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Detalle de la portada de ‘Carrie’, de Stephen King, por su edición conmemorativa de 50 años, en Hodder & Stoughton . /WMagazín

Los herederos literarios del terror y de Stephen King exploran nuevos miedos

Con motivo del medio siglo del debut del escritor estadounidense con 'Carrie' (1974) recordamos las claves de su mundo creativo y la influencia que ha ejercido, sin prejuicios, en escritores que van de Mariana Enriquez a Grady Hendrix, Catriona Ward, Paul Tremblay,...

El catálogo de miedos del ser humano aumenta. A los terrores atávicos del mundo de ultratumba, posesiones demoníacas, poderes sobrenaturales, fuerzas malignas y asesinos y psicópatas ahijados de pesadillas infantiles se han sumado los de las sombras de la urbe, las guerras, el cambio climático, la globalización, el ciberespacio y la visibilización del terror doméstico y cotidiano. Son los temas que abordan los herederos literarios de Stephen King. No tanto esos episodios siniestros en sí como las consecuencias o secuelas de esos eventos.

El terror es un género desdeñado y sus autores poco valorados por la crítica literaria, pero amados por sus legiones de lectores. Solo a comienzos del siglo XXI Stephen King (Portland, Maine, Estados Unidos, 1947) empezó a ser tenido en cuenta por la crítica, al tiempo que se veía su influencia en otros escritores y en el cine. Su primera novela fue Carrie, de 1974, que dos años después alcanzó la popularidad internacional con la adaptación cinematográfica de Brian de Palma.

Portada de la primera edición de ‘Carrie’, de Stephen King, de 1974.

El escritor estadounidense tenía 27 años cuando debutó con Carrie, «la legendaria novela sobre una adolescente marginada y la venganza que promulga sobre sus compañeros de clase», resume la editorial. En esta novela dio las claves de su mundo literario que sucede o parte, sobre todo, de los espacios de niños y jóvenes, donde se gestan crueldades, antipatías, amistades o envidias, mientras ven el mundo adulto como algo amenazador alrededor del cual se despliegan fuerzas siniestras. Se trata de uno de los autores más prolíficos, con 65 novelas y once volúmenes de cuentos, de las que ha vendido unos quinientos millones de ejemplares. La mayoría de sus relatos y novelas han sido llevadas al cine o la televisión. Entre sus títulos más destacados figuran El resplandor, La zona muerta, Cujo, Christine, Cementerio de animales, It, Misery, Dolores Claiborne, La milla verde, Cuenta conmigo, Doctor sueño y la serie La Torre oscura.

«Creo que el terror posee un atractivo que no varía demasiado. A la gente le gusta detenerse delante del accidente y mirar. Ésa es la base de la que partimos», dijo Stephen King en una entrevista.

Los herederos de King

De la misma manera que Stephen King fue influenciado por nombres como Edgar Allan Poe o Lovecraft, su sombra luminosa ha caído sobre importantes escritores como:

Mariana Enriquez, Nuestra parte de noche o Los peligros de fumar en la cama.

Max Brooks, Guerra Mundial Z.

Paul Tremblay, Una cabeza llena de fantasmas o Desaparición en la roca del diablo.

Grady Hendrix, Horrorstör o Grupo de apoyo para final girls.

Richard T. Kelly, Las posesiones del doctor Forrest o Los cuchillos.

Stephen Graham Jones, La noche de los maniquís (La biblioteca de Carfax).

Joe Hill, Fuego o El traje del muerto.

John Ajvide Lindqvist, Déjame entrar.

Catriona Ward, La casa al final de Needless Street o Sundial.

Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito.

Eli Roth, Hotel.

Victor LaValle, La balada del Tom el negro.

Gerald Vizenor, Mestizos o El único indio bueno

Marcelo Guerrieri, Con esta Luna (Tusquets).

Ana Llurba, Hemoderivadas.

Rodolfo Santullo, Los cazadores del rey (Dolmen).

Se trata de una literatura que no solo bebe de los maestros literarios sino también del cine y de los videojuegos. Pues estos dos últimos han expandido el universo del terror no solo con temas propios, sino que las adaptaciones literarias las han llevado a su terreno para amplificar su impacto desde el mundo audiovisual. Uno de los grandes ejemplos fue Stanley Kubrick y su versión de El resplandor (1980), tercera novela de Stephen King.

Esta literatura no solo habla de los miedos soterrados o banales en situaciones inverosímiles para algunos, sino que escenifican los temores que han empezado a enraizar en la gente. Libros que, entonces, se convierten en retratos de un lado importante de nuestra sociedad. De ahí que tras el paréntesis de paz o libres de amenazas que produjo la caída del Muro de Berlín, en 1989, el ataque terrorista a las Torres gemelas de Nueva York y del Pentágono en Washington, el 11 de septiembre de 2001, se despertaran en la gente múltiples miedos sobre el fin del mundo, que luego fueron alimentados por la crisis económica, desatada en 2008, y el pánico ante el acecho de la pobreza y el surgimiento de la delincuencia que daban pie a un mundo posapocalíptico. Una nueva realidad en la que surgieron historias visuales como The Walking Dead.

