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El escritor español Luis Martín-Santos (1924-1964), autor de la novela ‘Tiempo de silencio (1962). /Foto cortesía Herederos de Luis Martín Santos

Luis Martín-Santos o la fuerza de la renovación literaria española iniciada con ‘Tiempo de silencio’

En 2024 se conmemoran un siglo del nacimiento del escritor español (1924) y sesenta de su muerte (1964). Se publica una nueva edición de su novela definida como 'bajorrealista' y se preparan seis volúmenes con toda su obra dispersa que incluira dos novelas inéditas y dos piezas de teatro

De Luis Martín-Santos se conmemoran, este 2024, dos efemérides: un siglo de su nacimiento, el 11 de noviembre de 1924, y sesenta años de su muerte, el 21 de enero de 1964. Era uno de los narradores que prometía renovar la literatura española de la posguerra civil, junto a autores que ya lo estaban haciendo como Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio o Juan Benet. En 1962 publicó el libro que anunciaba esas promesas: Tiempo de silencio. Pero su muerte en un accidente de tráfico truncó la continuación de su revolución literaria. Una literatura definida por él mismo autor y su amigo y escritor Juan Benet como “bajorrealista”.

Nació en Larache en 1924, un protectorado español en Marruecos, donde trabajaba su padre como militar. En 1929 se trasladan a San Sebastián, norte de España. Martín-Santos vivió allí hasta que viajó a Salamanca a estudiar medicina. En 1946 llegó a Madrid a hacer el doctorado en psiquiatría, que terminó en 1949. En la capital española visitaba el famoso Café Gijón, sitio de reunión de intelectuales, escritores y artistas donde conoció a varios autores importantes y mantuvo tertulias con varios de ellos. Fue miembro de la Academia Errante, unos de los foros de debate destacados que buscaba nuevos cauces de expresión.

Hijo de un militar vencedor de la Guerra Civil española (1936-1939), Luis Martín-Santos respondió, en los años cincuenta, afiliándose al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y llegando a ser miembro de su ejecutiva en la clandestinidad mientras trabajaba como director del hospital psiquiátrico de San Sebastián. Varias veces estuvo en la cárcel.

Su obra se divide en tres apartados: estudios médicos, ensayos y literatura. Sobre el primero hay registrados medio centenar de artículos y dos libros: su tesis doctoral Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental (1955) y Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial (1964).

Los ensayos tratan de política, literatura y antropología, por ejemplo.

En lo literario, publicó el poemario Grana gris (1945) y la novela Tiempo de silencio (1962). Su novela inconclusa Tiempo de destrucción fue reconstruida por Mario Camus y Pepa Rezola, y se publicó bajo la supervisión de José-Carlos Mainer. Sus cuentos están recogidos en el volumen póstumo Apólogos, revisados por Salvador Clotas.

Su obra dispersa se empezará a publicar este marzo de 2024 bajo el sello de Galaxia Gutenberg. Este corpus constará de unos seis volúmenes bajo la dirección de Domingo Ródenas, catedrático de literatura en la Universidad Pompeu Fabra. Entre los textos que incluirá están dos de los más esperados, sus novelas inéditas El vientre hinchado (escrita a comienzos de los años cincuenta) y El saco (fechada en 1955). Son dos obras que podrían explicar parte de su gran acierto novelístico y la renovación literaria expuesta en Tiempo de silencio. El volumen dedicado a la narrativa breve contará con cuentos, como el famoso El amanecer podrido. El teatro incluirá las piezas Claudia e Irma.

Martín-Santos, señala la editorial Galaxia Gutenberg, «era un creador pleno; su lenguaje desafiante permitía que las palabras fluyeran de forma magnética. Compartió con las grandes figuras de la literatura la obsesión por convertir el lenguaje en materia explosiva. Su prosa, psicológica, vertiginosa y sugerente, alcanza su cima en la legendaria novela Tiempo de silencio. Pero Martín-Santos no es sólo el autor de Tiempo de silencio, hemos podido acceder a su obra más amplia, gracias a la tarea de los estudiosos recopiladores y a los hijos del autor. Parte de ella está en su segunda y gran novela, Tiempo de destrucción».

Las claves de Tiempo de Silencio

Tres portadas de ‘Tiempo de silencio’, de Luis Martín-Santos: la primera de 1962, la segunda y la conmemorativa del centenario del nacimiento del autor, en 2024. /WMagazín

Tiempo de silencio acaba de tener una edición conmemorativa en Seix Barral, con prólogo de Enrique Vila-Matas. Este autor español señala que Martín-Santos “fue hombre de excepcionales dotes intelectuales”. Y continúa: “La aparición de Tiempo de silencio significó un antes y un después […]. De no haber perdido Martín-Santos la vida en 1964, en accidente de automóvil, habría podido abrir una vivificante y divertida vía nueva en la narrativa española”.

Dos grandes autores expresaron en su momento lo que significaba esta novela. Para el poeta español Jaime Gil de Biedma, esta novela “compone, con La colmena de Cela y El Jarama de Sánchez Ferlosio, el catálogo bien escaso de novelas valiosas aparecidas después de la guerra”.

Y para el cubano Guillermo Cabrera Infante, la obra “terminó con la tradición realista española que había sido propagada, como una infección, por los malos lectores de Cervantes casi desde la publicación del Quijote”.

