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Ilustración sobre el concepto de felicidad en la pospandemia. /Foto de WMagazín

Nueva felicidad: entre redescubrir la grandeza de lo sencillo o la euforia del hedonismo

En el umbral de la pospandemia la búsqueda de este estado surge más ansioso tras una metamorfosis. Varios filósofos, poetas, novelistas y dramaturgos analizan el nuevo estadio que vive la felicidad “lo más demandado y universal desde que existe la humanidad”

“Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. Estas palabras de Voltaire retratan el umbral de la pospandemia en 2021 donde el concepto de felicidad sale más ansioso tras una metamorfosis múltiple que oscila entre el redescubrimiento de su grandeza en las cosas pequeñas, sencillas y cotidianas y su lado más rebelde, festivo y ambicioso. ¿O, acaso, es el triunfo de algo más modesto como la alegría?

La tercera década del siglo XXI sitúa la felicidad en un nuevo estadio de nerviosismo que potencia en las personas sus raíces de anhelo y sueño pero que al ser tan conscientes de su búsqueda se desvanece y la hace más efímera, mientras la envuelven los ecos de Aristóteles, Epicuro, Marco Aurelio, Séneca y los estoicos, pero también de Kant y Nitzsche.

“Nadie ha puesto nunca en duda que la felicidad es lo más demandado y universal desde que existe la humanidad”, recuerda Victoria Camps en su ensayo La búsqueda de la felicidad (Arpa).

Pero “el concepto de felicidad pertenece a una época que no es la nuestra”, asegura Javier Gomá Lanzón. El filósofo español ya habló de ella en 2014, cuando el mundo empezaba a salir de la crisis económica, en su libro Muchas felicidades (Ariel), junto al filósofo Fernando Savater y el filólogo, helenista y mitógrafo Carlos García Gual.

Para comprender esta nueva vida de la felicidad en el imaginario universal, Javier Gomá que acaba de publicar la trilogía teatral Un hombre de cincuenta años (Galaxia Gutenberg), donde el tema está presente o planea, traza un arco biográfico de la felicidad:

“Hubo un tiempo, al que pertenece Aristóteles, en que el mundo estaba bien ordenado y cada elemento de él tenía que cumplir su función. La felicidad, para Aristóteles, consistía en que el hombre cumpliera la función que tenía asignada, su entelequia, lo que le proporcionaría un sentimiento de satisfacción: eudaimonía. Pero todo esto cambió con la modernidad, que pone en el centro al individuo. Ya no se trata de cumplir una función, sino asumir la condición trágica del hombre: nacido para la mayor excelencia, condenado a la indignidad de la muerte. Con esto en la cabeza, el concepto de felicidad se ha hecho imposible. Por eso, el concepto central, durante la modernidad, ya no es la felicidad sino la dignidad. Con una enorme ventaja para la dignidad. Porque para ser feliz el mismo Aristóteles admitía que era necesario reunir algunos bienes de fortuna, mientras que se puede obrar con dignidad en cualquier situación y circunstancia, incluso sin esos bienes.

Y esto se ratifica en el último año. La pandemia, con tantos muertos, heridos y destrozos, no ha sido un momento de felicidad, pero sí de dignidad. Para mí, por ejemplo, que la mayoría de la sociedad admitiese confinarse, perder su libertad y arruinar sus negocios para proteger a los más débiles (los más mayores e improductivos, pero dignos de cuidado) ha sido un himno a la dignidad”.

Es en ese territorio donde parece coincidir el poeta y narrador Manuel Vilas cuando señala que “puede que ahora la gente esté buscando más la alegría que la felicidad, porque la felicidad es un sentimiento vinculado al éxito en la vida. El éxito económico, laboral, profesional, sentimental”.

Y va más allá el autor de obras como Ordesa y Alegría al recordar que “la felicidad además es una convención social. Los fracasados no pueden ser felices, al menos socialmente felices. Pero tras la pandemia la idea del éxito se ha desvanecido. En cambio, el sentimiento de la alegría, que es más humilde y nada social, que no está vinculado al éxito, que es un sentimiento biológico y privado, puede ser más deseado en estos momentos de la Historia”.

A la alegría y la felicidad no se renuncia ni en tiempos de pandemia, sentencia Marta Sanz. La novelista cree que “en la búsqueda de la felicidad hay algo que, incluso, puede tener que ver con la resignación. Hay otra palabra que puede ser empatía. Hay una gradación compleja en esa búsqueda”.

