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Detalle de la portada de la novela ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, de Stieg Larsson (Destino), que descubrió Sergio Vila-Sanjuán en la Feria de Fráncfort. /WMagazín

Periodistas culturales cuentan qué escritores y obras descubrieron, como lectores, en ferias de libros

Con motivo de la Feria del Libro de Madrid 2024, del 31 de mayo al 16 de junio, un grupo de reporteros que la han cubierto y nos informan cada día del mundo del libro, comparten sus hallazgos literarios en eventos similares de España o del mundo. Son Andrea Aguilar, Luis Alemany, David Felipe Arranz, Nuria Azancot, Antón Castro, Paula Corroto, Juan Cruz, Miguel Ángel Delgado, Winston Manrique Sabogal, Antonio Martínez Asensio, Andrés Seoane, Javier Ors, Carmen Sigüenza, Sergio Vila-Sanjuán... Recomendaciones de WMagazín, con la colaboración de Endesa

¿Qué escritores y obras han descubierto en ferias de libros los periodistas que informan sobre estos eventos y del mundo del libro? Los periodistas literarios siempre están a la caza de autores y obras nuevas, de historias que los lleven por territorios desconocidos, de páginas que les regalen más placeres de lectura. Y las ferias, más allá del ruido alrededor de las novedades, son momentos ideales para desarrollar la vocación de exploradores de tesoros literarios, recorrer las casetas con calma y, claro, tener los oídos atentos a los comentarios de los visitantes y charlar con libreros y escritores que les pueden revelar hallazgos.

Un grupo de periodistas, de diferentes generaciones, que cubren o han cubierto la sección de libros y literatura en medios de comuniación o trabajan en suplementos culturales de España, comparte con los lectores de WMagazín qué escritores y/o libros descubrieron en alguna feria española o del mundo y por qué les gusta esa obra.

Hallazgos felices que estos periodistas convierten en relatos breves personales y literarios que hablan de su pasión por la lectura y la profesión. Se trata de Andrea Aguilar, de El País; Luis Alemany, de El Mundo; David Felipe Arranz, de El Marcapáginas (Intereconomía); Nuria Azancot, de El Cultural (El Español); Antón Castro, de Heraldo de Aragón; Paula Corroto, de El Confidencial; Juan Cruz, de Clarín – Revista Eñe; Miguel Ángel Delgado, de El ojo crítico (RNE) y ABC; Winston Manrique Sabogal, de WMagazín; Antonio Martínez Asensio, de Cadena SER (Un libro, una hora); Andrés Seoane, de El Mundo (La Lectura); Javier Ors, de La Razón; Carmen Sigüenza, de la Agencia EFE; y Sergio Vila-Sanjuan, de La Vanguardia (Cultura/s).

Bienvenidos a las historias de cómo algunos escritores y libros han hecho felices a varios colegas y ganaron buenos lectores:

Detalle de la portada del libro 'Los otros feriantes', de Álvaro Cunqueiro (Ediciones 98), descubierto por Andrés Seoane en la Feria del Libro de Madrid. /WMagazín

Qué leen quienes informan de libros

ANDREA AGUILAR / El País

Diario 1887-1910

Jules Renard. Traducción: Ignacio Vidal-Folch (Debolsillo)

Hay polvo y mucho calor unos días, lluvia otros, mucha gente y colas y ese ambiente entre verbenero y de falso paseo marítimo en el Paseo de Coches. No siempre es fácil ver las casetas y la mañana o última hora de la tarde entre semana en que se tiene la suerte de tener espacio y tiempo para hacerlo, la oferta puede resultar abrumadora. Pasadas unas cuentas casetas, parece que dejas de ver. Pero la feria no es solo mirar las casetas, es también saludar y hablar. La lectura es solitaria, la escritura también y quizá por eso el Retiro ofrece un curioso espacio de intercambio informal, de charla sobre libros, aunque no solo. Así que una de las cosas que más me gustan de la Feria del Libro de Madrid es la conversación que allí surge con amigos y conocidos, bien rodeados porque cualquier sugerencia de lectura puede ser rápidamente encauzada. En una de esas conversaciones con Milena Busquets surgió esta recomendación: Diario 1887-1910, de Jules Renard, traducido por Ignacio Vidal-Folch y editado en Debolsillo. Allí encontró ella el título de su diario Las palabras justas y yo, gracias a su recomendación, una lectura que no me abandona. Nadie comenta y observa mejor que Renard, y Milena, claro.

