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Detalle de la portada del libro ‘La consagración de la autenticidad’, de Gilles Lipovetsky (Anagrama). / WMagazín

Radiografía de la búsqueda ansiosa de autenticidad en el siglo XXI que insufla la hipermodernidad

De la moda, el amor y el sexo a la familia y la política, todo tiene que ver con 'La consagración de la autenticidad', el reciente ensayo del sociólogo y filósofo francés. WMagazín publica varios pasajes de este libro que ayuda a comprender parte del presente

Todos los caminos de Gilles Lipovetsky (Francia, 1944) parten y conducen al Yo contemporáneo, a ese Yo ansioso por buscar un lugar en el mundo y que radiografía en su libro La consagración de la autenticidad (Anagrama). “Un libro que cierra un círculo de su trayectoria con el que vuelve al punto de origen de su primer ensayo, La era del vacío, de 1983. Y, a partir de ahí, sus diferentes investigaciones convertidas en libros han desarrollado diversas aristas de un mismo tema: el Yo en la contemporaneidad con sus búsquedas de lo individual, lo singular, lo diferencial, la autenticidad”, escribió WMagazín en su reseña.

El sociólogo y filósofo francés es uno de los observadores y oteadores de la sociedad y sus cambios a través de la cotidianidad y sus quehaceres, ve al Yo como causa, consecuencia y muñidor de muchas de las cosas del mundo actual, de la sociedad que han creado esta hipermodernidad.

Lipovetsky es autor de casi una veintena de ensayos que confluyen en este de La consagración de la autenticidad. Lo vemos en La era del vacío, Gustar y emocionar: Ensayo sobre la sociedad de la seducción, De la ligereza, El imperio de lo efímero, El crepúsculo del deber, La tercera mujer, Metamorfosis de la cultura liberal, El lujo eterno (con Elyette Roux), Los tiempos hipermodernos (con Sébastien Charles), La felicidad paradójica, La sociedad de la decepción, La pantalla global (con Jean Serroy), La cultura-mundo (con Jean Serroy), El Occidente globalizado (con Hervé Juvin) y La estetización del mundo (con Jean Serroy).

Un aspecto relevante de este ensayo lo expresa así Lipovetsky:

«El derecho a ser uno mismo no solo ha ganado en estatus y legitimidad sociales, sino que se ha impuesto como un valor-fuerza generador de una profunda redefinición de la relación de los individuos consigo mismos, con los demás y con las grandes instituciones sociales. Desde el siglo XVIII hasta mediados del XX, el ideal de autenticidad personal se ha afianzado con estrépito en el universo de la alta cultura.

Por el contrario, su papel ha quedado limitado en la vida de la mayoría debido a la persistencia de todo un conjunto de valores y normas tradicionales que cortan el camino a la expresión del sí. Este ciclo está cerrado. Desde la década de 1970, el ideal de autenticidad se ha transformado en un potente transformador antropológico, en operador del cambio radical de las maneras de pensar y existir del conjunto de los individuos. Si bien, en el plano individual, el principio de autenticidad puede ser considerado como un ideal expresivo del sí, en el plano social, funciona como un agente productor de una nueva civilización de los individuos a través de exigencias continuamente nuevas de libertades subjetivas, inclusión y reconocimiento social».

WMagazín publica algunos pasajes de temas clave de La consagración de la autenticidad y del presente que sirven para conocer y comprender mejor el mundo:

Moda y aspecto físico

“Marcas y creadores se empeñan actualmente en liberar la moda de los estereotipos y dictados de la belleza acusados de destruir la confianza de las mujeres en sí mismas. La tendencia consiste ahora en celebrar todas las morfologías, todas las tallas, todas las edades, todos los colores de piel. El momento actual está marcado por la irrupción de la ‘moda inclusiva’, del movimiento denominado ‘body positive’ que reivindica no excluir a nadie poniendo en valor todos los tipos de cuerpo, incluso aquellos que, hasta ahora, no tenían acceso a la gloria de las pasarelas. Lo que se llama moda inclusiva representa una nueva manifestación del auge de la ética de la autenticidad, que afirma que cada persona debe poder, en nombre de alcanzar su plenitud, expresar su individualidad singular”.