Marta Sanz ha dejado testimonio de esa búsqueda y metamorfosis, consciente o no, de esta nueva felicidad en su libro Parte de mí (Anagrama) que es la presentación de su diario de Instagram del 17 de abril al 31 de mayo de 2020.

La escritora percibe dos tendencias, con la primera se identifica mucho: “es el redescubrimiento de los placeres pequeños, el descubrimiento de lo pequeño perdido, el redescubrimiento de cosas que quizás teníamos naturalizadas y normalizadas como el abrazo. Busco la felicidad, muchas veces, en mi casa. Se ha modificado el concepto de aventura. Ahora se puede vivir en espacios pequeños. Entonces, en esa búsqueda de la felicidad hay una resignificación de lo pequeño, de lo modesto. Pero también hay todo lo contrario: una especie de sensación de vivir unos nuevos años 20 con su estallido hedonista y todo tipo de vicios y virtudes erótico-festivas”.

Confiesa que ella creía que se iba a vivir una vida un poco más mesurada. Como escritora utópica, señala Sanz, espera que la gente no se acostumbre al concepto de resiliencia “que desde un punto de vista psicológico puede ser buenísimo para superar duelos, pérdidas y demás, pero desde el punto de vista político y social es absolutamente nefasto”.

De fondo parece escucharse a Oscar Wilde en El ruiseñor y la rosa: “¡Ah, la felicidad depende de cosas tan pequeñas…!”.

Mucho de estos redescubrimientos o reconciliaciones que mencionan Marta Sanz y Manuel Vilas aparecen en la nueva novela de María Folguera: Hermana. (Placer) (Alianza). Una historia que transcurre en la primavera madrileña de la pandemia de 2020 y que rescata y rinde tributo a la importancia de los pequeños placeres a través de su función vital en un grupo de escritoras como Elena Fortún, Rosa Chacel y Carmen Martín Gaite.

La felicidad, para la dramaturga y directora del Teatro Circo Price, “solo puede ser aprehendida como contrapunto de la desgracia -recordar lo mal que se puede llegar a estar, según experiencia propia y ajena, y a partir de ahí respirar hondo y pensar la alabanza”. Admite que le gustaría reconocer la felicidad sin compararla con los malos ratos, pero solo sabe contemplarla desde ahí.

El texto de Natalia Ginzburg Invierno en los Abruzos le sirve a María Folguera para ejemplificar parte de su pensamiento: “Es sobre el reconocimiento posterior, póstumo en el sentido de que la narradora de Ginzburg siente que la felicidad ha muerto después de aquel invierno. La escritora cuenta su exilio en un pueblecito, junto a su marido y sus hijos. Toda la extrañeza y desorientación que vivió en aquel momento se revela después, cuando la desgracia definitiva sacude a la familia, como un momento de fortuna. Pienso en Invierno en los Abruzos a menudo, así que supongo que la felicidad, para mí, es todo aquello que consigue una tregua con la amenaza”.

Hace un año, cuando asomaba el primer verano después del confinamiento duro y la incertidumbre como gota malaya, Nuria Labari escribió en El País un artículo de opinión en el que hablaba sobre las llamadas vieja y nueva normalidad e invitaba a aprovechar este cruce de ciclos para cambiar los derroteros: “Es hora de asumir que aquella idea de felicidad que hoy añoramos, no nos trajo nada bueno. Nada tan bueno, desde luego. La mayoría de las veces no hizo que encontráramos nuestro sitio en el mundo ni que fuéramos capaces de conquistar el placer sin olvidarnos de todo lo que estaba mal. Y por tanto, en cierto sentido, fue inútil. Me gustaría que mi sociedad, mi ciudad y mi cultura no volvieran a olvidarse de todo lo que está mal. Que la felicidad deje de ser moneda de cambio y el placer un anestésico. Siento cómo empieza a soplar el viento de otra vida por vivir, como en la novela de Theodor Kallifatides. Y me digo que, con un poco de suerte, la felicidad nunca volverá a ser lo que fue”.

Cuando en 2014, tras el asomo del fin de la crisis económica iniciada en 2008, Javier Gomá, Fernando Savater y Carlos García Gual rastrearon a través de la historia la transformación de la felicidad señalaron que su búsqueda parece haber sido más fuente de desdichas que de dichas. ¿Un espejismo?