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LUIS ALEMANY / El Mundo

La maravillosa vida breve de Oscar Wao

Junot Díaz (Random House)

En 2008 me hice con La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz, en la Feria del Libro de Madrid, y, supongo, que debí de despachar su lectura en dos o tres días, que coincidieron con la semifinal de la Copa de Europa de Fútbol en la que España venció a Rusia en los penaltis. Era una época un poco solitaria en mi vida: trabajaba, a menudo, hasta tarde y tendía al aislamiento por algún motivo que no recuerdo. La noche de la semifinal trabajé en la redacción, fingiéndome ajeno al juego (mi relación con el fútbol ha sido irregular y superficial siempre, pero nunca se ha extinguido). Terminé la tarea, más o menos a la hora en que Casillas paraba el último lanzamiento y el júbilo nacional me pilló en la calle Mateo Inurria, andando camino a casa, con el libro de Junot bajo el brazo. En algún momento del paseo, un coche lleno de chicos embanderados y ebrios paró en un semáforo. Uno de ellos me llamó, miró al libro y gritó: ¡Intelectual de los cojones! El caso es que hoy parece tan irrecuperable una fiesta así, tanto como leer a Junot Díaz, que cayó en desgracia años después y al que ya nadie recuerda.

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DAVID FELIPE ARRANZ / El Marcapáginas – Radio Intereconomía

 Estilo y estructura en la literatura española

Leo Spitzer (Crítica)

Recientemente, en la XLVI Feria del Libro Antiguo y de Ocasión adquirí una joya: se trata de Estilo y estructura en la literatura española (Editorial Crítica), de Leo Spitzer (1887-1960), una recopilación de estudios de uno de los grandes de la filología, que fue marginado por unos y por otros, pero cuyo método fue desarrollado desde que el maestro vienés se instaló en Estados Unidos en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Pensaba que como el texto es reflejo fiel del espíritu, era posible descubrir las peculiaridades creadoras de éste descubriendo las peculiaridades lingüísticas de aquél. Se aplicaba, pues, a la estilística con la pretensión de tender puentes entre la lingüística y la crítica literaria. La rebelión contra el misterio poético sustentó el trabajo de Spitzer desde su juventud y en este volumen se reúnen estudios sobre las letras españolas: el Cantar de Mío Cid, Razón de Amor, Libro de Buen Amor, el romance de Abenámar, el romance del Conde Arnaldos, las Coplas de Jorge Manrique, Góngora, El Quijote o el Barroco español.

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NURIA AZANCOT / El Español – El Cultural

Flush

Virginia Woolf. Traducción: Rafael Vázquez Zamora (Destino, 1944)

No recuerdo la fecha con exactitud, pero sí que era 1981 y que a mis dieciséis años disfrutaba a plena conciencia, ingenua y feliz, de esa libertad que solo hacía unos meses habían pretendido arrebatarnos. Paseaba sin prisas, eso también lo recuerdo, por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid de aquel año, cuando encontré un librito con cubiertas de color rojo y lomo blanco que iba a cambiar mi vida lectora. Se trataba de una primera edición de un título cuya existencia ignoraba: Flush, de Virginia Woolf (Destino, 1944), una autora cuyas obras (Al faro, Las olas, Noche y día...) devoraba.

Flush, aparentemente tan sencilla comparada con aquellas, me deslumbró. Al llegar a casa descubrí, sí, que la novela, protagonizada por el cocker spaniel de la poeta Elizabeth Barrett, que era testigo y cómplice de la historia de amor de su amiga con el también poeta Robert Browning, era una novela realmente deliciosa.

No lo duden, búsquenla (Lumen, Destino y Austral la han reeditado). Es un relato fascinante, rebosante de emoción, sensibilidad, y un muy sutil humor que recomiendo, regalo y releo. Una de esas delicadas joyas literarias menores y magníficas que derrotan al tiempo.

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ANTON CASTRO / Heraldo de Aragón – Artes y Letras

Alexis o el tratado del inútil combate

Marguerite Yourcenar. Traducción: Emma Calatayud (Alfaguara, 1983).

En una feria de libro de Zaragoza de 1986 me encontré con un libro, Alexis o el tratado del inútil combate de Marguerite Yourcenar. Ya era conocida en España, gracias, en particular, a aquella publicidad que le hizo Felipe González cuando reveló que estaba leyendo Memorias de Adriano. Aquella historia de amor y de imposibilidad, de misterio y renuncia, la tentativa de decir, no lo que se podía decir, sino casi lo que no se adivinaba a sentir del todo, me impresionó por su elegancia, por el lenguaje ceñido y poético, y por una especie de estructura musical. Uno de los libros más bellos, breve e intenso, que he leído (y releído) nunca.

