Una historia de las imágenes y por qué las recordamos: de las cavernas al ordenador
El artista británico ha escrito con un prestigioso crítico de arte un libro que recorre la biografía de las imágenes creadas por el ser humano: dibujo, pintura, escultura, fotografía, pincel digital... Analizar su evolución ayuda "a comprender cómo vemos el mundo que nos rodea, y por tanto a nosotros mismos"
Presentación WMagazín «La historia de las imágenes se inicia en las cavernas y finaliza, por ahora, en la pantalla del ordenador. ¿Quién sabe hacia dónde irá en el futuro? No obstante, el desafío sigue siendo el mismo: cómo representar el mundo tridimensional sobre una superficie de dos dimensiones». Esto es lo que dice el artista británico David Hockney en su libro Una historia de las imágenes que ha hecho con el crítico de arte Martin Gayford a manera de diálogo y que recupera Ediciones Siruela. Una obra que busca que comprendamos cómo vemos el mundo que nos rodea, y por tanto a nosotros mismos, y la manera como el ser humano ha configurado la existencia y la belleza y la necsidad de estar rodeados de ella.
WMagazín publica un pasaje de este libro maravilloso en el que se recorre la vida de las imágenes creadas por el ser humano a lo largo de la historia. La evolución de esas mismas imágenes y cómo las personas han intentado plasmar lo que ven en su mente. Y cómo esas imágenes dialogan entre sí y conviven en un solo Tiempo. La obra incluye 310 imágenes de dibujos, cuadros, fotografías, fotogramas, logos e imágenes creadas en ordenador. Además de algunas claves de cómo grandes artistas lograron crear determinadas imágenes en sus obras, e incluso cómo utilizaban las mismas en varias obras.
Todo son imágnes. Hockney recuerda que todos los creadores de imágenes se enfrentan a un problema común: cómo plasmar lo tridimensional, personas, objetos y lugares, sobre una superficie plana. Asegura que todo son imágenes, ya estén hechos con un pincel, una cámara o un programa digital, ya se encuentren sobre la pared de una caverna o en la pantalla de un ordenador. Y para que comprendamos cómo vemos el mundo que nos rodea —y por tanto a nosotros mismos—, es necesaria una historia de las imágenes. Eso es lo que propone este libro, señala la editorial.
Esta obra explora cómo y por qué se han creado las imágenes a lo largo de los milenios: «Qué hace que unas marcas sobre una superficie plana sean interesantes? ¿Cómo se muestra el movimiento en una imagen fija, y, a la inversa, cómo conectan el cine y la televisión con los grandes maestros? ¿Qué maneras hay de condensar espacio y tiempo en una imagen estática sobre un lienzo o en una pantalla? ¿Qué muestran las imágenes: verdades o mentiras? ¿Presentan las fotografías el mundo tal y como lo percibimos?».
Con la yuxtaposición de una rica variedad de imágenes —un fotograma de una película de Disney con una xilografía de Hiroshige, una escena de una película de Eisenstein con un cuadro de Velázquez—, los autores traspasan las habituales barreras entre la cultura elevada y el entretenimiento popular, y establecen así unas inesperadas relaciones a través del tiempo y de los diferentes medios, afirmando al mismo tiempo que el cine, la fotografía, la pintura y el dibujo están profundamente interrelacionados.
El siguiente es un fragmento del diálogo entre David Hockney y Martin Gayford:
'Una historia de las imágenes'
David Hockney y Martin Gayford
David Hockney. En última instancia, por eso los precios de las subastas son tan elevados, porque, al final, cuando tienes un techo, alimento y abrigo, lo único que puedes comprar es belleza. ¿En qué más puedes gastarte el dinero? Es algo ancestral, siempre ha estado ahí. Las imágenes son parte de eso, pero no todas.
Solo recordamos unas pocas de entre los millones que se hacen. Las voy guardando en la memoria. Supongo, claro está, que la basura siempre desaparece en el arte. Muchos cuadros y montajes se desvanecerán, así que doy por sentado que en los ordenadores se perderán muchas. El principal motivo por el que las imágenes —y otras cosas— sobreviven es que le gustan a alguien. Hay imágenes realmente memorables, pero no sabemos qué las convierte en tales. Si lo supiéramos, habría muchísimas más.
El Matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck no es sino una imagen de dos personas en una habitación, pero me surge en la cabeza como una diapositiva. Hay millones y millones de imágenes de una pareja en un cuarto, pero la mayoría son del todo descartables, así que desaparecen. Las de Hopper no son así, en absoluto. Ahora mismo puedo ver algunas mentalmente: Domingo por la mañana temprano (1930), Noctámbulos.
Tanto Edward Hopper como Norman Rockwell son pintores americanos, contemporáneos, que representaron temas bastante similares: la vida cotidiana en los Estados Unidos. Sin embargo, las imágenes de Hopper se mantienen en la memoria con más fuerza que las de Rockwell, que fueron hechas para reproducirlas en el Saturday Evening Post, de modo que son bastante apagadas. No es Vermeer, pero Rockwell era un ilustrador muy bueno, tanto, que sus imágenes no desaparecerán. En
su día no lo habrían visto como parte de una conversación seria sobre el arte del siglo XX, pero lo cierto es que ahí hay toda una obra, y merece reconocimiento. Y es el público, no los historiadores del arte, quien ha seguido mirando sus obras. La gente que las adora basta para que no caigan en el olvido. Aunque en Hopper hay algo más.
Martin Gayford. ¿Qué convierte en memorable una imagen? Es extremadamente difícil de decir. Quizá tenga que ver con la temática, aunque es habitual que las obras que más perduran representen cosas normales y corrientes: dos personas en una habitación, cuatro reunidas en un bar. Quizá su fuerza se deba en parte a su estructura.
David Hockney. Muchos de los mejores fotógrafos, como Cartier-Bresson, se formaron como pintores, y eso quiere decir que sabían dibujar, les habían enseñado a mirar. Cartier-Bresson miraba y veía más, y obtenía mejores imágenes. Y, de nuevo, veo mentalmente una media docena de ellas.
Nos conocimos en mi exposición de dibujos de París, en 1975, y él de inmediato quiso hablar sobre el dibujo, como siempre que volvimos a vernos después de aquello, y yo siempre quería hablar de fotografía. Me dijo que la geometría hacía buena una foto. Le dije: «Sí, claro, es cuestión de ser capaz de traducir las tres dimensiones a dos, lo cual supone crear una disposición, cómo la ajustas. También es cuestión de fijarse en los bordes». Cuando le regalaron una cámara a mi hermana, empezó a hacer cursos de fotografía. Más adelante confesaría que yo le había dicho algo que mejoró las imágenes y que nadie más le había explicado: «Me dijiste que me fijara en el borde, no en el centro». Y le dije: «Yo creía que eso era elemental. Lo primero que haces. Y también vale para la pintura». Los bordes contaban de manera especial para Cartier-Bresson, porque, con toda la intención, no cortaba nada. Se aseguraba de que la fotografía valiese tal cual la tomaba.
Martin Gayford. La técnica de Cartier-Bresson requería una cámara ligera y rápida. Armado con ella, salía a la calle a cazar imágenes. Su objetivo era encontrar una que ya existiese en el mundo a su alrededor, perfectamente compuesta y estructurada, como un precocinado surrealista. A tal fin, ejercitó los reflejos y la mirada para poder presionar el obturador en la fracción de segundo que duraba aquella imagen en potencia: lo llamaba «el momento decisivo». Por supuesto, lo que halló en el mundo fue a sí mismo: su propio tipo de imagen.
Una cámara portátil con un rollo de película es una herramienta que permite crear un cierto tipo de imagen, y también lo es un carboncillo, una plancha de cobre para grabados o un programa como Photoshop. Todos son herramientas, y todas las imágenes se hacen con herramientas. Por tanto, los utensilios al alcance del creador de imágenes influyen en la naturaleza de sus imágenes. Entre los utensilios más antiguos que se conservan hay unas conchas que se usaban como paletas y otros materiales de pintura en Sudáfrica hace unos 100.000 años, una datación que sugiere que hemos perdido los primeros dos tercios de la historia del arte previa a las pinturas más antiguas que se conservan, hechas quizá hace unos 30.000 años.
David Hockney. La tecnología siempre ha contribuido al arte. El propio pincel es tecnología, ¿verdad? Pero las herramientas no crean imágenes. Siempre tiene que crearlas la gente.
- Una historia de las imágenes. David Hockney y Martin Gayford. Contiene 310 ilustraciones. Traducción de Julio Hermoso (Siruela).
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