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Piñeiro, Portela y Djament: «El autor tiene una responsabilidad social y tiene que asumirla»

El diálogo de WMagazín en la FIL de Buenos Aires convocó a dos escritoras y a una editora alrededor del tema 'Cuál o con quién debe ser el compromiso del autor/a en un mundo de ruido digital y analógico'

Con el llamado de atención de la poeta uruguaya Ida Vitale sobre el hecho de que la enseñanza de las humanidades importan cada vez menos, WMagazín abrió el diálogo Cuál o con quién debe ser el compromiso del autor/a en un mundo de ruido digital y analógico con las escritoras Claudia Piñeiro y Edurne Portela y la editora Leonora Djament. Fue en la 44ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el domingo 6 de mayo en la sala Domingo Faustino Sarmiento.

Tras este preámbulo sobre las humanidades y su presencia en otros espacios, el diálogo entró de lleno en su título:  “Cuando escribes un libro tomas la palabra en público”, explicó la española Edurne Portela, autora de obras como el ensayo El eco de los disparos y la novela Mejor la ausencia (ambos en Galaxia Gutenberg).  Recordó que muchos autores también participan en tertulias o artículos de opinión en diferentes medios y es una forma activa de estar presentes y mostrar su compromiso.

“El escritor tiene una responsabilidad social y debe asumirla. Si cada uno se sale de ella, la sociedad será peor”, enfatizó la argentina Claudia Piñeiro, cuya última novela es Las maldiciones (Alfaguara). Tampoco se trata de opinar de todo, agregó Piñeiro, “pero sí hay dos o tres cosas sobre las que los escritores sabemos y debemos exponer nuestras ideas”.

Sobre la disminución teórica de la presencia del intelectual en la esfera pública, Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia, cree que “no hay que caer en la nostalgia. Los tiempos son otros y las maneras de estar presentes también”. Para Djament, quizás los intelectuales están eclipsados por tantas nuevas formas y medios de expresarse en el mundo digital más allá de los formatos tradicionales que esos sí parecen estar de retirada o reinvención.

“Hay que encontrar los resquicios y meterse ahí para expresar la opinión. Hay que hacer una especie de guerra de guerrillas”, recomendó Piñeiro. Para la narradora y dramaturga argentina, los autores no pueden estar en contra de un modelo tan fuerte y lleno de oportunidades como internet donde buena parte de lo que sucede va o viene o se desarrolla allí, y, por el contrario, hay que saber usarlo para transmitir lo interesa.

No faltó en este diálogo el tema de difusión de los libros y de la crítica literaria. Djament, como editora que distribuye su catálogo por Latinoamérica y España, está atenta a esta cuestión: “Lo que llamábamos crítica literaria ha ido desapareciendo, se está confundiendo la valoración de la literatura como construcción de sentido con el gusto personal”. Djament, Piñeiro y Portela no dudan en afirmar que los medios tradicionales ya no tienen la influencia de antes y ahora son los blogs y revistas digitales las que más acogida tienen entre los lectores, y destacaron que dentro de esos prescriptores empieza a ocupar un lugar esencial el librero.

Los siguientes son seis momentos destacados del diálogo en sendos vídeos y su transcripción:

Edurne Portela, Leonora Djament, Claudia Piñeiro y Winston Manrique Sabogal.

El desmantelamiento de las humanidades en la enseñanza

Winston Manrique: La poeta uruguaya Ida Vitale lamentó, en una entrevista a WMagazín, que las humanidades ya no importaban tanto en la enseñanza. ¿Qué opinan ustedes de este proceso y la responsabilidad de nosotros los ciudadanos y del Estado frente a esta situción?

Leonora Djament: Es una pregunta bien compleja. No sé si estaría de acuerdo con que las humanidades están en baja. Habría que ver qué entendemos por humanidades. En principio diría que hay una zona de pensamiento que antes estaba en las universidades, por ejemplo, o en trabajos específicos y ahora se ha trasladado a otros lugares. Y esos lugares son los que tenemos que observar. Pienso en los nuevos tipos de manifestaciones sociales, empezando por el 8 de marzo. En Argentina se viven con mucho impulso los nuevos tipos de protestas por las diferencias sexuales, por diversos tipos de derechos humanos, por la ley en la decisión del aborto… Pienso en los nuevos modos de edición, el boom de los editores independientes. Quiero creer que las humanidades no están en retirada. El pensamiento crítico no está en retirada sino que está en otros espacios, afortunadamente, y tenemos que trabajar en esos espacios.

