
El escritor mozambiqueño Mia Couto, ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024. /WMagazín
Mia Couto, el escritor que funde los mundos de África gana el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances
El escritor de Mozambique obtiene el galardón de la feria del libro más importante en español porque “hace repensar la relación entre los integrantes de la comunidad de países de lengua portuguesa, llamando la atención y la sensibilidad hacia el continente africano". La ceremonia de entrega inaugurará la FIL el 30 de noviembre
Mia Couto es un hijo de inmigrantes portugueses en Mozambique que desde niño aprendió a contar historias de África, fue aspirante a médico, pero terminó estudiando biología, empezó a ganarse la vida como periodista, luchó por la independencia de su país y se enamoró de la literatura. De todo eso está hecha su obra, de la sensibilidad de otro mundo que está en este y que el resto no termina de comprender. El África extraordinaria donde conviven como uno solo los mundos terrenal, invisible, mítico e imaginado.
El compromiso de Mia Couto con África en lo ancestral, humano, medioambiental, político, social y cultural está desde que en la adolescencia escribió sus primeros poemas publicados en un diario local. Seis décadas después, Mia Couto, António Emílio Leite Couto (Beira, 1955), es el ganador del Premio de Literatura en Lenguas Romances de la 38ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) 2024. El galardón se entregará el sábado 30 de noviembre durante la inauguración de la FIL, en el salón Juan Rulfo, del recinto ferial. Couto es el quinto autor en lengua portuguesa que obtiene este premio, después de Nélida Piñon (1995), Rubem Fonseca (2003), António Lobo Antunes (2008) y Lídia Jorge (2020).
Ha sido distinguido, según el jurado, por su innovación lingüística, y para reconocer “una obra literaria notable que integra y entreteje la crónica, el cuento y la novela”. Además, añade el jurado, “hace repensar la relación entre los integrantes de la comunidad de países de lengua portuguesa, llamando la atención y la sensibilidad hacia el continente africano y sus relaciones históricas, culturales y geopolíticas, invitando además a reconocer y a acercarnos de otra manera a la historia y la naturaleza del planeta”.
Couto es uno de los escritores africanos más conocidos e importantes en lengua portuguesa, desde su debut novelístico Tierra sonámbula, de 1992. Narra la historia de la guerra civil mozambiqueña entre 1977 y 1992. Otras obras destacadas suyas son El último vuelo del flamenco, La confusión de la leona y Venenos de dios, remedios del diablo, así como de las colecciones de cuentos Voces anochecidas, su primer libro de 1986, y Cada hombre es una raza. Ha recibido numerosas distinciones, como el Premio Nacional de Literatura en Portugal (1993), el Premio Nacional de Literatura en Mozambique (1995), el Premio Camões (2013) y el Premio Internacional Neustadt de Literatura (2014). Es miembro de la Academia Brasileña de las Letras.
La familia de Couto llegó a Mozambique huyendo de la dictadura portuguesa de António de Oliveira de Salazar. Se instaló en Beira, donde nació en 1955. Su padre era un comunista y activo divulgador de la cultura. A pesar de que Couto era blanco, cuando tenía 17 años se unió al Frelimo, Frente de Liberación de Mozambique, que luchaba contra la colonización de sus compatriotas. Lo aceptaron porque trabajaba en un periódico local y el movimiento necesitaba comunicadores y escritores. Empezó a trabajar en la revista Tribuna, hasta que llegó a ser director de la Agencia de Información de Mozambnique (AIM).
Mia Couto debe su nombre a una anécdota familiar: de niño le gustaban los gatos y su mamá le dijo que él era otro gatico, así que de miau derivó en Mia.

El jurado estuvo integrado por Carlos Reis, de Portugal; Graciela Montaldo, de Argentina; Jerónimo Pizarro, de Colombia; Juan Luis Cebrián, de España; Lucía Melgar, de México; Oana Fotache Dubălaru, de Rumanía, y Vittoria Borsò, de Alemania.
Este galardón se entrega desde 1991 como reconocimiento al conjunto de una obra de creación en cualquier género literario. Autores como Nicanor Parra, Olga Orozco, Fernando del Paso, Margo Glantz, Fernando Vallejo, Emmanuel Carrère, Claudio Magris, Ida Vitale, Diamela Eltit, Mircea Cărtărescu y Coral Bracho, entre otras grandes figuras de la literatura contemporánea, han recibido este galardón. La Asociación del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances está conformada por la Universidad de Guadalajara, el Gobierno del Estado de Jalisco, los gobiernos de Guadalajara y de Zapopan, Fundación Universidad de Guadalajara AC, Arca Continental, Fibra Educa y Bancomext.
Tierra sonámbula
Así empieza la primera novela de Mía Couto:
“En aquel lugar la guerra había matado la carretera. Por los caminos sólo las hienas se arrastraban, hocicando entre cenizas y polvo. El paisaje se había mestizado con tristezas nunca vistas, con colores que se pegaban a la boca. Eran colores sucios, tan sucios que habían perdido toda levedad, olvidados de la osadía de levantar alas por lo azul. Aquí, el cielo se había vuelto imposible. Y los vivientes se acostumbraron al suelo, con resignado aprendizaje de la muerte.
El camino que ahora se abre a nuestros ojos no se entrecruza con ningún otro. Está más tumbado que los siglos, soportando solo toda la distancia. En las cunetas se pudren coches incendiados, restos de las rapiñas. En la sabana, alrededor, tan sólo los baobab contemplan el mundo desfloreciendo.
Un viejo y un crío van siguiendo el camino. Andan bamboleantes, como si caminar fuese su única dedicación desde que nacieron. Van hacia allá desde ninguna parte, dando lo venido por no ido, en espera de lo próximo. Huyen de la guerra, de esta guerra que ha contaminado toda su tierra. Avanzan descalzos, sus vestidos tienen el mismo color del camino. El viejo se llama Tuahir. Es delgado, parece haber perdido toda la sustancia. El joven se llama Muidinga. Camina delante desde que salió del campo de refugiados. Se le nota un leve cojear, una pierna demorándose más que el paso. Vestigio de la enfermedad que, aún hace poco, lo arrastró casi hasta la muerte. Quien lo había recogido había sido el viejo Tuahir, cuando todos los demás le habían abandonado. El niño estaba ya sin disposición, las mucosidades le salían no sólo de la nariz, sino de toda la cabeza. El viejo tuvo que enseñarle todos los inicios del andar, del hablar, del pensar. Muidinga se aniñó otra vez. Esta segunda infancia, sin embargo, se había visto apresurada por las necesidades de la supervivencia. Cuando iniciaron el viaje ya se había acostumbrado a cantar, dando salida a distraídas juegocreaciones. En la convivencia con la soledad, sin embargo, el canto acabó por emigrar de él. Los dos camineros armonizaban con el camino, marchitos y desesperanzados”.
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