Mutación de la autenticidad

“Señalemos que el cambio no reside solo en la propagación social del be yourself que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XX hasta el punto de imponerse como un fenómeno de masas. Simultáneamente, la cultura de la autenticidad ha cambiado de cara, se ha recompuesto, presentándose bajo rasgos radicalmente nuevos. La permanencia a largo plazo del ideal de autenticidad no debe ocultar la mutación que está en curso. Si el principio de base sigue siendo el mismo, las formas sociales que lo encarnan se han transformado con una amplitud tan considerable que podemos diagnosticar la aparición de una nueva etapa en la historia del ethos de autenticidad. El hecho está ahí: la inscripción social del deseo de ser uno mismo ha cambiado de estilo y de sentido».

Transformación de lo íntimo

«Las transformaciones de la relación con la familia, la pareja, el amor, la sexualidad y la identidad de sexo y género testimonian la fuerza operante del principio de autenticidad que se ejerce desde ahora a plena capacidad en todos los ámbitos de la existencia subjetiva. En la época de la segunda modernidad, las búsquedas de autenticidad ya no se ilustran únicamente en obras o gestos simbólicos de personalidades excepcionales, sino que se concretizan en la existencia íntima de cada individuo y a lo largo de la vida.

Cuando el ideal de autenticidad se despoja de su dimensión heroica, da cuenta de su capacidad como agente productor de renovación de las formas de pensar y vivir de la mayoría. Convertido en una ‘significación imaginaria central’ de nuestra época, el ideal de autenticidad ha provocado una transformación cultural de un alcance considerable, un régimen inédito de la experiencia íntima de sí, un intenso aumento de individualización de la relación con la existencia personal e interpersonal. El principio de autenticidad, idea-fuerza dotada de facultad de acción y motor de transformación de la relación con la subjetividad y la intersubjetividad, nos ha hecho cambiar de mundo».

La pareja

«La cultura de la autenticidad no ha destruido el ideal conyugal, pero ha transformado las maneras de vivir en pareja, sobre todo liberando esta forma de unión del modelo de fusión. Cada vez más, se afirma la exigencia de que el hombre y la mujer puedan seguir siendo ellos mismos, que puedan seguir existiendo en cuanto individualidades. La pareja ‘ideal’ es aquella que deja espacio para la libertad individual y las elecciones personales, que se basa en el respeto de la diferencia y la autonomía del otro. Lo importante es que los cónyuges sigan siendo auténticamente ellos mismos, construyendo una relación centrada en el respeto de la autonomía de cada uno. Si no se reconoce mi libertad, mejor separarse: para nuestros contemporáneos, es preferible estar solo que sentirse solo en pareja. Se trata a partir de ahí de compartir una vida común sin que ello atente contra la identidad y la independencia individuales. Si la vida en pareja sigue siendo un ideal es porque ha dejado de ser sinónimo de abdicación de uno mismo«.

Poliamor

Los efectos de la cultura de la autenticidad no se detienen ahí. La época ve afirmarse lo que ahora se denomina el ‘poliamor’ o la ‘polifidelidad’, esa forma de amor sin exclusividad ni posesividad, pero también sin mentira, con honestidad y transparencia. Incluso en pareja, los poliamorosos reivindican relaciones múltiples y simultáneas, la posibilidad de mantener relaciones diversas sin tener que mentir y esconderse. El poliamor es una manera de amar a varias personas a la vez que reivindica el respeto entre los compañeros y compañeras, la plena libertad sexual conforme con la autenticidad del deseo. Ya que es imposible que una sola persona pueda colmar nuestros deseos, más vale dejar de lado la norma frustrante de la fidelidad gozando de las alegrías del amor plural, única vía que permite escapar de una vida de mentira y que se corresponde con lo que somos realmente, con nuestros deseos eróticos de descubrimiento, novedad, diversidad. En nombre del ideal de autenticidad se cuestiona el modelo de la pareja exclusivista».

Amor en la tercera edad

«El ideal de autenticidad anima a pensar: ‘solo tenemos una vida’, al tiempo que descalifica el espíritu de renuncia de sí mismo. De ahí viene la nueva mirada sobre el amor, el matrimonio y la sexualidad de las personas de la tercera edad, a las que ahora se les reconoce el derecho a vivir historias de amor, a tener una vida sexual al igual que los adultos jóvenes.

En una sociedad radicalmente destradicionalizada, individualista y en la que impera el culto de lo joven, ya no existe una edad ‘decorosa’ para contraer matrimonio o volver a casarse, divorciarse, reencontrar las emociones del corazón y los placeres de Eros: amor/sexualidad y vejez han dejado de ser considerados como antitéticos. Cuando triunfa el principio de ‘sed vosotros mismos’, las personas de la tercera edad dejan de reconocerse en las éticas de la renuncia de los placeres y las emociones: lo que les importa por encima de todo a los ‘viejos jóvenes’ es optimizar la calidad del presente y los años que les quedan por vivir. De tal manera que cuanto más se normaliza socialmente el ideal de autenticidad, más se da como una fuerza de cambio y ruptura en las formas de existencia individual».

