Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural

Detalle de la portada de libro ‘El canon oculto. Una nueva biblioteca de Alejandría para la ciencia’, de José Manuel Sánchez Ron (Crítica). /WMagazín

Los cien libros científicos más influyentes y que han cambiado nuestras vidas

El divulgador científico español publicó el libro 'El canon oculto. Una nueva biblioteca de Alejandría para la ciencia'. Una obra que nos recuerda cómo hemos llegado hasta aquí, cuya selección de títulos contiene libros tan importantes como los clásicos de ficción. WMagazín publica un pasaje de una obra que cambió la historia de Occidente: 'Principios matemáticos de la filosofía natural' (1867), de Isaac Newton

Presentación WMagazín En momentos de verdades a medias o manipuladas, de fake news, de negacionismos, de pseudociencias, de popes de redes digitales venidos de la nada, de teorías de la conspiración y de que muchos crean que lo que tenemos siempre ha estado, que ha sido fácil conseguirlo o que cayó como maná del cielo, este libro de José Manuel Sánchez Ron nos recuerda las proezas del ser humano. Se trata de El canon oculto. Una nueva biblioteca de Alejandría para la ciencia (Crítica). Una obra necesaria e importante que nos recuerda cómo hemos llegado hasta aquí.

El físico teórico y académico de la Real Academia Española (RAE) ha elegido cien libros clave de la ciencia por su valor científico, su influencia en nuestra Historia y su calidad literaria. Entre los autores figuran desde Hipócrates y Platón, hasta Stephen Hawking, pasando por Charles Darwin, Albert Einstein, Dian Fossey, Galeno, Galileo, Euler, Lavoisier, Buffon, Sagan, Dawkins o Isaac Newton. Todos figuras indiscutibles con trabajos ascendentes sobre nuestro destino por los cambios que propiciaron en ámbitos que van de la física a la ecología, pasando por las matemáticas e, incluso la política.

El canon oculto empieza con los textos de Hipócrates sobre medicina, cinco siglos antes de Jesucristo, y termina con El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks (1985); Breve historia del tiempo y el universo, de Stephen Hawking (1988); La historia y la geografía de los genes humanos, de Luca Cavalli-Sforza, Paolo Menozzi y Alberto Piazza (1993); El quark y el jaguar, de Murray Gell-Mann (1994); y La dimensión fractal de la naturaleza, de Benoît Mandelbrot (1983).

El canon oculto no es una obra en contra de otras selecciones dominadas por títulos literarios, léase novelas y poemarios. Sánchez Ron aclara:

“Me apresuro también a decir que en modo alguno pretendo minusvalorar las obras de esos otros cánones más frecuentes, los literarios. ¿Cómo negar la importancia que han tenido los libros que incluyen? ¿Cómo olvidar a Homero, Dante, Teresa de Jesús, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Dickens, Dostoyevski, Virginia Woolf, Kafka, Brecht, García Márquez y tantos otros? ¿O a Platón, Herodoto, Montaigne, Voltaire, Kant, Gibbon, Adam Smith, Malthus, Marx, Toynbee, Isaiah Berlin y Gombrich? Lo único que deseo es recordar que la ciencia no es, en absoluto, menos importante; de hecho, a la larga, cuando el tiempo se haya extendido tanto que el pasado sea necesariamente una tenue sombra de lo que fue, acaso se cumpla el vaticinio que el matemático G. H. Hardy (protagonista del capítulo 83) realizó en un emotivo texto, A Mathematician’s Apology (1940): “La matemática griega es ‘permanente’, más permanente incluso que la literatura griega. Arquímedes será recordado cuando Esquilo haya sido olvidado, porque los idiomas mueren, pero no las ideas matemáticas. ‘Inmortalidad’ puede ser una palabra estúpida, pero probablemente sea un matemático quien tenga la mejor oportunidad de comprender lo que quiere decir”. Y quien dice “matemática” puede decir, aunque sus contenidos y sus leyes sean más cambiantes, física, química, biología o cosmología, las disciplinas científicas más fundamentales. He procurado seleccionar para este canon libros que sean lo más “accesibles” posible al común de los lectores, pues bien sé que la ciencia requiere de ciertos conocimientos especializados. (…)

Al igual que Ulises, yo animo a todos a superar las columnas de Hércules del temor o de la ignorancia con respecto a la ciencia, el mejor instrumento que hemos creado los seres humanos para intentar entender qué somos y dónde estamos. Para ‘adquirir virtud y ciencia”.

