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La escritora argentina Samanta Schweblin gana el National Book Award en Traducción 2022 por ‘Siete casas vacías’. /Foto de WMagazín

Samanta Schweblin gana el National Book Award 2022 por los cuentos de ‘Siete casas vacías’ sobre la falacia de la normalidad

La escritora argentina obtuvo el galardón en la categoría de Mejor libro traducido. Son relatos donde pone su mirada aguda e inquietante sobre la cotidianidad con personajes en quienes afloran sus miedos agazapados. Lee un pasaje de unos de sus cuentos

En 2001 Samanta Schweblin empezó a explorar en la literatura «el pacto de la normalidad para poder convivir» que la llevó a descubrir que «todo parece un malentendido y la normalidad es una falacia absoluta». Veintiún años después, en 2022, la escritora argentina recibe uno de los premios literarios más importantes y que mejor reflejan su búsqueda creativa: el National Book Award a la Traducción por los cuentos de Siete casas vacías, traducido por Megan McDowell, editado por Riverhead Books / Penguin Random House en Estados Unidos, y publicado en español por Páginas de Espuma que apostó por él en 2015 al ganar el Premio Ribera del Duero. Schweblin se convierte en el primer escritor/a en español en obtener este premio, desde su creación en 2018.

«No hay mejor muestra de la capacidad de Samanta Schweblin para alterar la estabilidad emocional de los lectores que en el cuento La respiración cavernaria, de esta colección«, dijo The Washington Post. En Siete casa vacías, se ve a Samanta «Schweblin en su forma más aguda y feroz», según The New York Times. Se trata de una de las escritoras/es más relevantes del español contemporáneo con tres volúmenes de cuentos (El núcleo del disturbio, 2001, Pájaros en la boca, 2009, y Siete casas vacías, 2015) y dos novelas (Distancia de rescate, 2014, y Kentukis, 2018, entrevista por esta novela en WMagazín AQUÍ).

Samanta Schweblin (derecha) y su traductora al inglés Megan McDowell, durante al ceremonia de entrega del National Book Award por ‘Siete casas vacías’ (16 de noviembre de 2022). /Captura del vídeo de YouTube – WMagazín

Claves del universo Schweblin

Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) crea en estos cuentos situaciones cotidianas en las que cobran vida los temores y tragedias que las personas llevan agazapadas de manera consciente o no, hasta desatar escenas que parecen cumplir el libro de un destino donde se funden la normalidad cotidiana y la irrealidad. “Son los miedos que encorsetan o autosecuestran la libertad… Donde la gente no se atreve a reconocerse o vivir como realmente le gustaría. Por eso los lectores perdonan o sienten simpatía por mis personajes”, explicó Schweblin en 2015, tras la primera edición de Siete casas vacías, en una entrevista que le hice para el diario español El País.

Otra de las desdichas que lastran y alimentan estos individuos es la incomunicación que los asfixia. Todo es máscara porque, dice la escritora, “en el momento que entendemos que somos tan únicos y tan extraños y tan fuera del código común de normalidad, en que descubrimos que la normalidad es una falacia absoluta, que no existe ese código, nos reconocemos y desconocemos a la vez”. Ahí esta la clave de ese temor subterráneo que late en los cuentos, y que despiertan sensaciones y preguntas en los lectores.

Para Juan Casamayor, su editor en español, «estos cuentos tienen la singularidad única de enfrentarnos a una realidad distorsionada y crear un grado de  lo insólito. Ahí está la magia, inquietud y desasosiego de Samanta, en esa capacidad de elección; traslada la responsabilidad de leer, de elegir, a quien tiene el libro entre las manos y debe decidir si está ante una realidad alterada o un hecho sobrenatural que acercaría el libro a ese mundo inusual e insólito tan magistralmente trabajado».

Para la editorial estadounidense algunas historias de Siete casas vacías «están desprovistas de amor o de vida o de muebles, de personas o de la verdad o de recuerdos. Pero en los cuentos tensos y visionarios de Samanta Schweblin, siempre aparece algo: un fantasma, una pelea, intrusos, una lista de cosas que hacer antes de morir, el primer encuentro de un niño con una elección oscura o la falibilidad de los padres». Señala que Siete casas vacías fue el libro «que colocó a Samanta Schweblin a la vanguardia de una nueva generación de escritores latinoamericanos. Y, ahora, en inglés llevará su estatus de culto a nuevas alturas«. En cada historia, agrega, «los giros y vueltas inquietarán y sorprenderán: Schweblin nunca toma el camino esperado y, en cambio, excava debajo de la piel y revela verdades incómodas sobre nuestro sentido de hogar, de pertenencia y de la fragilidad de nuestras conexiones con los demás».

Junto a Samanta Schweblin llegó a la final del Nationl Book Award la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda por su novela Mandíbula (Candaya). Los ganadores del National Book Award reciben diez mil dólares, una medalla y una estatua de bronce; mientras que los finalistas, mil dólares y una medalla de bronce. Asimismo, los ganadores y finalistas en la categoría de Literatura traducida dividirán el premio en partes iguales entre el autor y el traductor.

Finalistas de Literatura traducida del Nationl Book Award: Jon Fosse, por A New Name: Septology VI-VII (del noruego por Damion Searls, Transit Books); Scholastique Mukasonga, por Kibogo (del francés por Mark Polizzotti, Archipelago Books); Mónica Ojeda, por Jawbone (del español por Sarah Booker, Coffee House Press); Samanta Schweblin, por Seven Empty Houses (del español por Megan McDowell, Riverhead Books / Penguin Random House) y Yoko Tawada, por Scattered All Over the Earth (del japonés por Margaret Mitsutani, New Directions Publishing).