Diversidad sexual

“El actual fenómeno de ‘identitarización’ se construye movilizando sistemas de referencia comunitarios y celebrando recursos culturales cargados con una fuerte dimensión colectiva e histórica: religión, lengua, raíces, tradiciones, memoria de los grupos, estilos de vida. Es evidente que la dinámica de hiperindividualización no hace que desaparezcan las demandas de enraizamiento en colectivos, no arruina ni los sistemas de referencia comunitarios ni los patrimonios simbólicos.

No hay contradicción, en la segunda modernidad, entre la ética de la autenticidad y la proliferación de reivindicaciones identitaristas ya que estas son inseparables de la supremacía de la cultura de la autorrealización individual. La individualización desbocada de la relación con el mundo y las luchas por la preservación y valorización de las identidades colectivas particulares solo se oponen en apariencia. En efecto, lo que alimenta el compromiso de los grupos minoritarios (los vascos, los quebequeses, los judíos, los gays, los transgénero, etc.) es el rechazo de las discriminaciones hirientes de las que son víctimas, la voluntad de combatir la violencia simbólica de las culturas hegemónicas que engendran humillación y desprecio de sí mismo. Uno de los motores de las reivindicaciones identitarias es la aspiración al reconocimiento, a la dignidad, al respeto de sí, indispensables para la realización de las personas y la estima de uno mismo. El aumento de las demandas identitarias o comunitarias es fruto de la supremacía de la ética individualista de la autenticidad”.

Política y democracia

«La exigencia contemporánea de autenticidad es tal que atañe incluso a las élites políticas. Ya no creemos en las megaideologías de la Historia: estamos a la espera de la moralización de las costumbres políticas, de dirigentes honestos, sinceros, íntegros, ya que la autenticidad aparece como la virtud capaz de revitalizar las democracias liberales, carcomidas por una profunda crisis de confianza de los ciudadanos hacia sus gobernantes y su capacidad para resolver las crisis del nuevo siglo, sean estas económicas, sociales o internacionales. Cuando las democracias por convicción y adhesión ceden el paso a las democracias por desconfianza hacia las élites políticas, se apoyan los valores de rectitud, sinceridad y honestidad”.

Populismos

“El peligro principal que amenaza las democracias representativas ya no es el establecimiento del Terror, sino el auge del populismo y las políticas contrarias al liberalismo.

El vínculo entre populismo e ideal de autenticidad es estrecho. No hay populismo sin la reivindicación reiterada de la autenticidad del partido y su líder. El populismo no se presenta como una ideología con contenidos determinados: se relaciona con una manera de hablar, una retórica, un ‘estilo político’, una de cuyas características es la de anteponer la autenticidad personal del líder. El jefe populista construye su liderazgo presentándose como el único en expresar la voluntad popular, el único en ser el auténtico portavoz o representante de esta, el único en encarnar la voz del pueblo. Jefe carismático, promete romper con las prácticas de los partidos ‘tradicionales’, devolviendo al pueblo su poder, poniendo fin a la corrupción.

El movimiento populista se afirma demonizando a las élites y a los partidos existentes, repitiendo machaconamente que el pueblo ha sido traicionado por las élites venales, denunciando un complot contra el ‘verdadero’ pueblo, declarado lleno de sentido común, honesto y auténtico. La criminalización de las élites globalizadas, despectivas y corruptas, coloca el debate político en el plano moral: el bien contra el mal, los «buenos» contra los ‘malos’, el pueblo virtuoso y sano contra las élites traidoras, el líder auténtico ‘antisistema’ contra los partidos corruptos. El populismo se apoya tanto en el imaginario del ‘pueblo verdadero’ fusionado a sus «raíces», su historia profunda y amenazada por el extranjero invasor, como en la mitología de la proximidad y la autenticidad personal del jefe.

La construcción de la imagen de autenticidad debe mucho al uso de una retórica con fuerte carga emocional a contracorriente del lenguaje demostrativo, racional y objetivo”.

Primera parte:  La rebelión del Yo y los claroscuros de la búsqueda de autenticidad, según Lipovetsky.

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