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Un siglo de Mandela, retrato público y privado de quien cambió el destino de Sudáfrica

El 18 de julio de 1918 nació el hombre que acabó con el 'apartheid', tras pasar 27 años en prisión y convertirse en el primer presidente negro de su país. Una figura relevante del siglo XX y símbolo de la no violencia. WMagazín le rinde homenaje con cuatro libros que trazan su figura

El eco del significado de su nombre lo acompañó. ¿Acaso es verdad que el significado de un nombre delinea el destino de alguien? Rolihlahla, el hombre cuyo nombre significa “revoltoso” en el habla popular, que luchó toda su vida por cambiar el destino de Sudáfrica, que vivió casi un tercio de su vida por ello en prisión y que a los 76 años logró su objetivo y fue admirado por el mundo, hubiera cumplido este 2018 un siglo: Nelson Rolihlahla Mandela (1918-2013).

Fue abogado, activista político, preso de conciencia durante 27 años y el primer presidente negro de Sudáfrica. Una figura relevante del siglo XX y símbolo de la no violencia como Gandhi o Martin Luther King.

El mundo vivió las últimas décadas de su vida como una novela casi en tiempo real. Un hombre perseguido por sus ideales, sufrido, admirado y ejemplar en su concepción de la convivencia, la igualdad, la libertad y la justicia. Sudáfrica tuvo una segunda y verdadera oportunidad gracias a la lucha de Mandela contra el apartheid. Desde la prisión, donde estuvo desde 1962, su mensaje era escuchado en su país y en el exterior, hasta minar, poco a poco, el régimen sudafricano. Pero fue a partir de su salida de la cárcel, el 11 de febrero de 1990, cuando Sudáfrica se encaminó hacia el futuro. Este llegaría en 1994 cuando Mandela se convertiría en el primer presidente de raza negra de su país, y primer mandatario elegido democráticamente. Un año antes había obtenido el Premio Nobel de la Paz.

Mandela tuvo seis nombres, seis maneras en que lo llamaban y lo recuerdan:

Rolihlala, su nombre de nacimiento.

Nelson, apodo escolar.

Madiba, por el clan al que pertenecía.

Tata, al ser considerado el padre de la democracia.

Khulu, nombre que reciben los abuelos.

Dalibhunga, palabra para designar la primer nombre adulto.

Los siguientes son algunos libros que trazan el arco de la vida pública y privada y pensamientos de una persona corriente y de un líder.

Una infancia en el campo

El siguiente es el comienzo de la autobiografía de Mandela, El largo camino hacia la libertad:

«Además de la vida, una constitución fuerte y una vieja vinculación con la casa real de Thembu, lo único que mi padre me dio al nacer fue un nombre, Rolihlahla. En xhosa, Rolihlahla quiere decir literalmente “arrancar una rama de un árbol”, pero su significado coloquial se aproxima más a “revoltoso”. Yo no creo que los nombres predeterminen el destino, ni que mi padre adivinara de algún modo cuál iba a ser mi futuro, pero en años posteriores, tanto mis amigos como mis parientes llegaron a atribuir a ese nombre las muchas tempestades que he causado, y a las que he sobrevivido. Mi nombre inglés, o cristiano, más familiar, no me fue dado hasta mi primer día de colegio, pero me anticipo a los acontecimientos.

Nací el 18 de julio de 1918 en Mvezo, una diminuta aldea en la ribera del río Mbashe, en el distrito de Umtata, capital del Transkei. El año de mi nacimiento fue el del fin de la Gran Guerra, el de una epidemia de gripe que mató a millones de personas en todo el mundo y el de la presencia de una delegación del Congreso Nacional Africano en la Conferencia de Paz de Versalles para exponer las quejas del pueblo negro sudafricano. Mvezo, no obstante, era un lugar apartado, un pequeño asentamiento alejado de los grandes acontecimientos del mundo, donde la vida continuaba en gran medida como hacía cien años.

El Transkei se encuentra unos mil doscientos kilómetros al este de ciudad de El Cabo y a novecientos al sur de Johannesburgo. Está situado entre el río Kei y la frontera con Natal, con las abruptas montañas Drakensberg al Norte y las azules aguas del Índico al Este. Es una hermosa tierra de suaves colinas, fértiles valles y un millar de ríos y arroyos, que hacen que el paisaje sea verde incluso en invierno. El Transkei era una de las mayores divisiones territoriales de Sudáfrica. Con una superficie del tamaño de Suiza, tenía una población de unos tres millones de xhosas y una pequeña minoría de basothos y blancos. Es el hogar del pueblo thembu, que forma parte de la nación xhosa a la que pertenezco.

Mi padre, Gadla Henry Mphakanyiswa, era un jefe, tanto por derecho de sangre como por tradición. Fue confirmado como jefe de Mvezo por el rey de la tribu thembu pero, bajo el dominio británico, su elección debía ser ratificada por el gobierno, que en Mvezo estaba representado por un comisario residente local. Como jefe designado por el gobierno, tenía derecho a un estipendio y a una parte de los ingresos que los ingleses obtenían de la comunidad por vacunar el ganado y a cambio de los pastos comunales. Aunque el papel de jefe era venerable y digno de estima, se había visto degradado —hacía ya setenta y cinco años— por el control de un gobierno blanco escasamente comprensivo para con los africanos.

La tribu thembu se remonta veinte generaciones hasta el rey Zwide. Según la tradición, el pueblo thembu vivía al pie de las montañas Drakensberg y emigró hacia la costa en el siglo XVI, donde se incorporó a la nación xhosa. Los xhosas forman parte del pueblo nguni, que…».

