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Ilustración de Fernando Vicente para la edición ilustrada de ‘Drácula’, de Bram Stoker (Reino de Cordelia).

Una sociedad bajo la sombra de Frankenstein y Drácula

Los dos filósofos hablan sobre 'La razón estética', de Maillard, y la necesidad de una educación de la sensibilidad. Un diálogo vertebrado a partir de dos mitos contemporáneos y su metamorfosis en la cultura. Frankenstein se publicó en 1818

Diálogos WMagazín. Con la conversación pública que sostuvieron la poeta y filósofa Chantal Maillard y el filósofo José Luis Pardo, con motivo de la nueva edición del libro de Maillard La razón estética (Galaxia Gutenberg), WMagazín abre un espacio a los encuentros de creadores e intelectuales. Una manera de acercar estas citas vitales a un mayor número de personas, en nuestro interés por convertir a nuestros lectores en testigos de hechos importantes para la cultura, la literatura y el pensamiento, y, por ende, para la sociedad.

La razón estética es una obra que aboga por la necesidad de una educación de la sensibilidad que se hace cada día más urgente. Ideas, propuestas y reflexiones más que oportunas en estos momentos convulsos y de cambios visibles e invisibles, en un mundo que por momentos parece extraviado, sin rumbo. Sobre todo esto, y más, hablaron Maillard y Pardo, el pasado mes de octubre en Madrid, en el Hotel de las Letras. Publicada originalmente en 1998, la nueva edición de La razón estética tiene un prólogo que empieza así:

«La primera edición de La razón estética data de 1998. El libro se concibió entonces dentro del marco de lo que se entendía por posmodernidad, un término que, si bien acabaría aplicándose a las dos últimas décadas del siglo xx, designaba concretamente las corrientes filosóficas y artísticas que, en esa época, denunciaban la decadencia de los valores teóricos y sociopolíticos que habían sostenido el mundo moderno. De forma más específica, se denominó «pensamiento posmoderno» a aquella corriente que, entre la segunda mitad del siglo xx y los albores del segundo milenio, trataba de hallar vías alternativas para un cambio de rumbo. Pero la palabra «posmodernidad» fue reemplazada muy pronto por otras fórmulas: modernidad tardía, era tecnológica, capitalismo tardío, globalización, variantes que, a pesar de ser, todas ellas, excelentes indicadores de que no se había hecho otra cosa que seguir el derrotero marcado por la modernidad, proporcionaban el matiz positivo requerido para revalorizar todo aquello que había sido criticado. El pensamiento disidente quedó así neutralizado una vez más, reducido, en este caso, a un movimiento de poca trascendencia que habría puesto de manifiesto infructuosamente la obsolescencia de los valores de la modernidad y la economía de mercado».

Tras esta pista, damos paso a buena parte de la conversación que sostuvieron Chantal Maillard y José Luis Pardo:

Donde Drácula adquiere conciencia moral

Chantal Maillard
La razón estética se gesta con un pie en los análisis de los tratados indios y otro pie en nuestra estética. Me di cuenta de que los sentimientos pueden pensarse como epocales, es decir que no son los que diferencian sus modalidades entre culturas sino también entre las diversas épocas por las que vamos atravesando. Por ejemplo, lo trágico de la antigüedad pasaría a lo sublime de la época del Romanticismo, en el final del XIX pasaría a la sentimentalidad y en el XX pasaría al kitsch. Tendríamos que volver a pensar las modalidades de los sentimientos cuando llevamos dos décadas desde mis análisis en las que ha habido desviaciones, retrocesos…

Cuando asistimos a los acontecimientos como si fuesen un espectáculo asistimos a ello, de alguna manera, con ese plus de placer que por un lado puede llegar a neutralizar los elementos de rebeldía necesarios y, por otra parte, también, podrían llegar a exaltarlos como se ve en la actualidad. Vemos a través de los medios grandes etiquetas referidas a ataques terroristas o crisis de refugiados, como largas series que seguimos de un día para otro.

No hay que perder de vista los conceptos que se van creando de esta manera y que son ideas cargadas. Sigue vigente una propuesta importante: la de una educación de la sensibilidad, porque estética quiere decir sensibilidad, sensible. Esa educación es necesaria por varios motivos: uno, saber distinguir las emociones ordinarias de las emociones espectacularizadas, aprendiendo a detectar la naturaleza del placer que las acompaña; dos, ver cómo los movimientos reactivos o emociones se ensamblan con los valores inculcados, dando lugar a lo que llamamos sentimientos; y tres, tomar conciencia de cómo a estas amalgamas sentimentales les añadimos automáticamente la creencia de que son nuestras. Yo siento, sin darnos cuenta, de que ese yo ha sido fabricado y se ha ido fabricando exclusivamente en el proceso de que se siente lo que se piensa. Es salvo la decisión de cualquier cosa meramente libre y así salimos a la calle cargados con una bomba de relojería que puede estallar en cuanto sean activados los estímulos pertinentes. Lo estamos viendo en estos días.

