Muere Joan Didion, la mujer que contribuyó a cambiar el periodismo
La periodista y escritora estadounidense tenía 87 años. Sus crónicas sobre la cultura popular y las sombras de la política le dieron un lugar en el periodismo y su libro 'El año del pensamiento mágico' en la literatura
Joan Didion ha muerto a los 87 años. Es una de la pocas mujeres que contribuyó a cambiar para siempre el periodismo, desde los años sesenta, con nuevas técnicas narrativas, mientras los escritores de ficción se fijaron en sus estrategias y estructuras literarias. Joan Didion nació en Sacramento, California, Estados Unidos, el 5 de diciembre de 1934, y murió de parkinson en Manhattan, Nueva York, el 23 de diciembre de 2021.
La voz audaz y virtuosa de Joan Didion empezó a ocupar un lugar en el periodismo y la literatura a través de sus crónicas sobre la cultura popular de los años sesenta en Estados Unidos, desde su mirada en California. Pero alcanzó carácter global cuando compartió el dolor por la pérdida de su esposo y su hija en una obra profunda, sincera y conmovedora que tituló El año del pensamiento mágico (Literatura Random House).
Didion, señala The New York Times, «estableció una voz distintiva en la ficción estadounidense antes de dedicarse a los reportajes políticos y la escritura de guiones. Pero fue California, su estado natal, el que le proporcionó su material más valioso».
Para The Washington Post, Didion «hizo una crónica de la decadencia y la hipocresía estadounidenses».
Sus primeros pasos los dio en la revista Vogue, a donde llegó tras ganar, con 22 años, un concurso de ensayo que patrocinaba dicha publicación. Pronto ascendió a editora y crítica de cine. Su firma fue habitual en las publicaciones más prestigiosas como Life y The New York Review of Books. Su nombre se dio a conocer por los «artículos incisivos y de búsqueda que exploraban los bordes desgastados de la vida estadounidense de posguerra», señala The New York Times. Junto a su marido, John Gregory Dunne, escribió guiones cinematográficos.
La primera obra de ficción la publicó en 1963: Run, River, traducida como El río de la noche. Le siguieron Según venga el juego (1970), Una liturgia común (1977), Democracia (1984) y The Last Thing He Wanted (1996). Entre sus libros de autoficción están Where I Was From, Noches azules yEl año del pensamiento mágico, National Book Award y finalista del Premio Pulitzer y del National Book Critics Circle Award. También publicó diferentes ensayos sobre la cultura y la política de su país recogidos en libros como Los que sueñan el sueño dorado y Sur y Oeste.
El pulso de la vida real era su pasión. Eso la llevó a El Salvador en los años ochenta, los más conflictivos, de donde alió Salvador. La vida a través de las voces de sus protagonistas la llevó a Miami a hablar con los cubanos exiliados que no paraban de aumentar lo que darío origen a su libro Miami, en 1987.
En en cine tuvo varios trabajos como guionista. Los dos más populares son Ha nacido una estrella, de 1976, con Kris Kristofferson y Barbra Streisand; e Íntimo y personal, veinte años después (1996), con Michelle Pfeiffer y Robert Redford, sobre la periodista Jessica Savitch.
En 2013 el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla Nacional de las Artes.
Duelo y vida
Sobre su libro más universal, El año del pensamiento mágico, Didion escribe en su primera página:
«Y de repente… ya no existía’. En mitad de la vida estamos en la muerte, dicen los episcopalianos junto a la tumba. Más tarde me di cuenta de que durante aquellas primeras semanas le debí de repetir los detalles de lo sucedido a todo el mundo que vino a casa, a todos los amigos y parientes que trajeron comida, prepararon bebidas y pusieron platos en la mesa del comedor para toda la gente que se presentaba a comer o a cenar, a todos aquellos que recogieron los platos y congelaron las sobras y pusieron en marcha el lavavajillas y llenaron nuestra casa (todavía no conseguía pensar en ella como mi casa) por lo demás vacía, aun después de que yo me fuera al dormitorio (nuestro dormitorio, sobre cuyo sofá seguía habiendo un albornoz de toalla de la talla XL comprado en la década de 1970 en el Richard Carroll de Beverly Hills) y cerrara la puerta. Aquellos momentos en que me vencía abruptamente el agotamiento son lo que recuerdo mejor de los primeros días y semanas. No recuerdo haberle contado a nadie los detalles, pero debí de hacerlo, porque todo el mundo parecía conocerlos. En un momento dado me planteé la posibilidad de que se hubieran contado los detalles de la historia entre ellos, pero la rechacé de inmediato: la historia que conocían era en todos los casos demasiado precisa para haber corrido de boca en boca. Venía de mí».
Vejez y amor
Noches azules (Literatura Random House) está dedicado a su hija Quintana que murió en 2005, poco antes de la publicación de El año del pensamiento mágico sobre el duelo por su marido. En Noches azules, de 2011, Didion habla sobre la vejez, el tiempo, el amor, la belleza, las paradojas de la vida… y lo empieza así:
«En ciertas latitudes hay un lapso de tiempo, al acercarse el solsticio de verano y los días posteriores, unas semanas como mucho, en que los crepúsculos se vuelven largos y azules. Este periodo de las noches azules no tiene lugar en la California subtropical, donde yo viví durante gran parte del tiempo del que voy a hablar aquí y donde el final de la luz del día es brusco y queda perdido en el resplandor del sol poniente, pero sí que ocurre en Nueva York, que es donde vivo ahora. Se puede ver ya a finales de abril y principios de mayo, un cambio de estación, no es exactamente que afloje el frío –de hecho, el frío no afloja para nada– y sin embargo de repente el verano parece próximo, una posibilidad, una promesa incluso. Pasas por delante de una ventana, paseas hasta Central Park y te encuentras bañada en el color azul: la luz en sí es azul, y al cabo de una hora más o menos este azul se acentúa, se intensifica aun mientras se oscurece y se apaga y se aproxima finalmente al azul del cristal en un día despejado en Chartres, o al de la radiación de Cherenkov que emiten las varas de combustible de las piscinas de los reactores nucleares. Los franceses llaman a esta hora del día ‘l’heure bleue’. Nosotros la llamamos ‘el crepúsculo’. La misma palabra «crepúsculo» reverbera, despierta ecos –crepitación, crescendo, corpúsculo, crisálida–, lleva en sus consonantes las imágenes de persianas que se cierran, de jardines que se oscurecen, de ríos flanqueados de hierba que se deslizan entre las sombras. Durante las noches azules uno piensa que el día no se va a acabar nunca. A medida que las noches azules se acercan a su fin (y lo hacen, lo hacen siempre) uno experimenta un escalofrío literal, una visión de enfermedad, en el mismo momento de darse cuenta: la luz azul se está yendo, los días ya se están acortando, el verano se ha ido. Este libro se titula Noches azules porque en la época en que lo empecé a escribir sorprendí a mi mente volviéndose cada vez más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas, el acortamiento de los días, lo inevitable del apagamiento, la muerte de la luz. Las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición».
…Artículo en elaboración…
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