El deporte como gran aliado de la paz

El rugby fue un eslabón clave para que Sudáfrica afianzara su camino al futuro. Fue la visión que tuvo Nelson Mandela. Tras estar en prisión casi tres décadas, quedó en libertad  en 1990  y llegó a la presidencia de su país en 1994 con 76 años. Mandela abolió el apartheid, pero estaba pendiente sellar una verdadera unión o reconciliación entre negros y blancos después de más de medio siglo de odio racial y desigualdad. Así es que Mandela vio en el Mundial de Rugby de 1995, celebrado en Sudáfrica, la oportunidad, el sentimiento que uniría a todos indistintamente. John Carlin cuenta esta historia en El factor humano (Seix Barral) en la que traza una biografía de Mandela donde queda clara su capacidad de mirar más allá de lo obvio y anteponer la necesidad de una paz aceptada y bendecida por el rugby que todos amaban, y lo logró porque Sudáfrica ganó el mundial en su propio territorio.

Un persona admirable y una historia de película que Clint Eastwood llevó al cine en 2009. Invictus fue el título que le puso y fue protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon.

Otro rostro de Madiba

«Mis queridas, una vez más, nuestra querida mamá ha sido arrestada y ahora tanto ella como papá están en la cárcel. Mi corazón sangra al pensar en ella sentada en alguna celda policial lejos de casa, quizás sola y sin nadie con quien hablar ni nada que leer. Veinticuatro horas al día añorando a sus pequeñas», escribió Nelson Mandela a sus hijas Zinzi y Zenani en junio de 1969.

Forma parte de las 255 cartas que el líder surafricano escribió entre finales de 1962, antes de entrar en la cárcel de máxima seguridad de Robben Island en Ciudad del Cabo, y el 11 de febrero de 1990 cuando quedó en libertad. Cartas escritas con letra muy junta, reclamando compañía. Al principio solo le permitían enviar seis al año. En este libro se ve un Madiba, uno de los seis nombres que recibía, muy íntimo, privado. El padre  ausente del cumpleaños de sus hijos, el marido que sabe de su esposa sola. «Tu foto es fuente de consuelo cuando pienso en ti, mirarla una y otra vez es lo único que me da confort cuando el amor y el recuerdo me engullen. Tu estado y salud y el de nuestras hijas, los reconocimientos y todo lo que le inquieta a tu alma me preocupa», escribió Mandela a su esposa en septiembre de 1967.

«El almuerzo para los africanos consistía en 340 gramos de gachas de maíz y un tazón de café negro; a los mestizos y a los indios se les daban 400 gramos, además de pan y café», describe en una de las cartas.

«Éramos como ganado mantenido con la mínima ración posible para llegar bien magro al mercado», apunta otro compañero de prisión, Indres Naidoo, al que también dan voz esas páginas. «Cuerpos a los que mantener con vida, no seres humanos con gusto y placer por la comida».

«Me alegró mucho saber que Zeni ya sabe hacer patatas fritas, arroz, carne y muchas otras cosas», le decía a una de sus niñas.

«Tengo la certeza de que llegará el día en que regresaré a casa para vivir el resto de mis días feliz con vosotras. No os preocupéis por mí ahora. Me encuentro bien, estoy feliz, y lleno de fuerzas y esperanzas».

Política, economía y destino

¿Cómo cambió el destino de un país como Sudáfrica que durante ocho décadas estuvo dominado por una minoría racista contra la población originaria arrinconada entre la pobreza y la miseria?

La forma en la que se hizo está contada en el libro El color de la libertad. Los años presidenciales (Aguilar), de Nelson Mandela y Mandla Langa, un libro que muestra en trece capítulos una especie de milagro social y económico de un país al borde del abismo. Uno de los apartados más importantes es la transformación social y económica. Dos aspectos indisociables en cualquier economía nacional, pero sobre todo en una Sudáfrica con desigualdades abismales.

Mientras limpiaba y organizaba las cuentas y creaba una nueva estrategia económica en la cual incluía la redistribución de la tierra, el gobierno de Mandela empezó por crear, mejorar y dar las necesidades básicas: servicios públicos, un plan de vivienda de más de un millón de casas, servicios sanitarios y, sobre todo, mejorar el sistema educativo.

Al mismo tiempo, apoyaron a los pequeños emprendedores, además de enseñarles y educarlos en esa gestión en la que incluso podían ir de la mano del gobierno. Ello con un elemento nuevo y vital: la participación de las mujeres en un sistema dominado por los hombres.

Los principales aspectos de la política del líder sudafricano los puedes ver en blogbankia.es en el artículo Mandela y el milagro de la transformación social y económica de Sudáfrica.

Mandela en sus frases

Nelson Mandela nació en Mvezo, Unión Sudafricana, el 18 de julio de 1918, y murió en Johannesburgo, Sudáfrica, en 2013. Algunas de sus frases para la historia son:

«Si deseas hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces se convierte en tu compañero».

«Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”

«África para los africanos no tenía una connotación racial… No pretendía decir que los blancos establecidos en África debían ser expulsados, no. Quería decir que el sistema colonial tenía que terminarse».

«Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”

«Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre el miedo. Un hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino aquel que lo conquista».

«Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar”.

«Yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, era muy fuerte y que estaba ganando cada vez más y más apoyo».

«Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo».

«La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.

 

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Winston Manrique Sabogal

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