Esto es necesario para el tema que tanto ha tratado José Luis bajo la expresión de estar en la cultura de masas. Hace veinte años este libro era muy optimista, pensaba que había fórmulas de interiorización para que los puntos que planteo fueran posibles. Hoy soy bastante pesimista, supongo que es la edad.

José Luis Pardo
Estoy de acuerdo en que La razón estética es un libro que se puede leer hoy perfectamente al ritmo de las cosas que han pasado en estos últimos 20 años. Es una obra en la que se detectan todas las constantes de la escritura de Chantal, una escritura muy delicada en el sentido de muy poco agresiva. Pero, por otra parte, de una gran firmeza, convicción… no sé si decir seguridad, pero nada arrogante, nada pretencioso. El libro tiene a una tradición de la filosofía en España dominada por Ortega centrada en este tipo de fórmulas como razón vital, ética… Y eso que ella misma decía, como si esas fórmulas constituyesen una solución para salvar a Occidente o para salvar al mundo de algunas peligrosas desviaciones de las cuales no estamos tan seguros de que se puedan salvar, o por lo menos no está tan claro.

No es sólo la educación de la sensibilidad e interpretación de la propia estética como una apelación a la sensibilidad, y si tú quieres también a la imaginación. En todo caso como un intento de señalarnos una forma de conciencia, incluso una forma de conocimiento que no es exactamente lo que nosotros entendemos por conocimiento en el sentido, sobre todo moderno, que es una cosa que tiene mucho que ver con aquella fórmula de entendemos lo que hacemos, es decir lo que podemos conocer de la naturaleza que nos puede parecer muchísimo, pero en realidad llega hasta donde llega nuestra capacidad de controlar y dominar nuestra naturaleza. Lo que podemos conocer de nosotros mismos llega hasta donde llega nuestra capacidad de socializar, de civilizar lo humano que hay en nosotros. Naturalmente siempre queda un resto, aquello de la naturaleza que no podemos del todo controlar y que, de vez en cuando, nos da un buen zurriagazo. Aquello de la naturaleza humana que no hemos sido capaces del todo de civilizar o de socializar y que está presente en nosotros. Todo eso es una cosa que en rigor, en el sentido científico positivo, no podemos conocer, pero sí que podemos imaginar. Es más, no podemos dejar de imaginarlo porque es de ese resto de donde proceden la mayor parte de las amenazas y de los temores que nos importan y, también, la mayor parte de las promesas y las esperanzas que tenemos.

A propósito de ese resto, si no tenemos conocimiento positivo, si no tenemos, digamos, teorías, como dice Chantal, algo así como mitos. Ya sé que utilizar el tema mitos para referirnos al mundo moderno nos puede parecer antropológicamente un poco atrevido, pero, en todo caso, en el mundo moderno hay alguna clase de mitologías que no están tan enredadas como en otros tiempos con la religión, sino más bien con la literatura, el cine, incluso con la cultura popular.

Hay un capítulo del libro que tiene el título de esta conversación, Donde Drácula adquiere conciencia moral, con dos de estos mitos justamente para referirse a ese problema de qué hacemos con ese resto de naturaleza que no podemos dominar, de la naturaleza humana que no podemos socializar. Esos dos mitos son muy diferentes, pero tienen que ver con eso: son el mito de Frankenstein, la criatura del doctor Frankenstein, y el mito del Conde Drácula.

Frankenstein vamos a tratarlo menos, porque, en el fondo, la criatura del doctor Frankenstein es un mito que tiene que ver con algo que estuvo muy vigente: la confianza infinita en el progreso técnico. Qué sucedería si la ciencia llegase a dominar totalmente la naturaleza hasta producir la vida, pues, entonces naturalmente, se produciría una forma de vida que ya no sería humana. Sería el fin de la especie, de una vida natural y sería una artificial o de otra naturaleza nueva. Porque la criatura de Frankenstein no ha nacido de una madre ni de un padre, ni tampoco procede de la evolución. El drama de Frankenstein es que como solo es uno, no se ha producido en serie, pues es un hombre o un súper hombre sin sociedad, sin semejantes. Por tanto, es rechazado por diferente. Él está dispuesto a socializarse, pero es expulsado fuera de la sociedad, es así cuando se vuelve “malo”. Pero se vuelve malo un poco como en aquella canción de Jeanette: “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así”. Él no era malo por naturaleza. Tiene que ver con eso de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que le malea. Es un dilema característico de la modernidad ilustrada.

