantaron y lo fueron dejando solo; cada cual partió hacia su tierra, hasta que no quedó nadie junto a Finn en aquella colina, salvo Caoilte, que se levantó y fue a buscar a los demás.
—Guerreros de Irlanda, no debéis abandonar a vuestro jefe y señor por culpa de las artimañas y bebedizos de una mujer de las montañas —les dijo Caoilte.
Trece veces salió a buscarlos, y así, poco a poco, los fue llevando de vuelta a la colina. Y al finalizar el día, cuando cayó la noche, aquella amarga locura abandonó por fin la lengua del caballero. Para cuando Caoilte pudo reunir a los fianna al completo, Finn ya había recobrado tanto el juicio como la memoria.
Al darse cuenta de lo que había ocurrido, pensó en sucumbir a su propia espada y encontrarse con la muerte antes que seguir viviendo así ni un minuto más.
Aquel fue el trabajo más difícil que Caoilte hizo en toda su vida.
La Nixe
Cuento húngaro
Érase una vez un molinero muy rico que tenía todo el dinero y todos los bienes que podía desear. Pero las desgracias llegan de la noche a la mañana y, de repente, el molinero se volvió tan pobre que su molino fue apenas todo lo que le quedó. Se pasaba el día deambulando de aquí para allá, presa de la tristeza y de la desesperación, y, cuando se acostaba por las noches, no podía descansar, así que las pasaba en vela, sumido en amarguras y lamentaciones.
Una mañana se levantó antes del amanecer y decidió salir de casa: pensó que con el aire puro su corazón se libraría de tantas tribulaciones. Mientras paseaba por la orilla de la esclusa del molino, oyó un susurro en el agua y, al mirar, vio a una dama blanca surgiendo de las ondas del estanque.
Comprendió de inmediato que no podía ser otra sino la Nixe de las aguas, y se asustó tanto que no supo si salir corriendo o quedarse donde estaba. Mientras dudaba y titubeaba, la Nixe se dirigió a él: lo llamó por su nombre y le preguntó la razón de su tristeza.
Cuando el molinero oyó la encantadora voz de la Nixe, se armó de valor y le contó lo rico y próspero que había sido toda su vida, hasta hacía muy poco, y que ahora no sabía qué iba a ser de él, con tanta penuria y tanta miseria.
La Nixe lo consoló con dulces palabras y le prometió que lo haría más rico y próspero que nunca, a condición de que le entregara lo más joven de su casa.
El molinero pensó que se refería a alguno de los cachorros o gatitos que tenía, así que le prometió a la Nixe que le daría lo que le había pedido, y volvió a su molino con el corazón lleno de esperanza. En el umbral de casa lo estaba esperando un sirviente, con la noticia de que su esposa acababa de dar a luz a un niño.
El pobre molinero, aterrorizado ante semejante noticia, con gran pesadumbre, fue a ver a su esposa y a su familia para explicarles el fatídico trato que acababa de cerrar con la Nixe.
—Renunciaría a toda la fortuna que me prometió si pudiera salvar a mi hijo —les dijo. Pero nadie supo darle consejo alguno, más allá de vigilar que el niño nunca se acercara al estanque.
El niño creció sano y fuerte, y, entretanto, el molinero también fue prosperando y, en pocos años, amasó más riquezas de las que había tenido en toda su vida. Aun así, no conseguía disfrutar de su fortuna, pues no era capaz de olvidar su pacto con la Nixe, y sabía que tarde o temprano le exigiría que cumpliera con su parte. Pero los años siguieron pasando, el chico creció y se convirtió en un gran cazador, y empezó a trabajar para el señor de aquellas tierras, ya que era el cazador más astuto y audaz que pudiera imaginarse. En poco tiempo se casó con una hermosa joven, y empezaron a vivir juntos, felices y tranquilos.
Un día, cuando salió a cazar, una liebre brincó delante de sus narices y echó a correr por el monte. El cazador estuvo un rato siguiéndola de cerca, hasta que consiguió matarla de un disparo. Luego se puso a despellejarla, sin reparar en que estaba cerca del estanque que desde niño le habían enseñado a evitar. No tardó en terminar de desollar a la liebre y se acercó al agua para lavarse la sangre de las manos. Apenas se había mojado los dedos en el agua cuando la Nixe salió, lo agarró con sus brazos empapados y lo arrastró consigo a las profundidades del estanque.
Al ver que el cazador no volvía a casa aquella noche, su mujer se puso muy nerviosa y, cuando encontraron sus útiles de caza cerca del estanque, enseguida comprendió lo que había sucedido. Estaba tan fuera de sí por la pena que se quedó vagando por los alrededores del estanque, llamando a su esposo sin cesar. Al final no pudo soportar el dolor y el cansancio: se quedó dormida y soñó que paseaba por un prado de flores y que encontraba una cabaña; en su sueño, una vieja bruja que vivía en la choza le prometía devolverle a su marido.
