
Detalle de la portada de ‘Relatos’, de Patricia Highsmith (Anagrama). /WMagazín
Patricia Highsmith: desdoblar la vida e iluminar deseos oscuros del ser humano
La gran escritora de novela negra, del thriller psicológico y creadora de personajes clásicos como Tom Ripley falleció hace 30 años, el 4 de febrero de 1995. Este es un retrato suyo a través de frases de sus 'Diarios y cuadernos (1941-1995)
Con 26 años, Patricia Highsmith ejerció de Moira y trazó su propio destino. A las dos y media de la madrugada del miércoles 31 de diciembre de 1947 trazó su autorretrato y su sino en su diario, que aún no sabe que compartirá con millones de lectores por siempre: “Mi brindis de Año Nuevo: por todos los demonios, lujurias, pasiones, codicias, envidias, odios, extraños deseos, enemigos espectrales y reales, el ejército de recuerdos, con los que batallo; ojalá nunca me den tregua”.
Y no le dio tregua. Ese destino ya estaba en marcha. Se abrió en 1950 cuando publicó su primera novela: Extraños en un tren. Cuarenta y cinco años después, el sábado 4 de febrero de 1995, falleció dejando un gran legado literario (22 novelas y 10 colecciones de cuentos) y un mapa extraordinario de la conducta humana oscura y laberíntica a merced del poder misterioso del deseo, del deseo en todos sus desdoblamientos y distorsiones. Un lugar donde reinan la mentira, la muerte, la psicopatía, el crimen, el suspense y un yo más ensimismado que nunca que aspira a una belleza envenenada en thrillers psicológicos. Una prueba es su personaje más famoso: Tom Ripley.
Patricia Highsmith no era más que una mujer deseante de amor, un amor que era:
“una intoxicación comparable al primer trago”.
Y que buscaba la belleza en medio de su mundo turbulento:
“La gente es bella hasta que hay demasiada”.
Sus sueños, desencuentros, frustraciones, soledades y oscilaciones emocionales las transmutó en sus novelas que van a la médula de la psiquis para iluminar el lado turbio de las personas. Una mujer y escritora que batalló con ahínco, desde aquella madrugada de año nuevo, con sus propios fantasmas a través de la escritura. Creó un mundo literario para vivir, historias sombrías con las que dar rienda suelta a la maldad que anida en el ser humano o a la de quienes, en algún momento, piensan, desean o sueñan con hacer el mal por ambición, venganza, poder, juego, porque sí o por quién sabe por qué. Las novelas de Highsmith son el abismo que hay entre desear hacer el mal y ejecutarlo.
Cuatro frases de sus Diarios y cuadernos (1941-1995), en Anagrama, descifran un poco su vida y cómo se enfrentó a la creación de su universo literario:
- “El asesinato es un modo de hacer el amor, una manera de poseer”.
- “Pergeñaré mi propia lengua con las cenizas, no se parecerá a la de nadie más”.
- “No crearé vida, sino verdad como nadie ha visto hasta ahora”.
- “Buscar la vida en la obra, vivir allí, con sus dramas, sus penurias, placeres y gratificaciones”
Estos cuadernos publicados en inglés en 2021, el año de su centenario, y en español en 2022, son mil doscientas páginas. Una muestra de las más de ocho mil páginas originales halladas en 56 volúmenes que estaban escondidos en un armario de su casa en Suiza.
“Es una escritora más allá de etiquetas y géneros literarios. Sigue siendo imprescindible para el género y para la literatura, sin etiquetas, por tantos motivos. Quizás sea una aportación interesante la posibilidad de obrar mal de seres que de alguna forma se consideran inocentes. Consigue un efecto muy turbador”, explicó Silvia Sesé, su editora de Anagrama, en 2021, cuando WMagazín hizo un especial por el centenario del nacimiento de la escritora.
Patricia Highsmith, mejor, Mary Patricia Plangman, tomó el apellido del segundo esposo de su madre, nació en Fort Worth, Texas, el 19 de enero de 1921. A los treinta años se trasladó a Nueva York, después a Europa, donde se sentía más cómoda, de tal manera que vivió en Inglaterra, Francia y, finalmente, Suiza, el Locarno, donde falleció en 1995. Estuvo siempre a la búsqueda de su voz:
“Quien no haya estado nunca sentado en el borde de la cama llorando toda la noche, consciente de la voz sin lengua en su interior, anhelando el tono hermoso, el verso exquisito, la pincelada perfecta, el sabor en la boca que le indique la perfección, no sabe lo que yo sufro ahora y nunca llegará a crear. Pergeñaré mi propia lengua con las cenizas, no se parecerá a la de nadie más. Entonces hablaré, no de grandeza, no de vida, ni de familia ni de amor fraterno; hablaré de la necesidad de otros como yo que no han encontrado sus lenguas, o para quienes quizá nunca haya otra lengua que la mía. El deber es grande y la carga me pesa, pero ese trabajo será la más honda alegría sobre la tierra. No crearé vida, sino verdad como nadie ha visto hasta ahora”.
