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El escritor español Ricardo Menéndez Salmón, autor de ‘Horda’. /Foto de editorial Seix Barral – WMagazín

Ricardo Menéndez Salmón: «La literatura no debería ser una práctica perversa e inane de la literatura»

El escritor publica 'Horda', una parábola necesaria en la que alerta sobre los riesgos por el mal uso de las palabras. En esta entrevista dice: "Si vaciamos de sentido a las palabras también vaciamos de sentido a las personas, al fin y al cabo, somos los recipientes en los que viajan las palabras"

En el principio todo fue silencio, luego llegó el ruido de la naturaleza, después se sumó la palabra que evolucionó en lenguaje que un día sus mismos creadores mataron y todo volvió a su origen: silencio. ¿Qué pasaría si el apocalipsis fuera un mundo sordo y mudo sin manifestación verbal o escrita ante el asesinato de la palabra, del lenguaje, de la expresión del pensamiento por el mal uso de ella al pervertirla y vaciarla de contenido y se diera paso a la tiranía de las imágenes? Esa es la distopía que explora Ricardo Menéndez Salmón en Horda (Seix Barral) donde los niños, como principales víctimas, se hacen con el poder e imponen el silencio.

Más fiel que nunca a sí mismo, Menéndez Salmón (Gijón, España, 1971) crea otra novela de ideas que parte de la preocupación ante el deterioro de la palabra donde un hombre sin nombre huye sin más compañía que un libro, un mono y la risa. En ese viaje de pocas páginas al origen, es escritor rinde homenaje a la palabra a través de una parábola necesaria, oportuna y desasosegante al tiempo que hace una recomendación para todos:

El escritor más que un compromiso tiene una responsabilidad con el lenguaje. Horda propone una idea a otras inteligencias, en este caso a los lectores, para tratar de llegar a un compromiso sobre qué es la literatura. Hay que ser cuidadoso con el lenguaje que empleamos porque uno de los riesgos a los que la contemporaneidad se ve impulsada con más fuerza es a vaciar de sentido y de significado las palabras. Sabemos que históricamente eso es peligroso”.

Ricardo Menéndez Salmón dice esto detrás de la pantalla del computador desde su casa en Gijón. En Horda confluyen algunos de sus temas los temas del escritor, desde la pérdida del discurso colectivo, la responsabilidad individual frente al deterioro de aspectos cruciales para el bienestar, la metamorfosis de la imagen y su influencia, hasta la manera como la tecnología transforma y altera el curso del curso del pensamiento y de la vida. En suma, el escritor aborda el legado que esta generación va a dejar o está dejando. Ahí está su exitosa trilogía del mal integrada por La ofensa, Derrumbe y El corrector (Seix Barral), Medusa, El sistema y Homo Lubitz.

¿Y dónde quedan aquí la imagen, el arte, la estética y el mundo visual sobre los que suele reflexionar Menéndez Salmón? Es la otra mitad de la misma moneda, ni siquiera su otra cara. Porque en Horda se impone el silencio en favor de una sociedad condenada a la tiranía de la imagen emitida por un programa digital llamado Magma, mientras la propia novela es una secuencia de imágenes literarias sobre la que avanza la vida de Él, como se conoce a su protagonista, hasta la escena final que remite a la primera imagen de todo, o al pasado remoto de donde procede la palabra, el lenguaje.

Es así como Ricardo Méndez Salmón ha levantado ese mundo de palabras silenciadas por el deterioro en un tiempo donde conviven todos los tiempos: el pasado y lo primitivo, con el presente liderado por el futuro.

Si el final-origen de la historia que narra Horda no se debe revelar aquí, el del origen de la novela sí: y muestra los misterios de la creación, la chispa que enciende algo y toma vida propia:

“Hay un acontecimiento que me causó impresión y, por caminos muy sinuosos, creo que fue importante para la redacción de Horda: fue el otoño de 2017 con el Procés en Cataluña que puso patas arriba al Estado Español, pero impactó con fuerza en los habitantes de Cataluña. En aquellos meses vivimos con intensidad lo que se llamó ‘la batalla por el relato’. Lo que sucedió en esos meses me puso sobre la pista y me impulsó a reflexionar sobre la necesidad de reflexionar sobre el lenguaje. Fue importante para poner en marcha una ficción con un tema que posiblemente ya latía en mí”.

