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El escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez. /FIL Guadalajara-Natalia Fregoso

Sergio Ramírez: «El cine me enseñó a ver en planos, a dominar la técnica, la voz en off, los diálogos»

AUTORRETRATO ARTÍSTICO DE UN ESCRITOR/A 11 - El autor nicaragüense y premio Cervantes recuerda cuáles son las artes, obras y creadores que más lo han influido. Celebra 60 años de su primer libro, 'Cuentos', y diez ediciones del festival Centroamérica cuenta. Desde su exilio en España, es el invitado a esta serie de WMagazín, con la colaboración de Endesa

Con 8 años, Sergio Ramírez Mercado, era un niño que recolectaba trozos de belleza: recortes de películas para verlas al trasluz. Estaba fascinado con el misterio insondable de las secuencias en movimiento. Buscaba descifrar el milagro de la vida congelada en cada fotograma. El cine es el arte que, quizás, más ha influido en la vida personal y literaria del escritor nicaragüense y Premio Miguel de Cervantes 2017.

Un arte tan importante para él que lo ha llevado a decir que es escritor porque no pudo ser director de cine. No es para menos, a los 12 años se convirtió en el proyeccionista titular del cine de su pueblo: Masatepe. Y las cientos de películas que vio, de los westerns a las de Ingmar Bergman y Vittorio de Sica, le dejaron la semilla de las técnicas y recursos narrativos que luego, sin saberlo, le habrían de servir en su escritura.

Antes de eso estudió derecho, como quería su padre, y a los 21 años, en 1963, hace sesenta, debutó en la literatura con un libro de historias titulado, sencillamente, Cuentos. Luego vendrían los días de Berlín donde descubrió la belleza de las artes plásticas, al tiempo que hacía su posgrado en música clásica yendo a los conciertos de Karajan, por ejemplo, y de cine, sin perderse ni un día las películas del cine club.

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) vive exiliado en España, desde septiembre de 2021, tras la orden de detención emitida por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien además le retiró este 2023 la nacionalidad nicaragüense. El escritor formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, 1979-1985, tras el triunfo de la Revolución Sandinista, que derrocó al dictador Anastasio Somoza; y fue vicepresidente de Nicaragua bajo la presidencia de Ortega, 1985-1990. Sus memorias de la revolución las tituló Adiós muchachos. Las represalias contra el narrador y ensayista son consecuencia de la espiral de persecuciones llevadas a cabo por Ortega y su esposa, Rosario Murillo, contra cualquiera que sea crítico con su gobierno.

2023 es un año de múltiples celebraciones para Ramírez: además de los 60 de su debut como escritor, son los 25 años, en 1998, del Premio Alfaguara de Novela, con Margarita, está linda la mar, y los diez desde la fundación del festival literario Centroamérica cuenta. Sus libros más recientes son Tongolele no sabia bailar (novela) y Ese día cayó en domingo (cuentos), todos en Alfaguara.

En vísperas de su viaje a República Dominicana, para la décima edición de Centroamérica cuenta (del 16 al 21 de mayo de 2023), Sergio Ramírez habla de las artes, obras y creadores que lo han acompañado siempre hasta dar vida, ahora, a su Autorretrato artístico de un escritor:

Sergio Ramírez y algunas de las obras y artistas que más lo han influido, de arriba abajo: fotograma de 'Ladrón de bicicletas', cartel de `Los niños del paraíso', Mahler, el trío Los Panchos y detalle del cuadro 'La fuente de la eterna juventud', de Lucas Cranach el Viejo. /WMagazín

Autorretrato artístico de un escritor: Sergio Ramírez Mercado

“Mi primera fascinación por algo bello fue cuando tendría unos 8 años: eran los recortes de películas de cine, verlas al trasluz. Ver las secuencias era un misterio insondable. Recuerdo los experimentos de cine tratando de limpiar esas imágenes y proyectarlas.

El dueño del cine de Masatepe, mi pueblo, Cine Club, era mi tío Ángel Mercado. Yo perseguía al proyeccionista para que me regalara los recortes porque las películas se quemaban y se cortaban los pedazos. Así, me fui metiendo en la caseta de proyección, de manera que me fui convirtiendo en auxiliar del proyeccionista.

Cuando tenía 12 años, mi tío se peleó con el proyeccionista. Una mañana llegó donde mi padre, que estaba en su tienda, en la esquina del parque frente a la iglesia, para decirle que yo tenía que ser el proyeccionista titular porque dominaba la técnica.