Drácula, en cambio, es una cosa completamente distinta. Incluso, literariamente las fuentes de la leyenda de Drácula son posteriores al mito de Frankenstein. Sin embargo, Drácula es cronológicamente anterior a Frankenstein. Pertenece a una época que no es la época del progreso técnico. El problema que tiene Drácula está medio relacionado con una especie de hechizo, de encantamiento; tiene más que ver con el mundo de la brujería que con el de la ciencia técnica y, por otra parte, no es medio máquina como Frankenstein si no medio animal. Por si esto fuera poco, tiene connotaciones feudales.

Drácula es la historia de alguien que sobrevive a la muerte, pero pierde la vida humana, pierde la humanidad, porque en el fondo el modo en que Drácula sobrevive a la muerte es convirtiéndose en una fiera que tiene que matar a sus semejantes para sobrevivir. ¿En el fondo no es esto lo que hacemos todos? Es decir, ¿no se basa nuestra supervivencia en la muerte de otros?… Sí, pero hay una pequeña diferencia: tenemos escrúpulos morales, nos da no sé qué matar personas… los animales tampoco es que nos preocupen. Vamos a decirlo de otra manera: podemos matar muchas personas pero tenemos que buscar justificaciones muy elaboradas.

Sin embargo, Drácula lo encuentra natural. Drácula nos recrimina nuestros prejuicios a la hora de vivir como fieras. Eso le impide formar parte de la comunidad humana por medio de la comunidad humana diurna. Es un mal socio si no no puede asociarse, no puede firmar un contrato social con alguien que no le puede garantizar la paz porque en cualquier momento puede tener una necesidad. Por tanto, Drácula es un ser solitario, condenado a vivir una no vida humana; y ese mismo carácter solitario, condenado, suscita una cierta compasión.

Pertenece el mito de Drácula a una época en la cual la frontera entre lo humano y lo inhumano, en el bien entendido eso que llamamos lo inhumano, es una cosa que está en nosotros. Digamos que la frontera, incluso en nuestro interior, entre lo humano y lo inhumano era una frontera muy vívida y muy vivida en el sentido de que la posibilidad de vivir sin escrúpulos morales es una posibilidad que reconocemos en nosotros. Podemos hacer cosas prescindiendo de los escrúpulos morales como vemos. Una de las fantasías favoritas de la cultura popular son los asesinos en serie. Pero en este momento histórico en el que sucede esta leyenda de Drácula transgredir esa frontera es sentido como una profanación.

Vivimos en un momento, dice Chantal, en que Drácula ha empezado a adquirir conciencia moral, se ha civilizado, se ha asimilado, estamos asimilando al vampiro. Mientras que en el caso de Frankenstein la fantasía era una fantasía del dominio total de la naturaleza por la técnica. Aquí lo que le ha pasado al mito de Drácula en los últimos años de su vida en la cultura, sobre todo cinematográfica, es que da pie a la fantasía de una socialización total de la naturaleza humana; de una completa asimilación de aquello de animal que hay en nosotros. Chantal va siguiendo en una serie de relatos, empezando por Entrevista con el vampiro y terminando por Crepúsculo, donde se gesta esta humanización del vampiro que deja de matar personas porque le parece un poco descortés.

Chantal detecta muy bien esta aventura tardía de Drácula. El intento que describe muy bien muchas cosas de nuestra cultura contemporánea de eliminar la alteridad que es también el intento de eliminar aquello que las cosas tienen de belleza, pero también yo diría de verdad, y hasta de justicia. Leo algo que dice Chantal: “Si nos acercamos a la bestia sí… pero antes hemos de domesticarla, humanizarla, no somos capaces de aceptar al animal no humano en lo que propiamente es. Si lo acogemos será siempre de alguna manera acosta de lo que él es, desde el ratón Mickey de Wall Disney al oso de Jean-Jacques Annaud no hemos de antropoformizar sus representaciones, pensamos que esta es la mejor manera en que sean aceptados y comprendidos, y lamentablemente parece que así sea. Cuantos más rasgos hallamos en ellos parecidos a los de nuestra especie más los respetamos, pero lo único que respetamos en ellos es en realidad a nosotros mismos. Lo único que nos conmueve son nuestras propias respuestas, lo único que comprendemos es nuestro propio lenguaje. Sin esas perversas traducciones, aun cuando podamos admirarlo, lo otro siendo otro nos aterra. Sería tan simple, no obstante, verlos en lo que son, sería tan hermoso amar la fiera en su fiereza, a la bestia en su bestialidad, al monstruo en su peculiaridad, al otro en su diferencia”.