Inmanuel Kant, recordaba Savater, “decía que había que merecer la felicidad. No está en nuestra mano ser felices, porque quien hiciera buenas acciones buscando la felicidad en el fondo sería un tipo que lo que quiere es cobrar, ¿no? Es como el soborno del cielo. Alguien que hace las cosas porque espera salvarse es un cobrador”.

Epicuro y los estoicos aparecen en las palabras de García Gual: “Para los estoicos hay que ser bueno y hay que portarse bien y ser feliz aquí. Aprender a partir y mediante los sentidos. La felicidad como algo a nuestro alcance y gobernable por nosotros mismos”.  

Epicuro, afirma García Gual, “cree que la felicidad es natural, que el hombre está destinado por naturaleza a ser feliz y que lo que lo hace desgraciado son las vanas ilusiones. Se trata de ver la dulzura del vivir”.

El reencuentro con esa “dulzura del vivir” suele habitar en lo modesto y la belleza de lo cotidiano de las que hablan Marta Sanz y Manuel Vilas y la dignidad citada por Javier Gomá.

Preguntarse por el sentido de la felicidad equivale a preguntarse cómo vivir, escribe Victoria Camps en su ensayo. Y deja claro dos puntos: “La felicidad es una búsqueda a lo largo de la vida de cada persona. La infelicidad es el abandono de esa búsqueda, del deseo de seguir viviendo. Más que una meta a alcanzar es un estado de ánimo, el anhelo de una vida plena y conseguida”.

Rosa Montero escribió sobre la felicidad tras el fin del Estado de Alarma en España, a mediados de mayo de 2021, y vio cómo la euforia y pirotecnias expresivas propias de la celebración de un fin de año buscó ansiosa su perpetuidad. Y eso la llevó a otro análisis:

“La felicidad es una liebre artificial que nos lleva corriendo detrás de ella con la lengua fuera, y lo más estúpido es que somos nosotros mismos quienes le damos cuerda.

‘Vivimos esta vida como si lleváramos otra en la maleta’, decía Hemingway, un señor al que por cierto detesto. Pero tenía toda la razón: malgastamos de manera estúpida nuestros días posponiendo la conciencia plena de vivir a otro momento, como si el presente solo fuera una estación de paso, una etapa tediosa en nuestro agitado camino hacia no sé dónde”.

Así se sitúa la felicidad entre un poema de Raymond Carver:

“Felicidad. Llega
de forma inesperada. Y sigue su camino, realmente.
Cualquier madrugada te lo dice”.

Un pensamiento de Friedrich Nietzsche:

“El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices”.

O la reflexión de Albert Camus:

“El error (…) consiste en creer (…) que existen condiciones para la felicidad. Lo único que cuenta es la voluntad de ser feliz”.

Varios libros recientes o reeditados invitan a ella desde el mismo título que quiere llamear como guacas en la noche:

La búsqueda de la felicidad. Victoria Camps (Arpa).

Filosofía para la felicidad. Epicuro. Carlos García Gual, Emilio Lledó y Pierre Hadot (Errata Naturae).

Breve tratado sobre la felicidad. Ricardo Moreno Castillo (Fórcola).

Pequeño manual de la perfecta felicidad. Ilarie Voronca. Traducción y prólogo de Christian Santacroce (Hermida).

Defensa de la felicidad. Alegato en favor de Epicuro. Francisco de Quevedo (Reino de Cordelia).

Lecciones de estoicismo. Filosofía antigua para la vida moderna. John Sellars. Traducción de Abraham Gragera López (Taurus).

Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad. Lucio Anneo Séneca. Traducción de Eduardo Gil Bera (Acantilado).

Historia económica de la felicidad. Una nueva visión de la historia del mundo. Emanuele Felice. Traducción de laura Cortés Fernández (Crítica).

Sobre la vida feliz. Cicerón (Guillermo Escolar).

Pequeñas alegrías. La felicidad del instante. Marc Augé (Ático de los Libros).

…Y la búsqueda continúa…

@winstonmanrique

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Libros sobre la felicidad en 2021. /WMagazin
Portada de WMagazín con especiales, junio de 2021. /WMagazín

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Winston Manrique Sabogal

Un comentario

  1. Gracias mil por el tema de la felicidad. «…la nube se precipitó en el aguacero. Luego, la atmósfera diáfana, los montes azules, los charcos, la calma, el SUSPIRO. (luego de un día más, cargado de tinieblas)».

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