Mi padre se horrorizó. Pensaba que iba a terminar mi vida como proyeccionista y él quería que yo fuera abogado. Al final, llegaron a un acuerdo en el que yo trabajaría, pero sin sueldo. Mi padre no quería que me aficionara al dinero. No me importó. A mí me gustaba la idea de ser el dueño de ese reino. A los 12 años me convertí en el proyeccionista titular del cine de Masatepe.

Fotograma de ‘Ladrón de bicicletas’, de Vittorio de Sica.

La entrada en comunicación directa con la imagen fue fundamental porque en la sala de proyección hay tres ventanillas. Cada uno de los dos aparatos de 35 milímetros tiene una, y la tercera es la del proyeccionista, porque tiene que estar pendiente de la proyección, que no se desajuste, que el sonido no vaya por otro lado, que la imagen no tiemble, ni se queme.

Todo eso me enseñó a ver en planos: primer plano, plano cercano, plano lejano. Me enseñó a dominar la técnica de la voz en off, los flash backs, los diálogos. Es una escuela muy importante a la que tuve acceso. Fui proyeccionista hasta que fui a la universidad, hasta los 16 o 17 años.

La primera imagen de cine que recuerdo es la que veía a trasluz. Luego la imagen de una sábana colgada de unos árboles en un patio, donde se proyectaba una película en la que se veía a un hombre, con un pañuelo en la nariz y un sombrero, abriendo una caja fuerte, un ladrón. La otra imagen es la de una mano cortada que andaba sola y estrangulaba a la gente.

Gustav Mahler, uno de los compositores preferidos de Sergio Ramírez.

La música llega a mi vida por el lado de mi familia paterna. Los Ramírez eran músicos, todos, menos mi padre. Mi abuelo, Lisandro Ramírez, era maestro de capilla en la iglesia parroquial y músico profano. Tocaba el violín y componía música religiosa, valses y boleros. Su padre también era músico.

Recuerdo a mi abuelo escribiendo en el papel pautado o haciendo particellos de la orquesta. Lo que ahora me llama la atención es que, generalmente, los compositores usaban las composiciones en el piano y sacaban notaciones, pero mi abuelo no tenía piano porque era pobre. Componía con el oído, y su violín. A medida que sus hijos fueron creciendo los fue haciendo músicos, y repartiendo los instrumentos entre cada uno. Ellos, con mi abuelo, componían esta orquesta que completaban con otros músicos. Tocaban en la iglesia, pero también en los bailes, en las fiestas, en las procesiones, era muy versátil.

Ensayaban en la casa de mi abuelo y yo, siempre, estaba pendiente de esos ensayos. Una de las cosas que más me llamaba la atención era cómo se iban concertando los instrumentos hasta que salía lo que iban a tocar. Cuando yo tenía 10 años, mi padre decidió que yo debía aprender solfeo, aunque él no quiso ser músico porque le encargaron el contrabajo y pensó que era lo más aburrido y se dedicó al negocio. Pero él, a mi tío Alberto, le pidió que nos enseñara a mi hermana mayor y a mí solfeo. Me parecía de las cosas más espantosas, y con clases a las dos de la tarde, una tortura. Nunca le hicimos caso y le dijo a mi padre que éramos sordos para la música

Pero sí yo creo que tengo el oído de músico porque, si no, no sería escritor. Tengo mucha memoria musical, puedo reconocer una melodía clásica, ya no se diga la música popular. Yo me divierto en un concierto escuchando e identificando los instrumentos, cuando entran los violines, el chelo, los clarinetes, los saxos, o todos.

Entre los compositores Beethoven es Dios misericordioso, pero me gusta muchísimo Mahler, ese sentido doliente que tiene su música, esa Canción de los niños muertos es muy linda. Me gusta Berlioz, su Fausto, hay una canción gótica ahí que me fascina.

Trío musical mexicano Los Panchos.

Hay gente que le repugna el reguetón, a mí no. Es la música popular de esta época. Algunas letras no valen la pena, otras son muy buenas, muy ingeniosas. Yo vengo de una Latinoamérica de los años cincuenta y sesenta. Me gustaba alguna música anglosajona, pero la música latinoamericana como los boleros los tengo muy metidos en mi cabeza: Cárdenas, Los Panchos, Daniel Santos, hasta el bachiller Peñaranda.