Esos y otros latidos creativos e intelectuales salieron a la luz en este encuentro digital con tres periodistas donde la novela es el pie para reflexionar y desvelar su propia concepción de la literatura, las artes, la vida misma y su origen como lector-autor en seis ideas:

Riesgos de involución

“A menudo damos como verdad inobjetable nuestro movimiento a la largo del tiempo: lineal y progresivo que no está sujeto a involución. Este libro propone una plausible involución, una posible lectura no lineal ni progresiva de la historia ligada a nuestros actos y omisiones. Es posible que un día, si seguimos por el camino que llevamos, la historia deje de ser lineal del supuesto progreso, con todas las comillas que queramos. No soy un creyente en la idea de progreso. Me siento más cerca de un pensador como John Gray y su visión pesimista de la idea de progreso. Es un poco el espíritu que anima el libro bajo la capa de fábula o parábola. Una idea que engarza con aquello a lo que la literatura debería consagrarse a un uso resonante, responsable, ambicioso del lenguaje; no a una práctica completamente perversa e inane de la literatura».

Responsabilidad con la palabra

«El escritor más que un compromiso tiene una responsabilidad con el lenguaje. Horda propone una idea a otras inteligencias, en este caso a los lectores, para tratar de llegar a un compromiso sobre qué es la literatura. Hay que ser cuidadoso con el lenguaje que empleamos porque uno de los riesgos a los que la contemporaneidad se ve impulsada con más fuerza es a vaciar de sentido y de significado las palabras. Sabemos que históricamente eso es peligroso. Cuando una palabra a fuerza de ser pronunciada o de ser usada a modo acrítico o desde una falsa democratización del lenguaje pierde su adherencia con lo que realmente significa abrimos puertas delicadas. Quizá la literatura se convirtiera en puro objeto de mercado de consumo. Horda invita a abundar en un uso adulto. Si vaciamos de sentido a las palabras también vaciamos de sentido a las personas, al fin y al cabo, somos los recipientes en los que viajan las palabras».

Origen del deterioro de la palabra

«No creo que haya un parte aguas sobre cuándo la palabra como forma de conocimiento privilegiada entró en crisis… Es lluvia fina que llega de muchos ámbitos. Es un proceso de deterioro constante en el que sí, obviamente, hay un telón de fondo que debemos tener presente. Lo digo sin tremendismo, ni quiero que se perciba con tono apocalíptico, pero ya hace décadas vivimos en un cambio de paradigma que ha desplazado ciertos productos de la cultura y de las relaciones cotidianas de un polo a otro.

Quizás por edad, tengo 50 años, pertenezco a la última generación para la cual el libro es el depósito de privilegio del conocimiento, de memoria, de logos. Eso está cambiando y, posiblemente, si quien hablara no fuera un autor de 50 años sino de 35 le pondría matices a mi afirmación. Diría: Bueno, a lo mejor ese acervo ya no está ahí en ese recipiente; a lo mejor está en otro tipo de lugares a veces intangibles. Ahora se plantea la posibilidad de una especie de primer atisbo de inmortalidad donde el cuerpo físico desaparece, pero ya cada vez se propone con fuerza la pervivencia de las personas a través de una nube a la cual se podría volcar contenidos de todo tiempo. Eso introduce un nuevo paradigma de conservación de memoria y de contenidos. Mi ánimo ha sido siempre establecer un diálogo entre palabra e imagen, desde la inclusión no desde la disyunción. No creo en la dialéctica palabra o imagen; es palabra e imagen. En Horda se lleva al extremo con este dispositivo llamado Magma para hacer evidente ciertos riegos a los cuales podemos asomarnos, pero no porque sea detractor o negador de las posibilidades de lo que una cultura visual nos puede prometer».

