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Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, en una nueva traducción y bella edición ilustrada

Publicamos el comienzo de uno de los mejores libros de 2022. Se trata de una historia sobre las raíces de los mayas, su mirada sobre la vida y el mundo, la relación de las personas consigo mismas y con la naturaleza. Una obra ejemplar que merece tener más lectores, en Errata Naturae

Presentación WMagazín El libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, tiene una nueva traducción del quiché en una bella edición ilustrada que lo convierte en una lectura inolvidable. Fue uno de los tres mejores libros del año 2022 para WMagazín del que hoy publicamos el comienzo: Popol Vuh. El libro sagrado de los mayas. Traducción del quiché de Agustín Estrada Monroy. Introducción José Ramón Naranjo. Ilustraciones de Francisco França (Errata Naturae).

Se trata de una historia sobre las raíces de esta cultura, su concepción sobre la vida y el mundo, la relación de las personas consigo mismas y con la naturaleza. Popol Vuh, que quiere decir Libro del consejo, recopila diferentes relatos míticos e históricos de los indígenas quiché, de Guatemala, que son un viaje a su Historia y sabiduría terrenal y espiritual. Una traducción espléndida que recoge la belleza de la narrativa y poética quiché. Este Popol Vuh merece tener más lectores. Así empieza el Popol Vuh:

'Popol Vuh' en una nueva traducción

INTRODUCCIÓN

Éste es el origen de las antiguas palabras preñadas de verdad que conforman la historia de este lugar llamado Quiché. Vamos a dejar escritas aquí estas viejas historias, comenzando desde el momento en que fueron creadas todas las cosas y se establecieron sus fundamentos. Relataremos luego lo que hizo el pueblo quiché.

Con lo que aquí se diga nos haremos una idea clara de cómo se formó el Universo, lo que aún está oculto y lo que podemos ver en nuestro mundo, y cómo lo hizo posible el Creador y Formador de todas las cosas. Este Creador y Formador puso en acción sus cualidades esenciales y su sola palabra bastó para crear todo lo existente.

(…)

Asimismo, aquí se relata lo que sucedió antes de que existieran los hombres, antes de que llegara la aurora y saliera por fin el sol. Este manuscrito lo estamos escribiendo después de la llegada de los españoles a nuestras tierras, ahora que ya hemos conocido el cristianismo. Y lo hacemos porque ya no tenemos con nosotros los códices originales, ya no existe el Popol Vuh, el Libro Común donde antiguamente leíamos estas historias. Sabemos que aquel libro llegó de allende el mar.

Teníamos por tanto un libro original, escrito hace mucho tiempo.

Su significado está oculto al que lo mira y al que medita sobre él. Aunque se pudiera ver, no se podría leer, porque ya no se entiende lo que dicen sus jeroglíficos. Extraordinaria fue su llegada hasta nosotros y que nos enseñara la esencia que contenía.

Popol Vuh, ‘Dioses’, ilustración de Francisco França (Errata Naturae). /Cortesía editorial Errata Naturae -WMagazín

Popol Vuh

LA FORMACIÓN DEL UNIVERSO

Traducción del quiché de Agustín Estrada Monroy

Todo estaba en suspenso, en absoluta calma, en total silencio, sin movimiento alguno, sin existencia, sin tiempo y sin espacio.

Podemos decir que en ese instante inicial no había hombres, ni animales, ni aves, ni peces, ni cangrejos, ni árboles, ni piedras, ni hondonadas, ni barrancos, ni siquiera una brizna de hierba: sólo existía el vacío infinito del Cielo.

Aún no se atisbaba la superficie de la Tierra, sólo se presentía el mar represado ante la oquedad del Cielo.

Todavía no había nada que estuviera junto, nada emitía sonido alguno, todo se hallaba inmóvil, nada ocasionaba ningún mal. Nada estaba en pie, nada existía.

Sólo se presagiaba el germen del agua en la mar sosegada, entre las olas serenas. Sólo se sentía el silencio, el reposo, en la oscuridad, entre las tinieblas.

Sólo estaba el Creador y Formador junto a los gérmenes de las cosas colocados por él con toda pureza, entre las aguas.

Estos gérmenes estaban cubiertos, como el quetzal, por plumas verdes, y por eso se les llama Gucumatz. Eran grandes sabios, de inconmensurable lucidez. Por eso también al germen de lo que existe en el Cielo se le llama U Cux Cah, es decir, Corazón del Cielo.

Y fue entonces cuando la palabra del Creador y Formador llegó hasta Tepeu (la Grandeza Oculta) y hasta Gucumatz. Llegó entre tinieblas, pero su voz se dejó escuchar dentro de ellos.

Cuando escucharon dentro de sí aquella voz, y meditaron sobre ella, decidieron reunirse en consejo.

Se hablaron con el pensamiento y así empezaron a generarse las cosas.

Entonces comenzaron a formarse las criaturas. Y cuando consultaron entre sí sobre la hechura de los vegetales, se crearon los árboles, las plantas y los bejucos.

Así, entre consultas, nació la vida y se inició la creación de todas las cosas. Y cada una de ellas surgió en medio de la oscuridad, entre tinieblas, como manifestación de Corazón del Cielo, que también se llama Huracán o Torbellino de un solo pie.

La primera manifestación fue la de Caculhá Huracán; la segunda, la de Chipí Caculhá, que es el más pequeño de los rayos; la tercera, la de Raxá Caculhá, el Rayo Verde, que es por medio de quien se comunica Corazón del Cielo con Tepeu y con Gucumatz.