Claudia Piñeiro: A veces las frases sacadas de contexto me parece que necesitan un poco más de explicación.  ¿Las humanidades ya no tienen importancia para quién y por qué? En determinado gobierno deciden que las humanidades no tienen importancia y deciden privilegiar materias relacionadas con la salida laboral frente a la preparación de un ciudadano mejor que también le van a ayudar a su carrera laboral, pero no prácticamente a conseguir un trabajo. Entiendo que alguien termina una carrera y tiene que conseguir un trabajo porque tiene que subsistir, pero eso no quiere decir que las humanidades no sirven para la vida práctica y para el trabajo. Nosotros en Argentina hemos tenido siempre la tradición de que la universidad, y casi toda la educación, ha sido muy humanística y nos han criticado desde la mirada que se hace en Estados Unidos, como diciéndonos que no somos prácticos y no podemos competir… Todo esto se mide en unas cuestiones muy de marketing de la cultura, de la educación y del pensamiento crítico. Por eso digo para quién y por qué. Si vas a tener el trabajo puede ser, pero me parece que la mirada debería ser un poco más amplia y, en ese sentido me apoyo en lo que dice Leonora, que si hay menos lugares para las humanidades a esos lugares hay que ir…

Edurne Portela: La duda es si nosotros necesitamos las humanidades porque nos hemos formado en las humanidades. Entonces ¿qué pasa cuando se empiezan a desarticular esas humanidades desde el colegio y universidades? Ese proceso lo viví en EEUU. Me tocó una época desde el principio muy buena, mucho trabajo y demasiadas humanidades. Se podía invertir en literatura, en los hábitos de las humanidades y las artes. Con la llegada de la crisis se empezó a desarticular y a cerrar un montón de departamentos. La idea era que no contribuíamos a hacer esos estudiantes competitivos. ¿Pero competitivos para qué, para qué tipo mercado? Y es el mercado que no cuenta con este tipo de formación y de capacidades que les enseñan las humanidades como es el pensamiento crítico. A mí lo que me da un poquito de miedo es que cuando se empieza a desarticular, se empiece a desmontar todo ese sistema del que nos hemos nutrido todos los que estamos aquí presentes, ¿qué pasa con el futuro? Y aquí me pongo un poco paranoica, y digo: ¿Por qué ese interés en hacer cada vez, o en oficiar cada vez menos espacios públicos, menos espacios accesibles a las personas para formarse de la manera en que nos hemos formado con éste pensamiento crítico, esta valoración de otro tipo de concepción de la vida en el mundo? Comparto con vosotras esta idea, que ahora se pueden encontrar estas salidas, esta forma de intercambio de estos medios. Hay un discurso exagerado sobre la crisis de las humanidades, de la desaparición, pero al mismo tiempo hay un trasfondo. Por ejemplo, en España la asignatura de filosofía no se asigna como tal… Me da miedo aceptar eso como el futuro de la educación.

C. Piñeiro. Estoy totalmente de acuerdo. Coincido con vos en que me preocupa muchísimo el desmantelamiento y que seguramente eso va seguir en las nuevas generaciones. Aquí cuando se interrumpió el acto de apertura de la feria fue por eso también, porque se van a cambiar unas materias por otras más prácticas. Es un tema que hoy nos atraviesa.

Edurne Portela, Leonora Djament y Claudia Piñeiro.

La presencia del intelectual en el siglo XXI

W. Manrique. ¿Creen que ha disminuido la presencia del intelectual en la esfera pública? ¿O es una percepción errónea y estamos en un tiempo distinto?