La primera vez que Silvia Sesé leyó a Highsmith era joven. Sobre su gran personaje, Tom Ripley, afirma: “Es impresionante la aparente facilidad con la que describe ligeras modulaciones del ánimo de Ripley, dándole espesor a unas decisiones, de las que como de un iceberg el lector aprecia su repentina aparición mientras debajo se mueven lentos y oscuros deseos, miedos, carencias, la vulgaridad del mal, también. Ser capaz de construir con frases tan limpias, con diálogos tan veloces todo ese magma de motivaciones, es simplemente genial”.
Esos Diarios y cuadernos (1941-1995) muestran el origen de su obra, su acercamiento a la escritura, decepciones, amores frustrados, gozos y desencuentros con la bebida, ráfagas de su misoginia y racismo, incluso. Pero, sobre todo, son piezas del mosaico de las que están hechas las personas con todas sus contradicciones, evoluciones, miedos, deseos, ambiciones, deconstrucciones y sueños. Aquí una persona enmarañada en su propia identidad, en la búsqueda de su ser, de lo que se espera que sea según las normas y coordenadas de la sociedad: “era un chico en el cuerpo de una chica”. Una frustración, pero, también, la necesidad de dar salida a todo ese amor, a todo ese deseo, a todo ese resentimiento, resquemor. Lo escribió ella misma:
“Un artista cuenta su vida en los mosaicos de sus creaciones, dispuestos de cualquier modo. Cuando muere, un autorretrato, del que no tenía idea al comienzo, queda terminado y fijado”.
Y una cosa es escribir después del prestigio y otra antes. ¿Qué pensaba Patricia Highsmith antes de su debut novelístico con Extraños en un tren, de 1950, y que fuera llevada al cine por Alfred Hitchcock, en 1971? Los siguientes pasajes de 1947 dan muchas pistas de cómo se construyó Patricia Highsmith:
“Leyendo a Kierkegaard. Y a Hannah Arendt sobre el existencialismo. Ella encaja con mi personalidad, creo. Quiero estudiar más a Kierkegaard”.
“Estoy leyendo a Dostoievski. Me ayuda mucho, ¡con sus exclamaciones, sus confusiones! Me hace expresar lo que quiero”.
“Una tendencia probablemente saludable en mí: prefiero leer ciencia en lugar de ficción cuando escribo una historia tirando a insólita”.
“Carezco de discreción, juicio, código moral. No hay nada que no estaría dispuesta a hacer: asesinato, destrucción, prácticas sexuales repugnantes. No obstante, también leo la Biblia. Mi ser está desgarrado por la frustración igual que el telón delante del falso templo. Sí, ansío conocer una mujer hermosa en una minúscula mesa negra en alguna parte, y besarle la mano, y hablar de cosas que le encanten. Ansío despojarme del mismo modo que ansío despojar mi arte de todo lo superfluo que lo corrompe. Debe de ser lo primero en mi trabajo”.
“Se adquiere sabiduría en la ebriedad y en las pesadillas de las profundidades del sueño torturado, que son ambas contrarias a Dios y a la felicidad, pero no a la naturaleza”.
“El hombre debe luchar de acuerdo con su propia naturaleza torturada”.
“Es la resistencia lo que cuenta, al hacer el amor, al escribir un cuento o una novela. Hay que hacerles el amor a todos los temas. ¡Ese es el gran secreto del universo!”.

Nota de la editorial sobre Diarios y cuadernos (1941-1995)
«Patricia Highsmith, que en vida se ganó fama de misántropa y mantuvo un aura de secretismo sobre su vida privada, al morir dejó unos diarios y cuadernos personales guardados entre la ropa en un armario. Su editora, Anna von Planta, se ha sumergido en las más de ocho mil páginas de anotaciones y ha realizado una meticulosa selección, que ahora sale por fin a la luz. Sin duda, un acontecimiento literario.
Aflora aquí la persona detrás de la escritora, con todas sus complejidades y contradicciones. La autora da rienda suelta a contundentes opiniones –no exentas de polémica–, aborda episodios cruciales de su vida y nos permite también adentrarnos en la «cocina» de su universo literario y comprobar que su más célebre creación, el sociópata Tom Ripley, es el fruto destilado de sus demonios interiores.
Estos textos recorren toda la vida de Highsmith, desde su época de estudiante hasta sus últimos años en Suiza, y nos permiten acompañarla en las dudas juveniles sobre su identidad sexual, en las noches sin fin del Greenwich Village neoyorquino de los años cuarenta –de copas con personajes variopintos como Judy Holliday y Jane Bowles–, en los primeros atisbos de su vocación literaria y en el temprano éxito de Extraños en un tren –llevada casi de inmediato al cine por Alfred Hitchcock–, en su paso por la colonia de artistas de Yaddo –en compañía de Chester Himes y Flannery O’Connor–, en su prolija y convulsa vida amorosa, en la publicación de su novela de amor lésbico El precio de la sal –después retitulada Carol– con seudónimo para esquivar el escándalo, en su decisión de marcharse a Europa, en su afición al alcohol…
Highsmith, que durante toda su vida se construyó una coraza y una máscara para protegerse y ocultarse del mundo, se las quita ambas en estas páginas y se muestra visceral y descarnada, con una incansable pasión por vivir y escribir: una creadora con un mundo interior tormentoso y una mujer dolorosamente humana».
- Diarios y cuadernos (1941-1995), Patricia Highsmith. Edición y prólogo: Anna Von Planta. Epílogo: Joan Schenkar. Traducción: Eduardo Iriarte Goñi (Anagrama).
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