¿Cómo llega un escritor al mundo de Stephen King y luego pretende seguir sus pasos? La escritora argentina Mariana Enriquez lo contó a WMagazín, en 2017, con ocasión de su volumen de cuentos Los peligros de fumar en la cama:

A los 11 años un tío suyo le regaló de cumpleaños Cementerio de animales, de Stephen King. “Era una novela de terror para adultos en manos de esa niña que se metió tanto en el mundo de King que un día cuando leía en la cama tiró la novela al suelo ‘como si estuviera infectada’.

“Fue cuando entendí que la literatura te podía causar algo físico. Hasta ese momento, pensaba que la música te daba ganas de bailar, que una canción triste te ponía triste, que una película te podía hacer llorar, como cuando vi E.T. El extraterrestre, y esas cosas. Pero con los libros no me había pasado nada parecido. Me gustaban, me gustaba leer, me entretenía, pero no sentía mucho. Hasta Cementerio de animales”.

Aquellas páginas le inocularon una parte del gusto por las historias de miedo, de episodios inquietantes que hacían referencia a personas y hechos cercanos a la gente corriente. Eso lo sintió la niña a través de las lecturas, al tiempo que la vida a su alrededor le transmitía en silencio otros miedos. Al nacer en 1973, la autora vivió antes de los 11 años los estertores del peronismo con María Estela Martínez de Perón, la vida sísmica del país durante la dictadura militar que duró siete años, los ecos de la guerra de las Malvinas en el 82 y la alegría mezclada con zozobra e incertidumbre de los mayores ante la reconstrucción de su país. Y veinte años después ella misma vivió la pesadilla de la crisis económica conocida como Corralito. Todo eso habría de permear su narrativa.

Mariana Enriquez es una de las autoras que aborda el género sin complejos y lo conecta mejor con los lectores al mostrarles miedos reconocibles de la realidad circundante. Y sin la corrección política y el buenismo que hoy intenta influir en las artes.

El secreto de King

El escritor Stephen King. /Foto de Penguin Random House

El escritor estadounidense da pistas sobre cómo ha construido su territorio creativo y sabido despertar el interés de los lectores en una entrevista que concedió a Toni Magistrale, incluida en el libro The King. Bienvenidos al universo literario de Stephen King (Errata Naturae). Es un volumen en el cual varios escritores analizan la obra del autor de El resplandor como Rodrigo Fresán, Mariana Enriquez, Edmundo Paz Soldán o Laura Fernández. Junto a ellos expertos en sus ficciones: Tony Magistrale, Grett Littmann y Katherine Allen.

Una de las preguntas de Magistrale es: “Del siglo XVIII a nuestros días, el género de terror siempre ha provocado un amplio interés entre la gente. ¿Crees que las razones para esa popularidad han cambiado a lo largo del tiempo, o que el terror ha sido constante en la manera de enganchar a su público?

Stephen King. Creo que el terror posee un atractivo que no varía demasiado. A la gente le gusta detenerse delante del accidente y mirar. Ésa es la base de la que partimos. La semana pasada salí y compré una copia de The National Enquirer porque se suponía que no debía hacerlo. Traía un artículo sobre Dylan Klebold y Eric Harris, los chavales que cometieron la masacre de Columbine. Habían censurado y retirado de varios lugares el tabloide porque incluía fotos de los dos chicos muertos. A su lado, había varios textos de acompañamiento en los que intentaban explicar, no, justificar, por qué The National Enquirer estaba actuando en beneficio del país al publicar esas fotografías. Una auténtica barbaridad. No era más que un intento, por parte de los editores, de justificar la publicación de esas imágenes, los dos chicos desplomados sobre un reguero de sangre. Y, por supuesto, yo compré un ejemplar para ver eso, para ver las fotografías de los dos chicos desplomados sobre un reguero de sangre.

En todos estos años he tenido que responder a un montón de preguntas sobre el libro de recortes de Charles Starkweather que hice cuando era pequeño. Ahora diría que había un propósito constructivo detrás de él: era una prueba, al menos para mí, de que el hombre del saco estaba muerto. Pero creo que no era el único motivo. Siempre está el impulso de ver a alguien muerto y reconocer que no eres tú. Ésa es la premisa central en el viaje que emprenden los niños de Cuenta conmigo. Y es un impulso que no cambia por mucho que cambie la sociedad o la civilización. Está integrado en lo más profundo de la mente humana. Es un indicio de mal gusto, tal vez, pero también una necesidad humana perfectamente válida, ese poder decir «estoy bien», ese poder juzgarlo en el hecho —la referencia, podríamos decir— de que hay otra gente que no lo está.

T. Magistrale. La mezcla de terror y humor es característica de algunas de las más emblemáticas adaptaciones cinematográficas de tus obras. Pienso en películas como Carrie, Cuenta conmigo. ¿Por qué crees que esos dos elementos aparentemente opuestos funcionan tan armoniosamente en ellas?

S. King. En este tema sólo podemos aventurar hipótesis. Creo que lo que ocurre es que los cables emocionales se te acaban cruzando. Llega un momento en el que el espectador no tiene claro cuál es la respuesta adecuada, cómo reaccionar. Y a veces, cuando la razón humana se encuentra en un callejón sin salida, lo único que se puede hacer es reír. Es una forma de liberación, la manera de superar ese punto muerto. Peter Straub dice que el terror nos lleva a adentrarnos en el reino de lo surrealista, y que cada vez que accedemos a ese mundo no podemos sino reír.

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Santiago Vargas

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