El escritor Ricardo Menéndez Salmón, en enero de 2018. /Fotografía de WMagazín

Todos los tiempos suceden a la vez

«En el terreno artístico creo tenerlo claro. Es una idea bastante extendida entre cierta crítica artística que ha puesto siempre entre paréntesis o ha suspendido, directamente, la percepción de que la historia del arte es una historia de evolución. Siempre se aduce a un ejemplo canónico que es el de Picasso, el artista plástico más importante del siglo XX, que reivindica el primitivismo y, sobre todo al arte africano. Da un golpe encima de la mesa y un llamado de atención muy evidente a que huyamos de cualquier interpretación lineal o progresiva del arte. En general, el progreso humano en todas las disciplinas, no hablemos de la literatura, se mueve más en un movimiento circular o movimiento elíptico donde lo importante es el diálogo entre distintas épocas. Dicho de otro modo, el avance en arte y literatura consiste en traer a tu tiempo los grandes temas que recorren o vertebran en una especie gran esqueleto la historia de la humanidad. Camus decía que en el arte de la novela su éxito es su plasticidad, pero no la plasticidad a nivel temático, porque los temas que convocan a los escritores desde el inicio de la Epopeya de Gilgamesh hasta ahora no han cambiado mucho. La plasticidad se da en las sociedades que esa literatura va a reflejar o incluso en los lectores que van a recibir ese texto. En ese sentido, Horda es una novela muy antigua porque los temas que trata son muy viejos y comprometen a la propia idea de la creación. Las herramientas con las que el creador trabaja, la relación que existe entre discurso y realidad, poder. Son temas viejos porque son sustanciales a nuestra aventura de la peripecia intelectual».

Simultaneidad de épocas

«Es una simultaneidad que no se reduciría solo al ámbito de la creación. En las sociedades en las que vivimos coexisten distintas épocas. A los occidentales nos deforma mucho la visión del lugar del mundo que ocupamos, privilegiado, con problemas, pero… Vivimos en sociedades donde podemos dedicar el tiempo a hablar de literatura. Un ejemplo: la pandemia nos está transparentando que las distintas sociedades que hay en el mundo viven en momentos históricos distintos, coinciden en el tiempo. Nos encontramos en partes del planea que viven no en el siglo XXI sino en el XXIII, pero a la vez hay lugares que viven en un mundo donde la revolución industrial no llegó. Esa simultaneidad, que es evidente en el terreno de la creación, hasta cierto punto también se puede trasladar a la mera lectura de la historicidad contemporánea. No existe un espectador ideal desde fuera del mundo. El espectador contempla el mundo desde una lógica que le es propia y es tendenciosa. En paralelo discurrimos por raíles muy distintos entre sí, y hay que encontrar los mecanismos para percatarse de ese decalaje».

Existencialismo

«El existencialismo fue corriente de pensamiento muy seductora, una etapa a la cual es difícil escapar a los 20 años cuando estudias filosofía. Para mí el gran libro existencialista no es La nausea, de Sartre, ni El extranjero, de Camus. Mi primer contacto con el existencialismo fue El pozo, de Juan Carlos Onetti, siendo un chaval de 16 años. Es una novela corta escrita en Montevideo en 1939 donde un hombre se levanta por la mañana y hace un resumen absolutamente cáustico y amargo de su existencia. Fue la puerta de entrada a quien sigue siendo mi escritor predilecto en español. El existencialismo no se inventó a este lado del Atlántico, sino que ya lo intuyó el señor Onetti al otro lado.

El existencialismo es una huella más en mi formación como escritor. Siempre me han interesado los temas que el existencialismo ha puesto sobre la mesa: el conflicto entre libertad y necesidad, de Historia con mayúscula e historia. La búsqueda de un sentido a una existencia que seguramente carezca de él. Un tema fascinante sobre cómo vivir en un mundo en el que no creemos que haya ninguna instancia moral que garantice su funcionamiento. Cómo vivir, en definitiva, en un mundo sin Dios, sin dioses. Con la edad no es que esos temas se hayan atenuado, sino que han entrado en diálogo con otras corrientes y está ahí como telón de fondo nutritivo».

  • Horda. Ricardo Menéndez Salmón (Seix Barral).

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