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PAULA CORROTO / El Confidencial

Payasos. El dictador y el artista

Norman Manea (Tusquets)

El libro que descubrí en una feria fue Payasos. El dictador y el artista, un ensayo del rumano Norman Manea, que habla sobre los sistemas políticos, en este caso la Rumanía fascista pre II Guerra Mundial y la comunista posterior, que utilizan la cultura como arma política, sobre cómo no pocos artistas acaban convirtiéndose en servidores del poder totalitario sin ejercer su libertad creativa por no tener problemas con ese poder (y seguir chupando de él).

Lo compré en la Feria del Libro de Madrid de 2017 y lo recuerdo, perfectamente, por una serie de circunstancias personales bastante tristes. Lo había publicado Tusquets en 2006 y ahí estaba esa edición (en qué librería lo compré ya no sabría decirte). No conocía de nada al autor, pero el tema me interesaba (y me interesa) muchísimo, y aprendí mucho de lo que ocurrió con la cultura durante el régimen comunista de Ceaucescu. Pero lo recomiendo porque recuerdo su amenidad, se leía bien y porque la libertad del creador es algo que debe prevalecer, ante todo. Ya, luego, la gente dirá si le gusta o no.

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JUAN CRUZ / Clarín y Revista Eñe

El pintor de batallas

Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)

Descubrí en persona a Arturo Pérez-Reverte, en una feria del Libro de Madrid de finales de los años ochenta. Iba con una mochila de cuero, sobre el hombro, miraba adentro de las casetas, a los autores, a cómo estos se estaban comportando, cómo firmaban. Entonces él aún no había publicado ningún libro, o solamente uno, no había empezado su boom, que lo tendría cuando ya publicó en Alfaguara. Yo lo vi pasar, y jamás olvido su aspecto de joven interesado en el éxito de los otros. Luego él ha sido el gran triunfador de todas las ferias. En un tiempo tuve el privilegio de acompañarlo en ese sucesivo triunfo de autor. Y recomendaría de él todo, pero sobre todo El pintor de batallas, admirable balada de su literatura.

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MIGUEL ÁNGEL DELGADO / El ojo crítico (RNE) y ABC

Todos los cuentos

Horacio Quiroga (Cátedra)

El libro que descubrí en una Feria del Libro, hacia 2009 y 2010, y que sigue siendo una de las joyas de mi librería, es una edición de Todos los cuentos de Horacio Quiroga, de la colección Archivos, no recuerdo si en la caseta del Fondo de Cultura Económica o dónde. Para mí, más que un descubrimiento, fue un reencuentro: en 8º de EGB tuve un tutor que nos puso una hora de lectura semanal en clase; al principio, cada uno tenía que comprar un libro que le tocaba de una lista, y esos libros quedaban a disposición de toda la clase para leer, intercambiados. Así descubrí la edición de Cuentos de la selva que publicó la inolvidable colección de literatura juvenil Tus Libros, de Anaya, de Quiroga. Fue un deslumbramiento, pero no tuvo continuidad hasta ese maravilloso encuentro en la FLM.

¿Por qué recomendaría leer a Quiroga? Por muchas cosas, pero sobre todo se me ocurre una: porque no entiendo que en España tengamos tanta adoración (justificada) por autores como Poe o Lovecraft, y tengamos tan desconocido a otro que está a la misma altura, con sus relatos asfixiantes, terroríficos y febriles ambientados en ese lugar tan extremo como son las selvas sudamericanas. Maravilloso es poco.

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WINSTON MANRIQUE SABOGAL / WMagazín

Pura pasión

Annie Ernaux. Traducción: Thomas Kauf (Tusquets)

Tras una prueba del diluvio universal en Bogotá, pude ir, al atardecer, a la Feria Internacional del Libro de 1994. Estaba, y sigue celebrándose, en el recinto de Corferias, que es como un pequeño archipiélago de edificios bajos que obligaba a ir de uno a otro saltando charcos. Recorrí varios pasillos con casetas de libros, me detuve en varios a ojear y hojear, hasta que en uno de ellos empecé a leer más de la cuenta: la historia de una mujer que relata cómo vio, por primera vez, una película clasificada X, pero su televisor no tenía codificador, así es que las imágenes son borrosas y los sonidos chisporroteos, cuenta cómo intuye que la pareja hace el acto sexual y dice: “Han pasado siglos y más siglos, centenares de generaciones, y tan solo ahora se puede contemplar algo así, un sexo de mujer y un sexo de hombre que se unen, el esperma; lo que no se podía contemplar casi sin morir se ha convertido en algo tan fácil de ver como un apretón de manos. Me ha parecido que la escritura debería tender a eso, a esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y a este estupor, a una suspensión del juicio moral”.