Popol Vuh, ‘Héroes gemelos’, ilustración de Francisco França (Errata Naturae). /Cortesía editorial Errata Naturae -WMagazín

LA FORMACIÓN DE LA TIERRA Y DE LA VIDA VEGETAL

Entonces consultaron entre sí Tepeu y Gucumatz sobre la vida y la creación, pues entendieron que tenían que sembrar para hacer germinar, así como establecer qué serviría de alimento. Lo llevaron a cabo con sus palabras.

Primero dijeron: «Que el vacío se llene y el agua se retire, y cuando se reúna en mares y ríos, quede el Uleu, la Tierra. Que amanezca en el Cielo y se siembre en la Tierra, y que de esa manera las criaturas que nazcan no tengan obstáculos».

Y nada más expresaron su idea, con sólo enunciarla, se creó el mundo y todo estuvo formado.

«Uleu», dijeron, y al instante quedó engendrada la Tierra.

De las aguas fue surgiendo, en retazos, la neblina, y al bajar su nivel fueron despuntando los montes, como carapachos de cangrejos. Y así, con un solo impulso maravilloso quedó todo hecho.
Y en un instante empezaron a brotar, majestuosos, los cipreses y los pinos en toda la superficie de la Tierra.

Al ver que todo había germinado, Gucumatz se sintió feliz y dijo:

—Buena es tu manifestación, Huracán, y también las vuestras, Chipí Caculhá y Raxá Caculhá.

—Pero nuestra obra y nuestras criaturas se perfeccionarán —le respondieron todos.

Así, en primer lugar quedó formada la Tierra, con sus montañas y sus llanos. Las corrientes de agua se constituyeron en ríos y éstos se dividieron en incontables arroyos que fluyeron por los valles y entre los cerros.

Fue entonces cuando aparecieron las montañas más altas, mientras las aguas se detenían y se formaban los lagos y las lagunas.

Al poco terminó de formarse la Tierra, creada por Corazón del Cielo y por Corazón de la Tierra.

Esto fue lo primero que creyeron que había que hacer, cuando el Cielo y la Tierra estaban aún en un estado germinal, tan sólo pensando en conformar y perfeccionar el Universo.

Popol Vuh, ‘Mujer utilizando un metate’, ilustración de Francisco França (Errata Naturae). /Cortesía editorial Errata Naturae -WMagazín

LA PRIMERA EDAD O LA FORMACIÓN DE LA VIDA ANIMAL

Después discurrieron que debían crear a los animales, que los leones y los tigres serían los guardianes de los bosques, y que las serpientes, las culebras y las víboras serían quienes cuidarían los bejucos.

Pero el Creador y Formador se preguntó: «¿Y estas criaturas estarán sin más debajo de los árboles y los bejucos? ¿Inmóviles? ¿Estará bien que sólo existan estos guardianes?».

Entonces Tepeu y Gucumatz hablaron el uno con el otro y crearon los venados y les repartieron sus moradas. Dijeron: «Tú, venado, vivirás cerca de los cauces de agua y dormirás en los barrancos, sobre la paja. Habitarás la maleza. En el monte procrearás y seréis muchos. Sobre cuatro pezuñas andarás y sobre estas mismas te detendrás». Y tal como se dijo, se hizo.

A las aves grandes y a las pequeñas, se les dijo: «Sobre los árboles haréis vuestros nidos, vuestras moradas, y allí mismo os reproduciréis. Cuando os mojéis con las lluvias, sacudíos las plumas sobre las ramas de los árboles y los bejucos».

Popol Vuh, ‘Zipacna’, iIlustración de Francisco França (Errata Naturae). /Cortesía editorial Errata Naturae -WMagazín

Y así todos los animales fueron reclamando sus cuevas, sus nidos, sus moradas: se les ofreció toda la Tierra para que se propagaran. Y cuando el Creador y Formador hubo concluido la obra de los animales terrestres y de las aves que surcan los cielos, les dijo: «Hablad, gritad, gorjead, cada cual según su especie. Decid, pues, nuestro nombre: alabadnos, invocadnos, pues somos vuestra madre y vuestro padre, los que os hemos engendrado. Somos Huracán, Chipí Caculhá, Raxá Caculhá, Uqux Cah, Uqux Uleu, vuestros Creadores y Formadores».

Pero los animales no pudieron hablar y sólo soltaron chillidos, aullidos, gruñidos, cacareos y ruidos, como si fuera lluvia que calase la tierra.

Y cuando el Creador y Formador, así como sus Manifestaciones, escucharon aquel griterío y aquel enorme alboroto, supieron que los animales no podrían hablar y que nadie pronunciaría los nombres de sus creadores. Entendieron al instante que eso no estaba bien.

Entonces se les dijo a los animales: «Ya que no podéis hablar, todo ocurrirá de otro modo. Desde hoy queda mudada nuestra palabra. Vuestra comida seguirá siendo el pasto, vuestro descanso lo seguiréis encontrando en los barrancos y en los montes. Pero todavía podemos hacer quien nos invoque, haremos otras criaturas que nos obedezcan».

Y les remarcaron a los animales: «Aceptad este destino: seréis carnes mascadas y serviréis de alimento». Así se les dijo tanto a los animales pequeños como a los grandes en toda la faz de la Tierra.

Los animales quisieron probar suerte de nuevo, trataron de hacer una invocación, pero ni siquiera se entendieron entre sí. Todo fue confusión. Nada pudieron decir ni hacer.

De este modo fueron ultrajados sus cuerpos y condenadas sus carnes. Quedaron para tributos y sacrificios. Para servir de ofrenda y de alimento. Todos los animales que hay sobre la Tierra.

***

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