Es el tercer premio que Samanta Schweblin recibe este 2022, tras el O’Henry por el cuento Un hombre sin suerte y el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por “su narrativa desestabilizadora, la exactitud de su prosa y la revitalización que opera su obra de la cuentística latinoamericana”. Según el jurado del Premio Donoso, su narrativa “se caracteriza por una gran precisión en su trabajo arquitectónico del cuento; además, reactiva la gran tradición rioplatense del relato breve de la cuentística, con grandes exponentes como Quiroga, Borges, Cortázar y Bioy Casares”. (Puedes ver el vídeo de la ceremonia del National Book Award AQUÍ).

Schweblin en los premios internacionales

Edición estadounidense de `Siete casas vacías’, de Samanta Schweblin.

Samanta Schweblin ya es una autora habitual en los premios internacionales. Ha sido seleccionada en tres ediciones al International Booker Prize por los libros de cuentos Distancia de Rescate, en 2017, y Pájaros en la boca, 2018, y por la novela Kentukis, 2022, traducida como Little Eyes; todos por el trabajo de traducción de Megan McDowell. En 2018 obtuvo el Premio Shirley Jackson a la Mejor Novela Corta por Distancia de Rescate, y este año el citado O’Henry por el cuento Un hombre sin suerte.

Schwblin es una narradora nata. Convierte la vida en un relato donde engarza realidad, ideas, preocupaciones y sensaciones. En el discurso de agradecimiento, por ejemplo, dijo: “Hoy pensaba que muchas palabras pueden ser tramposas o engañosas o dañinas y por eso que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice. Pero luego recibí un llamado de casa que me decía: Aaunque te tengas que vestir esta noche, asegúrate de no tener frío, después las palabras serán un regalo”.

Otro ejemplo de la capacidad de Schweblin de juntar diferentes dimensiones de lo real, cotidiano e irrealidad fue cuando WMagazín la invitó, junto a otros 36 autores, a participar en marzo de 2022 en la creación de un Diccionario especial con una palabra que definiera para ella la guerra que dos semanas atrás había declarado Vladimir Putin, presidente de Rusia, a Ucrania. Ella eligió la palabra Galina que convirtió en un emotivo y reflexivo relato:

«Galina. Una vez al mes, Galina limpia mi casa. Como no tenemos una lengua en común, me da un abrazo al llegar y me da otro al irse. Una vez le hice un paquetito con dos alfajores y un mes después, en agradecimiento, me trajo golosinas ucranianas. Antes de despedirnos señalamos en mi calendario cuándo volvemos a vernos, y una vez que estaba enferma, su hermana Svetlana viajó de Kiev a Berlín para reemplazarla en su trabajo durante todo el mes.

Ayer, cuando le abrí la puerta, estaba llorando. La abracé, como ella misma me enseñó a hacer cada vez que nos saludamos, pero sus brazos no se movieron. Le hice un té con las dos cucharaditas de azúcar que sé que le gustan, le di el tazón caliente pero lo rechazó. Intentando calmarla le hablé en inglés, en alemán y en español, hasta que entendí que, si no me callaba, yo también iba a ponerme a llorar. Llevé a Galina hasta el living y corrí una silla para indicarle que se sentara. Entonces levantó las manos alarmada, casi asustada. Dio un paso hacia atrás para dejar bien claro que de ninguna manera iba a sentarse. ¡Arbeit! Gritó. ¡Nur Arbeit!* Sacó el teléfono de su pantalón y me mostró una foto de su nieta. Ucrania, dijo, Ucrania, y, sin dejar de llorar, se arremangó la camisa y se fue para la cocina. (*“¡Trabajo! ¡Solo trabajo!” en alemán)».

Cuento: Nada de todo esto, de Schweblin

«–Nos perdimos –dice mi madre. Frena y se inclina sobre el volante. Sus dedos finos y viejos se agarran al plástico con fuerza. Estamos a más de media hora de casa, en uno de los barrios residenciales que más nos gusta. Hay caserones hermosos y amplios, pero las calles son de tierra y están embarradas porque estuvo lloviendo toda la noche.
–¿Tenías que parar en medio del barro? ¿Cómo vamos a salir ahora de acá?
Abro mi puerta para ver qué tan enterradas están las ruedas. Bastante enterradas, lo suficientemente enterradas.
Cierro de un portazo.
–¿Qué es lo que estás haciendo, mamá?
–¿Cómo que qué estoy haciendo? –su estupor parece sincero.
Sé exactamente qué es lo que estamos haciendo, pero acabo de darme cuenta de lo extraño que es. Mi madre no parece entender, pero responde, así que sabe a qué me refiero.

–Miramos casas –dice.
Parpadea un par de veces, tiene demasiado rímel en las pestañas.
–¿Miramos casas?
–Miramos casas –señala las casas que hay a los lados.
Son inmensas. Resplandecen sobre sus lomas de césped fresco, brillantes por la luz fuerte del atardecer. Mi madre suspira y, sin soltar el volante, recuesta su espalda en el asiento. No va a decir mucho más. Quizá no sabe qué más decir. Pero esto es exactamente lo que hacemos. Salir a mirar casas. Salir a mirar las casas de los demás. Intentar descifrar eso ahora podría convertirse en la gota que rebalsa el vaso, la confirmación de cómo mi madre ha estado tirando a la basura mi tiempo desde que tengo memoria…».

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