Fundir estas dos ideas me llamó la atención. Cerré el libro y miré en la portada para saber quién era el autor y el título: Annie Ernaux, Pura pasión. No sabía nada de ella. Compré la novela, era corta, y la leí esa misma noche. Supe de la agonía de una mujer que espera a que suene el teléfono y sea su amante. La espera entre el infierno y la esperanza, el recorrido por los laberintos del deseo, el amor, la pasión y los celos que todo lo corroen. Todo en un solo amasijo emocional. Era la voz directa, cruda, franca, realista y sin contemplaciones de una escritora que casi tres décadas después ganaría el Nobel de Literatura.

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ANTONIO MARTÍNEZ ASENSIO / Cadena SER – Un libro una hora

El soldado de porcelana

Horacio Vázquez-Rial (Puzzle)

Fue en la Feria del Libro de Madrid. Me llamó la atención que en la portada figurara “Edición definitiva”. Era un libro de bolsillo: El soldado de porcelana. No conocía al autor (y reconocerlo ahora me avergüenza). Le di la vuelta para leer la contraportada. Era una historia sobre Gustavo Durán, ese músico, amigo de Falla y de Lorca quecuando estalló la Guerra Civil se convirtió en un héroe, uno que llegó a ser general republicano. El autor era Horacio Vázquez-Rial, que luego se convirtió en uno de mis autores favoritos, durante una época. Descubrí que podías seguir la pista de sus personajes a lo largo de sus novelas y seguí la pista de cada uno. Lo descubrí delante de una caseta, un mes de junio de 2001.

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JAVIER ORS / La Razón

El río del tiempo

Jon Swain. Traducción: Magdalena Palmer (Gatopardo)

No conocía a Jon Swain y, sin embargo, sabía quién era. Por qué la mirada repara en un libro y no en otros de semejante portada, composición y formato resulta todavía un misterio sin esclarecer. Pero los lectores que frecuentan librerías coincidirán en que resulta inevitable dedicarle unos minutos de calma a un autor que abre una obra con unos versos de Kipling que, más o menos, y si la memoria no vacila, rezan: No sabemos qué nos deparará la guerra, así que hablemos del amor.

De la abundante cinematografía que consumí a edades inapropiadas, pervive el recuerdo de Los gritos del silencio. La historia de un corresponsal del New York Times, su fotógrafo (John Malkovich) y su traductor en tierras del Mekong en los setenta. Los acompañaba un periodista británico que en la película adquiere relevancia cuando los jemeres rojos dirimen si ejecutarlo o no. Ese reportero era Jon Swain, pero cuando en aquella Feria del Libro de Madrid, en 2019, tomé en las manos El río del tiempo (Gatopardo), no recordaba su nombre. Tardé unos segundos en reconocerlo, aunque solo un instante en adentrarme en sus páginas, unas lúcidas memorias de sus experiencias en Vietnam y Camboya. Una obra que habla de la camaradería, de los ideales de juventud, de los que se marcharon, Larry Burrows, y de los que quedaron atrás. Hay mucho relato y muchas preguntas (¿cuándo un periodista debe intervenir y salvar la vida de un hombre?). Y las estampas de dos conflictos que no difieren demasiado de las que hoy vemos en la televisión.

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ANDRÉS SEOANE / El Mundo – La Lectura

Los otros feriantes

Álvaro Cunqueiro (Ediciones 98)

A veces uno encuentra lejos lo que tiene cerca. Como muchos escritores gallegos del siglo XX, y más cuando la política está por medio, Álvaro Cunqueiro es un autor algo olvidado, digamos, en el resto de España. Yo ya había leído sus obras principales en ediciones locales, pero fue en la Feria del Libro de Madrid de 2022 cuando el fundador de Ediciones 98, Jesús Blázquez, apasionado rescatador de clásicos modernos, me habló de su titánico proyecto de recuperar en castellano toda la obra del mindoniense, en cuya literatura cobran sentido real las palabras inagotable y universal.