E. Portela. Yo no sé hasta qué punto está desapareciendo la figura del intelectual. No sé si en la cultura española hemos tenido tanto intelectual como en otros países. Creo que hay mucha gente opinando y eso no significa que sean o no intelectuales. De repente por una parte, y hablo del mundo de los escritores, creo que cada vez tenemos menos espacio público porque la función o el interés va a otros lugares y hacia otras personas más mediáticas o comerciales. Y cuando un escritor o una escritora escribe sobre un tema, de repente, te tienes que convertir en experto en él. Hay esa presión para opinar. Eso no se puede igualar al papel que puede tener un intelectual.

L. Djament. Quisiera evitar el tono nostálgico, aunque hemos ido perdiendo terreno con lo de las humanidades o con el rol de los intelectuales. Pienso en relación con la crítica literaria que ahora es un Sí me gusta o No me gusta. Eso es lo que hemos observado en  los últimos años. Lo que llamábamos antes la crítica literaria, seguido de un análisis productivo en término de sentido de un libro ha ido desapareciendo en reemplazo de un comentario apresurado en las redes sociales que se termina reduciendo a me gusta o no me gusta; confundiendo la valoración literaria entendida como producción de sentido, hacer hablar a un texto desde la crítica y hacerle decir algo con el gusto personal, que es otra cosa y un terreno donde se puede discutir pero que a mí me interesa menos. Estamos en un momento donde entre los medios masivos de comunicación y las redes sociales la opinión ha tomado, ha ganado terreno, en detrimento de esas otras voces de lo que llamábamos antes el intelectual.

W. Manrique. Lo tradicional y convencional hasta antes de ayer, ahora hay otras vías…

L. Djament. Exactamente. Me parece que esas figuras siguen estando. No sé si hay menos, o tal vez están eclipsadas por esas opiniones pasajeras y ligeras. Creo que siguen estando, que hay que buscarlas, que hay que sostenerlas, que hay que visibilizarlas y que no recaen necesariamente en la figura del intelectual comprometido a lo Sartre, por decir algo, sino en un docente que está haciendo determinadas acciones a partir de su comunidad educativa, una mujer en el lugar donde trabaja. Ahora hay una plasticidad en el lugar del que puede aportar una mirada crítica y entonces ya no recae en ese vocero autorizado.

Claudia Piñeiro.

El compromiso del escritor

C. Piñeiro. El escritor tiene que intervenir en la sociedad a partir de determinadas cosas que ve, que opina o que sabe. El problema del intelectual pasa por distintos lados. Por un lado, para nosotros, la palabra intelectual nos resulta incómoda, tiene algo de elitista, y hay que sacarle esa connotación. Nosotros tenemos algo para aportar desde el trabajo y desde el oficio de lo que sabemos. Un escritor puede aportar algo desde distintos lugares… Sabemos de algunas cosas, por ejemplo, sobre cómo se construye el lenguaje, cómo se opera sobre la sociedad a partir de las palabras o de otros recursos que conocemos y que podemos mostrar. Pero me preguntó quiénes son los intelectuales. La palabra intelectual surge del caso Dreyfus cuando Émile Zola dirige esa carta al representante de la república francesa y primero firma él y luego otros nombres conocidos, pero después firmaron docentes, profesores, periodistas, desconocidos totalmente, pero que se sentían dentro de ese colectivo de gente que está pensando lo que pasa en la sociedad, algo que tiene más que ver con lo humanístico, con el intelecto. Hay que hacer más cosas. Me parece que eso hay que recuperarlo. Hemos pasado por distintos momentos. Así como en Argentina nos hemos desilusionado de muchos que se decían  intelectuales y después lo escuchas con opiniones que convienen a determinada situación política del momento. Es una palabra que ha tenido muchas idas y vueltas. Creo que el escritor tiene una responsabilidad social y tiene que asumirla. No sé qué es lo que tiene qué hacer, pero dependerá de cada uno del lugar en el que esté. Pero si todos nos corremos de nuestra responsabilidad social, la sociedad cada vez va a estar peor.