(…)

Luego está la costumbre de poner nombres a ese tipo de animales. Cito a Rafael Sánchez Ferlosio que se refiere a esa costumbre con animales incapaces de responder a su nombre a la llamada humana, esa costumbre cumple una función: “Esta función bastarda es, según creo, de ahuyentar el desconcierto y la zozobra que la naturaleza puede producirnos. Superar la inquietud frente a lo que podría poner en duda y, por ende, en movimiento la inerte convicción de lo inmediato. Urge, en una palabra, humanizar al animal” (…).

Es como cuando creemos que les hacemos un gran favor a los animales concediéndoles sus derechos, cuando creo que no debe haber algo más envilecedor, como dice Ferlosio, considerar que un tigre de Bengala tenga algo así como derechos.

Chantal Maillard
Estoy completamente de acuerdo. El sentimentalismo es una de las cosas que hace más daño a la idea de convivencia con el animal.

Voy a apuntar algo sobre Drácula, una criatura que me fascina. Les cuento un sueño que tuve hace muchos años. Uno de esos sueños tan vivos que parecen más reales que la realidad… Yo era un vampiro que subía por la pared, la sensación de subir por un edificio era de placer, esos gestos, son absolutamente diferentes a cualquier otro gesto que en la realidad hubiésemos podido conocer. Es como cuando uno sueña que vuela, solo podemos volar en sueños.

Ahí mi fascinación por Drácula aumentó. Esa criatura mitad humana o que lo ha sido, mitad murciélago… Si veis un murciélago y veis sus alas son tan semejantes al esqueleto de un ser humano. Pero no me fascina por lo humano que pueda tener el murciélago, me fascina por lo animal que podamos tener todavía en nosotros. Yo reconozco y persigo esa vuelta al animal, esa vuelta a lo anterior al juicio, pero no sin antes decir que Drácula para mí es un ser inmensamente triste.

Efectivamente, como tú has dicho, es el paso posterior al de Frankenstein, es otra época y es una época en la que hay un enorme cansancio. Drácula, si veis por ejemplo la película de Coppola en que ya recupera la historia del Conde Drácula, él se enfrenta a Dios y le clava la lanza y sangra, digamos que mata a Dios. Es, por tanto, el inicio de una consciencia huérfana, y él va con su ataúd a cuestas, sabe que es inmortal… Por tanto, sabe que va a tener que vivir eternamente con esa sed, con ese hambre continua y el cansancio irá aumentando conjuntamente con la tristeza.

Si el Drácula de Bram Stoker es un ser bastante monstruoso y la protagonista es en realidad la chica bonita y burguesa, el protagonismo está en la moral burguesa de ese momento. Drácula es efectivamente el otro y el que tú has dicho, el que echamos, el que está fuera del circo o círculo de los bien pensantes. Drácula está harto de esos bien pensantes, de esos bien sintientes y, poquito a poco, pasando el tiempo vemos cómo el cine lo va convirtiendo en una criatura triste con ganas ya de terminar, metiendo la eternidad por delante. Su hastío es una consciencia hastiada. Esa es la criatura que nos inspira compasión. Pero si nos metemos ya a partir de Entrevista con el vampiro y llegamos a la saga de Crepúsculo donde tienen familias con moralidad y llegamos a estos que ya no quieren matar, es decir que ha vuelto a la moralidad, pero la moralidad se ha localizado en el protagonista que era Drácula y ¿qué pasa entonces con el otro? El otro ha sido integrado, reintegrado. Que es lo que hacemos con los otros. Los otros son neutralizados, los integramos… la integración quiere decir esto: los hacemos nuestros, le ponemos todos nuestros valores, les domesticamos. Y al final son nuestros ¿y lo otro?, pues habrá que buscarlo igual que se construya al enemigo ¿no? Y dices tú: “El estado de malestar consiste más bien en la inseguridad acerca de si estamos en estado de guerra o en estado de paz, desde que Hobbes presentó en público como fundamento del estado moderno esta idea del paso del estado de naturaleza como guerra total, al estado del pacto civil no han dejado de lloverle reproches acerca de su inverosimilitud…”.