En otoño de ese mismo 2022 se publicó Los otros feriantes, libro que conforma su trilogía de semblanzas gallegas junto a Escuela de curanderos y Gente de aquí y acullá. Después vendrían Merlín y familia, un prodigio de originalidad con resonancia en toda Europa en su época, y Las crónicas del sochantre. Y el próximo 11 de junio, de nuevo en la feria madrileña, Blázquez presentará el libro inédito anunciado en su día por Cunqueiro y que éste no llegó a publicar en vida, La taberna de Galiana. Una ocasión perfecta para acercarse a la magia de este maestro de la transgresión y la melancolía.

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CARMEN SIGÜENZA / Agencia EFE

Una muerte muy dulce

Simone de Beauvoir. Traducción: Silvina Bullrich y María Santillán (Edhasa)

Un libro que me dejó muy marcada y que descubrí en la Feria del Libro de Madrid en los ochenta, no recuerdo bien si en 1982 o en 1983, fue Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir, publicado por Edhasa, en tapa blanda y con una portada muy sugerente en la que se ve el dibujo de una mujer apoyando su rostro sobre una mano que cubre su cara sobre un fondo rosa.

“El jueves, 24 de octubre de 1963, a las cuatro de la tarde, me encontraba en Roma en mi habitación del hotel Minerva; al día siguiente tenía que regresar a casa en avión y estaba ordenando papeles cuando sonó el teléfono. Bost me llamaba de París. ‘Su madre ha sufrido un accidente’, me dijo. Pensé: “La ha atropellado un coche”…. Así comienza este relato breve que Beauvoir escribió en 1964, inmediatamente después de la muerte de su madre, y que, siendo tan atractivo e interesante, no es tan conocido como otros títulos de la escritora y filósofa existencialista y referente del feminismo, como Los mandarines, Memorias de una joven formal o La mujer rota.

En este breve libro, Beauvoir reflexiona, por un lado, sobre la existencia, la enfermedad, la muerte, el dolor, la necesidad o no de prolongar la vida estando ya en situación terminal, o la culpa, y, por otro, tira del hilo de la memoria para recuperar la relación que tuvo con su madre desde niña, la relación con su hermana, la de su padre con su madre, y todo ello de forma muy descriptiva y cruda, sin tapujos, tampoco con quejas o cuchillos punzantes. Todo de manera natural y suave, a pesar de lo duro que puede ser todo lo que cuenta.

Y esto es lo que supuso para mí una ventana abierta, porque, por primera vez, leía un libro sincero sobre la enfermedad y la muerte de una madre y sobre los sentimientos íntimos y mudos que existen en la relación de una madre y una hija, con sus luces y sombras, con sus amores, reproches, culpas o silencios. Pude visualizar escenas y situaciones que para aquella lectora de 18 años supusieron un referente, un aprendizaje y una reflexión sobre la existencia y sus muchas aristas, que me marcó y abrió camino para querer conocer a esta pensadora fundamental del siglo XX.

“No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural, puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun así los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida”, dice en su final Beauvoir.

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SERGIO VILA-SANJUÁN / La Vanguardia – Cultura/s

Los hombres que no amaban a las mujeres

Stieg Larsson. Traducción: Martin Lexell y Juan J. Ortega Román (Destino)

Fue durante una conversación nocturna, pero no recuerdo bien si transcurría en el Frankfurter Hof o en la gran fiesta de Bertelsmann en el Arabella, que entonces aún se celebraba. Corría el año 2007 y la Feria del Libro de Frankfurt vivía un momento muy animado y económicamente optimista, nadie parecía presentir la crisis que se nos venía encima. Mi amigo Emili Rosales, editor de Destino, y su entonces directora literaria Silvia Sesé estaban muy contentos porque habían conseguido los derechos de una intriga económica del autor sueco ya fallecido que en Francia había publicado con éxito Actes Sud. Me lo contaron con tanto entusiasmo que les pedí las primeras galeradas del texto, en cuanto estuviera traducido. Pocos meses más tarde leía casi sin respiración Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson. Decidimos apostar, y con la complicidad de Destino el suplemento Cultura/s de La Vanguardia envió a Estocolmo a Xavi Ayén, que volvió con el primer reportaje extenso y exhaustivo sobre el fenómeno Larsson que se publicó en España. Y el resto, Lisbeth Salander, Mikel Blomkvist y el boom de la serie Millennium, ya es historia.

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