Cuando despertó, a la mañana siguiente, decidió ir en busca de aquella bruja: pasó varios días vagando por los montes, hasta que al final llegó al prado de flores que había soñado y encontró la cabaña de la bruja. La pobre mujer le contó todo lo sucedido, y le confesó que en sueños había visto que la bruja podía ayudarla con sus poderes.
La bruja le aconsejó que volviera al estanque la siguiente noche de luna llena, que peinara sus cabellos negros con un peine de oro, y que luego dejara el peine en la orilla. La mujer del cazador le hizo un regalo a la bruja, le agradeció de todo corazón su ayuda y volvió a casa.
La espera hasta la noche de luna llena se hizo eterna, pero al fin llegó, y en cuanto salió la luna, la joven esposa se acercó al estanque, se acicaló el pelo negro con un peine de oro y, al terminar, lo dejó en la orilla. Observó el agua con impaciencia. Poco después, se levantó una ráfaga de viento y, de repente, una ola enorme arrastró el peine desde la orilla. Por fin, entre las aguas asomó la cabeza de su marido, que la miraba con tristeza. Pero enseguida llegó otra ola, que lo hundió antes de que pudiese articular palabra. El estanque recobró la calma, sin más movimiento que los destellos de la luna, y la mujer del cazador quedó aún más consternada que antes.
Durante días y noches enteras deambuló desesperada, y cuando al fin el cansancio la venció, sumiéndola de nuevo en un profundo sueño, exactamente igual que la vez anterior, volvió a soñar con la vieja bruja. Y así, a la mañana siguiente, volvió al prado florido y fue a la cabaña a contarle sus penas a la bruja. Esta le aconsejó que regresara al estanque la próxima noche de luna llena, que tocara alguna canción con una flauta de oro y, al terminar la melodía, la dejara en la orilla.
En cuanto hubo una nueva luna llena, la mujer del cazador volvió al estanque y, tras tocar la flauta de oro, la dejó con delicadeza en la orilla. Entonces se oyó otra ráfaga de viento, una ola se tragó la flauta y, enseguida, empezó a surgir del agua la cabeza del cazador, que siguió emergiendo más y más hasta que la mitad de su cuerpo quedó fuera. De nuevo, miró con tristeza a su mujer y extendió los brazos hacia ella. Pero llegó otra ola que lo hundió en el agua como la vez anterior. La mujer del cazador, que lo había visto desde la orilla, llena de esperanza y alegría, se sumió en la desesperación cuando vio que otra vez le arrebataban a su marido ante sus propios ojos.
Por fortuna, volvió a tener el mismo sueño una tercera vez, y se dirigió de nuevo a la cabaña del prado en busca de la bruja. Ahora la anciana le dijo que debía volver al estanque la próxima noche de luna llena y, allí, hacer girar una rueca de oro, y que luego dejara la rueca en la orilla.
La mujer del cazador hizo lo que le había aconsejado la bruja: la siguiente noche de luna llena se sentó junto al agua con una rueca de oro y la hizo girar; luego, la dejó en la orilla. Unos minutos más tarde se empezó a oír el poderoso rugir del agua y una ola se llevó la rueca de la orilla. De inmediato, en el estanque asomó la cabeza del cazador, que subió más y más hasta que por fin pudo saltar a la orilla y caer en brazos de su esposa.
Pero, de repente, las aguas del estanque empezaron a subir hasta desbordarse, y la crecida los arrastró con violencia. Desesperada, la joven esposa imploró ayuda a la bruja, pero, en ese momento, el cazador se convirtió en rana y ella en sapo. No fueron capaces de permanecer juntos, porque las fuertes corrientes los separaban cada vez más. Cuando la crecida remitió, ambos recuperaron su forma humana, pero tanto el cazador como su esposa se encontraron separados y en lugares lejanos, y ninguno supo qué había sido del otro.
El cazador decidió convertirse en pastor, y también su esposa se hizo pastora. Durante muchos años, separados, ambos cuidaron de sus rebaños, aunque embargados por la tristeza y la soledad.
Pues bien, resulta que, un buen día, el pastor pasó por las tierras donde vivía su esposa. Le agradó aquel lugar y, además, vio que el pasto era rico y apropiado para sus ovejas, así que fue a por ellas y las llevó allí. El pastor y la pastora se hicieron buenos amigos, pero no se reconocieron por culpa del hechizo.
Una noche de luna llena se sentaron juntos a vigilar a sus ovejas y el pastor se puso a tocar la flauta. La pastora recordó entonces aquella noche de luna llena junto al estanque, cuando tuvo que tocar la flauta de oro. No pudo soportar aquel recuerdo y empezó a llorar desconsoladamente. El pastor le preguntó por el motivo de su llanto, e insistió hasta que ella le contó la historia. En ese momento, las escamas que nublaban sus ojos cayeron por fin, y el pastor pudo reconocer a su esposa, y ella a él. Volvieron a casa llenos de felicidad, y vivieron felices por siempre jamás.
- El libro de las brujas. Shahrukh Husain. Traducción de Andrea Daga (Impedimenta).
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