Creo que la razón por la razón, el juicio por el juicio no nos lleva a buen puerto. La razón tiene que estar dentro de la vida, ser un instrumento y si a la razón le devolvemos la percepción de la anterioridad que tenía el animal, si esto fuese posible a estas alturas, que no creo, quizás pudiésemos hacer una comunidad que no fuese ni roussiana ni hobbesiana ni en el sentido de la Ilustración porque esta no pensaba en el planeta sino que era la especie humana por encima de todo y eso hoy no tiene sentido. Por tanto, si una razón estética como proyecto puede ser viable debería iniciarse y continuarse a partir de una ampliación de los marcos de pertenencia, porque eso es una ampliación de la percepción… Porque los marcos de pertenecian son lo que nos limita.

José Luis Pardo
Drácula es como un espejo en el que nos miramos, un espejo todavía más invertido. El drama de Drácula es que no puede morir y nuestro drama es que no podemos no morir. Pero en esta cosa de que de pronto el vampiro quiere tener hijos, tener familia, celebrar Halloween genera el vampiro en la era líquida. Si Bauman no hubiera muerto tan pronto hubiera escrito un Drácula líquido… Sí, me gustaría conservar un poco la ferocidad pero en broma, con lo salvaje pero domesticado.

Has utilizado como sinónimos, y no creo que lo sean tanto, integración y asimilación. Integrarse en algo no es lo mismo que asimilarse. Asimilarse es perder completamente la diferencia, completamente la alteridad. Lo que sí creo es que estamos en un proceso de confusión del conocimiento y de creciente asimilación.

Un colega nuestro pasaba muchas temporadas en las Islas Baleares y cuando hicieron el túnel de Sóller decía: “Qué faena nos han hecho porque se acaba enseguida la isla”. Entonces, el acortamiento de las distancias, el darle a un botón e inmediatamente ver lo que está pasando en Kuala Lumpur da la sensación de que en Kuala Lumpur pasa lo mismo que aquí. Crees que porque lo estás viendo ya lo entiendes. Para saber lo que pasa en Kuala Lumpur habría que saber un montón de cosas de Malasia que seguramente no sabemos.

Otra cosa que se me ha ocurrido: lo del Oikos nomos, por recurrir a los clásicos. Claro, no se puede vivir sin eso, como decía Aristóteles, si no resuelves el problema de tus necesidades primarias. Ahora bien, también decía Aristóteles, una vez que estas necesidad están resueltas esa resolución de las necesidades pertenecen al orden de los medios, no de los fines; es decir, el fin al servicio del cual se pone la resolución de las necesidades primarias hay que ponerle un límite y a partir de ahí pensamos cómo vivimos la vida que queremos vivir. Es un poco una faena que haya que trabajar todos los días para poder sobrevivir, pero nosotros no soportaríamos trabajar todos los días, incluso preferiríamos morirnos si no hubiera un domingo. A lo mejor los fines a los que nos dedicamos los domingos son penosos, pero en todo caso esa diferencia entre el orden de los medios que es el Oikos nomos y no de los fines que en el caso de Aristóteles es la polis podría ser entre otras maneras eso mismo.

Lo del arte por el arte sí, pero estas expresiones tienen muy mala prensa. En concreto, lo del arte por el arte lo que significó en su momento es la idea de que el arte no estuviese justamente al servicio de otras cosas, al servicio de los políticos, morales, religiosos, etcétera. Así que designaba, en cierto modo, a su manera, un ideal emancipatorio.

En cuanto a lo último que has dicho, estoy completamente de acuerdo. Tener una vida privada y poder uno ir a su casa y cerrar la puerta con llave por la noche es una cosa fantástica. Las personas que se han privado de ese derecho, están privadas del derecho de una vida pública. Una vez resuelto eso que es importante, aunque tengamos derecho a la vida privada y derecho a la vida pública, y aunque tengamos una puerta que podamos cerrar con llave por la noche, hay ciertos huéspedes que se cuelan que no podamos impedirles el paso por mucho que llamemos a la policía o al ejército. Es más, hay algunos que queremos que se cuelen y vengan a vivir a nuestra casa y, por tanto, ahí estamos dispuestos a levantar ciertas barreras. Yo a eso le llamaría intimidad. No creo que la intimidad sea una alternativa a la vida pública o a la vida privada, pero es una de las dos mitades. Hobbes decía que es la forma de animalidad específicamente humana.

En cuanto al malestar y estado de guerra es mejor no confundirlo. Es un malestar que con lo más que podemos relacionarlo es con la nostalgia de que nos gustaría ser lobos; quiero decir está bien, el soñar ser lobo y soñar ser un vampiro. Yo comprendo que la compañía de los hombres no siempre es muy agradable… Pero alguien decía que lo bueno es que uno, a pesar de todo, prefiere la compañía de los hombres, incluso aunque no los necesite.

  • La razón estética. Chantal Maillard. Editorial Galaxia Gutenberg.

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