En cambio, fui pésimo bailarín. Nunca aprendí a bailar. Cuando tenía 12 años ya tenía la estatura que tengo, de 1,85 metros, crecí de una sola vez. En las fiestas de adolescentes sacaba a bailar a una muchacha y me decían que no porque era muy alto. Eso me fue inhibiendo, no encontraba pareja. Sufría mucho. En las fiestas todos se paraban a bailar y yo quería seguir conversando. Mi mujer, Tulita (Gertrudis Guerrero Mayorga), es muy buena bailarina. Cuando éramos novios, desde los 17 años, se acoplaba conmigo.

En la escritura te das cuenta que llevas un ritmo y una melodía. Quizás entrené mi oído recitando a Rubén Darío que es muy musical.

`La fuente de la eterna juventud’, de Lucas Cranach el Viejo.

Mi primer acercamiento serio al arte fue a los 22 años. Cuando me gradué de abogado me fui a Costa Rica a trabajar con el Consejo de Universidades de Centroamérica. Entonces, un organismo alemán invitó a los rectores a un viaje por Alemania y me tocó ir. Fue un viaje de un mes.  Ahí descubrí dos cosas:

La primera, los museos. El primer museo con el que me topé y quedé maravillado es lo que hoy es la Galería Nacional.  Mi primer contacto directo con los óleos, con la pintura fue allí, en sus salas.

Me encontré con pinturas y artistas que ya nunca olvidé, como Brueghel el viejo y El Bosco, que fueron los que más me llenaron de fascinación. Recuerdo desde esa vez el cuadro La fuente de la eterna juventud, de Lucas Cranach el Viejo.

La segunda cosas que encontré en Berlín fue la ópera. A cada ciudad que llegábamos, de Hamburgo a Berlín, nos llevaban a ver una ópera. La primera sensación que tuve de la ópera, porque en ese tiempo no te ponían subtítulos, y los argumentos de la ópera son enredados, tramas complejas, es que me aburría mucho. Pero después, fui abriendo mi oído a la ópera. Cuando volví a Berlín, en el año 73, con una beca para creadores del Servicio de Intercambio Alemán, me daban entradas para ir a la filarmónica. Cada domingo iba a escuchar a la orquesta filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan. Esa fue mi escuela musical.

Yo tuve en Berlín una escuela musical con Karajan y de pintura moderna con las visitas al Museo Nacional y luego a los museos clásicos.

Cartel de la película francesa ‘Los niños del paraíso’, de Marcel Carné.

 

He visto mucho cine desde los 12 años. A Masatepe y los pueblos de Nicaragua llegaban muchas películas mexicanas, pero también pasaban del cine norteamericano, cine negro, western, y llegaba cine europeo, cine sueco, cine italiano. Yo proyecté a Bergman, a De Sica,  también cine ruso. Eso se pasaba en América Latina. Vi muchísimo cine de muchos países y géneros.

Cuando volví a Berlín,en el 73, hice mi posgraduado en cine porque había un cine estudio llamado Cine Arsenal que daba ciclos temáticos: neorrealismo italiano, cine de entreguerras, cine francés. Vivía metido todas las noches en ese cine, me veía todo. Allí hice mi posgraduado en cine.

Una película que me fascinó fue Los niños del paraíso, de Marcel Carné. Otra fue Sunset Boulevard, me atraía porque lo que quiso ser una comedia se volvió un drama y el hecho de que fuera un muerto el que narra la historia me llamaba mucho la atención, era muy posmoderno para mí. Igual que Machado de Asís era posmoderno porque pone a narrar a un muerto.

 

La belleza es lo que siempre se te escapa. Lo que te deja una huella de nostalgia dolorosa. La belleza es algo que siempre estás buscando cómo atrapar. Es algo muy inasible, inaprensible. No sé que significaría vivir permanentemente con la belleza. La belleza es algo que quieres atrapar al paso. Es como un milagro. Una epifanía. La belleza es el encuentro con el milagro.

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Serie Autorretrato artístico de un escritor/a

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Winston Manrique Sabogal

2 comentarios

  1. Me gustó mucho WMagszin , confieso que llegué a esa revista por el auto retrato de mi compatriota Sergio Ramírez
    Me gustó mucho WMagszin confieso que llegué a ustedes por el auto retrato de mi compatriota Sergio Ramírez orgullo de Nicaragua

  2. Hola Israel. Nos alegra mucho que le haya gustado WMagazín, y gracias por decirnos, nos anima a seguir adelante. Esperamos que disfrute de nuestros artículos de fondo, están en cada una de nuestras secciones. Un saludo.

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