E. Portela. Sí. La idea de lo intelectual en España es una mala palabra. De hecho, se usa de forma despectiva; yo jamás me llamaría intelectual, además tiene esta cosa elitista y demás… Cuando escribes un libro tomas la palabra en público, además se hace en esos artículos de opinión que de alguna manera escribimos con cierta regularidad. Si se hace tiene que ser con responsabilidad, sobre todo si se trata sobre ciertos temas. En mi caso tiene que ver con la violencia, con el tipo de sociedad en la que vivimos, una sociedad patriarcal y en buena medida violenta. Para mí es esencial ese compromiso. Hay otra palabra que por muchos años ha estado muy fuera de moda y ha sido muy criticada, pero que para mí es esencial, compromiso. Y habrá unos que se rían, pero a mí me parece una palabra muy bonita y que deberíamos recuperarla de alguna manera. Me da la sensación que hay muchos escritores que no quieren asumir que tengan una deuda social,  y bueno eso es respetable.

L. Dajament. Hay algo interesantísimo en lo que acabas de decir. Es un tema que en realidad da para toda una mesa, que es la cuestión de la intención. El compromiso es dentro de la especificidad de cada uno. Concuerdo plenamente y celebro esta postura. Pero es muy interesante preguntarse si es necesaria la voluntad o yo puedo como una escritora de ficción simplemente por hacer bien mi trabajo comprometerme… que mis libros estén comprometidos.  Haciendo bien lo que hace.

Edurne Portela.

Cuándo debe pronunciarse el autor

W. Manrique. Para algunos escritores es suficiente pronunciarse solo a través de lo que escriben sea del tema que sea. Y que ahí está su compromiso, con la literatura.

C. Piñeiro. Hay pocos temas que te obligan a salir de eso. Pocos temas que requieren un paso más, no son muchos, cada uno sabemos. A mí me parece que lo de la legalización del aborto que se está discutiendo en Argentina me obliga a decir algo. Si yo no lo dijera también estaría diciendo algo en ese punto en particular. El tema del dólar no me convoca, pero la legalización del aborto sí. Por más que no sea un tema literario me parece que sí particularmente en mi caso que soy una persona conocida. Si yo no digo nada sobre eso me siento mal porque es algo de lo que está hablando todo el mundo, y callarte implicaría que yo no quiero hablar de ese tema.

W. Manrique. A veces los lectores esperamos la opinión de un escritor que admiramos y seguimos.

E. Portela. Al hilo de la cuestión de la voluntad, creo que está la diferencia entre la voluntad y la inevitabilidad. Como dice Claudia, hay temas de los que tienes que hablar y la gente está esperando. O aclarar algo o contribuir al debate. Pero ya desde otro tipo de estructura, el ensayo o la edición, creo que hay una inevitabilidad que saltas de otros temas y desde cierta perspectiva porque lo tienes ahí, lo llevas tan dentro de ti y es inevitable escribir sobre ello. Lo que diferencia mucho es la forma de compromiso, es el tipo de forma y cuál es la herramienta que usas al momento de la escritura, el ensayo o la columna de opinión.

L. Djament. ¿Como la edición, no? Llevándolo a la voluntad de lo personal, ojalá que el catálogo de Eterna Cadencia, por ejemplo, pueda decir cosas, y que en ese caso puntual, no sea  necesario que el catálogo impreso tenga una primera página con una declaración de principios y que el catálogo diga esas cosas.

W. Manrique. Que se defienda por sí solo.

L. Djament. Exacto. Y que ojalá diga esas cosas que me gustaría pensar, que diga cosas que tampoco habíamos pensado en la editorial y, sin embargo, aparecen. Por eso también decía lo de la voluntad, pero igual lo digo más como un interrogante que cualquier otra cosa. A veces cuando se piensa en términos de voluntad uno transmite una idea que quiere decir y, también, es tan lindo cuando en un texto o en un catálogo se dibuja algo y aparece lo que uno no había pensado y, sin embargo, dice: ¡Ah, qué interesante!… Sin que sea premeditado.

Leonora Djament.