Cada uno de los cien capítulos que componen este Canon oculto se centra en uno de esos libros capitales, explicando su contexto e importancia, al mismo tiempo que se dan detalles del autor, todo ello completado con la reproducción de algún texto representativo de la obra en cuestión, elegido teniendo en cuenta la facilidad de comprensión para los lectores.

José Manuel Sánchez Ron, físico teórico, académico de la RAE y divulgador científico. /Foto cortesía editorial Crítica

José Manuel Sánchez Ron ha recibido varios premios como el Nacional de Ensayo (2015), y el Julián Marías a la carrera científica en Humanidades de la Comunidad de Madrid en 2016. Además de académico de la RAE, es académico numerario de la Académie Internationale d’Histoire des Sciences de París, y académico correspondiente (2006) de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Es autor de libros como Crítica de Marie Curie y su tiempo, Historia de la física cuántica, I: El período fundacional (1860-1926), El mundo de Ícaro y Una historia de la medicina. De Hipócrates al ADN (los tres junto a Antonio Mingote), Historia de España, vol. 11 (España y Europa) (con José Luis García Delgado y Juan Pablo Fusi), Albert Einstein. Su vida, su obra y su mundoQuerido Isaac, querido Albert. Una historia epistolar de la ciencia.

WMagazín publica un pasaje de Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural), de Isaac Newton, de 1863, porque establecen los principios de la física clásica (las tres Leyes de Newton) y de la gravitación universal, es decir: que cambiaron el mundo.

Un libro para todos los tiempos

Principios matemáticos de la filosofía natural (1867), de Isaac Newton

Por José Manuel Sánchez Ron

Escribió un libro sin el cual la historia de la humanidad habría sido otra: Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural; Londres, 1687), con toda seguridad uno de los tres tratados científicos (los otros son los Elementos de Euclides y Origin of Species de Charles Darwin) más influyentes jamás publicados. Una obra que culminó la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII. Escrita en latín e impresa para la Royal Society por Joseph Streater con la autorización (imprimatur) otorgada por Samuel Pepys como presidente de la Sociedad, introducía las tres leyes del movimiento: la de la inercia, la que dice que fuerza es igual a masa por aceleración y la denominada de acción y reacción. Así las presentaba en su libro:

Ley I

Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser en tanto que sea obligado por fuerzas impresas a cambiar su estado.

Ley II

El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime.

Ley III

Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. O sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentidos opuestos.

Pero los Principia contienen otra joya suprema: la ley de la gravitación universal, que permitió contemplar la caída de graves en la superficie terrestre y los movimientos de los planetas como manifestaciones de un mismo fenómeno. Esta ley no hace su aparición en los Principia hasta el libro tercero: “Sobre el sistema del mundo”; más concretamente y tras una elaborada gestación, en la “Proposición VII. Teorema VII” y en sus dos corolarios. Nunca volvería la humanidad a mirar el universo de la manera en que lo había hecho hasta entonces. He aquí cómo aparece esa proposición en los Principia:

PROPOSICIÓN VII. TEOREMA VII

La gravedad ocurre en todos los cuerpos y es proporcional a la cantidad de materia existente en cada uno.

Hemos probado ya que todos los planetas gravitan entre sí, y también que la gravedad hacia cada uno de ellos considerado individualmente es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia desde cada lugar al centro del planeta. De lo cual se sigue que (por la Proposición LXIX del Libro I y sus Corolarios) la gravedad hacia todos es proporcional a la materia existente en ellos.

Por lo demás, dado que todas las partes de un planeta A gravitan hacia otro planeta B, y la gravedad de una parte cualquiera es a la gravedad del todo como la materia de la parte a la materia del todo, y puesto que a toda acción corresponde igual reacción (por la tercera Ley del movimiento), el planeta B gravitará a la inversa hacia todas las partes del planeta A, y su gravedad hacia cada parte será a su gravedad hacia el todo como la materia de la parte a la materia del todo Q.E.D.

COROLARIO 1. Por consiguiente, la gravedad hacia todo planeta surge y se compone de la gravedad hacia cada parte. De lo cual tenemos ejemplos en las atracciones magnéticas y eléctricas. Pues la atracción entera hacia el todo surge de las atracciones hacia cada parte. Para la gravedad esto se entenderá imaginando que muchos planetas menores se reúnen en un globo y constituyen uno mayor. Pues la fuerza del todo deberá originarse de las fuerzas de las partes componentes. Si alguien objeta que todos los cuerpos que nos rodean deberían gravitar entre sí según esta ley, mientras que no percibimos en absoluto una gravedad de este estilo, debo responder que la gravedad en estos cuerpos al ser respecto a la gravedad de toda la Tierra como son estos cuerpos al cuerpo de la Tierra entera, es bastante menor que la que es observable.