Así la presenta en su nueva edición Seix Barral:

“Madrid, otoño de 1949. Pedro, un joven científico, ve interrumpida su investigación sobre el cáncer cuando se agotan los ratones de una cepa que desarrolla un tumor inguinal. Tras descubrir que un maleante llamado el Muecas cría esa misma variedad en una chabola del extrarradio, Pedro se adentrará en los bajos fondos de la capital, iniciando así su particular bajada a los infiernos”.

Fragmento de Tiempo de silencio:

Portada de la primera edición de ‘Tiempo de silencio’, utilizada entre 1962 y 1964. /WMagazín

“Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos, tan ingenuamente contentas de sí mismas al modo de las mozas quinceñas, tan globalmente adquiridas para el prestigio de una dinastía, tan dotadas de tesoros —por otra parte— que puedan ser olvidados los no realizados a su tiempo, tan proyectadas sin pasión pero con concupiscencia hacia el futuro, tan desasidas de una auténtica nobleza, tan pobladas de un pueblo achulapado, tan heroicas en ocasiones sin que se sepa a ciencia cierta por qué sino de un modo elemental y físico como el del campesino joven que de un salto cruza el río, tan embriagadas de sí mismas aunque en verdad el licor de que están ahítas no tenga nada de embriagador, tan insospechadamente en otro tiempo prepotentes sobre capitales extranjeras dotadas de dos catedrales y de varias colegiatas mayores y de varios palacios encantados —un palacio encantado al menos para cada siglo—, tan incapaces para hablar su idioma con la recta entonación llana que le dan los pueblos situados hacia el norte a doscientos kilómetros de ella, tan sorprendidas por la llegada de un oro que puede convertirse en piedra pero que tal vez se convierta en carrozas y troncos de caballos con gualdrapas doradas sobre fondo negro, tan carentes de una auténtica judería, tan llenas de hombres serios cuando son importantes y simpáticos cuando no son importantes, tan vueltas de espalda a toda naturaleza —por lo menos hasta que en otro sitio se inventaron el tren eléctrico y la telesilla—, tan agitadas por tribunales eclesiásticos con relajación al brazo secular, tan poco visitadas por individuos auténticos de la raza nórdica, tan abundantes de torpes teólogos y faltas de excelentes místicos, tan llenas de tonadilleras y de autores de comedias de costumbres, de comedias de enredo, de comedias de capa y espada, de comedias de café, de comedias de punto de honor, de comedias de linda tapada, de comedias de bajo coturno, de comedias de salón francés, de comedias del café no de comedia dell’arte, tan abufaradas de autobuses de dos pisos que echan humo cuanto más negro mejor sobre aceras donde va la gente con gabardina los días de sol frío, que no tienen catedral”.

“[…] Un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se explican por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de alimento en la boca, extendiéndole pedazos de tela sobre el cuerpo, depositándole artefactos de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias profesionales por la piel, mezclando ante su vista refinadas bebidas tras la barra luciente de un mostrador”.

Luis Martín Santos (1924-1964). /Foto cortesía Herederos de Luis Martín-Santos.

Tiempo de destrucción

Luis Martín-Santos murió en plena acogida literaria. En 1962, la periodista Janet Winecoff Díaz le pregunta qué obras tenía proyectadas, y su respuesta fue: “Varias obras de tipo destructivo”. Una referencia clara a la que sería Tiempo de destrucción, manuscrito en el que estaba trabajando y que quedó inconcluso. Y hay un “tercer tiempo” del que nada más se sabe y que hubiera cerrado la trilogía iniciada por Tiempo de silencio. A pesar de ello, Tiempo de destrucción pudo ser reconstruido gracias a la labor de Mario Camus y Pepa Rezola.

La novela, según la editorial, “recoge y amplía los temas fundamentales de Tiempo de silencio, y lleva aún más lejos que la precedente novela la indagación técnica del autor y su implacable enfrentamiento a las formas de vida y los mitos culturales e ideológicos de la sociedad que le rodea. Pese a que Martín-Santos no llegó a dar forma definitiva al plan que se había trazado, Tiempo de destrucción debe considerarse un testimonio de valor irremplazable acerca de la evolución de uno de los principales renovadores de la novela española contemporánea e, incluso en su estado actual, una de las obras más singulares y significativas de nuestra narrativa de postguerra”.

El análisis existencial

Este volumen presenta la faceta de psiquiatra de Martín-Santos que da pistas para comprender su personalidad intelectual y la significación del conjunto de su obra. Son, señala la editorial, “las herencias teóricas en las que basa su concepción personal de la psicología normal y patológica, recogiendo así los fundamentos de su pensamiento, la radiografía de sus raíces intelectuales, plasmada en sus artículos sobre los autores que le sirven de punto de partida (Jaspers, Freud, Sartre, Heidegger, etc.). Sus análisis de la existencia humana, aplicando esas ideas teóricas al estudio de fenómenos psíquicos normales: el erotismo, el amor, la psicología del naturalista, etc. Su forma personal de entender los trastornos mentales y la elaboración de un psicoanálisis existencial orientado a la psicoterapia de las neurosis. Además de su interés para la filosofía, la psicología y la psicoterapia, esta obra tiene un gran valor histórico, cultural y literario, pues ofrece una auténtica autobiografía intelectual de este ya clásico autor”.

  • Tiempo de silencio. Luis Martín-Santos. Prólogo de Enrique Vila-Matas (Seix Barral).

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Santiago Vargas

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