La responsabilidad de lectores y editores

W. Manrique. El filósofo alemán Jürgen Habermas dijo en una entrevista al diario El País, sobre la presencia del intelectual en la esfera pública: «La pregunta nostálgica de por qué ya no hay intelectuales está mal planteada, no puede haberlos si ya no hay lectores a los que seguir llegando con sus argumentos». Pero yo creo que nunca antes ha habido tantos lectores como ahora, ni tanta gente preparada como ahora, lo que sucede es que se lee de otra manera y las vías de adquirir conocimiento son otras. Los modelos tradicionales se han jubilado y están surgiendo otros.

E. Portela. No creo que sea el final del mundo literario, intelectual. Hay gente del mundo del pensamiento que sigue aportando muchísimo y que le siguen leyendo. En cuanto que se lea más, yo creo que sí que hay muchos lectores. Lo que me preocupa es la variedad de lo que se lee. Se venden muchos libros pero muchas veces son siempre los mismos, y ahí creo que el mercado está marcando el canon de una forma cada vez más fuerte. Es cierto también que cada vez hay más editoriales pequeñas fabulosas que siguen renovando los géneros y demás, pero es algo minoritario. Las grandes cifras se las llevan las grandes editoriales y los grandes títulos. Está muy bien que se siga leyendo pero yo creo que se lee con poquita diversidad.

C. Piñeiro. Uno no puede librar batallas imposibles. Quiero decir, la batalla contra las redes sociales, contra determinadas cosas que compiten con las lecturas que decíamos, es una batalla un poco perdida . Hay que hacer como una guerra de guerrillas y encontrar unos resquicios y en esos resquicios meterse. Yo entiendo que las grandes editoriales necesitan plata. Ahora, también tienen una responsabilidad social, unos autores venden mucho y eso les da permiso a otros que venden menos y es importante que estén en el catálogo. Eso es una responsabilidad de las empresas que así como los laboratorios tienen que plantar árboles para compensar una cosa por otra, debería haber una ley que obligue a las editoriales a tener un fondo como compensar.

L. Djament. Respecto a la lectura, hay dos situaciones: por un lado nunca se luchó tanto porque también estamos a disposición de una cantidad de aparatos, pero nunca se leyó tanto. El problema es qué quiere decir leer. Si leer es simplemente ir siguiendo una letra al lado de la otra y reconocer palabras, leer textos de 140 caracteres, eso es una manera de leer, pero si hablamos de leer en otro sentido, y volviendo al comienzo de la charla, una lectura que pueda ser crítica, una lectura autoconsciente y una lectura para la que se necesitan determinadas herramientas de comprensión y para unir el tema de la educación me parece que estamos en problemas, sobre todo con las nuevas generaciones, eso es algo que me preocupa. Pero tiene que ver con lo que hablábamos al principio, esto que llamábamos la bondad de las humanidades y la falta de entrenamiento lector en las escuelas. Por supuesto no es en todas partes, pero me parece bastante preocupante.

Edurne Portela, Leonora Djament y Claudia Piñeiro.

Responsabilidad de los medios de comunicación y la crítica literaria

W. Manrique.  ¿Cuál creen que es la función de los medios de comunicación en todo esto? ¿Estamos contribuyendo, estamos en retirada, hacemos poco, podemos hacer más?

C. Piñeiro. Bueno deberían hacer más, sí, (risas). Por ejemplo, los diarios han perdido su sección cultural. En Clarín pasó a ser parte de espectáculo. Se va reduciendo, pero también en esos lugares hay batallas. Por ejemplo, una periodista saca ahora en la página dos, cada tres días, la recomendación de un libro de cualquier editorial. La radio donde yo trabajo sacó una página de publicidad donde puso: “La radio con más escritores al aire”, y son todas fotos de 14 personas que trabajamos allí y somos todos escritores. A lo mejor son pequeños cambios.

E. Portela. Los medios de comunicación han reducido mucho espacio a al cultura, ya todo es espectáculo. Poca literatura, arte… y creo que los críticos han perdido muchísimo espacio, en parte porque creo que la crítica no se ha renovado, salvo excepciones contadas. Ahora los prescriptores están más en los blogs y los libreros se han convertido, a través de las redes sociales, en verdaderos prescriptores con opiniones fundamentadas. Van formando su universo de lectores y se han convertido en grandes prescriptores. Hay un cambio muy radical desde hace unos cinco años.

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