COROLARIO 2. La gravitación hacia cada partícula igual de un cuerpo es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia de los lugares a las partículas. Es evidente por el Corolario 3 de la Proposición LXXIV del Libro I.

Éstas eran las vigas maestras del sistema newtoniano del mundo, a las que hay que añadir un punto esencial: el que se refería a cómo se relacionaban entre sí los cuerpos, las partículas, sometidas al imperio de las leyes y fuerzas descubiertas por Newton. La respuesta que se da en los Principia es la siguiente: mediante acciones “a distancia”; esto es, a través de fuerzas que no necesitan ningún soporte (o medio) para ir de un cuerpo a otro, y que, además, se transmitían instantáneamente. No es preciso elaborar mucho para darse cuenta de que se trata de una idea francamente contraintuitiva. Pero funcionaba. Y Newton era lo bastante buen investigador como para no renunciar a un instrumento conceptual que mostraba un gran valor predictivo, o, lo que es lo mismo, científico. Otra cosa es lo que él pensase, sin poder demostrarlo.

A pesar de tratarse de un libro cuyo contenido inauguró una nueva era en la física y que influyó poderosamente también en otras ciencias, al igual que en el pensamiento filosófico, los Principia son, en un sentido, un texto clásico, de estructura antigua. Y ello porque Newton utilizó la geometría a la manera de Euclides y de Apolonio para sus demostraciones, aunque es seguro que antes había empleado el método de cálculo que él denominó “de fluxiones” (porque lo inventó para estudiar el movimiento, los flujos de posiciones de los cuerpos), su particular forma de lo que sería el cálculo infinitesimal o diferencial. El «traje geométrico» daba a la obra una dignidad clásica que habría sido difícil de conseguir en una presentación “fluxional”. Es posible que las pruebas geométricas diesen a los Principia esa respetabilidad pero aun así, su contenido estaba al alcance de muy pocos. Benjamín Franklin (1706-1790), por ejemplo, pudo no haberlo comprendido, pero se sabe que leyó varias veces el otro gran libro de Newton, la Opticks (la situación cambió gracias sobre todo a la formulación que de la mecánica y la gravitación newtonianas dio Pierre-Simon Laplace en su Traité de mécanique céleste y en la Exposition du système du monde).

Dan idea de la dificultad del contenido las directrices que el propio Newton dio a Richard Bentley (1662-1742) cuando éste le pidió ayuda en 1691 para comprender los Principia:

Después de los Elementos de Euclides, se debe entender los Elementos de las secciones Cónicas. Y para este propósito debe leer bien la primera parte del Elementa Curvarum de John De Witt, o el último tratado de De la Hire sobre secciones cónicas, o el epítome del Dr. Barrow sobre Apolonio.

Para el Álgebra, lea primero la introducción de Barthin, y después ocúpese de los problemas que encontrará dispersos en un lugar u otro de los Comentarios sobre la Geometría de Cartes [Descartes] y otros escritos Algebraicos de Francis Schooten. No quiero decir que deba leer todos esos Comentarios, solamente las soluciones de esos problemas con los que se encuentre aquí y allí. Puede encontrarse con Elementa curvarum y la introducción de Bartholin encuadernados junto con la Geometría de Cartes y los comentarios de Schooten.

Para la Astronomía, lea primero la breve exposición del Sistema de Copérnico al final de la Astronomía de Gassendi, y después otro tanto de lo que concierne al mismo sistema en la Astronomía de Mercator, y los nuevos descubrimientos realizados sobre los cielos con telescopios en el Apéndice.

Estas obras son suficientes para comprender mi libro: pero si consigue Horologium oscillatorium de Hugenius [Huygens], su manejo hará que esté mejor preparado.

Para el primer manejo de mi libro es suficiente comprender las Proposiciones con algunas de las Demostraciones que son más fáciles que el resto. Ya que cuando las comprenda le sería más fácil adentrarse en las más complicadas. Cuando haya leído las primeras 60 páginas, pase al Libro 3 y cuando haya visto su diseño puede volver a las Proposiciones que desee conocer, u ocuparse del conjunto si lo considera adecuado.

***

Suscríbete gratis a la Newsletter de WMagazín en este enlace.

Te invitamos a ser mecenas de WMagazín y apoyar el periodismo cultural de calidad e independiente, es muy fácil, las indicaciones las puedes ver en este enlace.

Descubre aquí las secciones de WMagazín.

José Manuel Sánchez Ron
Últimas entradas de José Manuel Sánchez Ron (ver todo)

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter ·